Está claro a qué remite el apellido Mussolini: o a Benito, al célebre dictador italiano fundador del fascismo, o a su polifacética nieta Alessandra, europarlamentaria que intenta seguir los pasos de su abuelo al frente de un partido de extrema derecha de nuevo cuño.

Pues bien, el nexo familiar entre ambos, hijo del primero y padre de la segunda, se llamaba Romano y, a pesar de formar parte de esa dinastía, su papel en la Historia no está relacionado con la política sino con el arte: Romano Mussolini fue un prestigioso pianista de jazz.

Vayamos hacia atrás en el tiempo. Hasta 1910 concretamente, en que un profesor romañés, temperamental y bravucón, tendente a meterse en peleas y exaltado socialista, que por herencia paterna dirige el periódico L’Avvenire del Lavoratore, es encarcelado por actividades subversivas y desterrado de Trento, la ciudad donde vive, trasladándose a Forti. Allí se pone al frente de la agrupación socialista local, colabora con las revistas Soffitta y La Lotta di Classe, además de publicar una novela satírica de tono anticlerical titulada Claudia Particella, l’amante del cardinale Madruzzo.

Ficha policial de Benito Mussolini en 1903/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pero, sobre todo, es el lugar donde al año siguiente conoce a Rachele Guidi, una campesina nacida en el mismo pueblo que él y que le admiraba por sus vehementes ideas. Se enamoran y mantienen un idilio. De hecho no sería la única, ya que en 1912 él, Benito Mussolini, tiene amoríos también con Margherita Sarfatti, una intelectual italo-judía. ambos casos los lleva con discreción porque en realidad está comprometido con otra mujer, Ida Irene Dalser, trentina de posición acomodada cuya historia con él no está del todo clara -luego veremos el porqué- pero que, al fin y a la postre, termina en boda en 1914.

Fruto de ese matrimonio fue el primogénito, al que pusieron el nombre de su padre… pero que en realidad no era tal porque Benito ya había tenido una hija con Rachele, bautizada como Edda (la que se casaría con Galeazzo Ciano). Evidentemente, Ida no estaba dispuesta a compartir a su marido y la relación conyugal se deterioró hasta el punto de que Benito abandonó a su esposa y se alistó en el ejército; acababa de estallar la Primera Guerra Mundial. Herido en combate, fue repatriado poco después y aprovechó su regreso para casarse con Rachele, oficializando su relación. Ida seguía cobrando la pensión correspondiente pero ya estaba fuera de la vida de su ex.

Ida Dalser con su hijo Benito Albino/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Años después, instaurada la dictadura fascista, el aparato estatal intentaría eliminar cualquier prueba documental del primer matrimonio e incluso se encerró a la mujer en un manicomio tras reivindicar su parentesco con el Duce. Cuando Ida falleció, en 1937 y recluida en una isla veneciana para mantenerla apartada, un jefe de la policía adoptó al joven Benito Albino (ése era el nombre completo de su hijo), al que se permitió ingresar en la Regia Marina hasta que también reclamó el reconocimiento de su padre, y entonces terminó como su progenitora, internado en un asilo; murió en 1942, dicen que de desnutrición.

Retrocedamos cronológicamente de nuevo. Una vez que rompió los vínculos con su esposa, a Mussolini le quedaron las manos libres para casarse con Rachele. Efectivamente, lo hicieron en diciembre de 1915 con una ceremonia civil celebrada en Treviglio, aunque una década más tarde renovarían sus votos con otra religiosa, dadas las circunstancias. Y es que desde 1917, en que terminó la contienda mundial, la posición ideológica de Mussolini había cambiado, en parte por razones personales y en parte por los condicionantes externos.

Rachele y Benito Mussolini en la playa con sus hijos Bruno, vittorio y edda (1923)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Así, su enfrentamiento con el partido por discrepar con su dirección al inclinarse ésta por una política pro-neutralidad en la guerra, sumado a su progresiva radicalización personal, que provocaba reservas en sus compañeros, se combinaron con su indignación por el estado de semiabandono sufrido por los soldados y el decepcionante beneficio que sacó Italia en el Tratado de Versalles. El país quedó envuelto en huelgas y conflictos, tal cual pasó en Alemania, y Mussolini consideró culpable a la izquierda por no saber dar respuesta a la situación.

Como reacción, en 1919 fundó los Fasci Italiani di Combatimento, cuyos militantes, apodados camisas negras por su uniforme, se lanzaron a la vía pública para enfrentarse a los grupos izquierdistas e imponer su control. En 1922 los Fasci pasaron a ser el Partido Nacional Fascista, primer paso de un plan para hacerse con el poder basándose en la presión en la calle. El rey Vittorio Emanuele no supo o no quiso frenarlo y cedió, encargándole a Mussolini la formación de gobierno pese a que apenas tenía diputados; los camisas negras se encargaron de cimentar esa jugada con la famosa Marcha sobre Roma.

El fascismo lograba así su objetivo y además con plenos poderes, obtenidos decreto tras decreto así como con los buenos resultados sacados en las elecciones de 1924, a despecho de las denuncias de fraude del diputado socialista Giacomo Matteotti. Su asesinato a manos de squadristas fascistas provocó que los diputados abandonaran el Parlamento en señal de protesta en un grave error estratégico porque dejaron a Mussolini las manos libres para imponer el régimen que quería sin obstáculos.

Entretanto, continuaba su vida con Rachele y empezaron a llegar más hijos que sumar a Edda. En 1916 habían tenido a Vittorio y en 1918 a Bruno; el 26 de septiembre de 1927 fue el turno de Romano y dos años más tarde el de Anna Maria. En 1933 Mussolini conoció a Clara Petacci, una romana casada pero que le admiraba ciegamente y que aprovechó un encuentro casual en Ostia para iniciar una relación con él. Rachele intentó evitarlo pero no pudo y se resignó a un impostado papel de esposa devota, cosa curiosa teniendo en cuenta su militante juventud socialista; al menos pudo escapar del terrible destino de Benito y su amante en 1945, viviendo el resto de su vida con la pensión que le correspondía por ser viuda de un funcionario público.

La Marcha sobre Roma de los camisas negras/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Y mientras, el joven Romano y sus hermanos crecían en Villa Torlonia, una fastuosa hacienda urbana construida para la aristocrática familia homónima en el primer tercio del siglo XIX y donde el Duce, como ya se había hecho nombrar, había instalado incluso un búnker. La infancia de aquellos niños estuvo marcada por la posición cuasi divina de su padre, aunque curiosamente ninguno de ellos nació en la capital italiana; salvo Vittorio y Bruno (y Benito Albino), que lo hicieron en Milán, el resto llegaron a este mundo en Villa Carpena, una propiedad que posteriormente se rebautizó como Villa Mussolini y se encuentra en Forli, aquella ciudad donde se conocieron sus padres.

Parece ser que Romano sintió inclinación por la música desde pequeño y aprendió a tocar el acordeón mientras probaba el piano por su cuenta, algo que su padre se encargó de incentivarle acompañándole al violín. También ayudó su hermano mayor, Vittorio, pues además de piloto de la Regia Aeronautica (con la que combatió en Etiopía -junto a Bruno-, España y la Segunda Guerra Mundial) era muy aficionado al cine y la farándula, trabajando siempre en el mundo de la escena como productor, y por eso constituyó una ayuda impagable para Romano.

El joven se benefició también de su privilegiada posición para poder acceder a un tipo de música nueva que venía de América y que estaba vetada para el resto de los italianos por ser extranjera: el jazz. Vittorio le facilitó algunos discos importados. Este estilo le cautivó para siempre y parece ser que incluso tuvo ocasión de conocer a Duke Ellington, con quien mantuvo amistad el resto de sus días. No obstante, la carrera de Romano no pudo empezar en serio hasta que murió su padre y cayó el régimen que había montado. Por tanto, fue en la posguerra cuando por fin pudo tocar jazz.

Romano mussolini, en la playa junto a su padre (1932)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Estaba con su madre y hermanos en Como, tras un frustrado intento de cruzar la frontera suiza, cuando se enteraron de la muerte del Duce. Temiendo acabar igual, se entregaron a los estadounidenses, quienes se los pasaron a los británicos para que los llevaran al campo de concentración de Terni para después ser confinados en casa de la familia Covatta. Como tenían un piano, Romano pudo practicar cuanto quiso. En 1947 se les concedió una amnistía y él se unió al quinteto All Stars, de Ugo Calise, como acordeonista.

Alternaba los conciertos con estudios de económicas pero por problemas de salud se vio obligado a instalarse en Roma en 1952. En la capital ejerció varios trabajos para el sector publicitario pero se las arregló para formar parte de un cuarteto en el que también figuraba Carlo Loffredo, un contrabajista autodidacta y de procedencia universitaria que había colaborado con el compositor Piero Piccioni (posterior autor de bandas sonoras en filmes de directores como Visconti, Bertolucci, De Sica o Rossellini, entre otros) en la primera banda de jazz de Italia. En la segunda mitad de los años cuarenta, Loffredo fue el impulsor del jazz en Roma gracias a un club fundado ad hoc, ganando el Festival de Jazz de Praga y creando en 1949 la Roman New Orleans Jazz Band.

Romano, que había adoptado el pseudónimo artístico Romano Full para librarse de las resonancias de su apellido, grabó con Loffredo una versión de How high the moon, un clásico popularizado por Bennie Goodman en 1940 y por Ella Fitzgerald en 1947. Pero su gran paso adelante llegó en la década de los cincuenta, pues a mediados de ésta lanzó un primer disco titulado con su apodo y al año siguiente otro ya con su verdadero nombre, con el que además bautizaría a su propio grupo: Romano Mussolini All Stars. El disco se presentó en 1956 y en él participaron Lilian Tery como vocalista, Nunzio Rotondo a la trompeta, Franco Mondini en la batería, Gino Marinazzi con el saxofón y Carlo Loffredo, Sergio Biseo y Franco Pozzi como bajistas, siendo aplaudido por la crítica.

Su éxito le asentó definitivamente en el mundo del jazz. Grabó con Dizzy Gillespie y formó el Romano Mussolini Trio con Carlo Loffredo y Pepito Pignatelli, participando en el Festival de Jazz de San Remo del 57 y en el de Roma del año siguiente, por citar sólo algunos. No sólo le iba bien en lo profesional sino también en lo personal, ya que en 1962 se casó con Anna Maria Villani Scicolone, hermana de Sofía Loren, con la que tuvo dos hijas: la mencionada Alessandra y Elisabetta. La felicidad del matrimonio duraría hasta mediados de los setenta, pasando así unos años fructíferos en los que probó también como productor cinematográfico, aunque la aventuira salió mal y perdió mucho dinero.

En 1963 el álbum Jazz en Studio 7 fue elegido el mejor del año por la crítica, abriéndoles la puerta a hacer una gira fuera de Italia (España, Portugal, México) y tocar junto a leyendas como Chet Baker, Dizzy Gillespie, Lionel Hampton y Tony Scott. Por supuesto, también con figuras nacionales como Dino Piana, Gil Cuppini, Pino Presti, Franco Cerri, Enzo Scoppa, Carlo Sola y Franco Tonani, si bien eso fue ya en la década siguiente, cuando Romano ya se había metido en otra aventura: la música de cine.

Soft & Swing, uno de los discos de Romano Mussolini (1996)

Compuso cinco bandas sonoras, a veces en solitario, a veces junto a colaboradores como Giuseppe Orlandini: La ragazzola, Kriminal, Satanik, Tous les chemins mènent à l’homme y la que fue la última obra de ese tipo en 1992, Alibi perfetto. La relación con el séptimo arte se amplió aún más al separarse de Anna Maria para contraer segundas nupcias con la actriz televisiva Carla Maria Puccini, con quien tuvo otra hija, Rachele. Su último grupo se llamó Romano Mussolini Ensemble pero ya no levantaba tanto interés porque lo que se imponía era el pop. Para entonces ya alternaba la música con la pintura, a la que se aficionó en aquel confinamiento de la posguerra y en la que también destacó; llegó a exponer en Nueva York.

En total grabó catorce álbumes más otros dos póstumos pero ¿y qué hay de su ideología? Al contrario que su padre y su hija (para la que hizo el himno de su partido), siempre mantuvo la política en segundo plano hasta 1997, en que reconstituyó la Orden del Águila Romana, una institución caballeresca creada originalmente por Vittorio Emanuele en 1943 para recompensar a los extranjeros que habían adquirido méritos en Italia, tanto en el plano civil como en el militar, y que tras ser disuelta en 1944 la recuperó efímeramente Benito Mussolini para su República Social Italiana.

Romano también fue el fundador del museo Villa Carpena, que rehabilitaba la antigua residencia de la familia Mussolini en Forli. La distancia cronológica respecto al régimen mussoliniano y el estar ya en una edad avanzada le animaron a desvelar cuestiones de la vida privada de su progenitor en un libro que publicó en 2004: Il Duce, mio padre. Insistió en esa revisión histórica al año siguiente con Ultimo atto. La verità nascoste sulla fine del Duce. Era el canto del cisne porque falleció en febrero de 2006 (no se sabe el motivo médico, por cierto); está enterrado en la cripta familiar del cementerio de San Cassiano, en Predappio, la localidad natal de Benito Mussolini.


Fuentes

My Father, Il Duce: A Memoir by Mussolini’s Son (Romano Mussolini)/Romano Mussolini (Simona Frasca y Federico Vizzaccaro en Treccani)/Mussolini (Peter Neville)/Benito Mussolini (Jeremy Roberts)/Wikipedia


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