La gran belleza, de Paolo Sorrentino | Crítica | Película

La gran belleza, de Paolo Sorrentino

La década de la decadencia. Sorrentino y la Posmodernidad Por Paula López Montero

“Viajar es útil, ejercita la imaginación. Todo lo demás es desilusión y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. Ahí reside su fuerza. Va de la vida a la muerte. Personas, animales, ciudades y cosas, todo es inventado. Es una novela, nada más que una historia ficticia. Lo dice Littre, él no se equivoca nunca. Y además cualquiera puede hacer otro tanto. Basta cerrar los ojos. Está en la otra parte de la vida.”Louis-Ferdinand Celine, Viaje al fin de la noche.

Son ya cinco años desde que la divergencia entrase en la crítica cinematográfica de este país. Cinco años de pases, encuentros, festivales, entrevistas, críticas, pero sobre todo de pasión por el séptimo arte. Son cinco años de largas horas de largometrajes en los que caracteres, pasados e influencias confluyen para dar forma a un gusto estético específico. Con gran unanimidad (y trasladamos esto a las preguntas hechas a ciudadanos de a pie con sensibilidad cinematográfica y artística) el voto popular se alza sobre La gran belleza, título que comparte palmarés de la mejor película de los últimos 5 años (quién sabe si de más) en Cine Divergente seguido de Holy Motors (Leos Carax, 2012), El caballo de Turín (A Torinói ló, Béla Tarr, Ágnes Hranitzky, 2011) y El árbol de la vida (The Tree of Life, Terrence Malick, 2011). Y aquí, como no podría ser de otra forma, es nuestro deber reflexionar sobre ello: ¿Por qué La gran belleza de Paolo Sorrentino? ¿Qué tiene? Y es más ¿qué dice de nosotros y de nuestro tiempo que la posición sea tan unánime? ¿Qué diálogo mantienen La gran belleza, El caballo de Turín y Holy Motors ? Y ¿ El árbol de la vida tiene algo que decir en todo ello?

Bien, empecemos poniendo en común los puntos que comparten estas cuatro (El caballo de Turín, El árbol de la vida, La gran belleza y Holy Motors). Cuatro películas que hablan sobre el nihilismo, la ficción y la decadencia propia de nuestros días sin olvidar el deleite estético. Una (El árbol de la vida) en busca de un misticismo religioso cuyo origen es el propio nihilismo de referencias, porque ¿con la verdad de frente, o de la mano, podríamos hablar de fe?; otras como la de Carax poniendo la crudeza y obscenidad delante del espectador y que responde frente a ese nihilismo con un discurso mucho más violento y turbulento; El caballo de Turín en donde la famosa filosofía nietzscheana (que por otra parte anida en el seno de muchas de las grandes películas de los últimos años), de la mano de frases como “El desierto crece” o el famoso eterno retorno, se pone en juego en un discurso crudo y desolado; y por último Paolo Sorrentino mucho más anclado en la tradición, en la Cultura como referente ahora vacío en el que volcamos nuestras inseguridades y respuestas.

 La gran belleza de Paolo Sorrentino 2013

Son cuatro películas que comparten un discurso decadente sobre el exceso, el lujo, la ficción, la historia, la identidad, la fragmentación, la fe, la belleza y el bien. Pero todo ello cabe desglosarlo un poco más: Mientras que Malick y Sorrentino apuestan por la belleza, Carax dobla la cara de la moneda y se atreve con la fina línea que separa el lujo del esperpento, de la fealdad, de la mentira. Y es que en cierta medida esas tres películas llevan inmersas un pequeño discurso sobre la mentira, o sobre los pequeños discursos que nos decimos para poder ser y que acaban por parecerse a la verdad. Por otra parte, Carax se acerca a cierta pornografía voyeurística y Sorrentino plantea ese voyeurismo basado en la envidia, en el espectáculo y en la frivolidad de la fama. Además la identidad inestable propia de la posmodernidad se ve reflejada en los protagonistas. En las tres hay una fina línea con lo onírico. Y mientras que Malick, Carax y Béla Tarr plantean unos tiempos mucho más estancos, Sorrentino aprieta el acelerador y, a pesar de los silencios, el discurso sigue fluyendo como síntoma de las verborrea propia de Gep Gambardella.

Por otra parte mientras que Carax y Malick tienen ese instinto de hacer un poco lo que se les pasa por la mente, heredado quizá de la propia filmografía francesa de  la Nouvelle Vague y su descaro (y que por cierto las grandes reflexiones filosóficas sobre el voyeurismo vienen cosidas de la mano del cine francés) considero que Sorrentino es un gran mediador, un calculador excelente anclado en la tradición. Claro está que tenía que ser italiano. Y este es el punto que más me interesa pensar ¿podríamos separar de los cuatro autores Carax, Malick , Béla Tarr y Sorrentino del telón de su propia tradición? Al final cada una de las películas vienen muy marcadas por los discursos nacionales que vienen de fondo en América (téngase en cuenta que el fundamento de Estados Unidos se ancla en un misticismo casi mesiánico, que incluso Obama lo recuperó en sus discursos donde siempre se acaba apelando a Dios); piénsese a su vez en la filmografía francesa de autor y en dónde ha puesto su mirada (violencia, problemas de la ficción y del poder, voyeurismo, obscenidad e irreverencia), en la húngara y sus heridas congeladas [pienso también en Lászlo Nemes y la que para mi también entra en ese top de películas: El hijo de Saúl (Saul fia, László Nemes, 2015)]; y piénsese por último en el cine italiano imposible de mirarse a sí mismo sin su tradición y homenajearla.

la-grande-bellezza Paolo Sorrentino 2013

Pero, pese a El árbol de la vida, El caballo de Turín y Holy Motors, considero que es La gran belleza el gran largometraje de estos últimos años ¿por qué? Pues quizá por mi cercanía con su reflexión acerca de la belleza y la ficción, pero sobre todo por ser un film tremendamente completo, cosido, minucioso, extravagante y a la vez sutil, reflexivo y bello. Porque quizá El caballo de Turín, El árbol de la vida y Holy Motors sean aún discursos, uno por su silencio, otro por su levedad y el otro por su rebuscamiento, que no acaban de cuajar del todo en el fondo del espectador, pero, sin embargo, La gran belleza retumba y vuelve a sonar. También porque contiene los temas que interesan, y vehicula al espectador cinéfilo y amante del arte y la literatura, y además construidos de tal forma que no se amontonan y quedan en un mero popurrí, sino que cada reflexión viene a su tiempo, y que se completa con un clasicismo al que todos, final e irremediablemente, volvemos. Está claro que el deleite estético no ha variado demasiado. En este planteamiento, Holy Motors, creo que también comparte cierto interés.

Pero empecemos, ya nunca por el principio. Sorrentino no patina en el perfil del deleite estético en la aristocracia romana, ¿pero es el arte algo sólo para las altas cunas? La tradición bien ha demostrado que belleza y poder tenían algo que ver. Hoy las cosas están cambiando, pero la pugna, la batalla por lo que es bello o no lo es sigue siendo cosa de estrategia, nada lejana a la mencionada. La reflexión que plantea Sorrentino es interesante: se fija en dos grandes escritores como Proust y Flaubert, por otra parte aristócratas puros, para crear a su protagonista Gep Gambardella.

 Paolo sorrentino Gep Gambardella

Me parece oportuno mencionar a Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación 1 :

El placer estético que produce la belleza consiste en buena parte en que, al entrar en el estado de pura contemplación, quedamos relevados por el momento de todo querer, es decir, de todo deseo y cuidado, por así decirlo, liberados de nosotros mismos.

La gran belleza, la belleza es lo que nos hace olvidarnos de nuestro peso en el mundo, de nuestra finitud, y es lo que busca ansiosamente el protagonista, si acaso, lo que busca todo ser humano y que por otra parte aporta el arte. Para un filósofo mediático como Byun Chul Han lo que hace que transcurra el tiempo “es la voluntad, el interés; es más, el conato. Sumirse contemplativamente en lo bello, cuando el querer se retira y el sí mismo se retrae, engendra un estado en el que, por así decirlo, el tiempo se queda quieto”. Y ahora pregunto ¿acaso no es la última aspiración humana, que el tiempo no pase? No es en esta fatiga posmoderna por encontrarnos a nosotros mismos, entre tantas ramificaciones y raíces, una cura para nuestro yo, un desprendimiento de la levedad por un momento en donde el propio deleite estético nos hace olvidarnos de nuestra gravedad? Las raíces, los orígenes aparecen constantemente en el discurso de La gran belleza, pero como esa aspiración a la levedad (con la metáfora del viento, la brisa marina, la cámara aérea y el misticismo religioso al que acaba tendiendo). A su vez, Gep Gambardella en busca de esa belleza, rota de fiesta en fiesta, y esto también tiene su explicación: Gadamer en La actualidad de lo bello 2 escribe unas líneas sobre las fiestas:

Evidentemente «celebración» es una palabra que suprime expresamente la noción de un objetivo al cual uno se dirige. La celebración es de tal modo que uno no tiene que ir primero para luego llegar. Cuando se celebra una fiesta, esta siempre está ahí todo el tiempo. Ese es el carácter temporal de la fiesta: que se celebra sin que ella se desintegre en la duración de momentos que se disgregan unos de otros.

El carácter festivo también hace que el tiempo se disipe. Entonces, esto unido a la búsqueda máxima por la belleza de Gep Gambardella, un escritor ya entrando en sus sesenta…¿acaso no acabaría aludiendo al mido primordial del ser humano al paso del tiempo? Yo considero que al final, La gran belleza, no deja de hablar de eso: todos los discursos no dejan de girar en torno al paso del tiempo. La nostalgia, o este tipo de discursos nostálgicos ¿no dejarían ver entre ellos un anhelo por los inicios, claro, temporales?

 the great beauty, birthday party Paolo Sorrentino

La gran belleza sólo viene a confirmar los dos grandes temas de  Sorrentino: el paso del tiempo y el poder. Recordemos entonces a Sorrentino en La juventud (2015), Un lugar donde quedarse (This Must Be the Place, 2012), Las consecuencias del amor (Le conseguenze dell’amore, 2004) e Il divo (2008) donde los personajes, bien entrados en edad, tienen una situación privilegiada de poder, sea de estrella del rock o concertista, sea político o sea escritor. Sorrentino en  La juventud plantea, a propósito o como homenaje a La montaña mágica de Thomas Mann, una idea sobre el viaje que también aparece en el párrafo con el que se inaugura La gran belleza. En La Montaña Mágica 3 se crea una reflexión que a mi siempre me gusta recordar y que, por otra parte, no es baladí que sea este libro, porque considero que La juventud y el retiro a los Alpes a un balneario bien recuerda a la afamada novela del escritor alemán:

La costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o, mejor dicho, quede anulada, y si los años de niñez son vividos lentamente y luego el resto de la vida se desarrolla cada vez más deprisa y se acelera, también se debe a la costumbre. Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, en definitiva, para rejuveneces, refortalecer y ralentizar nuestra experiencia del tiempo y, con ello, renovar nuestra conciencia de la vida en general. Éste es el objetivo del cambio de aires o lugar, del viaje de recreo: la recuperación que permite lo episódico, la variación.

Gep Gambardella es un escritor de la posmodernidad, obsesionado por hacer una novela sobre la nada a lo Flaubert, así mismo es un dandy y un flâneur a lo Baudelaire, es irónico, un descreído, pero sobre todo un observador de donde claramente nace su inteligencia. La reflexión final a la que acude Gep es el discurso con el que se clausura La gran belleza:

Termina siempre así con la muerte, pero antes hubo vida, escondida debajo, bla bla bla, y todo sedimentado bajo los murmullos y el ruido, el silencio, el sentimiento, la emoción y el miedo, los demacrados caprichosos destellos de la belleza y luego la desgraciada miseria y el hombre miserable, todo sepultado bajo la vergüenza de estar en el mundo, bla bla, más allá esta el mas allá, yo no me ocupo del más allá por tanto que esta novela de comienzo. En el fondo es sólo un truco.

Pero ¿cuál es el truco?, ¿cuál es el discurso que nos decimos a nosotros mismos que nos excusa y nos deja ser?: La ficción. Todo es eso, tiempo, entretiempo, mentira y ficción.

Quizá demasiado leve para ser exactos o demasiado exactos para ser leves.

 

  1. A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación. Trotta, pág. 461
  2.  H. G. Gadamer, La actualidad de lo bello: el arte como juego, símbolo y fiesta. Paidós Ibérica. Pág., 54
  3.  T. Mann, La montaña mágica. Edhasa, pág.,151
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Comentarios sobre este artículo

  1. Anónimo dice:

    EXCELENTE PELICULA. PARA VER MAS DE UNA VEZ!!

  2. GonzaloGG dice:

    Si no me equivoco la cita inicial es de viaje al fin de la noche, no de la vida.
    Un saludo y gracias

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