Poesías, Simon Dach

[Gedichte]. Sin reunir­ías en una colección única, Simon Dach (1605-1659) dejó numerosas poesías de ca­rácter religioso y profano, en su mayor parte piezas de circunstancias; en 1876 volvió a publicarlas H. Oesterley, con el título de «Gedichte», y más tarde hizo una edición crítica en cuatro volúmenes (1933- 1938).

Dach escribía para ganarse la vida, y se comprende el tormento que este «oficio» producía a quien, como poeta, se sentía llamado por Dios. Da fe de ello su natu­raleza sentimental y subjetiva, extraña siempre a los terribles acontecimientos de las guerras y de las pestilencias, de que Dach fue espectador en Königsberg (donde desde 1633 enseñaba en la Escuela de la Catedral y donde desde 1638 tuvo cátedra de poesía en la Universidad), atento únicamente a los afectos de la familia, de los amigos, de su protector el Príncipe Elector Federico Guillermo. Dach era de naturaleza tan delicadamente de acuerdo con su sen­sibilidad musical que para él «tocar el violín» (Geigen) significaba escribir poesía.

Y a esta sensibilidad iluminada por una serenidad cristiana y humanista, que sólo el pensamiento de la muerte ofuscaba algu­nas veces, son debidas sus poesías más sin­ceras (muchas de las cuales fueron musicadas por Heinrich Albert), las cuales, fue­ra de toda influencia barroca, no quieren en­riquecerse con contrastes complicados, como era corriente entre otros poetas, sino sólo componer un sumiso y humilde comentario a la vida. Dach, con realismo cordial, amó la delectación en lo bello de la naturaleza y, con anhelo sentimental, supo dar al lied alemán un nuevo contenido poético y una nueva forma: la del aria italiana. Un célebre lied, que pronto se hizo po­pular, es el de Anke de Tharau (v.), pero se discute su atribución a Dach.

G. Lupi