Confieso que el primer episodio de 'Big Little Lies' no me gustó demasiado. La vida de estas neuróticas madres de Monterey y sus dramas de colegios de pago me resultaba repelente, pero aún así veía que tenía ciertos ingredientes para demostrar ser algo mejor de lo que parecía. A saber: un reparto encabezado por Reese Witherspoon, Nicole Kidman y Shailene Woodley, pero también con Laura Dern como secundaria de lujo; un aclamado best-seller como material de base; y a un guionista curtido como es David E. Kelley a los mandos. Afortunadamente, seguí viéndola.

Y lo que parecía una historia superficial más de mujeres ricas con el misterio de un asesinato de fondo se ha desvelado como un sólido relato sobre las mujeres, las relaciones entre ellas y la violencia en la pareja. Poco a poco van apareciendo los fantasmas de las protagonistas, sus traumas, sus miedos. Pero sobre todo, se va minando ese cliché tan manido, pero tan asimilado por mucha gente, de que las mujeres son su propio peor enemigo.

Porque aunque ciertamente se libran guerras casi políticas entre Renata, Jane, Madeline o Bonnie, sus motivaciones quedan siempre bien explicadas y todo conduce hasta un cierre que acaba con esas disputas. Ellas se alinean y dejan de lado sus diferencias cuando se reconocen como iguales, como compañeras, que han sufrido las mismas trabas como la desaprobación social por tener éxito laboral o ser cuestionadas como madres.

Pero si hay una trama que destaca en 'Big Little Lies' es la de Celeste (el personaje de Kidman), a través del cual se retrata una relación de malos tratos muy bien construida: se muestran sus dos caras, el infierno en casa y las idílicas apariencias en la calle. Vemos cómo intenta justificarle, devolverle los golpes o compartir la culpa. Las conversaciones con su psicóloga, donde consigue procesar la realidad de lo que está viviendo, resultan sobrecogedoras.

UN FINAL IDÓNEO

Lo más destacable de 'Big Little Lies' es un final perfecto donde las tramas principales confluyen. Junto al drama doméstico de Celeste tenemos a Jane (Woodley), perseguida por la violación que sufrió en el pasado y de la que nació su hijo Ziggy. La joven vive atormentada porque, de algún modo, su pequeño haya heredado de aquel hombre algo de maldad, al ser señalado en el colegio de acosador.

Es entonces cuando todo converge: no solo Ziggy es inocente sino que quien sí ha asimilado la violencia es uno de los hijos de Celeste. Ese será el detonante para que decida romper con el maltratador pues, hasta entonces, pensaba que sus pequeños estaban al margen de lo que pasaba en su matrimonio. Para cerrar el círculo, Jane descubre que el marido de Celeste es su violador, un giro que, quizás, sea rizar demasiado el rizo. Funcionaría igual si, simplemente, reconoce en él rasgos de similares a los del hombre que inició su calvario.

Human, Hat, Sitting, Leisure, Summer, Tourism, Vacation, Sand, Travel, Sun hat, pinterest

Aunque es cierto que el personaje de Madeline (Witherspoon) queda menos incluido en esta confluencia de las tramas, hay que destacar que es lo más divertido de 'Big Little Lies' y que aporta un tono más ligero aunque también tenga sus propios problemas. La sororidad que demuestran todas en desenlace y esa sencuencia final en la playa ponen un bonito cierre a una historia que un rato antes nos tenía en tensión, haciéndonos imaginar lo peor. Juntas siguen adelante.

¿UNA SEGUNDA TEMPORADA?

Tras el éxito de 'Big Little Lies' se está comentando mucho si la miniserie debería tener una segunda temporada. La historia está terminada, desde luego, pero hay quien piensa que los personajes de Reese Witherspoon y compañía son demasiado buenos para dejarlos marchas. En mi opinión, y por mucho que me haya gustado, continuar esta ficción sería un grave error. La esencia de la serie han sido las pequeñas batallas entre las madres de Monterey y tras su final volver a eso sería incongruente. No se puede regresar el universo que hemos visto a lo largo de los episodios porque su cierre lo ha dinamitado al unir a este grupo de mujeres en paz y armonía.

Headshot of Álvaro Onieva
Álvaro Onieva

Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".