Críticas de El mejor hombre (1964) - FilmAffinity
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El mejor hombre

Drama Filme sobre la campaña electoral a la presidencia de los Estados Unidos de dos candidatos antagónicos y sus respectivos equipos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
21 de septiembre de 2009
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que oyen, Reagan se presentó al casting de esta película para uno de los múltiples papeles de candidato a la presidencia de USA, y le dijeron eso, jojo.

Tal vez una de las películas menos conocidas de Schaffner, que tiene algunas "tonterías" como "El señor de la guerra", "El planeta de los simios" o "Papillon". Y me extraña, porque el guión que le sirve aquí Gore Vidal es bastante bueno.

La cosa va de dos candidatos a la presidencia del mismo partido que se enfrentan en la convención para salir nominado, y seguramente elegido en las elecciones de noviembre. Los dos candidatos son totalmente opuestos. Henry Fonda, quién si no, encarna al hombre con escrúpulos y sin agallas; y Cliff Robertson al sin escrúpulos y con agallas. Los dos están bastante bien, pero quien realmente se sale es Lee Tracy interpretando a un presidente viejo zorro que se las sabe todas.

Sin duda Aaron Sorkin le debe mucho a esta película para su serie "El ala oeste de la casa blanca". Con la salvedad que ésta se deja de idealismos y pamplinas. Es cínica y descarnada.

Estupenda ironía al final jugando con el título.

"El poder no corrompe, libera la corrupción larvada." (Nicolás Gómez Dávila)
Gilbert
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12 de febrero de 2008
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema eterno como las luchas de poder cuenta con un duelo interpretativo excepcional entre el gran Henry Fonda y un no menos cualificado Cliff Robertson, cuyo protagonismo en el cine fue efímero.

El guión de Gore Vidal está basado en su propia obra teatral y pretende criticar la doble moral, la hipocresía y ese todo vale al que a veces los políticos conducen sus campañas, centrándose en una convención de partido para elegir candidato.

El director Franklin J. Schaffner procedía de la televisión, típico de aquella época, y hace aquí su segundo trabajo para la gran pantalla con una magnífica e inteligente composición que presagia como habría de convertirse en uno de los mejores con títulos posteriores de la talla de Planet of the apes, Patton o Papillon.

Fue realizada un año después de la muerte de Kennedy lo cual la hacía aún más oportuna, y muchas otras a lo largo de los años seguramente se han inspirado en ella, probablemente porque la bajeza e inmoralidad siempre están vigentes.
Ennis
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30 de octubre de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un diálogo de esta interesante película, en el que un viejo expresidente tantea a uno de los candidatos favoritos para ganar la Convención de su partido, se plantea la cuestión fundamental en torno a la cual gira todo el argumento; reconociendo el candidato que para él en política importa más el fin que los medios, el viejo político le responde que si algo le ha enseñado su experiencia, es todo lo contrario, pues la verdadera política son los medios, "cómo tratas a la gente, cómo esperas convencerlos y lograr que te den su apoyo".

El filme, segundo de la filmografía de Schaffner, es un crudo retrato de la política estadounidense, o mejor, de cualquier política, pues los dilemas que plantea son homologables a cualquier democracia. Centrándose en la competición entre dos candidatos del mismo partido, que pugnan por triunfar en la Convención Nacional (unas primarias), la película realiza una dura crítica de las motivaciones, métodos y convicciones de cada uno desde una óptica progresista, como es la del autor del guión y de la obra original, el escritor Gore Vidal, siempre interesado por el poder y quienes lo ejercen.

Con un reparto espléndido, a la altura del inteligente guión de Vidal, el argumento es reforzado por la correcta y hábil concepción de los dos personajes principales; mientras que uno tiene muy claro lo que quiere y cómo lo quiere, el otro manifiesta más dudas, mostrando reservas éticas acerca de cómo lograr su objetivo. Los secundarios que les rodean sirven para abundar en esas diferencias, pero todos ellos, casi sin excepción, se preocupan por el fin, y nunca por los medios. Así, el desarrollo de la película parece sugerir que el candidato que dudaba se inclinará por emplear los mismos recursos que su adversario, manteniéndose su decisión final en vilo, y acrecentando el suspense para el espectador, que no obstante podrá anticiparla si ha juzgado correctamente el carácter de dicho personaje.

Por tanto, todo gira en torno al poder, que es el fin perseguido por todos, y en torno al cual todos maniobran, con escrúpulos o sin ellos, admitiendo o rechazando la hipocresía que conlleva. La conclusión, aunque "caiga" bien al espectador bienintencionado, apunta serias dudas e inquietudes, pues parece sugerir que nunca el mejor político será, al tiempo, el mejor hombre.
Quatermain80
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6 de diciembre de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convención de final de campaña del partido republicano (se supone) en Los Ángeles de California, para elegir el candidato definitivo a la presidencia de los Estados Unidos. Los dos mejor colocados se disputan la recta final, Henry Fonda es un candidato noble, sosegado, honrado y de unos principios morales a toda prueba. Cliff Robertsonn es el otro candidato, impulsivo, temerario, audaz, anticomunista acérrimo, y que no dudaría en apretar el botón nuclear.
La película empieza con un ritmo cansino, lento y aburrido que promete sonoros bostezos, pero en cuánto avanza el metraje comienza ha interesar, el ritmo narrativo es cada vez más ágil y engancha al espectador hasta llegar a un final sorprendente. Los actores muy correctos interpretan sus papeles de manera teatral, muy a la moda del cine de los años 60.
Conclusión: Se puede ver con agrado.
El marinero solitario
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20 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gore Vidal estrenó esta obra teatral en 1960 y, poco después, escribió el guion para la película que gira en torno a los entresijos de una jornada de primarias en un partido –presumiblemente el demócrata, aunque no se diga en ningún momento-. Con todas sus luces y sombras es, posiblemente, la mejor representación de los tejemanejes de unas primarias en EEUU, aunque esa no fuera la pretensión última de Vidal sino más bien una venganza personal del escritor: pese a lo que pueda parecer, el personaje de Rusell, interpretado por Henry Fonda, representa al amado candidato de Vidal Adlai Stevenson mientras que la juvenil energía de Cantwell, interpretado por Clift Robertson, representaba al odiado J. F. Kennedy al que Vidal incluía dentro de la categoría de los demagogos.

El texto es tan rico y sugerente que Franklin Schaffner solo tiene que ilustrarlo con imágenes. Schaffner procedía del medio televisivo y esta era todavía su segunda película, lo que se nota en el tipo de encuadre y planificación que usa, embellecido eso sí por la transparente fotografía de Haskell Wexler. Con diálogos antológicos, válidos para estos indecorosos años de política low cost a caballo entre la hipocresía y el populismo, la película es una ácida visión del mundo de la política, que trata de dilucidar algunas cuestiones que hoy en día siguen formando parte de nuestra cotidiana actualidad: acción frente a reflexión, populismo frente a gestión o cómo la política se convierte un juego sucio en el que triunfar sea la única regla.

Los dos actores protagonistas nos regalan un gran trabajo y, pese a su diferente técnica y tradición, acaban por complementarse muy bien. Ambos representan a dos generaciones de actores opuestas: a la calma y naturalidad de Fonda se enfrenta la tensa, enfermiza energía de Clift Robertson. El viejo y el nuevo método. Sumando fuerzas, resulta admirable la sabiduría del veterano Lee Tracy como presidente de los EEUU, que le valió una nominación para los Oscar..

En el “debe” de la película encontramos una cierta falta de sutilidad del texto, al darnos una visión algo maniquea y simplista de los candidatos. Dudo que con esos principios el candidato Rusell hubiera podido llegar hasta tan lejos en política, pero en todo caso es una película muy recomendable, prometedora de las grandes pelis que en el futuro nos daría Schaffner y estoy pensando en “El planeta de los simios” (1968), en “Patton” (1970) o en “Nicolás y Alejandra” (1971).
Gould
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