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En 1995, Jodie Foster digirió una película titulada A casa por vacaciones en la que los miembros de una extensa familia se reunían en una mansión de Baltimore para celebrar el día de acción de gracias y comer el clásico pavo. Como su título indica, en Christmas Eve in Miller’s Point no se reúnen en noviembre, sino en Nochebuena, y no comen pavo sino una serie de suculentos platos y pasteles. Los miembros de la familia están vigilados por una abuela que lamenta los que no están y la casa familiar está cerca de Coney Island. La película no resulta novedosa y si trasladamos su trama a Europa nos encontraremos con variantes de reuniones familiares como el cumpleaños de Celebración de Thomas Vinterberg o el entierro de Los que me quieren cogerán el tren de Patrice Chéreau. En esta ocasión la película transcurre a medida que avanza la noche y quiere ser un homenaje a los que se han perdido en las plácidas noches navideñas. En la reunión familiar no hay ningún golpe de afecto y cuando se acaba la cena los adolescentes se escapan hasta que acaban viendo amanecer mientras han formado nuevas parejas. Como suele ser habitual siempre están los que se quedan solos y los que intentan encontrar un poco de calor a las penas. Una película simpática que no ofrece demasiadas particularidades con la excepción de ver actuar juntas a la hija de Martin Scorsese, Francesca Scorsese y al hijo de Steven Spielberg, Sawyer Spielberg.

Àngel Quintana

El que es el tercer largo de Tyler Taormina (después de Ham On Rye y Happer’s Comet) se encierra en la casa de los Blasano, una gran familia italo-americana de Long Island (New York), el día de Nochebuena. Y en el plano que presenta los títulos de crédito vemos pasar las luces que decoran las casas del barrio… pero las vemos al revés. Después descubrimos que es el punto de vista del hijo pequeño de los cuatro miembros de la familia que vieja en coche, camino de la fiesta, y que mira por la ventana con la cabeza hacia abajo. Y es que, efectivamente, la película de Taormina observa el rito de la celebración desde una distancia algo extrañada que podría ser la del que mira del revés. El punto de vista del niño además pasa enseguida al padre (Christmas Eve in Miller’s Point es una película coral) que, forzando cómicamente una sonrisa, afirma a continuación que esa será la cara con la que afronte la noche. Y es que hay también en el film un modo de observación ácido, crítico, distanciado y al mismo tiempo afectuoso hacia todos estos personajes que aceptan los códigos sociales impostados en los que, sin embargo, nos colocamos siempre sin más cuestionamiento cuando se trata de una ceremonia (Navidades, bodas, bautizos y demás celebraciones).

Uno de los elementos más personales de la propuesta es la capacidad para jugar con los tonos y combinar el humor, la felicidad y la tristeza, pero también la poesía (esos planos casi abstractos de las luces), la ternura (en los encuentros amorosos dentro de los coches mientras la nieve que cubre los cristales favorece la atmósfera de calor e intimidad que hay dentro, en una de las secuencias más interesantes) o incluso el cinismo. Y sin embargo, es probable que sea la nostalgia el elemento que se encuentra en el centro de Christmas Eve in Miller’s Point (con lo bueno y malo que esto supone) que incluye una secuencia en la que vemos los rostros emocionados de cada uno de los miembros de la familia iluminados por la proyección de los viejos vídeos VHS que miran todos juntos. La película de Taormina propone una confrontación con el tiempo que está más allá de la edad y que afecta a cualquier generación, de la abuela ya enferma a los niños que juegan. Christmas Eve… es un film sobre la comunidad y la familia (y en esto, como tantas otras ya vistas), pero también sobre el modo en el que cada uno, a pesar de estar acompañado, atraviesa en soledad su particular proceso de asunción del paso del tiempo y de todo eso que gana y que pierde mientras envejece. La relación conflictiva entre la madre y la hija adolescente (de aquellos cuatro que viajaban en el coche al inicio del film) es central en este asunto que se relaciona a su vez con una idea de la desaparición que pasa asimismo por la propia casa (a punto de ser vendida) y por todos esos objetos (algunos realmente curiosos) que la cámara va retratando.

Jara Yáñez