Pequeño juego
La excesiva presencia de depredadores suele citarse como la principal causa del declive de las especies pequeño juego. No cabe duda de que algunos depredadores generalistas (zorros y córvidos en particular) han aumentado considerablemente debido a las modificaciones ambientales provocadas por el hombre (aumento de las fuentes tróficas de origen antropogénico, monotonización del medio, etc.) y a que la depredación por parte de estas especies puede contribuir sustancialmente a la disminución de las poblaciones de caza menor. En algunos casos, la sobreabundancia de depredadores generalistas puede incluso constituir un grave obstáculo para la conservación de especies en peligro de extinción (zarapalito, chorlito dorado, avefría, chorlito, etc.).
Nivel de depredación
Sin embargo, reducir el número de depredadores es una operación muy compleja y costosa en términos de tiempo y recursos humanos disponibles y, por tanto, sólo es posible a pequeña escala. Además, poco se refleja sobre el vínculo entre la calidad del hábitat y el nivel de depredación. En este sentido, nos iluminan unas recientes investigaciones realizadas en Polonia sobre la depredación de liebres por parte de los ratoneros en entornos agrícolas. Si bien en general la depredación de esta ave de presa parecía relativamente baja (3 liebres por 100 ha), se encontró una fuerte diferencia según el tipo de entorno. La depredación de liebres por parte del ratonero fue 2,6 veces mayor en ambientes caracterizados por grandes parcelas (35 ha en promedio) en comparación con aquellos caracterizados por campos con una superficie pequeña (3,5 ha en promedio).
Un desequilibrio decisivo
Probablemente este fenómeno también sea válido para otros tipos de depredadores desprotegidos. Cuanto mayor es la densidad de lugares de refugio como los bordes de los campos, menor es la posibilidad de ser encontrado por un depredador. El aumento de la superficie de los campos cultivados individuales ha reducido, por un lado, los tiempos y los costes de procesamiento, por otro ha creado un desequilibrio a favor de unas especies en detrimento de otras y, en general, ha provocado una reducción espectacular de la la biodiversidad del medio ambiente agrícola. Sin embargo, la reducción de la superficie parcelaria y el aumento de la diversificación de cultivos no siempre suponen una pérdida para el agricultor. La presencia de bordes rurales favorece la presencia de insectos útiles para combatir los patógenos, reduce el riesgo de pérdida de fertilidad del suelo y, en general, permite ahorrar en pesticidas y fertilizantes. Promover sistemas agrícolas basados en el conocimiento agroecológico ayudaría mucho a mejorar la sostenibilidad de este sector y evitar esos conflictos ideológicos que vemos cada vez más y que impiden una evolución positiva en esta dirección (fuente: FIDC).