Historia de Ana en la Biblia - resumen

Lo primero que debemos tratar en esta lección es la historia de Ana en la Biblia, siendo clave conocer el relato bíblico para con ello comprender porque esta figura femenina fue tan importante para la tradición cristiana. Para ello, debemos ir hasta la parte de la Biblia conocida como Samuel I, donde en sus dos primeros capítulos se habla de esta mujer.

En la Biblia, Ana es una de las dos mujeres de Elcana, junto a Penina, ya que en aquella época era común que los hombres tuvieran varias mujeres, especialmente cuando alguna de ellas no era fértil. Ana no pudo tener hijos con Elcana, al contrario que Penina, que sí tuvo descendencia de él. Por ello, una de las grandes preocupaciones de Ana era tener descendencia de Elcana. Este mensaje va relacionado con el de otras mujeres de la Biblia, las cuales buscaban de todas las formas posibles una descendencia, ya que en aquella época el conseguir un descendiente era uno de los objetivos básicos de cualquier persona.

Se dice que cada año, Elcana ofrecía un sacrificio en el santuario de Silo, dando una porción a Penina y sus hijos, y otra el doble de grande a Ana porque la amaba y Dios había cerrado su vientre. Tras cada sacrificio, Penina se reía de Ana, criticando su falta de fertilidad. La realidad es que Penina tenía envidia de Ana, ya que era la favorita de Elcana, y para intentar reprimir esta envidia, la atacaba con el tema de la fertilidad.

Un día, Ana subió al Tabernáculo, siendo el santuario móvil de los israelitas, y lloró mientras oraba a Dios que le diera la capacidad de ser fértil. Ana prometió que si Dios le daba un hijo este estaría siempre al servicio de Dios, y que no estaría ni un día de su vida fuera del camino de Dios. Los lloros de Ana fueron escuchados por el Sumo Sacerdote Eli, que pensó que Ana estaba borracha, pero al darse cuenta de que estaba sobria, le dejo marchar y la bendijo ante Dios.

Al poco tiempo, Ana quedó encinta de Elcana, ya que Dios había escuchado sus plegarias. El hijo de Ana fue llamado Samuel, que significaba Oído por Dios, ya que había sido concebido gracias a que Dios había escuchado las oraciones de Ana. Años más tarde Samuel fue entregado al templo, para que pudiera servir a Dios gracias al que había nacido. El encargado de criar a Samuel fue el Sumo Sacerdote Elí, que al saber que Samuel había nacido gracias a Dios, pensó que al profeta le aguardaba un gran futuro en la casa de Dios.

Ana concibió 5 hijos más, 3 niños y 2 niñas, siendo todos ellos hijos de Elcana también. No sabemos mucho más de la vida de Ana, pero sí que sabemos que se le considera profetisa, al haber profetizado que su hijo sería profeta, y que fue una persona muy amada y respetada en el Israel de la época. Del resto de hijos de Ana tampoco sabemos nada, solo que se mantuvieron en Israel, y que ninguno de ellos tuvo la relevancia bíblica que si que tuvo Samuel.

Para continuar este resumen de la historia de Ana en la Biblia debemos hablar sobre el hijo de esta, Samuel. Como ya hemos comentado la vida de este hombre estuvo centrada siempre en Dios, siendo por ello uno de los profetas más importantes de la historia.

Samuel fue un importante profeta y juez en la historia de Israel, siendo su vida narrada principalmente en el libro de Samuel, ubicado en la Biblia, y más concretamente en el conocido como Antiguo Testamento.

Como ya hemos comentado, Samuel fue dado al templo de Silo por su madre, debido a su promesa con Dios, siendo criado por tanto en este lugar bajo la tutela del sacerdote Eli. Fue en este templo que Samuel recibió el mensaje de Dios, siendo muy joven cuando recibió su llamada.

Samuel es considerado una de las personas clave en la historia de Israel ayudando a la transición del sistema de jueces a una monarquía. Es por ello que Samuel fue el encargado de ungir al primer rey de Israel, Saúl, siendo una tarea que el propio Dios le dio al profeta. Pero también fue el enviado para ungir a David como rey, cuando Saúl desobedeció a Dios.

Durante toda su vida, Samuel fue un importante juez y profeta, guiando al pueblo de Israel, y siendo un importante intermediario entre ellos y Dios. Por todo ello Samuel nunca abandonó a Dios, cumpliendo la palabra de su madre Ana.

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