El entierro del Conde de Orgaz de El Greco, comentario y breve análisis - Candela Vizcaíno
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El entierro del Conde de Orgaz de El Greco, comentario y breve análisis

El entierro del Conde de Orgaz de El Greco

El entierro del Conde de Orgaz de El Greco

Candela Vizcaíno

 

El entierro del Conde de Orgaz es una de las obras de El Greco más conocida y hoy se custodia en la Iglesia de Santo Tomé de Toledo. Fue un encargo del párroco Andrés Nuñez para conmemorar un milagro local acaecido dos siglos antes. La obra quedó terminada en 1586. Sigue, en esencia, las características del manierismo y el promotor de la misma, según los documentos conservados, no quedó satisfecho con el resultado. Y no quedó contento precisamente por los mismos cambios e innovaciones que hoy la hacen merecedora de un lugar destacado en la historia. Son las felices contradicciones del arte de todos los tiempos. 

El Greco nació en Creta en 1541 con el nombre de Doménikos Theotokópoulos. Allí comienza su producción pictórica centrada en la elaboración de iconos siguiendo las características del arte bizantino. Viaja a Italia donde entra en contacto con los artistas del Renacimiento italiano más importantes, sus obras y su técnica. Diez años duraron estos estudios hasta que recala en la corte española de Felipe II. Su mejor producción es de este periodo. Muere en Toledo en 1614. 

Características generales de las obras de El Greco 

Todas sus obras acusan un estilo muy original que adelanta los modos del arte barroco e, incluso, formatos que se trabajarían en pleno siglo XX. La temática es eminentemente religiosa quitando un puñado de retratos masculinos en los que los protagonistas aparecen en actitud seria, con poses de honor (El caballero de la mano en el pecho es un buen ejemplo de ello) y vistiendo el traje oscuro con golilla blanca característico de la corte. Sus obras religiosas han olvidado la sobriedad clásica y serena aprendida en Italia y se acercan al drama, al movimiento, a la subjetividad y al pathos del estilo barroco, especialmente las últimas  (Jesús expulsando a los mercaderes del templo es un buen ejemplo). Hay una preferencia por el horror vacui, por el abigarramiento y por la carnalidad. El tratamiento de sus personajes y escenas bíblicas (corroborado por el inventario de su biblioteca tras su muerte) se acerca a la mística que tan fantásticos frutos dio en la literatura española (Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz por poner solo los nombres de dos de los grandes). Encontramos, por tanto, una genuina espiritualidad entendida al margen de la ortodoxia y reflejada con auténtica libertad. Quizás por eso, sus obras, en ocasiones, no eran del agrado de sus patrocinadores y únicamente ha sido reivindicada de pleno derecho en el siglo XX con el gusto impuesto por las vanguardias.  

Las figuras de los cuadros de El Greco presentan un tratamiento muy original con una carnalidad que no se trataba en el arte de la época. Tanto los protagonistas como los formatos tienden a ser alargados y usa colores brillantes en extremo o que no se corresponden con los de la naturaleza. La visión del Apocalipsis, por ejemplo, entronca con las características del expresionismo europeo de principios de siglo XX más que con el arte de principios del siglo XVII. El Greco, en sus obras, en definitiva y reduciendo mucho, capta la esencia interior para llevarla al exterior.  

El Greco El entierro del Conde Orgaz

El entierro del Conde de Orgaz de El Greco

Es un lienzo pintado al óleo de grandes dimensione (480 x 360 cms). La obra narra una tradición milagrosa local y referida a a un hecho acaecido dos siglos antes. El protagonista es don Gonzalo Ruíz de Toledo, un noble nacido en 1526 y muerto en 1323. Vivió en la época de Alfonso X, el sabio y de la Escuela de Traductores. Llegó, incluso, a tener fama de santo en vida por sus innumerables y generosas obras de caridad, su piedad y sus muestras de inquebrantable fe. Esto cimentó la leyenda de su entierro milagroso. Testigos del momento afirmaron que los mismísimos San Esteban y San Agustín bajaron del cielo para depositar al piadoso señor en su sepulcro de la Iglesia de Santo Tomé.  

Dos siglos más tarde, el párroco (de nombre Andrés Núñez) mandó adecentar la tumba, construir una capilla con una bóveda e imprimir loas al señor de Orgaz y a él mismo. ¿El motivo? Acababa de ganar un pleito con dicha villa que se negaba a seguir pagando impuestos. Con toda probabilidad, con esos ingresos sufragó la gran pintura El entierro del Conde de Orgaz de El Greco. En el contrato de dicho encargo se especifica perfectamente el cariz que debía tener la obra. El problema (transformado en virtud y genialidad) llegó cuando el artista interpretó de manera bastante libre las indicaciones.

Análisis de El entierro del Conde de Orgaz

Lo primero que ese a de pintar desde arriba del arco hasta abajo y todo se a de pintar en lienzo hasta el epitafio que estás en la dlha. pared y lo demas abajo al fresco y en ello se [ha de] pintar un sepulcro y en el lienzo se a de pintar una procesión de como el cura y como los demás clérigos que estaban aciendo los oficios para enterrar a don gonzalo rruiz de toledo señor de la villa de orgaz y bajaron san agustin y san esteban a enterrar el cuerpo deste caballero el uno teniéndole de la cabeza y otro de los pies echandole en la sepoltura y fingiendo al rrededor mucha gente que estaba mirando y encima de todo esto se a de hacer un cielo abierto de gloria…

Del contrato de encargo de la pintura El entierro del Conde de Orgaz 

Partes del cuadro

Podemos dividirlo en tres partes desde arriba hacia abajo aceptando que falta la sepultura que también debería haberse pintado. En esencia, la obra es una continuación narrativa añadida a la tumba donde reposan los restos del noble. En la parte superior ese cielo de gloria al que hace alusión el contrato se ha sustituido por toda una escena del día de juicio en el que don Gonzalo comparece desnudo ante Cristo en majestad. El horror vacui es total, ya que la narración se ha completado con angelotes y otras figuras. Este nivel corresponde al cielo, al espíritu, al alma inmortal y eterna. La línea intermedia que divide el cuadro en dos está ocupada por una fila de hombres ataviados según la moda de la corte de Felipe II que observan la escena a la par que miran al espectador. Ellos son el símbolo de lo terreno, de lo actual y de lo cotidiano. A continuación, en el nivel inferior nos encontramos el entierro del señor de Orgaz propiamente dicho en el que los santos, ricamente ataviados, depositan al noble sobre una tumba que no aparece en la obra. Y es sobre la que se sitúa el cuadro. A su alrededor se despliegan religiosos con los atributos del día de difuntos. Este último nivel simboliza la muerte carnal, el fin de la vida en la tierra que solo puede redimirse por la fe, la devoción y la piedad de las que, en vida, hizo gala don Gonzalo.  

Personajes del cuadro El entierro del Conde de Orgaz de El Greco 

1.- Al parecer, cuando la obra estuvo visible para el público los toledanos eran capaces de identificar en esos rostros estáticos e imbuidos de contención a sus contemporáneos. Sin embargo, al día de hoy, únicamente podemos reconocer a Antonio de Covarrubias

2.- Los Santos Agustín y Esteban aparecen con ropas obispales en un suntuoso color amarillo que contrasta con la oscuridad de alrededor. 

3.- En el cuadro también se recogen representantes de la orden franciscana, agustina y trinitaria. 

4.- Andrés Núñez, párroco de la Iglesia de Santo Tomé de Toledo que realizó el encargo, es el cura de la derecha con la capa y los atributos de Santo Tomás. 

5.- El niño de la izquierda que mira fijamente al espectador se ha reconocido como Jorge Manuel, hijo, aprendiz en su taller, seguidor y heredero de El Greco. Nació en 1578 y esa fecha aparece en el papel que le sobresale del bolsillo. 

6.- Por supuesto, don Gonzalo Ruíz de Toledo, señor de Orgaz ya difunto. 

7.- Cristo en majestad, la Virgen María y el alma del conde.  

Más características de la pintura El entierro del Conde de Orgaz 

1.- Hay una referencia metadiscursiva, ya que junto al niño Jorge Manuel se encuentra otra obra. 

2.- Los tonos oscuros de los ropajes contrastan con el dorado de los santos, en clara simbolización con el brillo de la eternidad divina. 

3.- La representación es un oficio de difuntos clásica con su cruz procesional y sus seis cirios. 

4.- La blancura de las manos (símbolo del hacer humano) contrastan con la oscuridad de la obra. 

5.- El Greco no ha querido obviar el aspecto cadavérico y en descomposición a la hora de tratar el rostro lívido de don Gonzalo recordándonos ese memento mori tan querido en el Barroco español. Ha sido reflejado con naturalismo y carga filosófica a partes iguales. 

 

Comentario de El entierro del Conde de Orgaz

Como he anotado, al párroco de la Iglesia de Santo Tomé no le gustaron las licencias que se tomó El Greco. Sin embargo, son las que hacen grande y original la obra. En primer lugar, el cielo de gloria se ha sustituido por una día del juicio abundando aún más en la semántica de contraposición eternidad frente a mundo pasajero y vida frente a muerte. En el nivel superior espera Cristo en majestad, ayudado por la Virgen María, para sopesar los actos de los hombres en desnudez (como don Gonzalo) y despojado de todas las pompas terrenas. Arriba, por tanto, espera la inmortalidad, la gloria eterna y la salvación de las almas a quien se ha conducido con piedad, devoción y generosidad. La línea de los asistentes al entierro marca una frontera. Son, a la par, los espectadores del milagro y también los que pertenecen al mundo de los vivos. El último nivel con el cadáver sujetado por los santos nos introduce de lleno en el reino de los muertos. Esta significación se apoya en toda la parafernalia del oficio de difuntos en el que están presentes representantes de todas las órdenes religiosas de Toledo, tal como era costumbre en la época cuando se daba sepultura a un noble. 

En el aspecto visual contrasta el dorado de los ropajes de los santos con la oscuridad alrededor. Ellos son el punto hacia donde se dirige la mirada, tema último de la obra y, también, unión entre lo pasajero terrenal y lo inmortal celestial. Don Gonzalo luce putrefacto envuelto en su rico atuendo. Estamos, por tanto, ante la carne en corrupción que nos dice de la vacuidad de las vanidades terrenales frente a las glorias inmortales del cielo. 

Todo este abigarramiento simbólico, además, lo ha tratado El Greco en el cuadro El entierro del Conde de Orgaz de una manera muy personal, ya que ha colocado a todos los protagonistas en un locus contemporáneo. Y lo ha hecho no solo vistiendo a todos los intervinientes a la moda del momento sino retratando a personajes reconocibles en el Toledo de finales del siglo XVI. La obra, además, enlaza con el futuro al introducir a Jorge Manuel (hijo y heredero del artista) mirando hacia afuera e interrogando al espectador. Así, de alguna manera u otra, el pintor va enlazado dos temas unidos fuertemente: el devenir de la vida (pasado, presente y futuro) y la proyección cielo frente a tierra e inmortalidad frente a caducidad. Asistimos, por tanto, en el cuadro El entierro del Conde de Orgaz a una representación de un hecho milagroso pero también nos transmite una genuina devoción y creencia en un futuro luminoso tanto en este plano (simbolizado por Jorge Manuel) como en el más allá celestial. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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