No hay duda que el actor inglés tiene una pasión especial por el dramaturgo Oscar Wilde, como se vio reflejada en su opera prima, La importancia de llamarse Oscar Wilde (1999), donde Everett se estrenó en la dirección, escribió la historia y llevó todo el peso de la interpretación, en un biopic sobre los años más convulsos del polémico escritor.
La primera curiosidad de este trabajo la encontramos en el título. Aunque en España se usó un juego de palabras de una de las obras de Wilde, La importancia de llamarse Ernesto, en realidad la versión original llevaba el nombre de otra de ellas, el cuento de hadas The Happy Prince.
Rupert Everett nos ofrece una dimensión excepcional de la personalidad del dramaturgo, entre la genialidad y la locura, llevando el proyecto hasta un gran nivel. Sabe plasmar el ascenso a la gloria y ese paso, casi inmediato, que lleva a la caída mas estrepitosa. La película narra los momentos más dramáticos de la vida de Wilde, cuando está disfrutando de sus mayores éxitos literarios y fama, hasta verse atrapado en una sociedad que no aceptaba la homosexualidad y que llevó al escritor a la cárcel tras el llamado “Proceso Wilde”. Tras caer en la miseria, continuó escribiendo, incluso desde la cárcel, donde dio forma a su famosa obra De profundis, una epistola dedicada a su amante Alfred, donde se muestra culpable y abandonado a la vez.
La película se centra en la relación tóxica que mantuvo con el aristócrata Alfred Douglas (Calvin Morgan), que además enfrentó a ambas familias que negaban su relación. La muerte de su esposa Constance (Emily Watson) y el abandono de Alfred, le sumieron en una espiral autodestructiva en sus últimos años, que vivió en París bajo el nombre de Sebastián Melmoth, arruinado y enfermo. En su lecho de muerte, donde el dramaturgo abrazó la fe católica, estuvo rodeado por sus verdaderos amigos, aquellos que nunca le abandonaron en sus peores momentos, como Robert «Robbie» Ross (Edwin Thomas), que había sido amante de Wilde o el escritor Reggie Turner (Colin Firth).
Pero el fantástico trabajo de Everett no tuvo suficiente eco entre la crítica. Nominado como mejor actor en los premios del Cine Europeo y del Cine Independiente Británico, consiguió llevarse el galardón de los Satellite Awards a la mejor ópera prima. Sin duda, poco reconocimiento para la gran dimensión que ofrece.
Everett ha interpretado en muchas ocasiones a personajes homosexuales, condición sexual que el actor nunca ha ocultado (incluso ha admitido que se prostituyó para poder estudiar). Un ejemplo de estos trabajos son Otro país (Marek Kanievska, 1984), La boda de mi mejor amigo (P. J. Hogan, 1997) o Algo casi perfecto (John Schlesinger, 2000).
La relación de Everett con las obras de Wilde era anterior a esta película. Participó como protagonista en Un marido ideal (1999) y en La importancia de llamarse Ernesto (2002), ambas dirigidas por Oliver Parker. Pero la obra del escritor irlandés que más se ha llevado a la pantalla es, sin duda, El retrato de Dorian Gray. Desde la primera versión, la danesa de Axel Stiwart en 1910, hasta la última de Oliver Parker en 2009, en la que también participó Colin Firth, hasta en veinte ocasiones se ha usado la historia de terror gótico centrada en el narcisismo del protagonista.
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El título original de La importancia de llamarse Ernesto en inglés también es un juego de palabras. Earnest significa serio, formal. Por tanto The Importance of Being Earnest se puede traducir también como la importancia de ser serio.
03 mayo 2024 | 12:31 pm