LA ESFERA DE PAPEL
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Ren� Crevel: el hombre desbordado

Actualizado

Se traduce por primera vez al espa�ol 'La muerte dif�cil', novela autobiogr�fica del escritor surrealista y audaz con pr�logo de su amigo Salvador Dal�. Un tri�ngulo amoroso en el que la familia como instituci�n sale muy mal parada

Tristan Tzara y Ren� Crevel, en 1928, fotografiados por Man Ray.
Tristan Tzara y Ren� Crevel, en 1928, fotografiados por Man Ray. MAN RAY TRUST, VEGAP

�Ya no se hacen muchachos como Ren� Crevel�, le dijo Gala a Dal�, contemplando a unos j�venes, muchos a�os despu�s de que Crevel se suicidara. Crevel hab�a pasado los mejores d�as de su vida en Portlligat, acompa�ando a Dal� y a Gala, viviendo su ascetismo, desnudos por aquellos parajes, al menos en el recuerdo de Dal� que escribi� un texto sensacional sobre su amigo, con cuyo nombre le gustaba jugar hasta el punto de inventar una disciplina: Ren� era renacer; crevel, reventar. Era su constante juego, morir de manera abrupta y renacer con la misma violencia, de donde cultivaba la fenixolog�a, deporte que consist�a en hacerse a�icos y recomponerse constantemente, �el aliento vital de reventar� en traducci�n daliniana.

Como se sabe, el texto m�s conocido en espa�ol de Crevel es precisamente el ensayo que le dedic� a Dal�, y su nombre figura siempre en la primera l�nea del batall�n surrealista, del que expulsaron a Dal�, seg�n �l por su admiraci�n por Hitler y su condena del comunismo, lo que no le imped�a admirar y querer a Crevel, uno de aqu�llos que intentaron la imposible s�ntesis entre comunismo y surrealismo de la que el segundo no ten�a m�s remedio que salir perdiendo hasta la abolici�n o la obra enf�tica y huera de los Breton, Aragon y Neruda que una vez uniformadas las ganas de sumergirse en el subconsciente para jugar a la propaganda, escribieron aut�nticas tunanter�as de hinchas desbocados.

Con encomiable exactitud Julio Monteverde llama a Crevel el hombre desbordado, precisamente por ese �nfasis que puso siempre en lograr una s�ntesis entre combatientes en principio irreconciliables, quiz� porque su mente matem�tica confiaba en que si menos por menos da resultado positivo, una cosa que niega a otra, al fundirse con ella, arrojara tambi�n un saldo activo. As� la alta burgues�a a la que pertenec�a asisti� a su evangelizaci�n comunista, su bisexualidad se zambull� en los ambientes homosexuales de Par�s, su en�rgica prosa aspiraba a la poes�a, el odio a la familia trat� de verse las caras con el amor por un s�quito de amigos que no dejaba de repetir la dial�ctica familiar con otra jerarqu�a. Era dif�cil que encontrara sitio: novelista entre poetas, tuberculoso entre los sanos, bisexual entre homosexuales, comunista entre arist�cratas... Su obra de militante surrealista ha venido tasando su presencia como autor de im�genes atrevidas, y sin embargo...

Antes de diluirse en el grupo surrealista, Crevel fue un magn�fico narrador que dio luz a unas cuantas novelas audaces, cr�ticas, eficazmente escandalosas, m�s o menos autobiogr�ficas. En tres o cuatro a�os public� un arsenal imponente que vale por toda su obra posterior, que es precisamente la que adula y encanta a Dal�. En 1924 public� Desv�os -y aunque ese mismo a�o ya colabora en el n�mero uno de la revista Surrealisme, sus novelas de 1925, Mi cuerpo y yo, 1926, La muerte dif�cil, y 1927, Babilonia, componen uno de los corpus m�s interesantes y potentes de la narrativa francesa de la �poca. La autoficci�n, tan en boga, ya estaba all� n�tida, valiente, destructiva.

El Paseo Editorial publicar� (el 26 de marzo ) en precisa traducci�n de Julio Monteverde, La muerte dif�cil, novela protagonizada por un toxic�mano encomiable que se enamora de un americano muy sobrado mientras mantiene su relaci�n sentimental, m�s filial que er�tica, con su amiga Diane. El tri�ngulo amoroso est� servido para espantar la paz de lo correcto, pero lo que impacta en la novela es la asfixiante atm�sfera de la vida dom�stica que yergue, un retrato minucioso y veloz en el que la familia como instituci�n sale muy mal parada.

Ese ambiente ruinoso, hecho de dudas y mentiras, de humillaci�n constante, trata de poner en pie un retrato al natural de la generaci�n a la que le toc� ser joven tras la Gran Guerra, una generaci�n de la que algunos componentes, en aras de la liberaci�n, cayeron en distintos abismos. El personaje de la madre es, narrativamente, glorioso: no tuvo que inventar nada Crevel. �Mi madre es basura�, escribi�.

"Cuando su padre se ahorc�, siendo �l un chaval, su madre le ense�� el cad�ver para que viera c�mo acababan (seg�n ella) los cobardes"

Cuando su padre se ahorc�, siendo �l chiquillo, su madre le oblig� a entrar en el cuarto donde a�n se balanceaba el cad�ver para que viera c�mo acaban los cobardes. La muerte dif�cil, que el editor define como �arrebatada novela sentimental�, vale tambi�n como documento de los ambientes radicales de la juventud de principios de los a�os 20 y por un tratamiento sin tapujos del deseo sexual, que fue, como es norma, lo que m�s escandaliz� a la �poca. Pero m�s all� de su valor como testimonio de �poca que ha mantenido, gracias a la frescura de la prosa y el ritmo de Crevel, toda su fuerza y su nitidez, La muerte dif�cil -de la que Klauss Mann dijo que �era uno de los libros fundamentales para conocer la esencia de la juventud europea tras la Gran Guerra�- alienta todav�a porque nos presenta a un personaje inolvidable que nos lleva de la mano, con el gesto torcido por el asco y tambi�n por la felicidad, que por supuesto ser� derrotada, por un mundo donde el yo le quiere echar un pulso al mundo y el mundo lo aplasta sin dejarle al yo otro consuelo que poder expresar su aniquilaci�n.

La novela tiene algo de premonitorio porque esa ser�a la suerte que correr�a Crevel. En su b�squeda de la s�ntesis de contrarios, aprendi� joven a�n, joven ya para siempre, que en la partida entre Eros y Thanatos, el Eros s�lo puede aspirar a unas cuantas �muertes peque�as�, como llaman los franceses al orgasmo, antes de que llegue la jugada definitiva.

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