FORMACIÓN DE LA REPÚBLICA – CHILE historia DIGITAL

FORMACIÓN DE LA REPÚBLICA

Rafael González Amaral

El proceso durante el cual se forma y se organiza la República chilena en este análisis su ubica entre los años 1818 ––año en que se consolida la independencia de Chile–– y el año 1830, cuando el país logra una estabilidad que le permite comenzar a avanzar en su desarrollo en diversos ámbitos.

Gobierno de O’Higgins

Durante la primera parte de este periodo, Chile debió afrontar la formación de la Expedición al Perú, la Guerra a Muerte y la Conquista de Chiloé, temas ya vistos en el capítulo anterior pero que se deben mencionar ya que el Estado debió financiar los altos costos que esas tareas requirieron. Para sufragar la expedición al norte, Antonio José de Irisarri obtuvo un préstamo en Londres con la casa Barclay por un millón de libras esterlinas (5 millones de pesos). De ese préstamo, Chile obtuvo solo 2,4 millones; el resto se perdió en la colocación de los bonos del préstamo, pago de intereses anticipados y comisiones.  Del remanente, 1,5 millones fueron cedidos al Perú;  500 mil pesos se entregaron a la empresa del Estanco de Tabaco de Portales, Cea y Cía., y con los 400 mil pesos restantes se enviaron a Chile el buque Cumberland (después llamado San Martín) y mercaderías de dudosa conveniencia.

Las cuentas del guatemalteco Irisarri nunca fueron claras. Cobró una comisión del 2 % por su gestión y declaró que los bonos se habían colocado en el mercado al 67,5 % de su valor nominal cuando el valor estuvo ––de acuerdo con lo investigado por Mariano Egaña–– entre el 70 y el 72 %. (Amunátegui, 1939, 33).

Adicionalmente, para obtener más recursos se ejecutó un préstamo forzoso entre la gente con mayores ingresos y se exigieron donativos en caballos y especies.

A pesar del gran trabajo de organización de la República, el gobierno de O’Higgins debió tomar muchas medidas que no fueron apreciadas, especialmente por la clase dominante que era la más afectada. En el lado positivo, se construyó el mercado de abastos, los cementerios de Santiago y Valparaíso, y se mejoró el orden y el ornato de la capital. También hubo avances en las demás ciudades del país. O’Higgins diseñó la Alameda, haciendo uso de sus grandes dotes de dibujante y pintor.

O’Higgins, que era un hombre muy rico antes de las luchas por la independencia, se había empobrecido. Había donado animales para alimentar al ejército y donado dinero para diversos fines. Incluso había contraído préstamos para financiar gastos que eran propios del Estado. 

O’Higgins debió preocuparse primeramente de consolidar la independencia y deshacerse de los principales problemas de seguridad interior. Lo anterior incluía perseguir y disolver los grupos realistas, tomar posesión de los bienes de los realistas más connotados, batir las bandas de forajidos que pululaban en el sur, y también enfrentar algunos desórdenes al sur del Biobío.

Seguidamente, el país necesitaba ser reconocido por la sociedad internacional y establecer algunas leyes e instituciones propias de una república independiente. También el director supremo debió lidiar con el clero que era en general partidario de la Corona, incluyendo el destierro del obispo criollo Rodríguez Zorrilla.

Era relevante organizar el nuevo ejército por lo que O’Higgins fundó la Academia Militar y varios cuerpos militares. Se ordenó el proceso y fusilamiento de San Bruno y Villalobos, culpables de numerosos actos de crueldad durante la Reconquista.

Las arcas de la hacienda pública estaban prácticamente vacías y los primeros meses de gobierno se subsistió en base a los recursos secuestrados a los realistas más algunos impuestos y donaciones. Con todo, se logró la adquisición de tres mil fusiles y sus municiones.

La guerra había dañado fuertemente las cosechas y el comercio exterior era ínfimo. Se impusieron nuevas contribuciones al pan, a la matanza de animales para consumo y se redujeron los sueldos de los empleados públicos. Se decretó un impuesto al capital del 1 %. Todas eran medidas muy antipopulares, pero se logró cerrar el ejercicio fiscal de 1817 con un pequeño superávit.

A fines de noviembre de 2017 el Ejército Unido sumaba 9214 efectivos. De ellos 4449 pertenecían al Ejército de Los Andes y 4765 al Ejército de Chile. Era una fuerza considerable para la época.

O’Higgins suprimió los títulos de nobleza hereditarios y los escudos de armas. En su reemplazo, creó la Legión de Honor para distinguir a quienes se hubieran destacado en las luchas por la independencia.

La Logia Lautaro formó poco después de Chacabuco una filial en Chile a la que pertenecían San Martín, O’Higgins, Freire, Mackenna, Guido, Zenteno, Las Heras, Blanco Encalada y el padre Camilo Henríquez, entre otros. Las decisiones y nombramientos más importantes eran aprobadas por la logia. Como se ha demostrado fehacientemente, esta logia no era de carácter masónico. (Arancibia, 2022, p. 97-99).

O’Higgins encargó el 18 de abril la redacción de una constitución a Manuel de Salas, Joaquín Gandarillas y otros. El 18 de septiembre se aprobó solemnemente la nueva Constitución después de haber sido aprobada en una consulta popular en todo el país. Tenía 48 páginas. Declaraba la Iglesia Católica como la única del Estado,  entregaba la potestad legislativa un senado de cinco miembros nombrados por el supremo director del Estado, establecía las funciones y obligaciones del ejecutivo y del senado, crea tres ministerios (Estado, Hacienda y Guerra), mantiene la división del país en tres provincias: La Capital (Santiago), Coquimbo y Concepción dirigidas por un gobernador intendente que sería elegido por acuerdo del supremo director y el Senado. También se crea el Supremo Tribunal Judiciario, la Cámara de Apelaciones (jueces nombrados por el director del Estado).

Entre las disposiciones interesantes estaba la de acatar el principio de “no hagas a otro lo que no quieres hagan contigo (Título I, Art. IV) y “Tendrá el director especial cuidado de extinguir las divisiones intestinas, que arruinan los Estados, y fomentar la unión que los hace impenetrables y felices” (Título IV, Art. XVI).

En general esta Constitución mantenía la forma como estaba organizado el Estado desde la Colonia en lo administrativo, municipal y lo judicial. La libertad de prensa que incluía permitió que se fundaran rápidamente cuatro periódicos

Asimismo, destacó una comisión formada por José Manuel Infante, Agustín Eyzaguirre y Mariano Egaña para preparar un balance de las cuentas públicas desde el 23 de octubre. 

El primer Senado estuvo constituido por personalidades notables como José Ignacio Cienfuegos, Francisco de Borja Fontecilla, Francisco Antonio Pérez, Juan Agustín Alcalde y José María Rozas.

A todo esto, el 17 de abril Manuel Rodríguez había sido nuevamente encarcelado en virtud de las declaraciones que lo involucraban en el complot de los Carrera. El gobierno tenía la intención de enviarlo a los Estados Unidos o a Europa. Se acordó trasladar a Rodríguez a Quillota. En el trayecto, Manuel Rodríguez fue cobardemente asesinado por unos soldados cerca de Tiltil. Históricamente, la responsabilidad de este asesinato ha recaído sobre la Logia Lautarina. Mariano Egaña, en una carta del 11 de abril de 1827 dirigida a su padre, escribió: El asesinato de Rodríguez fue propuesto, discutido y resuelto en la logia, de que era miembro el Ministro de Estado, refiriéndose a Irisarri. (Amunátegui, 1839, p. 97).

En el proceso, se aprecia nuevamente la mano de Monteagudo, quien además de ordenar el traslado de Rodríguez, dirigió la causa del asesinato. No hubo responsables y los documentos del proceso desaparecieron.

Gobernar para O’Higgins no fue fácil. Además de la corta vida de la República, se vivía en un ambiente de permanentes rumores de revueltas y confabulaciones dirigidas por Carrera y otros, además de varias publicaciones subversivas.  

En 1820, ante la amenaza de expulsión, los ciudadanos españoles solicitaron la ciudadanía chilena las que se les otorgó sin problemas. A los españoles que se les habían confiscado sus bienes, se les devolvieron. Los frailes que estaban detenidos en sus conventos que declararon no continuar con sus prédicas en contra de la independencia, se les devolvió su libertad. Camilo Henríquez propuso inclusos que, para las celebraciones de la independencia de 1823, se invitase a representantes de España.

En 1821, nuevas ciudades se fundaron como La Unión y Vicuña. Se terminó la construcción del canal de Maipo, se aumentó el caudal del río Mapocho con el fin de regar las tierras cercanas a Santiago. La libertad de comercio decretada por el Director Supremo tuvo como consecuencia el crecimiento acelerado de Valparaíso. Se suprimieron las corridas de toros, se crearon escuelas normales y lancasterianas, se contrataron profesores extranjeros, se construyeron hospitales y albergues.

En 1822 se fundó El Mercurio de Chile que llenó un gran vacío ante la carencia de noticias del extranjero. “[Este periódico] discutió los asuntos de política interior sin excitar las pasiones y sin ofender a nadie”. (Barros Arana, 1894, t. XIII, pp. 607-608).

O’Higgins tuvo adicionalmente una especial preocupación por la cultura en sus diversas formas. Un lugar preferente entre sus acciones debe dársele a la contratación de Andrés Bello, una de las mentes más lúcidas que han pasado por Chile.

En el campo de las bellas artes, la arquitectura y la música también fueron una inquietud del padre de la patria. En su gobierno llegaron a Chile Joaquín Toesca, el mulato Gil de Castro, y se interpretan para el público sonatas de Beethoven y cuartetos de Mozart en la plaza frente al Palacio de Gobierno. O’Higgins también organizó una compañía teatral y la proveyó de un edificio para que funcionara. Así, los chilenos pudieron ver obras de Shakespeare, Favart, Lemierre, Alfieri, von Kotzebue y Quintana, entre otros. En 1817 se fundó la Academia de Música.

En lo que a salud e higiene se refiere, O’Higgins encabezó varias acciones para superar las pestes y enfermedades. Estableció la vacuna obligatoria antivariólica, la creación de la Junta Suprema de Sanidad encargada de la protección de la salud, la formación de un hospital militar, la limpieza de las calles, la construcción de parques, el establecimiento de un cementerio, el respeto y apoyo a los médicos como Nataniel Cox, Manuel Grajales y otros, etc.

Nótese que el único hospital de hombres que funcionaba en Santiago había sido fundado por Pedro de Valdivia en 1556 con la denominación de Hospital del Socorro (después San Juan de Dios). En 1767, aprovechando la expulsión de los jesuitas, se destinó el noviciado San Borja para construir el Hospital San Borja para mujeres. Al igual que a Adán le extrajeron una costilla para crear a Eva, al San Juan de Dios le redujeron su presupuesto para financiar al San Borja.

Chile y las naciones hispanoamericanas tuvieron la gran dificultad de tener que crear las estructuras de gobierno partiendo desde cero. El sistema colonial español no aportó nada que sirviera de base a las nuevas repúblicas como lo tuvo Estados Unidos de los town meetings que se usaron desde el siglo XVII como una forma de gobierno de democracia directa. También las trece colonias originales tuvieron asambleas con representantes elegidos democráticamente, que ayudaban en las tareas a los gobernadores y fijaban impuestos y presupuestos.

La educación no podía estar ausente en la mente de fundador de la nación chilena. En su gobierno se reabrieron la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional. Este último impartía, además de la educación escolar, cátedras de medicina, derecho, química, anatomía, dibujo, escultura, pintura, historia natural, etc.

Importante fue la creación del Consejo de Instrucción Primaria con el fin de construir escuelas y difundir la educación. Se introdujo el método Lancaster que permitió la alfabetización en gran escala y se creó la Escuela Nacional de Preceptores, por señalar algunas obras.

En la arena política, durante el gobierno de Bernardo O’Higgins se dictaron las constituciones de 1818 y 1822, se crearon el himno nacional y la bandera actual y A comienzos de 1823 los Estados Unidos y Portugal reconocieron a Chile como país independiente.

Sin duda, Chile fue la nación que lideró la organización de una república en la América española. Lo anterior es, sin lugar a duda, uno de los grandes méritos del gobierno de O’Higgins quien era el único de los próceres de las luchas por la independencia que no fue partidario de instaurar una monarquía.

Los Carrera y Manuel Rodríguez

Mientras tanto, José Miguel Carrera había arreglado la compra de dos buques menores con el fin de organizar una expedición a Chile. Creía que podía obtener la sublevación de los patriotas para expulsar a los realistas, basado en unos pocos hombres y su liderazgo. Carrera arribó a Buenos Aires tres días antes de la batalla de Chacabuco. Después de algunas negociaciones con Pueyrredón, este decidió apresar a los tres hermanos Carrera para evitar que pudieran alterar la marcha de los sucesos en Chile. Pocas semanas después fueron deportados a los Estados Unidos, pero José Miguel escapó y se dirigió a Montevideo.

En febrero de 1817 fueron apresados en Mendoza un grupo de chilenos acusados de pretender derrocar al gobierno chileno recién nombrado. Entre ellos estaban los hermanos Juan José y Luis Carrera y Manuel Rodríguez. Luis Carrera fue sorprendido en Mendoza bajo el nombre supuesto de Leandro Barra y hecho prisionero junto al comerciante Juan Felipe Cárdenas. Al ser interrogados, Carrera negó saber de un complot, pero Cárdenas confesó su conocimiento y entregó muchos detalles. Juan José Carrera fue apresado a los pocos días en San Luis.

Después de un interrogatorio, fueron liberados todos menos los Carrera. Luis y Juan José Carrera fueron fusilados en Mendoza el 8 de abril de 1818. El proceso siguió adelante y el 8 de abril de 1818, cinco días después de la batalla de Maipú, los hermanos Juan José y Luis Carrera, de 36 y 27 años respectivamente, fueron fusilados en Mendoza.

Tres días después del triunfo de Maipú. El 11 de abril O’Higgins había despachado, a pedido de San Martín, una nota al gobernador de Cuyo pidiendo indulgencia para los Carrera. El 15 llegó a Santiago la noticia del fusilamiento. Esto creó alguna animadversión contra San Martín, O’Higgins y ––especialmente–– contra el argentino Bernardo Monteagudo, auditor de Guerra.

Manuel Rodríguez y el Regimiento Húsares de la Muerte, que no había tomado parte en la batalla de Maipú, protagonizaron una revuelta el 17 de abril pretendiendo derrocar a O’Higgins. El Húsares fue disuelto, Rodríguez encarcelado y asesinado en Tiltil el 26 de mayo.

Entre noviembre de 1819 y septiembre del año siguiente, José Miguel Carrera se involucró en la guerra civil de las provincias argentinas contra Buenos Aires. La revolución pareció destinada a triunfar en un primer momento con la llegada al poder de Manuel de Sarratea, hombre cercano a Carrera y que lo apoyó para organizar una expedición para derrocar a O’Higgins. Para desgracia de Carrera, en septiembre se firmó la paz entre las fuerzas que se enfrentaban con lo que su causa perdió apoyo. Carrera continuó una lucha de guerrillas liderando una numerosa banda de indios en la que no faltaron las depredaciones a diferentes ciudades y pueblos.

En septiembre de 1821, las huestes de Carrera fueron vencidas y su líder capturado.  Después de un breve proceso por crímenes de lesa patria, se le condenó a morir fusilado lo que aconteció el 4 de septiembre de 1821 en la plaza de Mendoza. Hacía justamente 10 años después que José Miguel Carrera había encabezado en Santiago su primera revolución.

Abdicación de O’Higgins

El camino de la fundación de una nación independiente no era una tarea fácil. Chile era una nación pobre y la consolidación de la independencia significó erogaciones y endeudamientos importantes que resintieron la feble economía. La situación económica era especialmente mala en la provincia de Concepción que había sufrido mucho durante el periodo de la lucha a muerte.

El ministro de Hacienda y de Guerra José Antonio Rodríguez Aldea, hombre fuerte del gobierno de O’Higgins, fue el blanco de las principales críticas contra el gobierno, pero O’Higgins lo siguió apoyando. El intendente de Concepción, el general Ramón Freire, terminó cediendo a las presiones locales y en noviembre de 1822 se Concepción se sublevó contra el gobierno central.

Mientras O’Higgins se preparaba paralelamente para negociar y luchar contra la rebelión, la provincia de Coquimbo siguió las aguas de Concepción, haciendo muy compleja su situación.

En los primeros días de enero de 1823, el ministro Rodríguez decidió renunciar, pero ya era demasiado tarde.

Junto a las dificultades económicas, la ejecución de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez, la abolición de los títulos de nobleza y de los mayorazgos le acarrearon la enemistad de la clase alta. La elección para gobernante por seis años de O’Higgins, con posible reelección por cuatro años más, contemplada en la Constitución de 1822, no fue popular.

Para evitar una guerra civil, O’Higgins cedió a las presiones del Cabildo y abdicó su cargo el 28 de enero de 1823 en favor de una junta conformada por Juan Egaña, Bernardo Vera y Joaquín Campino.

Después de un juicio de residencia, se dirigió al Perú donde murió el 24 de octubre de 1842. 

Periodo de ensayos constitucionales o de anarquía

Este lapso se extiende por poco más de siete años, entre la abdicación de O’Higgins (enero de 1823) y la batalla de Lircay (abril de 1830).

La Junta de Gobierno designada por el Cabildo asumió en momentos muy difíciles y mientras la agitación y la insurrección se extendía a lo largo del país. La Junta anuló la nueva Constitución y otros decretos impopulares del Gobierno de O’Higgins, pero aquello no aplacó los ánimos.

Las tropas del sur desembarcaron en Valparaíso el 6 de febrero; unas pocas horas antes había llegado al puerto O’Higgins. Freire procedió a arrestarlo y, unos días más tarde, exigirle a la Junta que lo designara general en jefe de todos los ejércitos del Estado. Un consejo de plenipotenciarios de las tres provincias se reunió en Santiago, designando a Freire como director supremo provisional el 31 de marzo de 1823. Al día siguiente contestó a su nombramiento diciendo: “Entraré en este sacrificio contra los sentimientos de mi corazón […]”. (Barros Arana, t. XIV, p. 45).

Freire concentró sus esfuerzos en varias tareas administrativas como dividir el país en seis departamentos, un régimen de aduanas para controlar el contrabando y convocó un congreso constituyente, formado por 53 diputados a razón de un representante por cada 15 mil habitantes. Durante su gobierno se restableció la Comisión de Sanidad creada por O’Higgins, se fundaron cementerios en cada ciudad y se abolió definitivamente la esclavitud. Si bien la esclavitud había sido eliminada en 181, esta había sido repuesta en la reconquista española.

Recién en julio se dio por cerrado el juicio de residencia y se autorizó a O’Higgins para abandonar el país. O’Higgins tenía proyectado dirigirse a Europa, pero en su paso por Perú, optó por quedarse en ese país.

En agosto de 1823 Freire fue designado por el congreso constituyente como director supremo en propiedad. En los últimos días del año se promulgó la Constitución de 1823.

Durante el periodo de Freire se efectúa la conquista de Chiloé, último reducto de España en América del Sur. Freire, no obstante ser el director supremo, tomó las armas y encabezó la primera expedición a Chiloé ya relatada anteriormente. Antonio de Quintanilla, gobernador español en Chiloé derrotó a la expedición usando su mejor conocimiento de la zona.

Existían en la época bandas de forajidos en la Araucanía como la de los hermanos Pincheira, del comandante español Juan Manuel Pico, del cura Juan Antonio Ferrebú y también grupos de indios rebeldes. El gobierno envió tropas a la región y, ayudado por el cacique Venancio Coyehuepan con sus indios amigos, logró disolver estos grupos.

Como una manera de hacer frente al préstamo inglés contratado por Irisarri, se autorizó la creación de un estanco sobre el tabaco por 10 años a partir de 1825. Los favorecidos con este monopolio fueron los señores Diego Portales y José Manuel Cea. Estos debían pagar en compensación al Estado chileno, el remanente de la deuda en base a cuotas de 355 500 pesos anuales.

Mientras tanto, las armas independistas en el Perú habían sufrido varios contrastes además de pestes y enfermedades. Bolívar pedía más refuerzos, pero Chile no estaba en condiciones de mandar tropas y envío cuatro buques de su escuadra al mando de Blanco Encalada en auxilio de los patriotas, los que contribuyeron al triunfo final de la independencia peruana bloqueando el Callao y asumiendo otras tareas.

El 13 de diciembre de 1824 se declaró nula la Constitución de 1823 y el Congreso se abocó a redactar una nueva carta fundamental.

Es interesante conocer que el año 1825, hace casi dos siglos,  José Miguel Infante propuso que los intendentes, gobernadores y otros cargos públicos fueran elegidos por votación popular. (Barros Arana, t. XIV, p. 438).

Los esfuerzos del gobierno de Freire no se veían recompensados con una mejora de la situación económica. Las discusiones entre el poder ejecutivo y el legislativo fueron aumentando en tono y con acusaciones cada vez más fuertes por ambos lados. El resultado fue el desprestigio del sistema político, incluyendo a Freire,  y un aumento del descontento popular. Era habitual que las tropas y los empleados públicos estuvieran con sus sueldos impagos por varios meses…

Las provincias de Concepción y Coquimbo decidieron retirar sus diputados en el Congreso, mientras que los partidarios de O’Higgins pedían su retorno al poder. El federalismo se presentó entonces como una alternativa a la antigua disputa entre Santiago y las provincias, especialmente Concepción que añoraba mayor autonomía.

Por otro lado, Fernando VII seguía con intenciones de recuperar sus colonias americanas. Inglaterra, por su parte, presionaba a España para que reconociese la independencia de los nuevos estados hispanoamericanos. El presidente de Estados Unidos, James Monroe había presentado el 3 de diciembre de 1823 su doctrina de que el continente americano no estaba disponible para colonizadores de otras partes del mundo.

En contra de lo anterior, el papa León XII emitió una encíclica en 1824 en la que se oponía a la independencia de las colonias de la América española. Bolívar, Sucre y el general peruano José La Mar lograron vencer a los realistas en las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), terminando definitivamente con la amenaza de un regreso al poder de la causa del rey de España.

En noviembre de 1825 se envió una segunda expedición a Chiloé con la finalidad de terminar de una vez por todas con el dominio español del archipiélago. En efecto, 2575 hombres al mando de Freire embarcados en ocho buques incursionaron sobre las fuerzas de Quintanilla y las vencieron en los combates de Pudeto y Bellavista (13 y 14 de enero de 1826).

El término de las luchas por la independencia hizo que el gobierno decidiera desarmar la escuadra, dejando solo el bergantín Aquiles en servicio. Como las Provincias del Río de la Plata y Brasil estaban en conflicto por la posesión de Uruguay, se decidió apoyar a los trasandinos y se le vendieron los buques O’Higgins, Independencia y Chacabuco. Una tempestad en los mares del sur hizo que solo llegara a Buenos Aires la Chacabuco.

Junto con encargar la redacción de una nueva constitución al Congreso, el 4 de julio de 1826 Freire hizo renuncia de su cargo. Cuatro días después el Congreso eligió gobernante al general Manuel Blanco Encalada con el título de presidente de Chile.[1]

El proyecto federalista de constitución de 1826 fue redactado por José Miguel Infante. Este contemplaba la elección popular de los cabildos, intendentes provinciales, gobernadores de departamentos y de los curas párrocos. El país quedaba dividido en ocho provincias: Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé. Muchas leyes se aprobaron contemplando el espíritu federalista pero la constitución nunca llegó a aprobarse.

En esta época, el gobierno debió afrontar la sublevación de Chiloé, tarea realizada por el coronel José Santiago Aldunate.

El septiembre de 1826, el presidente Blanco renunció a su cargo por los conflictos que tenía con el Congreso. Lo reemplazo el vicepresidente Agustín Eyzaguirre, primer gobernante civil de Chile, quien estuvo al mando por cuatro meses.

El estanco del tabaco entregado a Portales, Cea y compañía no pudo cumplir con sus compromisos por lo que se le puso término, en un proceso muy complicado. Los estanqueros alegaron que el Estado no había cumplido su parte ya que los cultivos de tabaco chilenos siguieron en producción. La comisión liquidadora del estanco determinó que el Estado debía compensar a la firma con 87 620 pesos. 

Por lo tanto, el fisco debió reasumir el pago del empréstito con Londres. Para poder enfrentar esto, se inició una venta de bienes en manos del fisco tales como tierras asignadas a los indios y propiedades secuestradas a congregaciones religiosas, que no rindió todos los frutos esperados.

Tal como se estaba aplicando el federalismo, la situación empeoró en todo sentido. Las elecciones locales de cabildos y autoridades fueron fuente de innumerables conflictos, violencia y desórdenes. El 25 de enero de 1927 se produjo en Santiago un motín encabezado por el coronel y diputado Enrique Campino. A raíz de ello, el Congreso le pidió al general Freire que sofocara el levantamiento y asumiera nuevamente el mando de la nación.

Depuesta la revuelta de Campino sin derramamiento de sangre, Freire fue nombrado presidente por el periodo de dos años. Como vicepresidente fue elegido el general Francisco Antonio Pinto, de ideas liberales. El Congreso no era capaz de lograr un acuerdo constitucional por lo que Freire, hastiado, volvió a renunciar a la presidencia con fecha el 2 de mayo. Asumió, entonces, el vicepresidente Pinto el día 5 de mayo, a pesar de su resistencia.


[1] Manuel Blanco Encalada fue militar, marino y diplomático; ocupó los cargos de comandante en jefe del ejército, vicealmirante de la escuadra y fue el primero en usar el título de presidente de Chile.

Finalmente, el 19 de julio el Congreso se auto disolvió llamando a la elección popular de asambleas en cada pueblo que definieran la forma de gobierno que cada uno de ellos se deseaba dar. Las provincias harían un escrutinio de las opiniones y la enviarían al presidente. El congreso se reemplazaba temporalmente por una comisión provisoria de ocho individuos, nombrado uno por cada provincia.

La idea de convertir Chile en un país federal podía descansar en paz…

A estas alturas, aquellos que creyeron que la independencia traería el desarrollo económico y la felicidad a sus hogares per se, seguramente habían tomado cuenta de su error. El país no tenía capitales, el estado de guerra había consumido grandes cantidades de energía y dinero, el comercio internacional no lograba desarrollarse, la economía nacional no daba signos positivos en ningún área.

Como si aquello no fuera suficiente, el invierno de 1927 fue muy intenso y se produjeron graves inundaciones en Santiago, arrasando barrios enteros. Casos similares se repitieron en Valparaíso, Quillota, Coquimbo y en muchas otras partes.

La situación general continuaba caótica. El desorden estaba generalizado. La prensa y las prédicas en las iglesias agitaban las pasiones políticas y fomentaban el odio. La criminalidad y el bandolerismo se incrementaban día a día. Talca se había negado a incorporarse a la provincia de Colchagua; el regimiento Cazadores, enviado a Talca a controlar la situación,  se había sublevado y tuvo que ser reducido a balazos por el batallón Chacabuco. Las asambleas provinciales en general no funcionaban y demoraban el nombramiento de sus representantes al Congreso.

Sublevaciones sediciosas ocurrieron en diferentes provincias como Colchagua y Aconcagua y en las ciudades de San Fernando, Quillota y Santiago.

Las medidas del vicepresidente Pinto para aumentar la recaudación fiscal no obtenían grandes resultados, se disminuyó la planta de oficiales del ejército y se eliminaros algunos grados superiores. Pinto intentó mejorar las relaciones con las potencias europeas enviando delegados. Acudió a Roma el canónigo José Ignacio Cienfuegos, jefe de la Iglesia de Santiago, por iniciativa propia.

En el lado positivo, excursiones del general José Manuel Borgoño y del comandante Manuel Bulnes habían logrado contener el pillaje en el sur de bandas de forajidos como la de los Pincheira que optaron por trasladar sus operaciones a Mendoza. En estas labores se distinguieron los oficiales extranjeros Benjamín Viel, José Rondizzoni y Guillermo Tupper.

El Gobierno contrató en esa época al erudito español José Joaquín de Mora y le encargó la redacción de una nueva constitución que de alguna manera mantenía algunos conceptos federalistas, mezclando un gobierno central con amplias atribuciones a las asambleas provinciales. El 18 de septiembre de 1828 se juró la nueva constitución y fue motivo de júbilo en casi todo el país.

Esta constitución contemplaba un periodo presidencial de cinco años sin reelección inmediata. El presidente tenía facultades acotadas para regir la nación y se elegía indirectamente, a través de un sistema de electores. El Congreso quedaba formado por dos cámaras. El Senado con dos senadores por cada Asamblea Provincial por cuatro años y una Cámara de Diputados integrada por un representante por cada 15 000 habitantes y con un periodo de solo dos años.

Importante, se creaba una Comisión Conservadora, compuesta por siete senadores, quienes estaban encargados de velar por el respeto de la Constitución y de las leyes. También se fundó el Consejo de Estado, compuesto por los ministros de Estado, los miembros de cortes superiores de justicia, un eclesiástico, y de un general, entre otras personalidades. Este organismo podía ser consultado por el jefe de Estado, proponía a los jueces, arzobispos, obispos y resolvía los litigios que afectaban a la Estado, entre otras atribuciones.

Las asambleas provinciales tenían amplias atribuciones. Sus miembros eran electos por voto popular. Elegían a los senadores y proponían al ejecutivo los nombramientos de intendentes y jueces, aprobaban los ascensos militares. Los departamentos elegían por votación popular sus autoridades municipales y, estas últimas, al gobernador local.

Era claramente una constitución de carácter liberal. Si bien mantenía a la fe católica como la religión del Estado y se prohibían otras, consignaba que nadie podría ser perseguido ni molestado por sus opiniones privadas.

Para ser senador se requería tener al menos 36 años y una renta anual sobre los 2000 pesos anuales. Para diputado, 30 años y una renta de al menos 500 pesos. Senadores y diputados podían ser reelegidos indefinidamente.

El vicepresidente Pinto era un hombre inteligente, culto, preparado y moderado. Además de ser militar, era abogado. Almorzaba un día a la semana con un alumno distinto del Instituto Nacional, para estar al tanto de cómo funcionaba la educación. Como tal, Pinto se preocupó de la educación y la cultura.

En 1929 se fundó un colegio para señoritas, el primero en su género. Este instituto era regido por la señora de Mora y entre otras materias enseñaba el francés, lo que en aquella época estaba vedado para las mujeres. Por ello, grupos conservadores obtuvieron que se fundara un colegio de tipo conservador para mujeres, el que estuvo a cargo de los esposos franceses Verdin. Con esto, las familias liberales y conservadoras podían optar por el tipo de educación que querían darles a sus hijas.

Con lo anterior, apreciamos como se va forjando una cualidad de poca tolerancia que caracteriza la sociedad chilena hasta nuestros días.

Se creó, asimismo, la Escuela Normal y varias escuelas primarias a lo largo del territorio nacional. En el mismo orden de cosas, se contrató a Claudio Gay, un joven estudiante de historia natural que se convertiría en un famoso científico. También arriban a Chile músicos, comerciantes y gente de otras culturas. Se fundó la Sociedad Filarmónica, el gobierno importó libros de ciencias, historia y geografía en diferentes idiomas, y continuó los esfuerzos iniciados por O’Higgins para alfabetizar la población.

En esta época visitaron a Chile famosos científicos tales como Eduardo Poeppig, Federico de Kittlitz y Carlos Darwin que estudiaron y describieron la flora y fauna de nuestro país.

Las elecciones de 1829 para las asambleas provinciales, cabildos y de electores para presidente se dieron con cuatro grupos políticos claramente definidos: conservadores (apodados pelucones por su tradicionalismo), liberales (apodados despreciativamente como pipiolos, sinónimo de novatos o ingenuos), los o’higginistas y los estanqueros. La falta de disposiciones cobre cómo se debían efectuar las elecciones, provocaron graves desórdenes e intervención en el proceso electoral.

Los votos electorales para presidente arrojaron los siguientes resultados con los porcentajes que se indican:

Candidato                                          Votos     Porcentaje

Francisco Antonio Pinto  (pipiolo)          118         27,3 %

Francisco Ruiz Tagle (pelucón)                 98         22,7 %

José Joaquín Prieto  (pelucón)                   61        14,1 %

Joaquín Vicuña  (pipiolo)                         48         11,1 %

José Gregorio Argomedo (pelucón)          33           7,7 %

Otros                                                     48         11,1 %

Blancos, nulos y abstenciones                  26           6,0 %

Total                                                    432         100 %

Los electores sumaban 216 y cada uno tenía derecho a dos votos. Los votos por candidatos pipiolos sumaron 190 y por los pelucones, 192; es decir, prácticamente un empate.

La Constitución señalaba (art. 72) que se elegía presidente entre los que hubiesen obtenido “mayoría respectiva, y después al vicepresidente entre los de mayoría inmediata”.

Pinto fue entonces elegido presidente y el Congreso, de mayoría pipiola, eligió a Joaquín Vicuña, hermano del presidente provisorio Francisco Ramón Vicuña.

Los pelucones, apoyados por o’higginistas y estanqueros, argumentaron que la elección debió realizarse solo entre Ruiz Tagle y Prieto, pero la norma constitucional no era clara. La discusión no era baladí porque se conocía el desapego de Pinto por el cargo de presidente. De hecho, Pinto precipitó el conflicto presentando su renuncia antes de tomar posesión del cargo, invocando razones de salud.

Después de muchas presiones, Pinto aceptó asumir la presidencia siempre y cuando el Congreso se cerrará y se llamara a nuevas elecciones de parlamentarios, lo que fue rechazado por los congresales. Entonces, el poder retornó a Francisco Ramón Vicuña, presidente del Senado.

Rápidamente, se desencadenó una revolución en las provincias de Maule y Concepción, dirigida por Prieto y Bulnes, tío y sobrino. Freire desistió hacerse cargo de las fuerzas leales al gobierno, asumiendo ese cargo el general Francisco de la Lastra.

Las fuerzas del gobierno se enfrentaron a las de Prieto en Ochagavía, a las puertas de Santiago. Cuando las fuerzas gubernamentales parecían tener definida el combate a su favor, Prieto solicitó una reunión para firmar la paz. En esa reunión tomó prisioneros a Lastra y otros jefes mientras desarmaba algunas unidades fieles al gobierno. Bajo esa estratagema, De la Lastra procedió a firmar un armisticio y después un tratado de paz. Prieto debía regresar con sus tropas a Concepción y el mando de todas las fuerzas militares fue entregado a Freire. 

También se le otorgó a Freire el mando de la nación por un breve periodo destinado a llamar a elecciones de una junta gubernativa provisoria, la que convocaría dentro de dos meses a un congreso de plenipotenciarios para resolver el tema de la presidencia.

La junta provisoria designada por Freire estuvo integrada por tres conservadores lo que irritó a los liberales.

Como Prieto se negó a cumplir las órdenes de Freire de despachar sus tropas lejos de Santiago y la junta apoyó a Prieto y lo designó general en jefe de todas las fuerzas. Como consecuencia, ambos generales rompieron relaciones y, en breve, la guerra civil se reanudó.

En el campo político, el 17 de febrero de 1830 el congreso de plenipotenciarios nombró presidente a Francisco Ruiz Tagle y vicepresidente a José Tomás Ovalle (ambos conservadores). Los cargos en carácter de provisorios, con el fin de convocar a nuevas elecciones constitucionales al año siguiente.

La junta gubernamental entró en conflictos con el presidente Ruiz Tagle ya que este tenía un carácter más conciliador y la junta quería avanzar más rápido en el control de los cargos públicos por conservadores. Ruiz Tagle renunció el 1 de abril, asumiendo el mando de la nación el vicepresidente Ovalle. Es en este momento cuando ingresa al gabinete Diego Portales como ministro de dos carteras: Interior y Relaciones Exteriores, y de Guerra y Marina. La cartera de Hacienda continuó en manos de Manuel Rengifo. 

Freire procedió a juntar fuerzas de todo el país para tratar de reducir a Prieto. Después de algunos enfrentamientos menores entre facciones de ambos bandos, los dos ejércitos se encontraron cerca de Talca, junto al río Lircay. Frente a los 1700 hombres que pudo reunir Freire, Prieto tenía una fuerza de 2000 efectivos.

La batalla se dio el 17 de abril de 1830. Gracias a una carga de la caballería de Bulnes, la caballería de Viel fue despedazada y Freire optó por retirarse hacia Santiago. La infantería de Freire no fue capaz de retirarse a tiempo y sufrió fuertes pérdidas y fueron tomados más de 1000 prisioneros y el resto, dispersados.

Mientras tanto en Coquimbo las tropas sublevadas recibieron como refuerzos las pocas tropas que Viel había logrado salvar en Lircay, depusieron sus armas al general José Santiago Aldunate. Asimismo, el coronel José María de la Cruz había logrado pacificar la provincia de Concepción, con lo que se podía dar por concluida la guerra civil.

Durante la gestión de Ovalle se acordó devolver a la Iglesia los bienes que les habían sido expropiados con el fin de ayudar al erario nacional.

Por una grave enfermedad de Ovalle, el 8 de marzo de 1831 fue designado presidente provisorio Fernando Errázuriz. Ovalle falleció dos semanas después, dejando solo elogios por su honesta y sabia conducción de la nación en un periodo tan crítico. 

Las siguientes elecciones se llevaron a cabo. Las votaciones obtenidas por los candidatos fueron, según acta del Congreso de 2 de junio de 1831:

Joaquín Prieto               207 votos

Diego Portales               187 votos

Francisco Ruiz Tagle        18 votos

José Santiago Aldunate       2 votos

Fernando Errázuriz           1 voto 

Resultaron entonces elegidos presidente y vicepresidente Prieto y Portales para el periodo 1831-1836.

Con este gobierno se da comienzo a la llamada República Conservadora, considerándose que el país daba por terminado este periodo de doce años que se había iniciado con la caída de O’Higgins, acusado básicamente de haber encabezado un gobierno autoritario.

Antes de cerrar el análisis de esta época, es preciso señalar que algunos historiadores prefieren considerar este periodo como una época de anarquía por la gran cantidad de gobernantes que se sucedieron. El país debatió entre diferentes visiones de lo que el país debería ser, cuestión que merecía ser abordada, no siendo históricamente injusto hacer responsables de ella a los pipiolos ni considerarlo como de un lapso en el que acampó la anarquía.

Podemos agregar que subyace también en este periodo un enfrentamiento entre la primacía de la capital o la de las provincias, especialmente de Concepción.

En estas páginas nos quedamos con otras visiones como la del premio nacional de historia Sergio Villalobos quien sostiene, en el capítulo sobre el tema de su obra Portales. Una falsificación histórica, que durante esa época:

  1. No hubo ningún crimen político, o nunca se llegó a choques brutales ni a represalias crueles.
  2. Los años que siguieron a la lucha emancipadora están marcados por una profunda pobreza que dificultó enormemente la marcha del país y produjo graves problemas y angustias en la vida de la población. (Villalobos, 2005, 65-67).

También, El historiador penquista Armando Cartes elaboró un interesante análisis sobre este periodo tema en la revista Illis e Imperis. (Ver bibliografía).

Con todo, este periodo tuvo una duración relativamente breve en comparación con lo sucedido en el resto de las excolonias españolas.

En el trasfondo, el grupo más conservador quería, por esta época, un poder ejecutivo más fuerte, un Estado unitario y mantener el poder de la Iglesia Católica, pero bajo un sistema de patronato; es decir con la Iglesia controlada por el Estado. Los liberales a su vez, preferían un poder legislativo con mayores facultades, más igualdad entre las provincias y la capital, mayores libertades civiles y religiosas, y disminuir el poder de la Iglesia.

A la vista de hoy, es fácil pensar que la confrontación tenía su lógica y que los chilenos de la época tenían perfecto derecho a pensar diferente. Tanto es así que más adelante podremos apreciar que liberales y conservadores fueron cambiando sus puntos de vistas en algunas de estas cuestiones, a veces para tomar una posición contraria a la inicial y otras para estar de acuerdo entre ellos.

Bibliografía
  1. Amunátegui Solar, Domingo. (1839). Pipiolos y Pelucones. Santiago: Imprenta y Litografía Universo.
  2. Arancibia Clavel, Roberto. (2022). La Logia Lautaro en la independencia de Chile. Santiago: Academia de Historia Militar.
  3. Barros Arana, Diego. (1890-1897). Historia Jeneral de Chile. Tomos XI a XIV. Santiago: Jover Editores.
  4. Barros Arana, Diego. (1897). Historia Jeneral de Chile. Tomo XV. Santiago: Josefina de Palacios Editora.
  5. Barros Arana, Diego. (1902). Historia Jeneral de Chile. Tomo XVI. Santiago: Imprenta Cervantes.
  6. Cartes Monroy, Armando. (2108). De época maldita a epopeya liberal: Una revisión historiográfica a la anarquía chilena (1823-1830). Barcelona, España: Revista Illes i Imperis 20, pp. 19-45. (Visto en https://raco.cat/index.php/Illes Imperis/article/view/10.31009-illesimperis.2018.i20.02/432358, el 3/junio/2019).
  7. Editorial Universitaria. (1979). Las Conferencias de O’Higgins. Santiago: Editorial Universitaria.
  8. Sotomayor Valdés, Ramón. (1875). Historia de Chile durante los cuarenta años transcurridos desde 1831 hasta 1871. Tomo I. Santiago: Imprenta la Estrella de Chile.
  9. Vásquez de Acuña y García del Postigo, Isidoro. (2003). Estertores navales realistas. Santiago: Anales del Instituto de Chile 2003, (pp. 123-202).