Resumen de «Cuento de Navidad» (Charles Dickens)

Cuento de Navidad (Charles Dickens)

Una historia de fantasmas en Navidad

Cuento de Navidad (A Christmas Carol. In Prose. Being a Ghost Story of Christmas), también conocido como Canción de Navidad o Cántico de Navidad, es una novela corta escrita por Charles Dickens. La historia, que Dickens terminó en tan sólo seis semanas, fue publicada por Chapman & Hall el 19 de diciembre de 1843.

En Cuento de Navidad, Dickens quiso abordar el tema de la desigualdad social y las condiciones de vida de los pobres. No desde una óptica revolucionaria, sino intentando alentar a la gente a ser más compasiva y generosa, especialmente durante la temporada navideña. Y en parte lo consiguió: No sólo vendió los 16.500 ejemplares impresos antes de Nochebuena, sino que ese año hubo un incremento notable en las donaciones navideñas.

Cuento de Navidad, resumen por capítulos

Cuento de Navidad es la historia de Ebenezer Scrooge, un prestamista egoísta y tacaño obsesionado con el dinero. En Nochebuena Scrooge se encuentra con el espíritu de su antiguo socio, Jacob Marley, a quien todo el mundo consideraba su alma gemela. El difunto Marley vaga por el limbo cargando una pesada cadena de la que quiere librar a Scrooge.

Para redimirle, Marley envía a Scrooge a los tres espectros de la Navidad: el fantasma de las Navidades pasadas, el fantasma de la Navidad presente y el fantasma de la Navidad aún por llegar. Con ellos, Scrooge revive su pasado y toma conciencia del presente y del futuro al que le aboca su modo de ser.

Tomar conciencia del presente significa ser conocedor de la realidad de los pobres, a los que Scrooge detesta. Ve de primera mano la miseria en la que viven muchos y los problemas a los que se enfrentan otros, y cómo la necesidad puede hacer perder cualquier tipo de escrúpulo. Pero tomar conciencia también significa reconocer lo que estás haciendo mal y corregirlo. Ya sabes: Cambiar el presente implica cambiar el futuro. Y Scrooge se toma esto muy en serio. Tras la visita de los tres fantasmas, Ebenezer Scrooge se transforma en un hombre nuevo, diametralmente opuesto al que era.

Dedicatoria del manuscrito de Cuento de Navidad
Dedicatoria del manuscrito de Cuento de Navidad [Fuente de la imagen]

Estrofa I – El fantasma de Marley

Londres. Tres de la tarde del 24 de diciembre, víspera de Navidad y aniversario de la muerte de Marley. Su socio, Scrooge, trabajaba junto a su secretario en la oficina que compartieron antaño y que seguía llamándose igual, Scrooge & Marley, por un motivo práctico: los carteles cuestan dinero.

Ebenezer Scrooge era un hombre poco dado a los sentimentalismos. El séptimo aniversario de la muerte de su socio le daba igual, así como la algarabía formada en el exterior con motivo de la fiesta navideña. Bueno, esto último no le daba igual. Al revés, la Navidad le irritaba profundamente; no entendía por qué todo el mundo estaba tan contento.

«¡Feliz Navidad! [léase lo anterior con tono despectivo]. ¿Qué derecho tienes tú a ser feliz? ¿Qué razones tienes tú para ser feliz? ¡Si eres pobre!» Le espetó a su sobrino cuando este osó aparecer por la oficina para felicitar las fiestas a su tío. Ni que decir tiene que el sobrino se fue de allí sin lograr arrancar una sonrisa, un buen deseo y mucho menos un compromiso de asistencia a la comida del día siguiente por parte de Scrooge.

Scrooge consideraba que si uno era pobre (y muchos lo eran, también su sobrino y su secretario, Cratchit) no tenía motivos para celebrar la Navidad. Pero si era rico, tampoco, pues era época de gasto. Al viejo prestamista le costó incluso dar libre a su empleado el día 25, porque no veía justo pagarle el sueldo completo si faltaba un día a trabajar.

Claro, no lo he dicho: Scrooge era un rico prestamista huraño, rácano y malencarado al que todo el mundo quería tener lejos. La típica persona a la que le preguntarías: ¿qué te pasó en la vida para ser así? Y su antiguo socio, Marley, era igual. Sólo alguien muy desesperado por tener dinero les dirigiría la palabra.

Cratchit y el sobrino de Scrooge no fueron los únicos en padecer su mal humor aquella tarde. También despachó de malos modos a dos hombres que recaudaban dinero para los más necesitados y entraron a pedirle una aportación voluntaria, y a un niño que quiso obsequiarle un villancico. Por fin, a última hora de la tarde Scrooge dio por finalizada la jornada. Cratchit marchó a casa con su familia y Ebenezer fue a su «deprimente» taberna de confianza donde cenó, leyó la prensa y revisó el libro de cuentas. Llegada la hora de dormir, marchó a casa.

El apartamento de Scrooge estaba en un lóbrego edificio que había sido propiedad de Marley. Fiel a su estilo, no tenía vecinos, pues el resto de las viviendas estaban alquiladas como oficinas. A esas horas ya no quedaba nadie en el lugar y tanto el edificio como el jardín parecían la boca de un lobo, cosa que a él no le disgustaba en absoluto (la oscuridad es gratis).

Llegó a tientas hasta el portalón y se dispuso a abrir. Pero pasó una cosa curiosa: El picaporte se transformó, dejando ver la cara del difunto Marley. A Scrooge se le aceleró ligeramente el pulso, mas cuando quiso observar mejor el fenómeno, el picaporte retomó su aspecto habitual.

Scrooge y el espectro de Marley
Scrooge y el espectro de Marley ©C. Dickens

Aún sorprendido, entró y cerró la puerta. Mientras subía las amplias y oscuras escaleras creyó ver un cortejo fúnebre pasar delante suyo, pero trató de no hacer demasiado caso. Eso sí, antes de entrar en su apartamento echó un vistazo al interior para asegurarse de que no había nada raro dentro. Aún tenía presente la cara de Marley en el portalón.

Scrooge se puso cómodo y se sentó frente a la chimenea para tomar unas gachas antes de dormir (estaba resfriado y eso le iría bien para entrar en calor). No es que la chimenea hiciese gran cosa, porque, en su afán de ahorrar, apenas había brasas y mucho menos fuego. Mientras tomaba las gachas, Scrooge seguía pensando en la cara de Marley.

Intentó tranquilizarse dando unas vueltas por la habitación. Volvió a sentarse y fijó su atención en el cordel de una campanilla que había entre la sala y el desván. El cordel empezó a moverse hasta hacer sonar, primero, la campanilla de la sala, y después, las demás campanillas del lugar. El tintineo fue la antesala de otro ruido peor: En el piso inferior (una bodega, vacía a esas horas) alguien arrastraba unas cadenas.

El ruido de cadenas se desplazó por la planta inferior y subió las escaleras hasta pararse frente a la puerta del piso. Scrooge se repetía a sí mismo que eran tonterías fruto de su imaginación. Entonces, las cadenas atravesaron su puerta y el espectro de Marley apareció ante él.

El fantasma estaba atado a una pesada cadena compuesta de cajas fuertes, candados, libros de contabilidad, monederos de acero, llaves y títulos de propiedad. La cadena, sujeta a su cintura, rodeaba todo su cuerpo. Marley estaba amortajado y su visión era tétrica, aunque Scrooge intentó mantener la calma pensando que eran alucinaciones.

Pero no lo eran. El fantasma de Marley era real y estaba ahí para avisarle. ¿De qué? De que estaba creando su propia cadena tal como él hizo en vida, sólo que a estas alturas la de Scrooge sería peor. Y si no cambiaba su conducta, su espíritu sería condenado a vagar por el limbo arrastrando la cadena forjada en vida. Estaba a tiempo de salvarse. Y, además, contaría con la ayuda de tres espíritus.

Estrofa II – El primero de los tres espíritus

El fantasma de las Navidades pasadas y Scrooge
El fantasma de las Navidades pasadas ©Sol Eytinge Jr.

Cuando Scrooge despertó al día siguiente estaba oscuro. Se extrañó cuando las campanas de la iglesia cercana dieron las seis, luego las siete… y así hasta anunciar las doce. Si él se acostó pasadas las dos de la mañana, no podían ser las doce de la noche, porque eso significaría que había dormido todo el día. Y con esa oscuridad, tampoco podían ser las doce del mediodía. Miró su reloj, pero marcaba la misma hora.

Mirando por la ventana de la alcoba verificó que, efectivamente, eran las doce de la noche. Y se volvió a la cama, pero no a dormir, sino a pensar en el fantasma de Marley, dudando aún si aquello fue real o si fue un mal sueño producto de su resfriado o alguna comida en mal estado.

Cuando el reloj anunció los cuartos recordó que, según el aviso de Marley, un espíritu debía visitarle a la una. Siguió expectante los avisos del reloj. Las 00:15h, las 00:30h, las 00:45h… El último cuarto de hora se le hizo eterno, pero por fin sonó. Y cuando las campanas anunciaron la una, las cortinas del dosel de su cama se descorrieron. Y vio algo extraño, que no estaba seguro de si era un niño o un anciano. Se trataba del fantasma de las Navidades pasadas.

La misión de este espectro era refrescar su memoria llevándole de vuelta al pasado, así que dieron un garbeo temporal por distintas etapas de la vida de Scrooge.

La primera parada fue en el pueblo de Scrooge. Tras pasear por las calles y reconocer caras y lugares, se vio a sí mismo de niño, leyendo algún libro en el colegio. Y rememoró nombres, anécdotas… Hasta que se echó a llorar recordando al niño que intentó cantarle un villancico la tarde anterior, tan pobre como él lo era entonces. Lamentaba no haberle dado un aguinaldo, pero ya era tarde.

La segunda parada le llevó al colegio el día que su hermana, Fan, fue a buscarle para volver juntos a casa (hasta entonces, su padre no le permitía volver a casa en vacaciones). Fan ya había muerto, pero dejó un hijo al que su hermano no trataba demasiado bien. A Scrooge no le gustó que el fantasma se lo recordara.

Fiesta de Nochebuena de Fezziwig
Fiesta de Nochebuena de Fezziwig ©C. Dickens

La tercera parada fue la fiesta de Nochebuena en el taller del viejo Fezziwig, donde Ebenezer fue aprendiz. Scrooge guardaba un grato recuerdo de ella, aunque no fue para nada lujosa; organizar todo aquello no le habría costado al viejo más de tres o cuatro libras. Cuando el fantasma dijo en voz alta que se conformaban con poca cosa, Scrooge le explicó que lo de menos era el dinero invertido.

Fezziwig tiene la potestad de hacernos felices o infelices, hacer que nuestro trabajo sea agradable o insoportable, un placer o un castigo. Digamos que su poder reside en las palabras y en las miradas, en gestos tan leves e insignificantes que es imposible valorarlos y contarlos… ¿y qué? La felicidad que nos proporciona es tan enorme como si costara una fortuna.Fragmento de «Cuento de Navidad»

Scrooge hablaba en presente porque, imbuido en el recuerdo, participaba de él como si lo estuviese viviendo en ese momento. Y al decir esas palabras no pudo evitar acordarse de Cratchit, su secretario, con el que deseó haber sido más amable.

El tiempo del espectro se agotaba y aún debían revivir dos Navidades más. Scrooge se vio a sí mismo cuando aún no era rico, pero el dinero empezaba a llegar. Estaba con Belle, su prometida, a la que había conocido cuando ambos eran pobres. Ella le reprochaba que su creciente interés por el dinero le hacía desdeñar todo lo demás, incluso a ella, que no compartía sus ambiciosos anhelos. Una cosa era tener dinero para no pasar apuros, y otra que todo girase en torno a él. Así que antes de embarcarse en un matrimonio que no podía salir bien, prefería emprender un camino distinto al de Scrooge.

Para Scrooge este era un recuerdo doloroso. Imploró al espíritu que detuviese el viaje porque no se sentía con fuerzas de ver nada más. Pero el fantasma de las Navidades pasadas fue inflexible. Aún quedaba otro episodio por ver.

La última Navidad fue la de siete años atrás, la noche del fallecimiento de Marley. Belle estaba en el salón de su casa. No era un lugar lujoso, pero estaba exento de penurias. La mujer lidiaba con algunos niños, excitados ante la llegada de los regalos. Cuando llegó el padre con los presentes se desató la locura, y sólo al cabo de un buen rato la chavalería se retiró a dormir y el lugar se quedó en paz.

Entonces, el matrimonio se sentó frente a la chimenea con una de las hijas, y el hombre dijo a su esposa haber pasado frente a la oficina de Scrooge. Había oído que Marley se estaba muriendo. Cuando le vio esa tarde en la oficina, no pudo evitar pensar que, sin su socio, Scrooge estaba completamente solo en el mundo.

Para Scrooge esta visión fue demoledora, pues simbolizaba lo que habría podido tener y por su ambición no tuvo. Ya no quiso ver nada más. Forcejeó con el espectro hasta que este desapareció y el prestamista se vio de nuevo en su alcoba. De repente se sintió muy cansado. Se acostó en su cama, sumiéndose en un profundo sueño.

Estrofa III – El segundo de los tres espíritus

Fantasma de la Navidad actual saluda a Scrooge
Fantasma de la Navidad presente ©Sol Eytinge Jr.

El fantasma de la Navidad presente llegó puntual a la cita. Scrooge, que había despertado poco antes de la una, fue a buscarlo a la habitación contigua, de donde emanaba una misteriosa luz roja. Al entrar, comprobó que se trataba de su alcoba, aunque parecía que se había adentrado en un bosque.

En esta ocasión, el espectro era un gigante que sostenía una antorcha. Estaba sentado en un trono, rodeado de toda clase de viandas y cuencos con ponche caliente, como si se tratara de un gran festín. Y es que ya era día 25, Navidad, y había que celebrarlo como está mandado.

Pero no estaban allí para festejar. La misión de este fantasma era mostrar a Scrooge cómo pasaban las Navidades quienes vivían en la pobreza o en situaciones delicadas, así que, hechas las presentaciones, Scrooge se agarró a la túnica del fantasma y partieron del lugar.

El día amaneció teñido de blanco. La gente se afanaba en quitar la nieve de los tejados y entradas de las casas. Aprovechaban también para tirarse algún que otro bolazo, todo en medio de un gran ambiente. Otras personas se apiñaban en las tiendas de comestibles -generosamente surtidas- para hacer las compras de última hora.

Cuando las campanas llamaron a misa se produjo un cambio de escenario. Quienes hasta hace nada abarrotaban las calles marcharon a la iglesia, y de los callejones emergió una multitud de personas que iban a los hornos a calentar sus viandas. Scrooge y el fantasma se apostaron a la puerta de un obrador, y cada vez que alguien entraba con una fuente, el espectro echaba algunas chispas del fuego de su antorcha sobre la comida.

Scrooge quiso saber si el aderezo de la antorcha tenía algún sabor especial, a lo que el fantasma respondió que era su toque, y que servía especialmente para las comidas hechas por los pobres, quienes -decía el espectro- lo necesitaban más que el resto.

El prestamista argumentó al espectro que era una contradicción querer que los pobres se alimentasen bien y cerrar los hornos los domingos, cuando no trabajaban y podían elaborar mejores alimentos. Y que esto, si no lo mandaba el espíritu, se hacía o en su nombre o en el de su familia. A lo que el fantasma de la Navidad presente contestó:

Hay alguna gente en esta tierra tuya que presume de conocernos, y que en nuestro nombre lleva a cabo actos de ira, orgullo, odio, malicia, envidia, fanatismo y egoísmo, pero son tan ajenos a nosotros y a nuestra familia y estirpe como si no hubieran existido jamás. Recuerda eso, y carga en el debe de esas gentes sus actos, no sobre nosotros.Cuento de Navidad (fragmento)
Bob Cratchit y Tiny Tim en la iglesia
Bob Cratchit y Tiny Tim ©Jessie Willcox Smith

Tras el intercambio de opiniones siguieron su camino, yendo a parar al hogar de los Cratchit. Bob, el secretario de Scrooge, vivía en una modesta casa de cuatro piezas (que el espectro bendijo con su antorcha) junto a su esposa y seis hijos. El menor de ellos, Tiny Tim, usaba una muleta y sus piernas estaban sujetas con un aparato de hierro. Scrooge, impactado, preguntó si el muchacho sobreviviría. El fantasma contestó que no.

Observaron a la familia desde su posición privilegiada de visitantes invisibles. Asistieron a la comida, al postre y al brindis posterior, que dedicaron a Scrooge el Funesto (así le llamaban la señora e hijos Cratchit). Pasaron un rato más allí y siguieron su camino. Vieron la algarabía de las calles y las alegrías de los encuentros. Aún sin tener grandes medios, la gente parecía contenta. Luego visitaron a los mineros, a los fareros y a los marineros, para terminar el recorrido en casa del sobrino de Scrooge.

Llegaron cuando el sobrino contaba a su esposa y cuñadas el encuentro con su tío. Lo narraba de forma jocosa, porque, pese a los desdenes de Scrooge, era incapaz de enfadarse con él. Al revés, le daba lástima que no los acompañara. El grupo pasó una agradable velada charlando, riendo, cantando y participando en diversos juegos. Incluso Scrooge, a quien nadie podía ver, se animó a participar. Estaba tan contento que no quería irse de allí.

El fantasma de la Navidad actual con los niños Ignorancia y Mentira
El fantasma de la Navidad presente, con Ignorancia y Mentira [Fuente]
Sin embargo, el tiempo apremiaba. La vida del fantasma en la tierra era corta y aún tenían camino que recorrer. Visitaron muchas casas y lugares lejanos, vieron enfermos, gente que estaba lejos del hogar y añoraba volver, personas con mucha necesidad, hospitales y albergues. Por fin, terminaron el periplo cuando el reloj anunciaba las 23:45h y el espectro estaba próximo a desintegrarse.

Mas Scrooge tenía una inquietud. Cuando conoció al fantasma le pareció ver una garra bajo sus ropas y le preguntó por ella. Para su sorpresa, se trataba de un niño y una niña amarillentos, escuálidos y harapientos. El niño, en cuya frente estaba escrita la palabra «Miseria», era la Ignorancia, y la niña, la Mentira, y ambos eran creación del ser humano, aunque renegaban de él. El mensaje era claro: la ignorancia y la mentira conducen a la miseria y a la perdición, y hay que huir de ellas.

Al dar las doce, el fantasma de la Navidad presente se esfumó.

Estrofa IV – El último espíritu

Fantasma de la Navidad aún por venir
El fantasma de la Navidad aún por venir (Fuente)

El último fantasma no hablaba. Estaba cubierto por una mortaja que justo dejaba ver una de sus manos, la que usaba para señalar a Scrooge aquello que deseaba mostrarle. A pesar de ello, el prestamista supo que se trataba del fantasma de la Navidad aún por venir,y que su misión era mostrarle el futuro.

Y el futuro de Scrooge, pues la verdad es que no era nada halagüeño. En este viaje se enteró de dos cosas, a cual peor. La primera, que Tiny Tim había muerto. Y la segunda, que también había muerto él. Esto último le costó entenderlo, pero casi fue peor lo que rodeó su infausto final.

Ya sabemos que Scrooge no era muy apreciado por la gente en general, algo que se había ganado a pulso. Ni por la gente, ni por los demás empresarios de la zona con los que solía compadrear, que, no obstante, pensaron en hacer el esfuerzo de ir a su funeral si el acto incluía el ágape de rigor, claro.

Scrooge escuchó estas conversaciones en corrillos callejeros que el fantasma le hizo presenciar. Pero no se dio por aludido. Ni siquiera cuando el espectro de la Navidad aún por venir le llevó a los bajos fondos, donde los delincuentes que habían saqueado su casa con él dentro vendían sus pertenencias al peso. No fue capaz de reconocer sus toallas, ni sus sábanas, ni las cortinas que habían arrancado del dosel de su cama.

El prestamista conocía la mala fama de algunos barrios, pero nunca los había pisado. Ese paseo hasta la tienda de compraventa de objetos de segunda mano le mostró otra realidad de la ciudad: los barrios que estaban tomados por la miseria. No había higiene, las casas estaban en un estado lamentable, sus habitantes vestían con harapos y la insalubridad campaba a sus anchas.

Scrooge, que contempló la compraventa anonadado, cada vez tenía más claro que era un aviso del fantasma de la Navidad aún por venir, y que, de seguir así, él terminaría como el pobre desgraciado que murió solo y a quien desvalijaron la casa sin importarles que el difunto estuviera de cuerpo presente. Pero seguía sin darse por aludido.

Entonces, el espectro le llevó a su propia alcoba, saqueada y con su cuerpo inerte cubierto por una vieja sábana. No reconoció el lugar, ni su cama. Y aunque tuvo curiosidad por destapar al muerto para saber quién era, no tenía fuerzas para levantar la sábana. Ignorando que era él mismo, pidió al espíritu que le mostrase a alguien que lamentara la muerte del misterioso hombre.

El fantasma de la Navidad futura le llevó a una habitación donde un matrimonio hablaba de un préstamo que no podía afrontar. El marido había intentado conseguir un aplazamiento del pago, pero al fallecer el prestamista la cosa quedaba en el aire, a la espera de conocer al nuevo propietario de la deuda. Scrooge, que presenciaba la conversación, no reconoció a sus propios clientes.

El fantasma de la Navidad aún por venir muestra a Scrooge su tumba.
Scrooge descubre su tumba ©John Leech

Pidió de nuevo al espectro que le mostrase a alguien que lamentara la muerte del finado, y el fantasma le llevó a casa de los Cratchit, que acababan de perder a su hijo Tiny Tim. Estaban todos muy tristes, pero a Bob le reconfortó el encuentro con el sobrino de Scrooge, quien -pensaba- quizá encontraría una buena colocación para Peter, el hijo mayor. Después vagaron por la ciudad, pero Scrooge, por más que se buscaba, no se veía por ningún sitio.

Pasaron por delante de su oficina y Scrooge quiso fisgar cómo sería su futuro laboral. Pero su oficina ya no era su oficina. Mientras tanto, el dedo del fantasma señalaba en otra dirección. Scrooge pensó que irían a su casa, mas no fue así. El espectro guió sus pasos hasta el cementerio. Y ahí, en la lápida de una tumba abandonada, leyó su nombre: Ebenezer Scrooge. Estaba muerto y enterrado, y lo peor es que a nadie le importaba.

Scrooge se desesperó. Quiso creer que el fantasma de la Navidad aún por venir le había mostrado su futuro porque estaba a tiempo de cambiarlo. Imploró clemencia, prometió cambiar su actitud y honrar el espíritu de la Navidad. Asió la mano del espectro, que logró soltarse. A los pocos minutos se desintegró.

Estrofa V – El final

Scrooge visita a Fred
Scrooge visita a Fred ©Arthur Rackam

Como decía, el fantasma se desintegró, solidificando hasta reconvertirse en uno de los postes del dosel de la cama de Scrooge. Este, con gran alegría, comprobó que estaba en su cama, vivo, que su apartamento estaba entero y que aún tenía tiempo para cambiar el rumbo de su vida. Y esto le hizo inmensamente feliz.

Abrió la ventana y preguntó qué día era a un joven que pasaba por debajo, pues había perdido la noción del tiempo. Era el día de Navidad. Mandó el joven a la pollería a comprar un gran pavo que después mandó a los Cratchit. Luego se afeitó, se puso sus mejores ropas y salió a la calle, con tan buen ánimo que hubo gente que se atrevió a felicitarle las fiestas. Y por primera vez en décadas, Scrooge devolvió las felicitaciones y saludos.

De camino a la iglesia se encontró con uno de los hombres que habían ido a la oficina a pedir dinero para los desfavorecidos y que él echó sin contemplaciones. Le paró, se disculpó y le invitó a pasar por su despacho para hacer una aportación. Después fue a la iglesia y paseó otro rato antes de ir a casa de su sobrino. Ese no fue un paso fácil. Dudó mucho antes de llamar a la puerta, pero finalmente se armó de valor y fue invitado a unirse a la comida familiar y a la celebración posterior, disfrutando de todo como un niño.

Faltaba una cosa para poner la guinda a las Navidades, y la acometió al día siguiente. Pese a que Cratchit llegó tarde al trabajo y -lógicamente- se llevó el correspondiente toque de atención, Scrooge le felicitó la Navidad y le subió el sueldo. No sólo eso, sino que también se comprometió a ayudar a su familia. Ahora sí estaba en el camino correcto.

En lo sucesivo, Scrooge fue mejor persona. Y aunque su cambio de actitud provocó no pocas risas entre alguna gente, a él le dio igual. Determinó enmendarse y lo consiguió con creces. Hasta tal punto cambió que se llegó a decir que, si había alguien que supiese celebrar la Navidad, ese era Ebenezer Scrooge.

Personajes de Cuento de Navidad

Principales.

  • Ebenezer Scrooge. Es un prestamista egoísta, avaro y carente de empatía. Scrooge vive en su mundo, donde no hay sitio para nadie más. Ni amigos, ni familia, ni empleados, ni mucho menos pobres o necesitados. Odia la Navidad porque la ve sinónimo de gasto y vagancia. Su carácter se transforma a medida que le visitan los fantasmas, pero no es hasta el final (al ver que ha muerto ante la indiferencia de todos) cuando realmente decide cambiar y volver a ser el Scrooge de los viejos tiempos, antes de que la avaricia le cegase y tomara el control de su vida.
  • Fantasma de las Navidades pasadas. Este fantasma representa la memoria, las cosas que Scrooge ha enterrado y recuerda al visitar varias Navidades de su vida. La dualidad de su aspecto (parece un niño, pero también un anciano con cuerpo infantil) simboliza la naturaleza dinámica del recuerdo, y sugiere que la memoria actúa como conector entre diferentes momentos de la vida. La luz que emana de su cabeza simboliza la iluminación, permitiendo a Scrooge aprender sobre su pasado y comprender aspectos ocultos de sí mismo.
  • Fantasma de las Navidades presentes. Denuncia la injusticia social. Con su antorcha mejora la comida de los pobres y el ánimo de los exaltados. Envejece y muere rápido, metáfora de la brevedad de las Navidades. Lleva a Scrooge a visitar hospitales, cárceles, albergues y asilos. Le enseña la importancia de la empatía y le hace replantearse sus comentarios poco caritativos sobre los pobres. Le acompañan dos niños (Ignorancia y Mentira) que representan la urgencia de ayudar a los desfavorecidos, pues ambos conducen a la Miseria y a la perdición.
  • Fantasma de la Navidad aún por venir. Es una figura silenciosa, totalmente amortajada. Scrooge sólo puede ver su mano. Se asemeja a la Parca y pone sobre la mesa la inevitabilidad de la muerte. El trabajo de este fantasma es mostrar a Scrooge cómo afrontar el final de su vida. Si prefiere morir solo y sin que a nadie le importe, o dejar un buen recuerdo en el resto. Al ver el cadáver abandonado en la habitación saqueada, Scrooge se asusta y decide cambiar sus costumbres.

Secundarios.

  • Jacob MarleyCuento de Navidad arranca en el séptimo aniversario de su fallecimiento. Prestamista y socio de Scrooge, a su muerte lega a éste todos sus bienes, ya que carece de familia o amigos. Como en vida sólo le importó lo material, al morir se ve condenado a vagar de forma errante, lastrado por una gran cadena. Intenta que su socio evite el castigo eterno apareciéndose en Nochebuena, y para que Scrooge redima sus faltas le envía a los tres fantasmas de la Navidad.
  • Bob Cratchit. Secretario de Scrooge, en cuyo despacho trabaja de lunes a sábado por quince chelines semanales, salario con el que malvive junto a su esposa e hijos. Muestra el sufrimiento de las clases más bajas. Además de estar mal pagado, Cratchit aguanta el maltrato continuado de Scrooge, que en invierno apenas le da un ascua para calentarse. Pese a todo, es amable y tiene buenos deseos para los demás. Dickens usa a los Cratchit para destacar la importancia de la familia y los valores cristianos.
  • Fred. Sobrino de Scrooge. Ignoramos su nombre hasta el final, cuando Scrooge decide ir a su casa. Fred personifica el espíritu navideño. Se muestra amable y cariñoso con su tío a pesar de la hostilidad de este. La persistente invitación de Fred para que su tío celebre la Navidad en su casa resalta el aislamiento que se autoimpone Scrooge, aunque al final Fred es la llave que permite a su tío reintegrarse en la comunidad.
  • Fezziwig. Fue el primer jefe de Scrooge, que rememora la fiesta de Nochebuena que Fezziwig organizó en su taller. Scrooge adquiere conciencia del tipo de jefe que es cuando explica al fantasma de las Navidades pasadas cómo el humor o las palabras de Fezziwig podían hacer que el ambiente de trabajo fuera bueno o pésimo.
  • Belle. Fue pareja de Scrooge. Se conocieron cuando ambos eran pobres, pero la relación se rompió debido a la ambición desmedida de su prometido. Belle nos muestra cómo fue cambiando el carácter del prestamista, que pasó de ser una persona afable, a ser un elemento egoísta y ambicioso que sólo concedía valor al dinero. Belle acaba formando una familia con otro hombre. Ver a esta familia afecta profundamente a Scrooge, que se da cuenta de lo que pudo tener y perdió por avaricioso.
  • Tiny Tim. Es el hijo pequeño de Bob Cratchit, a quien está muy unido. Tiny Tim tiene un grave problema de salud que le impide caminar con normalidad. Esto conmueve a Scrooge, que, al enterarse, se muestra afligido, mostrando por primera vez algún sentimiento respecto a otro ser humano.
  • Fan. La hermana de Scrooge. Falleció hace años dejando un hijo, Fred, con quien su hermano no tiene mucha relación, a pesar de que sí estaba unido a ella, por quien profesaba un gran afecto.

Bibliografía

Fuentes consultadas

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Javier

De pequeño escribía cuentos, ahora de mayor hago blogs. Me gusta contar historias. Releyendo te das cuenta de que el argumento de un libro es siempre el mismo, pero lo que te aporte dependerá del momento en que lo leas. La única condición es que realmente quieras leerlo.

De Madrid al cielo.

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