Diego de Pantoja, el jesuita y científico madrileño que encandiló al emperador de China con unos relojes
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29 de mayo de 2024

El jesuita Diego de Pantoja fue el primer misionero español en llegar a China

El jesuita Diego de Pantoja fue el primer misionero español en llegar a ChinaD.G.

Primer misionero español en llegar a China

Diego de Pantoja, el jesuita y científico madrileño que encandiló al emperador de China con unos relojes

La diócesis de Getafe presenta en Roma el documental que repasa la sorprendente vida del religioso nacido en Valdemoro en 1571

No resultaba sencillo conquistar con regalos nada menos que al emperador de China, Wan Li. Corría el año 1600 y el gigante asiático se mostraba completamente hermético a cualquier influencia del exterior.
Sin embargo, un intrépido misionero, científico y escritor jesuita, Diego de Pantoja, parecía resuelto a conseguir la conversión a la fe católica del mandatario supremo. Si abrazaba el cristianismo, pensaba, todos sus súbditos lo harían también.
El religioso, nacido en Valdemoro (Madrid) 29 años antes, llegó a la ciudad de Nanking, en el sur de China, en marzo de 1600. Allí, otro intrépido jesuita, el siervo de Dios Matteo Ricci, le impartió clases de mandarín; aprendió las costumbres del país, cambió su traje clerical por la bata y tocado de los letrados confucianos y transformó su apellido castellano Pantoja en Pang Ti-uo, que a los locales les resultaba más sencillo de pronunciar.
Ricci comprobó que el recién llegado tenía un buen oído, por lo que dispuso que el padre Lázaro Cattaneo (1568-1640) le instruyera en el uso del manicordio o clavicordio, un instrumento musical de teclado, de cuerda percutida. Sin saberlo, con este sencillo gesto le estaba abriendo nada menos que las puertas de la Ciudad Prohibida de Pekín. Unos meses más tarde, los padres Ricci y Pantoja, acompañados por dos jesuitas más, arribarían al puerto de Tianchín con regalos para el emperador: un mapamundi, una biblia, un clavicordio, retratos de Jesucristo y la Virgen María, un grabado al aguafuerte de San Lorenzo de El Escorial y dos relojes.
Los misioneros pasaron varios meses retenidos antes de ser recibidos en Pekín. De hecho, nunca llegaron a conocer a Wan Li en persona, pues se consideraba indigno de un emperador el contacto directo con personas ajenas a su círculo más inmediato. Sin embargo, la curiosidad del mandatario por conocer el aspecto físico de De Pantoja y Ricci hizo que encargara a dos pintores de la corte que elaboraran los retratos de ambos.
Aun así, Wan Li quedó prendado por los presentes con los que le obsequiaron, en especial los relojes. El emperador ordenó a cuatro de sus eunucos que aprendieran a darles cuerda, y a otros cuatro músicos les encomendó que aprendieran a tocar el clavicordio, instrumento musical desconocido en China. Fue el propio Diego de Pantoja el que se encargó de enseñarles, para deleite de Wan Li.

Ocho ducados de oro

Tan encantado estaba el mandatario con los obsequios que permitió que los recién llegados se instalasen en Pekín, algo totalmente prohibido para los extranjeros. Incluso se les asignó un subsidio mensual de ocho ducados de oro. Los dos jesuitas llegaron a ser requeridos en la Ciudad Prohibida cuando los relojes comenzaron a fallar y hubo que repararlos.
El jesuita Diego de Pantoja, con ropajes orientales

El jesuita Diego de Pantoja, ataviado con ropajes orientales

El viaje hasta Pekín y el encuentro con las autoridades de palacio están relatados en unas cartas que Diego de Pantoja envía en 1602 a España y que se imprimen en Valladolid un par de años después. La narración alcanzó una gran popularidad en la España del siglo XVII, ya que los usos y costumbres de China eran absolutamente desconocidos en Europa y el secretismo de la Corte Imperial no facilitaba las cosas. Pero el hecho de que Pantoja se convirtiera en maestro de música del palacio le permitió obtener información de primera mano que ningún europeo había manejado con anterioridad.
Los años de Pantoja en Pekín también resultaron fructuosos desde el punto de vista espiritual. Junto al padre Ricci, lograron evangelizar a decenas de personas, entre ellas algunas figuras ilustres, que después ayudarán a la difusión del Evangelio. Este español de Valdemoro escribió incluso un relato de la Pasión de Cristo en chino que durante siglos se mantuvo en la liturgia del gigante asiático.
Sin embargo, la presencia de los jesuitas en Pekín tuvo un brusco final, con su expulsión en 1616, por una persecución que comenzó en la ciudad de Nankino. Diego de Pantoja se vio obligado a exiliarse en Macao, donde murió poco después, en 1618, a los 47 años de edad.

Presentación en Roma

El próximo 28 de mayo, a las 17:30 horas, la Sala de la Curia General de la Compañía de Jesús de Roma acogerá el estreno del documental en chino Diego de Pantoja, SJ: Un puente entre China y Occidente. Dirigido por Jesús Folgado García, delegado de Cultura de la diócesis de Getafe (Madrid), la película pretende acercar la figura del misionero, científico y escritor jesuita al público de habla china.
Pese a que en España es poco conocido, en China goza de una gran popularidad, hasta el punto de que el Gobierno del país estableció el Año de Diego de Pantoja en 2018, reconociendo así el ingente trabajo que realizó el misionero en el gigante asiático.
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