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En el poema A sus paisanos, Luis Cernuda
les reprocha, entre otras amarguras, la irritaci�n que su obra les provoca: �No me
quer�is, lo s�, y que os molesta / cuanto escribo [...]�, y la indiferencia y el olvido
que, en el futuro, se cernir�n sobre ella: �[...] sujeto quedo a�n m�s que otros / al
viento del olvido que, cuando sopla, mata�. Por muy duros y molestos que nos parezcan
estos versos, que el paso del tiempo ha desmentido, nuestra capacidad de comprensi�n
tiene que ir m�s all� de cualquier otro juicio. A Cernuda, como al resto de sus
contempor�neos, le correspondi� vivir una �poca muy dura, con el desgarro de la guerra
civil y la herida del exilio. De todas formas, �l ya ven�a predispuesto desde ni�o, por
su peculiar hipersensibilidad, a sufrir m�s que nadie. Sinti�ndose distinto y marginado
en medio de aquella sociedad, primero tuvo que entablar una guerra consigo mismo, para
aceptarse tal como era.
Desde estas p�ginas del Centro Virtual
Cervantes, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, queremos contribuir al
recuerdo de uno de los poetas m�s extraordinarios del siglo XX, que
brilla con luz propia en medio de esa pl�yade de escritores que se conoce como Generaci�n
o Grupo del 27. Est� claro que pretendemos volver del rev�s el verso de una rima de B�cquer que inspir� uno de sus libros. No es,
en modo alguno, un rescate, pues el inter�s por su obra ha ido creciendo con el tiempo,
solo que ahora, con motivo del aniversario, cobra mayor fuerza conjurar aquellos versos,
tan bellos y certeros, que tienen esa melancol�a de los lugares �ntimos y apartados:
Donde
yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Sin duda la obra de Cernuda, en su conjunto,
puede resultarle al lector demasiado atormentada. Pero es materia de vida hecha carne
po�tica, reflexi�n sobre la existencia y la condici�n humana en t�rminos universales,
y tiene su lugar especial en el grupo de su generaci�n, como contrapunto al vitalismo
desbordado de otros. Tambi�n la vida, con sus claroscuros, se desliza por sus versos,
como esos momentos de felicidad que, aunque fugaces y perecederos, habr�a para �l. Y,
por encima de todo, la belleza, que, aunque sea ef�mera, siempre ser� un goce eterno. De
todo ello hemos querido dar cuenta en nuestra antolog�a.
Al final queda un estremecimiento, al
contemplarle a �l y a todo el grupo.
El poeta dej� de existir en 1963, pero su
palabra pervive en nosotros, y muy especialmente aqu�, donde habita el recuerdo. |