El Rus de Kiev

Vikingos: los orígenes escandinavos de Rusia y Ucrania

Los vikingos suecos se adentraron audazmente por el Dniéper y el Volga hasta alcanzar Constantinopla y Bagdad; esta empresa llevó al surgimiento de ciudades como Kiev, capital del primer estado ruso

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La iglesia de la Dormición de la Virgen fue construida en Kiev por Vladimiro el Grande, el primer rey rus en convertirse al Cristianismo.

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En la larga historia de la expansión de los vikingos, entre los siglos VIII al XI, una de las gestas más fascinantes la protagonizaron los suecos, llamados varegos. Cruzaron las frías aguas del mar Báltico hacia el golfo de Finlandia y recalaron en la región pantanosa de los grandes lagos.

Desde allí, agrupados en la floreciente colonia de Staraya Ladoga, buscaron la manera de crear dos grandes rutas de navegación fluvial: la del Dniéper y la del Volga. Esta última, la más oriental, es la que atrajo a un mayor número de vikingos, algo normal ya que conducía directamente al mar Caspio y al opulento mundo de los califas abasíes, que tenían su capital en Bagdad, la ciudad de las Mil y una noches.

Gotland Bunge Museum Wikingerstein

Gotland Bunge Museum Wikingerstein

Esta estela funeraria procedente de la isla de Gotland (Suecia), labrada en el siglo IX, muestra una nave vikinga estilizada, cargada de guerreros. Museo de Historia de Suecia, Estocolmo.

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La ruta estaba dominada por los jázaros, un pueblo de la estepa que había construido un imperio sobre la riqueza obtenida delos intercambios de esclavos y pieles. La vía más occidental, la del Dniéper, que contaba con algunos rápidos del río bastante peligrosos, conducía al mar Negro, a la altura de Odesa, en Crimea, y terminaba en Constantinopla, la resplandeciente capital del Imperio bizantino. 

Durante los primeros años, los vikingos actuaron como operadores comerciales independientes situados en varios centros a lo largo de los cursos fluviales. Estos enclaves estaban unidos entre sí por lazos muy vagos consistentes en el pago obligatorio de dinero a cambio de la protección dispensada por los jefes escandinavos más poderosos, que contaban con una guardia personal de guerreros loricati, esto es, provistos de loriga o armadura.

Vikingos y eslavos

El inmenso yermo de aquellas lejanas tierras, llamadas Suecia la Grande en las crónicas, terminó por convertirse en una tierra de oportunidades donde era posible llevar a cabo las osadas expediciones de pillaje que dieron a los varegos su fama de bandidos. En sus epitafios, sin embargo, esos varegos preferían verse a sí mismos como hombres intrépidos, expertos en analizar el terreno para buscar las mejores fuentes de riqueza.

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Según la tradición, el varego Rúrik fue invitado a gobernar Nóvgorod por sus habitantes. Hasta 1478, el nombre de la ciudad fue Gospodín Veliki Nóvgorod, «Señor Nóvgorod el Grande» (en ruso, ciudad es masculino).

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La búsqueda constante de productos con los que comerciar estimuló el interés de los varegos por la geografía y por alcanzar acuerdos pacíficos con las poblaciones indígenas, ya que las necesitaban para conocer con detalle las zonas boscosas de la región. Desde la primera expedición, los vikingos fueron conscientes de la necesidad de cambiar las naves aptas para surcar el mar Báltico por embarcaciones fluviales más ligeras, que incluso podían ser transportadas por tierra desde un curso de agua a otro; los testimonios arqueológicos certifican la presencia de aldeas indígenas dedicadas por entero a esa tarea, sobre todo de criviches y lenzanenes. 

No estamos por tanto ante una pugna entre vikingos y eslavos, sino más bien ante una colaboración a veces tensa entre unas poblaciones locales que suministraban la mercancía y unos comerciantes que apostaban por llevarla a lugares lejanos donde su precio era elevado. De este modo, los varegos alcanzaron el emporio de Bulghar (en la actual Rusia), uno de los grandes mercados de la época, controlado por los búlgaros, un pueblo nómada de Asia que por esas fechas se había convertido al Islam (y que también se instaló en tierras de la actual Bulgaria, a la que dio su nombre). 

Oseberg ship   IMG 9129

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La excavación de una tumba vikinga del año 834 en Oseberg (Noruega) llevó al descubrimiento de esta espléndida nave, de 22 m de eslora (longitud) y 5 m
de manga (anchura) Museo de barcos vikingos, Oslo.

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En la Crónica de Néstor o Primera crónica rusa, escrita hacia  el año 1110, a esos vikingos se les llamó simplemente rus, el nombre que designa en finlandés a los suecos. Tras varias generaciones de vida nómada, los intrépidos russe asentaron en lugares estratégicos y crearon sólidos centros de poder. El más importante recibió el nombre de Kiev, que al principio fue una fortaleza de madera erigida sobre una colina junto al río Dniéper. Era un lugar perfecto para controlar el tráfico fluvial, y también para encuadrar a los campesinos y los tramperos de la región en sus redes de influencia. 

Príncipes de Kiev

Poco a poco, algunos de los rus establecidos en Kiev dejaron sus expediciones de pillaje y sus viajes de comercio y se convirtieron en potentados locales, incluso en príncipes. Mantuvieron las costumbres de su tierra de origen, pero se integraron cada vez más en esa tierra de adopción que al final hicieron suya: de los eslavos adoptaron la lengua, los nombres y las costumbres matrimoniales.

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Vladímir I, príncipe de Kiev, en una moneda de oro. 980-1050.

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En ese ambiente irrumpió un exiliado llamado Vladímir, vástago de la influyente dinastía varega de los ruríkidas. Según la Crónica de Néstor, el primero de la dinastía, Rúrik, fundó Nóvgorod en 862; los ruríkidas gobernaban Kiev desde que se habían adueñado de ella en torno al año 882. Vladímir, expulsado de la ciudad en el curso de las luchas con sus hermanos, regresó a ella desde Suecia con un grupo de varegos, la ocupó en 980 y se convirtió en el nuevo príncipe; es lo que viene a decir su nombre, ya que en lengua eslava Vladímir significa «el soberano que reina».  No contento con esa privilegiada posición, estableció impuestos en las rutas comerciales que unían el Báltico y el mar Negro, todo lo cual terminó por granjearle el apelativo de «el Grande». 

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Vladímir y su familia en un fresco del siglo XI.

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Aunque quizá se le llamó así porque fue el primero en comprender que, después de todo, además de ser un solvente marino y un intrépido vikingo que había adquirido las costumbres y la lengua eslava de la región, debía aspirar a ser un príncipe conforme al deslumbrante modelo bizantino, que rodeaba al soberano de pompa, esplendor y un aura sagrada. Fue así como el escandinavo Vladímir cambió la tradicional política de coacción y pillaje por una política de acuerdos diplomáticos con el Imperio bizantino. Ésa era la señal esperada por los emperadores de Constantinopla, ya que su diplomacia consistía desde hacía siglos en confiar que un rey bárbaro se rindiera a la fascinación de sus palacios, iglesias, iconos y mosaicos, y apostara por establecer relaciones de amistad. 

Para demostrar sus buenas intenciones, Vladímir aportó una valiosa ayuda militar al emperador Basilio II Bulgaróctono: la famosa drujina o druzhina varegorrusa, un cuerpo militar de élite que contribuyó decididamente a sofocar la rebelión del general Bardas Focas. A cambio de este gesto de ayuda, Vladímir recibió de Basilio la mano de su hermana Ana que, como había ocurrido tantas veces con otras princesas entregadas a reyes bárbaros, aceptó su destino y marchó río arriba, a Kiev. 

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Vladímir escoge el cristianismo ortodoxo en vez del católico al no querer depender del Papa. Óleo de Iván Eggink, 1822.

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Nada más instalarse en sus aposentos de madera junto al Dniéper, la nueva
tsaritsa descubrió que su sacrificio tenía sentido, ya que Vladímir había aceptado recibir el bautismo antes de contraer matrimonio; así, en 988 se produjo la conversión del Rus al cristianismo ortodoxo, la religión de Bizancio. Desde ese momento, Ana supo que no iba a tratar con sanguinarios paganos, sino con cristianos cuya crueldad quedaba matizada por el miedo a las penas del infierno que los sacerdotes les transmitían en sus sermones desde las nuevas iglesias con cúpulas en forma de cebolla. 

Entre esos templos destacó el de los Diezmos o de la Dormición de la Virgen, un edificio de ladrillo y piedra, de tres naves, tres ábsides y una cúpula; era la mayor estructura arquitectónica vista hasta entonces tan al este y al norte de Europa. Ana había llevado ciertamente la religión cristiana y la civilización bizantina a los rus de Kiev. El efecto inmediato fue que los viejos vikingos buscaron la forma de que se olvidara su pasado con las actitudes devotas y el respeto a la moral y los rituales promovidos por la Iglesia ortodoxa. El paso definitivo a este nuevo clima espiritual y político fue la canonización de Vladímir a su muerte, en 1015, dejando un reino que pertenecía al mundo escandinavo pero que había comenzado a adoptar formas eslavas. Su hijo Yaroslav culminó la consolidación del ya poderoso principado de Kiev. 

Yaroslav el Cojo

Tras un fratricida litigio por la sucesión de Vladímir, se hizo con el trono el hijo más joven, Yaroslav, apodado «el Cojo», al que los hombres de su hermano mayor, instalados al otro lado del Dniéper, calificaban de lisiado; cuando llegó el invierno y el río se cubrió de una espesa capa de hielo, Yaroslav condujo a sus soldados al otro lado del río, y una vez allí empujó a sus enemigos hacia un lugar donde la capa de hielo era tan fina que se quebró y todos perecieron ahogados. No tuvo piedad ni siquiera para su hermano, que terminó sus días en los bosques de Polonia, mientras él transformaba en un reino la heterogénea confederación de rus interesados en controlar las rutas comerciales del Dniéper.

Bilibin yaroslav

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El prínciper Yaroslav de Kiev en un icono de J. Blbin pintado en 1926.

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Para ello, Yaroslav contó con la ayuda inestimable de la Iglesia bizantina, que promovió para él el título de «el Sabio», más adecuado para un rey cristiano que «el Cojo», al tiempo que alcanzaba el mayor triunfo de su vida al vencer a los pechenegos, un pueblo de las estepas que se presentaba como un formidable competidor en el control de la ruta del Dniéper. Además, Yaroslav consolidó su posición en el mundo escandinavo al contraer matrimonio conIngegerd, hija del poderoso Olaf Sköttkonnungr, al que las crónicas llamaban rex Sveroum Gothorumque, rey de los suecos y de los godos. 

Yaroslav culminó esa política ordenando construir la catedral de Santa Sofía de Kiev según el modelo de la propia Constantinopla, aunque la cubrió de demasiadas cúpulas, hasta trece, para el gusto del arte bizantino. Asentado en la nueva dignidad que le dio ser el responsable de tan suntuosa catedral, en cuyo interior unos mosaicos lo representaban a él y a su familia, los cronistas eclesiásticos decidieron reconstruir en retrospectiva el talento político de Yaroslav. 

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Santa Sofía de Kiev. Yaroslav, hijo y sucesor de Vadímir I, erigió esta original catedral ortodoxa con trece cúpulas, donde fue enterrado. Con ella, Kiev devino el centro espiritual del Rus. 

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Se habló entonces de cómo años atrás, siendo joven, su padre Vladímir lo había enviado como gobernador a una fortaleza situada a pocos días de viaje de la costa báltica, que él convirtió en la «Ciudad Nueva», Nóvgorod, cerca de un santuario y en el interior de una frondosa región de abedules. Gracias a él, Nóvgorod devino una ciudad fronteriza, donde las posibilidades de hacer buenos negocios atrajeron a numerosas figuras estelares vikingas. 

Allí apareció en 1028 el noruego Harald Hardrada, el último vikingo según la imagen romántica que queda de ellos, a quien el cronista Adam de Bremen llama «el relámpago del Norte» y cuyas gestas recreó Snorri Sturluson en la Heimskringla como hermano de san Olaf, al que ayuda en la conquista de Noruega. Se le vería por todos lados: en Constantinopla, entre los varegos al servicio del basileus (el emperador bizantino), luchando contra los musulmanes en el norte de África, en Sicilia... 

Facial Chronicle   b 13, p  070   Death of Yaroslav Vladimirovich

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Muerte de Yaroslav en la Crónica Ilustrada de Iván el Terrible, 1568-1576.

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Hardrade llegó a Nóvgorod con su fama de cruel y pendenciero, su mirada «tan dura como una serpiente», sus ansias de botín y, sobre todo, su afán por emparentar con la casa real de Kiev. Aunque sin demasiado entusiasmo, Yaroslav lo acogió, ya que comprendió la importancia de contar con él en sus numerosas luchas con los príncipes polacos, a los que Harald venció en diversas ocasiones. 

El último asalto a Bizancio

Las gestas de Harald le reportaron un gran prestigio, pero no el suficiente para aspirar a la mano de Isabel, hija de Yaroslav. Una cosa era ser un afamado capitán de varegos, y otra, ser un hombre capaz de aspirar a la mano de una mujer de la casa real. Las hijas de Yaroslav estaban destinadas a reyes, y ése fue el destino de las hermanas de Isabel: Anastasia se casó con el soberano de Hungría, y Ana, con el de Francia. Pero Harald no desistió de su propósito, y para aumentar su fama y sus riquezas llevó a cabo una empresa que dio nuevos aires al mundo de los rus: un viaje a la peligrosa Serkland, la «tierra de los sarracenos». Durante décadas, los varegos se habían interesado por ella, sosteniendo contactos comerciales con las caravanas de hombres de tez oscura, probablemente tártaros, que mantenían sólidas relaciones con el califa de Bagdad, la gran ciudad de torres que llegaban al cielo y de una riqueza inimaginable para los rudos rus que fantaseaban sobre ella desde sus casas de madera en Kiev. 

Yaroslav decidió contrarrestar la fama que adquiría el pretendiente de su hija y envió a su primogénito Vladímir al frente de una nutrida flota contra la «otra» Gran Ciudad: Constantinopla, la Miklagard de los vikingos, cuyos relatos decían que era prácticamente inexpugnable por su fuerte muralla. En 1043 comenzó el asalto a la ciudad, pero la flota varega casi fue destruida y Vladímir tuvo que batirse en retiradadebido al fuego griego bizantino, una sustancia que ardía incluso sobre el agua. Esa expedición fue la última que emprendieron los rus de Kiev contra Constantinopla, ya que la aparición de la tribu turca de los cumanos o polovtzianos impidió las relaciones directas entre ambos estados durante varios siglos. 

14 2 List of Radzivill Chron

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Ataque varego a Constantinopla en la crónica de Radziwill. Siglo XV.

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Sin embargo, la semilla de la cultura bizantina fructificó. Yaroslav había aprendido de los emperadores de Constantinopla la forma de tratar a héroes como Harald, que seguía empeñado en obtener la mano de su hija Isabel. La fama le precedía allí donde fuera; sus gestas en tierras de los sarracenos eran un tema habitual en las conversaciones al caer la tarde, ante el fuego.

Por fin, al regresar de una de esas expediciones vestido con ropas de seda regaladas por el califa, Yaroslav accedió por fin a que Harald se casara con su hija; un poeta escribió que «el guerrero de Noruega ganó la partida de su deseo». Era una forma de decir que logró a su princesa a cambio de la montaña de tesoros que puso a los pies de su padre. Y del glamour adquirido tras un año de residencia en la ciudad de las Mil y una noches

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En la cúpula central de la catedral de Santa Sofía de Kiev aparece esta representación de Cristo flanqueado por cuatro arcángeles, en un excepcional mosaico de factura bizantina; fue restaurado en 1884.

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Así pues, la épica de los vikingos define la historia de los primeros rus y, con ellos, de los orígenes de Rusia y Ucrania. Una historia tejida con aventuras, viajes, expediciones y grandes hazañas que, mil años después, siguen siendo tan fascinantes como cuando se narraban, en los inviernos gélidos, al calor del hogar.