zoë kravitz
Capa y ‘culotte’ de Loewe, tocado de Ellen Christine Couture y anillos Bea Bongiasca. Para lucir una piel impecable y saludable, Zoe lleva la base con protección solar ‘All Hours Foundation SPF 20’, de YSL Beauty.
Zoey Grossman



Zoë Kravitz (EE.UU., 1988) –hija de la icónica estrella de rock Lenny Kravitz y de la actriz Lisa Bonet«Cuando tenía 20 años me daba vergüenza que me reconocieran por mi apellido –revela–. La gente daba por hecho que si conseguía un trabajo era por enchufe, y eso acababa afectándome. No voy a fingir que al principio no me ayudó, pero esta carrera es dura. Ya desde niña actuaba en la casa de mis abuelos, y esto no tiene nada que ver con quién fuera mi familia. Sencillamente, siempre me ha seducido el mundo artístico».

Nunca pensé que – estuviera tan dispuesta a hablar de sí misma. Y menos ahora, que es su gran momento.

A medida que ha ido madurando ha confirmado que delante de una cámara se siente como pez en el agua. «Me he demostrado a mí misma que estoy en esta industria por derecho propio –agrega–. Y ahora me siento orgullosa de dónde vengo. Cuando la gente me pregunta por mis padres, ya no evito hablar de ellos. De hecho, son increíbles». Esta forma de ver las cosas es muy Kravitz: auténtica y directa, aunque todavía esté tratando de averiguar quién es.

Llega al Polo Lounge del hotel Beverly Hills, donde tiene lugar la entrevista, con una camiseta gris, jeans negros, una blazer extragrande y sandalias con plataforma. Apenas lleva maquillaje, excepto por un toque de sombra de ojos bronce, y luce unas finas trenzas que cuelgan sobre sus hombros. En la mano, un bolso hobo de Saint Laurent, firma con la que colabora desde 2017 como embajadora de YSL Beauty. «Me encanta esta marca, porque me siento muy en contacto con mi lado masculino, y eso siempre se me ha permitido aquí».

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Mono de Saint Laurent por Anthony Vaccarelllo. El efecto de labios mordidos se ha logrado con la barra ‘Rouge Pur Couture The Slim Sheer Matte’ en tono ‘Natural Pink’, de YSL Beauty
Zoey Grossman

Han pasado siete años desde la última vez que charlamos, pero es tal y como la recuerdo, con una conversación acelerada cuando algo le emociona. «¿Es ese Larry David?», suelta mientras mira a un comensal que hay junto a nuestra mesa. «Se parece, pero no estoy segura. ¡Me muero, estoy obsesionada con él!». Sigue siendo impetuosa, pero con los años se ha dulcificado. Y ahora hay más arena detrás de sus preciosos ojos marrones. En 2019 se casó con el actor Karl Glusman en la casa parisina de su padre. Dieciocho meses después pidió el divorcio. Y mientras ese capítulo amoroso se cerraba, su carrera empezaba a despegar. Había despuntado con papeles secundarios en taquillazos como X-Men: Primera Generación, Divergente y Mad Max: Furia en la Carretera. Pero si algo la catapultó al éxito fue su papel en la serie Big Little Lies, en la que compartió plano con Meryl Streep, Nicole Kidman, Reese Witherspoon y Laura Dern. Y su interpretación de Rob en High Fidelity certificó su calidad como actriz, y no sólo eso, ya que además de protagonista, era una de sus guionistas y productoras ejecutivas. Pero la serie fue suspendida tras la primera temporada. «Me pareció un error darle carpetazo. Recibí muchas cartas, mensajes y comentarios de personas que se identificaban con lo que contábamos», dice entre sorbos de Aperol Spritz.

«Antes me daba vergüenza que me conocieran por mi apellido»

A pesar de ese contratiempo, su carrera no se ha ralentizado. Acaba de estrenar la película The Batman, donde interpreta a Selina Kyle (Catwoman). Cuando su representante la llamó para hablarle de este casting en 2019, recuerda que se dijo a sí misma: «“Está bien, no te emociones todavía”. Una cosa que aprendí de niña es que cuando te encariñas con algo y no lo consigues luego se te hace más cuesta arriba superarlo. Así que mi instinto siempre es pensar: “Esto no es para ti”». Durante la audición, sus nervios se sumaron a su escepticismo. Pero al terminar, Matt Reeves, el director, simplemente, sentenció: «Eres la persona». El cineasta señaló después que nunca la vio insegura en el rodaje: «Tiene instinto. Es inteligente, divertida, honesta y muy creativa». Ponerse esas botas icónicas de Catwoman fue una locura, según Kravitz. «La cantidad de fans que siguen a este personaje es increíble. Cuando se anunció que iba a participar, recibí más llamadas que el día de mi cumpleaños».

Poco después de que comenzaran a filmar The Batman, se detuvo el rodaje debido a la pandemia y Zoë se quedó varada en Londres durante tres meses, lejos de su marido y su perro. «Mi vida cambió después de eso. Fue un regalo dedicarme tiempo», señala Kravitz, que se divorció de Glusman en agosto pasado. Le pregunto si durante el aislamiento reflexionó sobre ciertos aspectos de pareja. «No quiero entrar en eso. Karl es un ser humano increíble. El divorcio no tuvo tanto que ver con él, sino conmigo. Aprendí a hacerme preguntas sobre quién soy y aún sigo en ese proceso».

«Todavía quiero vivir aventuras, salir de juerga y acabar viendo el amanecer»

Ahora, en la treintena, se encuentra «en su punto óptimo», aliviada por haber dejado atrás la década de los veinte. «No quiero volver nunca más. Fue un desastre –admite–. Entonces no tomaba decisiones basadas en lo que me parecía bien, pero ahora sólo hago lo que realmente quiero». Dejar Instagram a finales de 2021 fue uno de esos cambios necesarios después de que los trolls la acribillaran por el vestido de malla metálica transparente de Saint Laurent que lució en la gala de los Met. «Sentirte incómodo observando el cuerpo humano es marciano. No lo entiendo, es sólo un cuerpo. Y todos lo tenemos», respondió Kravitz a un reportero. «Hay gente que cree que puede decir cualquier cosa a los famosos, no les considera personas. Es una locura». Casi una semana después del evento, borró todas sus publicaciones. «No debería tener que cuestionarme si me he equivocado vistiendo así. Si ahora empiezo a tener miedo de lo que otros puedan decir o pensar, estoy traicionando mi trabajo como artista, dejando de experimentar. No voy a caminar sobre cáscaras de huevo. A la mierda con eso».

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Top y pantalones de Richard Quinn, pendientes de Bea Bongiasca y anillos de Marie-Hélène de Taillac. Con el iluminador ‘Touche Éclat All-Over Brightening’, de YSL Beauty, aplicado con el dedo en cada pómulo se ha conseguido un brillo natural y rejuvenecedor.
Zoey Grossman

Kravitz tampoco se deja influenciar en lo que respecta a sus intereses más personales. Está decidida a seguir su propio calendario vital, y esto es inspirador y valiente, sobre todo cuando se empeñan en recordarnos nuestro reloj biológico. «Parece que apenas hemos dejado la adolescencia y, de repente, un buen día te encuentras con que tu ginecólogo te pregunta si quieres congelar tus óvulos. Cuando me pasó, yo ni siquiera había pensado en ello. Es como si a partir de los 30 tuvieras que pensar en formar una familia, dejar de divertirte y hacer pollos asados. A mí se me pasó por la cabeza durante un segundo, pero no compro ese discurso. Todavía quiero vivir aventuras, salir de juerga y acabar viendo el amanecer. Espero seguir teniendo ese espíritu explorador con 70 años. El objetivo de estar vivo es, justamente eso, experimentar la vida y jugar con ella».

Y eso es algo que ha llevado a la práctica desde joven. De hecho, su deseo de vivir caprichosamente fue el detonante de su traslado de Nueva York a Miami cuando tenía 15 años. «Me matricularon en una escuela privada que tenía un montón niños blancos ricos que se pasaban el día de fiesta en sus barcos. Allí me drogaba y escuchaba a los Beatles»,
recuerda de su tiempo en Florida, donde vivió con su padre después de pasar la mayor parte de su infancia con su madre en California. «Me sentí aislada. Sólo quería estar cerca de artistas, así que le dije a mi padre que quería salir de allí porque no era feliz. En Nueva York encontré a mi gente, con la que sigo manteniendo una buena amistad. Pasábamos el rato en Central Park, fumando hierba y tocando la guitarra acústica. Era una comunidad artística», afirma antes de nombrar a Donald Glover, Ramy Youssef y Alicia Keys como sus confidentes más cercanos. «Hablamos de comprender el valor de ser mujeres –revela Keys sobre sus conversaciones con Kravitz–. Nos recordamos que somos especiales, poderosas e importantes. Ella es la encarnación de la libertad creativa. Todo lo que hace es natural, puro».

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Bañador decorado de Schiaparelli y anillo de Cartier. Para potenciar la fuerza de su mirada se ha recurrido a la máscara de pestañas ‘Lash Clash Mascara’, de YSL Beauty, que aporta volumen, longitud y densidad extra.
Zoey Grossman
«Durante el confinamiento aprendí a hacerme preguntas sobre quién soy y qué es lo que quiero»

Ahora Zoë está grabando su próximo álbum en solitario. «Me siento vulnerable y me da un poco de miedo, pero hacer música me hace feliz», comenta acerca de la maqueta, repleta de temas que exploran el amor y la pérdida. Su película Pussy Island, adquirida por MGM, que pasó cinco años escribiendo con su amigo E.T. Feigenbaum, también le está trayendo muchas alegrías. «Quería trasladar la falta de conversación que existe acerca de la forma en la que se trata a las mujeres en la industria del entretenimiento. Empecé a escribirla antes de Harvey Weinstein y del #MeToo, así que después de aquello tuve que cambiar el guion. Se convirtió más en una lucha de poder y lo que eso significa. Lo reescribí un millón de veces». La cinta, que se filmará este verano, marca el debut como directora de Kravitz. «Tengo momentos en los que me pongo muy nerviosa –admite–. Pero conozco muy bien la historia y trato de pensar menos en “¿Voy a hacer un buen trabajo?” y más en “¿Cuál es mi intención?”». En la película, Channing Tatum interpreta al protagonista. «No lo conocía, pero pensé que era lo suficientemente valiente para asumir el papel. No creo que él haya interpretado nunca a alguien oscuro. Estoy deseando verlo», señala. Cuando hago referencia a la sonrisa de oreja a oreja que se le pone cuando hablamos de Tatum, dice sin más: «Estoy feliz». No hará más comentarios sobre los rumores de noviazgo que hay sobre ellos. Al otro lado del restaurante, Kravitz ve a una pareja vestida de negro, con unos grandes sombreros de copa negros. Destacan de entre todos los comensales por su peculiar atuendo, y más en medio de la refinada decoración art déco del local. «Mira, a ellos no les importan nada los comentarios, hacen lo que les viene en gana. Pues así es como quiero vivir yo».