Ruta por la Provenza, Francia, entre campos de lavanda

Ruta por la Provenza, Francia, entre campos de lavanda

El legado romano y medieval de Arles y Aviñón, y las montañas de Luberon trazan esta ruta hasta Aix-en-Provence

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BRIAN JANNSEN / FOTOTECA 9 X 12

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La luz impresionista

Diversas rutas a pie, en coche y en bicicleta descubren los rincones que inspiraron pinturas inolvidables a Cézanne, Van Gogh y Picasso hace casi un siglo.

CAMILLE MOIRENC / GTRES

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Arles

Conocido como Les Arènes, el anfiteatro romano del año 90 tiene un aforo  para 21.000 espectadores. Se erige en el centro de la ciudad.

LUIGI VACCARELLA / FOTOTECA 9 X 12

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Sénanque

La abadía cisterciense ofrece una visita guiada por su claustro románico y sus estancias del siglo XII.

© Nuit de Chine Production Culturespaces Réalisation: G. Iannuzzi, R. Gatto, M. Siccardi

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Les Baux

Las antiguas canteras de les Alpilles son hoy Les Carrières de Lumières, un museo donde se proyectan pinturas famosas.

TIM MANNAKEE / FOTOTECA 9 X 12

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Gordes

Con Lacoste, Roussillon y Bonnieux, es uno de los llamados «pueblos colgados» de las montañas del Luberon, al este de Aviñón.

ACI

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La Provenza más genuina

Además de la lavanda, la región presume de quesos y de arte medieval (en las imágenes, calle de Lacoste y catedral de Aix).

RICCARDO SPILA / FOTOTECA 9 X 12

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Fontaine-de-Vaucluse

El río Sorgue brota en este rincón boscoso, encajado entre las montañas del Luberon y el valle del Ródano.

BIDAGENTUR HUBER; FANTUZ OLIMPIO / FOTOTECA 9 X 12

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Pays de Sault

Esta comarca es una de las mayores productoras de lavanda. En verano se organizan paseos por los campos en flor y ferias de productos artesanales.

Mapa: BLAUSET

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Ruta por el corazón provenzal

1 Arles. Con el Anfiteatro y el Teatro romanos, la iglesia de St-Trophime y sus restaurantes, es una visita imprescindible.
2 Aviñón. El palacio de los Papas es su mayor tesoro.
3 Abadía de Sénanque. Monasterio románico rodeado de campos de lavanda. Se visita el claustro y algunas salas.
4 Gordes. Es uno de los pueblos más bonitos del Luberon.
5 Pays de Sault. Reúne los campos de lavanda más extensos.
6 Aix-en-Provence. Un pueblo delicioso para pasear.

Hay mil pretextos para ir a Provenza, pero buscar la luz y los colores que fascinaron a genios como Van Gogh, Cézanne y Picasso es el más estimulante. Muchos de los rincones plasmados en sus pinturas se localizan en el triángulo que forman Arles, Aviñón y Aix, una ruta que conviene recorrer en el momento preciso, en las últimas semanas de junio y primeras de julio, cuando se da el máximo de horas de sol y los campos estallan de color con la lavanda en flor.

La primera cita de este viaje por Provenza tiene lugar en Arles, ciudad donde Van Gogh quiso encontrar la salvación de la pintura y donde vivió la época más fructífera de su vida. Pero al llegar todo recuerda que en esta región se instalaron los romanos mucho antes que los impresionistas. Provenza, “Provincia”, fue la primera incorporación del Imperio fuera de Italia, de ahí que en Arles estén algunos de los monumentos mejor conservados. Dos mil años después de su construcción, el circo romano sigue acogiendo corridas de toros a pesar de su forma elíptica.

Al atardecer, rodeando las murallas por la orilla del Ródano, se aprecian los restos romanos con una luz más tenue y misteriosa, la que deslumbró a Van Gogh, Gauguin y Picasso. Hay que entrar en el Café la Nuit del cuadro Una noche estrellada, el famoso paisaje nocturno de Van Gogh donde no aparece el color negro. En estas calles el holandés halló el secreto que transformó su arte, «un sol que inunda todo con una luz de oro fino», y también enloqueció hasta el punto de cortarse la oreja izquierda.

Antes había tenido tiempo para pintar 300 obras en las que concentró la potencia del paisaje provenzal. Sorprende que, aunque se puede seguir la huella de Van Gogh por todo Arles, no es posible admirar ni uno de sus originales. El consuelo a esta ausencia es buscar su paleta de colores caminando bajo los árboles del paseo de Les Alyscamps, ante el puente levadizo de Langlois y por los trigales y girasoles junto a la carretera que cruza Les Alpilles.

Al poco se alcanza Les Baux de Provence, encaramado en un promontorio y presidido por una ciudadela medieval derruida. Es uno de los pueblos más visitados de Francia por su festival de canción trovadoresca y el recuerdo de cátaros y templarios. Sus empinadas calles suben hasta el castillo, construido con la piedra extraída de unas canteras que hoy se han transformado en gigantescos murales sobre los que se proyectan obras de artistas universales como Vang Gogh, Klimt y Gauguin.

A cuatro kilómetros de Baux, en Saint Rémy de Provence vuelven a aparecer la herencia romana y los paisajes que inspiraron a Van Gogh entre 1889 y 1890, cuando su tragedia mental lo llevó a estar ingresado en el monasterio de Saint-Paul. Es una delicia pasear por el casco antiguo, especialmente si coincide en domingo, día en que se celebra un animado mercado y en las terrazas se pueden degustar las delicias provenzales, oportunamente maridadas con los afrutados vinos de esta tierra orientada al Mediterráneo.

Los escasos 15 kilómetros que separan Saint-Rémy de Aviñón atraviesan multitud de pequeñas poblaciones con ruinas romanas –el yacimiento de Glanum es el mejor preservado– y un paisaje de viñedos, cipreses, encinas y pinos batidos por el viento. La luz de Aviñón fascinó a Picasso cuando, a los 31 años, llegó a sus puertas lleno de vigor creativo. Mucho antes, en 1309, la ciudad fue sede del mayor cisma de la Iglesia católica y en ella se refugiaron los Papas hasta convertirla en una de las capitales del mundo. Su símbolo es el desmesurado Palacio de los Papas, una mezcla de iglesia y fortaleza donde todo es excesivo.

Después de visitar esta lujosa residencia medieval, apetece perderse entre el bullicio mundano y deambular por calles adoquinadas como la Rue des Teinturiers o la Rue du Roi René. Y al caer la tarde, recorrer la ciudad buscando el Ródano para contemplar las murallas y el famoso puente de la canción infantil mientras el sol se desangra con una luz dorada que destaca sobre el río.

Tras la inmersión en los dominios papales llega el momento de perderse en el Luberon, una comarca montañosa que tiene el aroma y el color de la lavanda. Conviene elegir bien la fecha del viaje para coincidir con el periodo de floración y disfrutar así del espectáculo que ofrecen los bancales teñidos de añil, combinados con el amarillo de los girasoles y los campos de cereal, y el verde de las viñas, los olivos y los cipreses alineados junto a los caminos.

Siguiendo la carretera D-25, bordeando el río Sorgue y sus molinos de agua, se llega a la Fontaine-de-Vaucluse a través de un valle donde se escucha el eco del agua por todas partes. Aquí nace el río Sorgue de forma casi mágica, con un caudal que varía sin relación alguna con la estación o las lluvias.

Pero la imagen más espectacular de la comarca se localiza en el emplazamiento de la abadía de Sénanque. A los pies de esta construcción cisterciense del siglo XII se despliega un campo de lavanda que todavía hoy cultivan los monjes y que después convierten en jabón, miel o dulces de color violeta y aroma intenso.

A pocos kilómetros de Sénanque se alcanza Gordes, un burgo sobre una colina con casas suspendidas entre la vegetación y coronado por un castillo del siglo XI desde el que se obtienen perspectivas infinitas. Gordes es, además, el punto de inicio para una ruta por el macizo del Luberon, cuyo halo de aislamiento lo hace todavía más seductor. Los montes tapizados de viñedos y árboles centenarios se repiten en pueblos como Apt, Saignon, Bonnieux y Lacoste, que regala vistas del Mont Ventoux.

La comarca del Pays de Sault nos devuelve al violeta de la lavanda a través de sus campos y sus fiestas de verano dedicadas a esta flor. La excepción cromática surge camino de Roussillon según van apareciendo todos los matices del amarillo al rojo. Es otra pequeña aldea aupada sobre una roca, en este caso de arenisca rojiza que, al impregnarse de reflejos, ofrece un cóctel de ocres embriagador.

Al entrar en Aix-en-Provence hay que buscar el Cours Mirabeau para comprobar la elegancia de esta ciudad: alamedas arboladas, fachadas de los siglos XVII y XVIII, mercados de fruta y verdura, cafés, librerías, floristerías y todo tipo de fuentes. No importa cuánto dure el paseo mientras acabe en Les Deux Garçons, el delicioso café del Cours Mirabeau donde se refugiaba Cézanne. El pintor obsesionado por el paisaje y por atrapar la esencia de la luz tiene su propia ruta, un recorrido que pasa por los lugares favoritos del pintor y que termina en las afueras de Aix, junto a la imponente Montaña Sainte-Victoire. Éste es el lugar más apropiado para terminar el viaje por la colorida Provenza. Ahí, junto al puente de los Trois Sautets, Cézanne pintó Las bañistas hacia 1890. Y como el genial artista, nosotros también caeremos rendidos ante la belleza de la luz provenzal.

MÁS INFORMACIÓN

Cómo llegar: El aeropuerto de Marsella, a 30 min de Aix-en-Provence, recibe vuelos regulares de España. La línea de alta velocidad Renfe-SNCF en Cooperación conecta Madrid, Barcelona y Marsella, con parada en Aviñón y Aix-en-Provence.

Cómo moverse: El coche es ideal para conocer la Provenza de punta a punta. También hay autobuses que recorren la región. Otra opción es alquilar una bicicleta para realizar trayectos cortos y rutas entre campos.

Alojamiento: Las casas rurales organizan salidas a pie y en bicicleta, talleres de elaboración de vino y visitas culturales.

Turismo Provenza