CULTURA
Cine

'Un efecto �ptico', la primera gran pel�cula espa�ola del a�o

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Juan Cavestany convierte su nueva producci�n en una disecci�n del tiempo, de nuestro tiempo, y del propio cine desde el asombro, la iron�a y hasta la carcajada


Pep�n Nieto y Carmen Machi en 'Un efecto �ptico', de Juan Cavestany.
Pep�n Nieto y Carmen Machi en 'Un efecto �ptico', de Juan Cavestany.

No est� claro cu�l es el argumento o, si se prefiere, la materia del propio cine. Para Bergman, por irse al mayor de los ejemplos, el cine era la sustancia y la carne de su propia existencia, era �l. Para Tarkovski se trataba del tiempo en su m�s evidente imprecisi�n. Y para los Lumi�re era s�lo la superficie que configura la cotidianidad de la vida. Hay m�s definiciones, claro, tantas como miradas, pero todas trafican en buena medida no tanto con lo que se ve como con lo que se adivina a trav�s de lo evidente. Importa la distancia que media entre la realidad y el deseo; cuenta la sensaci�n que precede al descubrimiento. Un efecto �ptico, de Juan Cavestany, va de todo esto. Pero sin dramatismo.

Sobre el papel, se cuenta la historia de una pareja de Burgos (inmensos Carmen Machi y Pep�n Nieto) que sale de viaje. A Nueva York, para ser precisos. Como en todos los relatos de viajes existe la voluntad de internarse en lo desconocido y, sobre todo, de volver, con el bot�n de la conquista, m�s rico, m�s sabio y m�s esc�ptico. Pero claro, tambi�n la certeza de la p�rdida est� ah�. Y trat�ndose como se trata de la nueva pel�cula del director de la trilog�a psicotr�pica que forman El Se�or, Gente en sitios y Esa sensaci�n, probablemente el extrav�o acabe por ocuparlo todo. Y as� es.

"Viajar", dice el propio director, "es estar dispuesto a separase, a sentir la distancia, a ser capaz de ver, con todo lo que eso significa. No hablo de consumir im�genes o de pasearse por la vida mientras se comprueba que lo que se visita figura como tal en la gu�a de viajes. Es ver lo que cuenta". En efecto, desde este principio se levanta una pel�cula que es aventura e indagaci�n con la misma extra�eza que comedia pura. Los personajes de Cavestany viven todos ellos atrapados es la perplejidad de sus propios deseos insatisfechos. Y donde est�n ellos, estamos todos los dem�s incluidos Charlie Kaufman y David Lynch incluso.

Los turistas de Un efecto �ptico pasean por una ciudad vac�a, padecen el agobio de la hinchaz�n de pies y nada de lo que ven o sienten estar� nunca a la altura de lo que imaginaron, les prometieron o simplemente desearon. Nueva York no es tan distinto de Burgos al fin. Hay algo, coyuntural si se quiere, que les marca como seres encadenados a la urgencia de consumir en un sociedad dise�ada para ello. "Si te sientes satisfecho dejar de consumir. La insatisfacci�n es el motor de todo esto", precisa el director. Pero, lo relevante cae del lado de la imposibilidad de sentir o simplemente ver en un universo, el nuestro, en el que la experiencia ha devenido mercanc�a. Suena tremendo y, en realidad, son cosas de eso que el tiempo ha dado en llamar condici�n humana.

Y es ah�, en la experiencia de matriz existencial que fractura la realidad hasta convertirla en algo distinto y ajeno, donde se coloca el cine de Cavestany en general y de Un efecto �ptico de forma mucho m�s precisa. El argumento, de hecho, de esta pel�cula que tiene mucho de culminaci�n acaba por ser el propio cine como un ejercicio de reconquista de la realidad. No importa lo que se ve, lo que se consume, como aquello que se reconstruye desde lo dado. En definitiva, estamos ante una llamada (divertida, festiva y hasta alucinada, pero llamada al fin) de reconciliaci�n con la realidad y hasta la vida.

Resulta intrigante la relaci�n que la propia pel�cula establece con la pandemia con la que se ha cruzado de manera casual, que no causal. La pel�cula estaba rodada antes del confinamiento pese a que se mont� en lo que dur� el encierro. De golpe, la sensaci�n de ingravidez de un tiempo detenido en unas calles despobladas es met�fora y certeza de ese trayecto beckettiano por el vac�o. Un efecto �ptico adquiere as� un contacto con nuestro pasado reciente que la ilumina por dentro. Aunque no vaya de eso.

El resultado es un milagro extra�o y, sin embargo, muy cercano que propone una necesaria lectura de lo que nos pasa, de la necesidad de volver a recuperar las cosas sin el marco de una pantalla, de la obligaci�n de mirar y hacerlo por primera vez. Y para siempre. Es una pel�cula sobre el viaje, sobre la mirada, sobre la certeza olvidada de lo real y, por ello, es una de las m�s brillantes reflexiones sobre el cine contemplada en tiempo. Sin dramatismo, eso s�. Para Cavestany, el cine es un turista que pregunta por una calle y, sin gu�as ni mapas, se asombra al descubrirla. Nada m�s.


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