Dios salve al plot twist. El mercado de las series viene sufriendo desde hace un tiempo un serio problema de saturación, que, entre otras cosas, ha provocado que no haya un impacto colectivo ante los acontecimientos de una serie particular. A excepción, claro está, de la que todavía conserva el título de serie-fenómeno de la última década: Juego de tronos. Parece, además, que para conseguir esa atención hay que entrar en polémicas (Por trece razones, Insaciable) o repetir fórmulas elevadas al cuadrado (El cuento de la criada), o bien caer irremediablemente en cierta irrelevancia (¿Westworld qué?).

De nuevo encontramos honrosas excepciones (esa euforia por Paquita Salas hace un par de meses, o el revuelo que siempre levanta Stranger Things), pero eso no quita que esta semana vivamos con satisfacción el impacto que ha provocado el final de Heridas abiertas, uno de los más recientes shows de HBO y que nos ha dejado a todos patitiesos. Y nos alegramos de que así sea no por dejar un poco de marca en un público ya curado de espanto, sino porque lo ha hecho apostando por el poder de la narración, el misterio y, como colofón, el desconcierto más absoluto. Con dos ovarios.

[Si no has visto la serie y quieres disfrutar plenamente de ella, no sigas leyendo. Por tu propia salud seriéfila]

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Recordemos brevemente dónde nos encontrábamos al inicio del octavo y último episodio: Camille Preaker (Amy Adams), una periodista con un historial de problemas mentales y traumas infantiles, ha vuelto a su pueblo natal, Wind Gap, para escribir sobre los asesinatos de unas niñas. Los principales sospechosos pululan por las calles desquiciados, vigilados por el detective forastero Richard Willis (Chris Messina), mientras la protagonista se enfrenta a su propio infierno personal. Y es que hubo una razón para largarse de aquel pueblo, representante ideal de los valores de la América profunda, y esa es su madre Adora (Patricia Clarkson).

Con su inquietante tranquilidad domina a las gentes del lugar cual marionetas desde su gran mansión de mujer adinerada, y eso es algo que reproduce en su propio hogar: sus hijas son sus muñecas particulares, y el centro de esas manipulaciones es ahora Amma (Eliza Scanlen), la hija adolescente que parece que va a acabar igual de desquiciada que todas las demás mujeres de la familia Preaker.

Pero vayamos por partes, porque esta historia basada en la primera novela de Gillian Flynn tiene mucha tela que cortar. Y no hay nada que le guste más a un espectador curioso que un rompecabezas que desentrañar. Estos son los elementos claves para entender toda la complejidad del desenlace de la primera temporada de Heridas abiertas, que acaba con la frase más sencilla y terrorífica de toda la temporada.

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EL SÍNDROME DE MÜNCHAUSEN

Lo empezábamos a ver antes del último episodio gracias a las investigaciones de Richard, pero en este octavo episodio queda más que confirmado. De hecho, queda dicho en voz alta y clara: Adora padece de una enfermedad muy concreta conocida como Síndrome de Münchausen por poderes o trastorno facticio impuesto a otros, un trastorno mental que ha tenido varios ejemplos muy claros en los últimos años (también, de forma cómica, en la película española Primos con el personaje de Adrián Lastra).

Esta se da cuando uno de los progenitores induce a su hijo a enfermedades que en realidad no padece. Ya sea con operaciones, mejunjes varios o simplemente con las palabras y el trato extremadamente servicial -que deriva en dependencia física y emocional-, estas personas pueden tener a su merced a aquellos que deseen. Y que se dejen: Camille se negó a ser sometida a ese trato cuando era una adolescente y corrió mejor suerte que la tercera hermana en discordia, Marian, que acabó muriendo envenenada por su propia madre.

En este último episodio, cuando Adora está bañando a Camille, le cuenta algo bastante significativo: que su propia madre también había sido muy dura con ella. ¿Es la violencia recibida que queda anquilosada en el subconsciente la que provoca los trastornos adultos del personaje? Quizás. No se nos dan demasiadas explicaciones al respecto más allá de esa mención a Münchausen.

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LOS DIENTES DE ANN Y NATALIE

El gran giro del episodio sucede gracias a un elemento muy particular: un diente. Camille entra a la habitación de Amma, a la que ha acogido ahora en su casa, para volver a poner un mini-edredón a la mini-cama de su casa de miniaturas. Al hacerlo, observa algo inusual. Un pequeño objeto blanco debajo de la cama de una de las habitaciones. Lo coge y descubre ese diente. Teme lo peor. Se levante y se asoma a la casa para ver mejor la estancia que su hermana pequeña ha construido: el suelo está completamente cubierto por dientes. Sin duda, los de Anne y Natalie, las chicas asesinadas.

En ese momento de total shock emocional para Camille, Amma entra en la habitación y ve que ha sido descubierta. Pero lo que dice, y que es la última frase de la serie, es terroríficamente ordinaria: "No se lo digas a mamá". De esto podemos interpretar dos cosas: que, obviamente, ella ha estado involucrada de algún modo en los asesinatos, y, no tan obviamente, que su madre no lo sabe. Pero, ¿no sabe que se quedó con los dientes? ¿No sabe que ella los arrancó? ¿No sabe que, quizás, ha sido ella misma quien mató a las jóvenes y dejó inculpar a su propia madre?

Es un momento extremadamente confuso, pero alucinantemente inesperado. Las respuestas a estas preguntas las obtendremos, más o menos, en pocos segundos, en un pequeño tornado de flashbacks insertados en los créditos finales.

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LA ESCENA POST-CRÉDITOS

Más que una respuesta, es una sugerencia. Más que una escena, es una ráfaga de horror concentrado. Parece que los creadores no quedaron satisfechos con las revelaciones de la última escena y decidieron dejarnos las cosas un poquito más claras. En vista de que una segunda temporada es poco probable (ya se ha recalcado que esta es una miniserie, y nada más), les damos las gracias. "Si no dábamos ningún tipo de información de cómo ocurrió todo, se sentiría como un engaño para los amantes del misterio", aseguraba el creador de la serie, Marti Noxon, en una entrevista con Entertainment Weekly.

Pero analicemos bien ese momento. Porque madre mía.

- La primera imagen que vemos son unas manos, con las uñas pintadas de rojo, agarrándose con fuerza a una valla de alambre. Está siendo zarandeada y, más adelante, asesinada. Esta escena, que parece tener lugar en un callejón, se retomará al final del flashback, donde ya veremos con claridad la cara de Amma, entre el placer y la satisfacción de un trabajo bien hecho. De un tercer asesinato.

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- Antes de llegar a esa conclusión, observaremos el primer asesinato: en el bosque, junto al riachuelo, Amma y sus amigas patinadoras acaban con la vida de Ann, la primera víctima en todo este entuerto. Aquí descubrimos que no sólo fue la hermana de Camille la asesina, sino que además tuvo ayuda. Cuánta maldad en una sola imagen.

- También comprobaremos que es la asesina de la segunda víctima, Natalie, la hermana de John (principal sospechoso durante toda la historia, aunque ninguno de nosotros, ávidos espectadores, lo creímos durante un segundo). A ella la matan en un lugar cerrado y, como sabemos, dejarán su cuerpo sin dientes en un callejón del pueblo.

- También descubrimos en este compendio de escenas que esa famosa mujer de blanco que entraba en el bosque atrayendo a su víctima no era Adora, sino, efectivamente, Amma.

Mucha información para apenas quince segundos, ¿no?

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QUE VIVAN LAS 'PSICOZORRAS'

La autora de la historia, Gillian Flynn, defendía en una entrevista con The Guardian que los personajes femeninos también tienen derecho a ser malos. “¿Es el feminismo sólo girl power, empoderamiento y sé la mejor versión de ti misma? Para mí, es también la capacidad que tienen las mujeres para ser malas, porque me frustra la idea de que las mujeres son inherentemente buenas”, aseguraba. Sin quererlo, Flynn ya nos estaba avisando: la asesina era una mujer, y una que no nos esperábamos.

También comentaba la escritora en esa entrevista que estas "psicozorras" no deben ser como se las ha pintado habitualmente en la ficción (como locas del coño sin razón ninguna), sino como seres trastornados que actúan, a veces sin ningún tipo de remordimientos, en base a unos sentimientos primarios y complejos al mismo tiempo. Y es que, deberíamos preguntarnos, ¿por qué Amma asesinó a esas chicas? Parece que se juntó el hambre con las ganas de comer: Ann y Natalie tenían mucha relación con Adora, que previsiblemente también las envenenaba para tenerlas bajo su control, mientras su verdadera hija, ya inmersa en ese mecanismo de dominación maternal, ardía en celos. Y ahí está todo: las mató por celos. Las mató por algo tan insignificante, pero que, en el universo particular y aislado de Wind Gap, era todo un mundo.

¿Por qué mata, también, a su nueva amiga Mae? Fijaos en cuándo lo hace: después de que, en una cena con Camille, ésta exprese su intención de estudiar Periodismo y seguir de algún modo los pasos profesionales del personaje de Adams. La mirada de Amma es fulminante, incluso con un comentario malintencionado ("sólo dices eso para impresionar a Camille") y una pregunta inocente a su hermana más tarde ("¿Te decepcionaría que no fuese escritora como tú?"). La mata, de nuevo, por celos. Y, claro, porque está completamente trastornada.

No parece que vayamos a tener continuación de Heridas abiertas, pero algo nos queda claro: Amma necesitaba una nueva abeja reina, ahora que Adora está en la cárcel. Alguien a quien guardar fidelidad y pleitesía, sin importar cuántos crímenes deje a su paso mientras salvaguarda esa relación.

Y adivinad: la ha encontrado.

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Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.