Cruella (2021), de Craig Gillespie

Londres, en los años 70. Tras quedarse huérfana, la pequeña Estella se une a un par de ladronzuelos. Jasper y Horace, con los que aprende a cometer todo tipo de delitos, como robar carteras en los autobuses. Ya crecida, empieza a trabajar en unos grandes almacenes en el departamento de limpieza, pese a que pide todo el rato al encargado que le permita demostrar su habilidad para hacer bocetos y confeccionar ropa. Como éste no le hace caso, la chica ‘arregla’ el vestuario de un maniquí del escaparate, modificándolo con su peculiar estilo, lo que provoca que estén a punto de despedirla. Pero antes, aparece en el establecimiento la Baronesa von Hellman, la más ilustre diseñadora de moda del momento, que al contemplar su ‘fechoría’ se queda deslumbrada por el talento de Estella, así que la ficha para su taller. Por desgracia, la aristócrata se revela como una déspota que se aprovecha de las ideas de sus subalternos…

Disney produce otra cinta en la línea de Maléfica, reinvención con actores de carne y hueso de su clásico animado La bella durmiente, que logró un enorme éxito reimaginando la historia ya conocida desde el punto de vista de la villana. Esta vez se ha escogido a la de 101 dálmatas, que ya tuvo una versión en imagen real en 1996, mucho antes de que la factoría se dedicara a producir a mansalva largometrajes similares. Sorprende que se haya escogido como realizador al australiano Craig Gillespie, responsable de títulos muy personales, como Lars y una chica de verdad, y Yo, Tonya, aunque ya tuviera en su haber la excesivamente convencional Noche de miedo. Al final ha resultado un acierto, pues su trabajo destila frescura, aunque parece dirigido a un público un poco más adulto que el habitual que tiene como target esta casa, sin que eso implique que no lo puedan ver los niños. Se diría que sus responsables han tomado un poco como modelo Joker, por su personaje estrafalario e ingenuo que enloquece y busca venganza, si bien su tono algo oscuro no llega ni de lejos a los mismos extremos.

Por el cambio de los tiempos, se han modificado en aras de la corrección política personajes del original, así que los afro-británicos Kirby Howell-Baptiste y Joel Fry sustituyen a la antaño blanca y pelirroja Anita, compañera de colegio de Cruella, que protagonizaba el film animado, y a Jasper, antes un ladrón caucásico, que quienes vieron de niños la versión doblada latina recordarán como Gaspar. La comunidad LGTBI está representada por el diseñador Artie, encarnado por John McCrea.

Pese a que el metraje supera los 130 minutos, el interés no decae, sobre todo porque abundan las secuencias imaginativas, como los robos que perpetran la protagonista y sus amiguetes. Emma Stone resulta tan convincente que ni se echa de menos a su ilustre predecesora, Glenn Close, que dio vida a Cruella de Vil en la pantalla en dos ocasiones. Brilla también –se diría que como siempre– Emma Thompson, como la Baronesa, que recuerda al papel de Meryl Streep en El diablo viste de Prada, con el que el film tiene puntos en común. Roba a ratos el show Paul Walter Hauser, hilarante como el otro caco, Horace (Horacio en España y Latinoamérica). Conviene quedarse (poco tiempo) a ver los títulos de crédito, por la propina, que enlaza el film con el de 1961.