Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario (2005), de Andrew Adamson

Es la pregunta del millón, y a ella responde alguien que admira la saga desde chaval, cuando leyó los siete libros seguidos en un período de dos años: el director Andrew Adamson "Se trata de una pregunta muy interesante y fundamental para nuestro enfoque.

Para mí, Narnia no es un simple producto de la imaginación de estos niños, el lugar en el que se refugian sus mentes para escapar de la II Guerra Mundial. Personalmente, creo que Narnia es un universo real alternativo. Hay muchos paralelismos con nuestro mundo, pero también hay muchas diferencias; lo importante es que es real. No quería que esta película fuera como El mago de Oz o Peter Pan, en las que al final te das cuenta de que todo ha ocurrido en la imaginación de alguien. Lucy se mete en el armario y se adentra en ese mundo, un mundo que tenía que resultar perfectamente verosímil, como si visitáramos otro país. Se trataba de crear la realidad de Narnia dentro de sí misma".

Douglas Gresham, hijastro de C.S. Lewis, y está estrechamente ligado a su obra, veló porque el film fuera digno de la obra en que se basaba. Y cuenta: “C.S. Lewis tenía una teoría acerca la literatura infantil, y era que si un libro merecía la pena a los cinco años, tenía que seguir mereciéndola a los cincuenta. Por ese motivo, Las crónicas de Narnia fue concebido como un libro para leer a los niños, como un libro que fuera leído por niños y también por adultos, que pudieran disfrutarlo en el ocaso de sus vidas".

Curiosamente, Gresham y Lewis fueron personajes de película en Tierras de penumbra, que cuenta la historia de amor del escritor con Joy Gresham, y la enfermedad que ésta sufrió y que tanto hizo padecer a los tres. De hecho, el film de Richard Attenborough tenía una escena imposible de entender para el espectador no familiarizado con el mundo de Narnia. Cuando Douglas Gresham, un niño, llega a casa de Lewis, pide ver el armario del desván; y cuando más tarde descubre que el fondo es de madera, no lleva a ningún mundo fantástico, esto conecta con la dura realidad con la que debe enfrentarse, la de la enfermedad y previsible muerte de su madre.

A la hora de lograr la pretendida perfección técnica en la creación de Narnia, era necesario un equipo artístico de primera división. El primer gran desafío era Aslan. Tenía que parecer un león de verdad, grandioso, realista, cuyo poderío es palpable, pero que al tiempo destila ternura y bondad. Además de contarse con la voz de Liam Neeson en el original, los diseñadores tuvieron que esmerarse. Dean Wright, que se encargó de los efectos visuales de El Señor de los Anillos, comenta: “Es más difícil diseñar un personaje animal que tiene que hablar y relacionarse con humanos, y teníamos claro que no queríamos que fuera de dibujos animados. El aspecto y el movimiento tienen que resultar hiperrealistas, de manera que se vea que Aslan puede hacer muchas más cosas que las que hace un león.” Wright, que quitó las piernas a Gary Sinise en Forrest Gump, tuvo que afrontar un desafío aún mayor con las extremidades del fauno Tumnus. Resulta imposible hacer justicia a todo el trabajo de creación de los parajes helados, el castillo de la bruja, las múltiples criaturas, sus armas, y por supuesto, las multitudinarias escenas de batallas. El resultado es sencillamente apabullante.

Que Aslan simboliza al Dios cristiano, que se hace hombre para redimir a los hombres de sus pecados, no es una lectura rebuscada de una mente calenturienta. Fue el propósito de C.S. Lewis al mostrar a Aslan, que ante la traición de Edmund, se ofrece en su lugar, para morir sacrificado en una piedra, y ganar el perdón de sus culpas. La escena nocturna en que Lucy y Susan siguen a un Aslan angustiado, que agradece la compañía de las chicas, recuerda a la escena de Jesús en el huerto de los olivos, y de hecho el modo en que está fotografiado retrotrae a la reciente La Pasión de Cristo de Mel Gibson.

Walden Media, productora de El león, la bruja y el armario, ha logrado un merecido éxito con su adaptación de la obra de C.S. Lewis. Y se diría que ha cogido carrerilla, pues tiene ya en marcha toda una batería de películas, adaptaciones de clásicos infantiles, con las que puede dar la campanada. Ahí están El príncipe Caspian, otra crónica narniana con Disney, que dirigirá Andrew Adamson ‘again’; Cómo comer gusanos fritos, que adapta la novela de Thomas Rockwell, con el guionista de Willow Bob Dolman tras la cámara y New Line de socio; La telaraña de Carlota, según el cuento de E.B. White, el creador de Stuart Little, con la niña Dakota Fanning de protagonista, y la productora Paramount; y El caballo de agua, según el libro de Dick King-Smith, en asociación con Beacon y Revolution.