El Proyecto Madoz. La reconstrucción del diccionario de Madoz en la Web 2.0

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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVI, nº 916, 25 de marzo de 2011

[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

EL 'PROYECTO MADOZ' LA RECONSTRUCCIÓN DEL DICCIONARIO DE MADOZ EN LA WEB 2.0


Francisco J. Tapiador

Josu Mezo
Andr�s Navarro


Universidad de Castilla-La Mancha

Recibido: 15 de julio de 2010. Devuelto para revisión: 30 de julio de 2010. Aceptado: 20 de octubre de 2010.


El Proyecto Madoz. La reconstrucci�n del diccionario de Madoz en la Web 2.0

Este art�culo presenta un proyecto, el �Proyecto Madoz�, cuyo objetivo es reconstruir el diccionario de Madoz. Para ello, se utilizar� la filosof�a de la Web 2.0, desarrollando una comunidad que transforme el Diccionario en un formato m�s adecuado para la investigaci�n cient�fica. El producto final estar� georreferenciado, de manera que se puedan aplicar m�todos cuantitativos a esta valiosa fuente de informaci�n de la Espa�a de mediados del diecinueve.

Palabras clave: Diccionario Madoz, geograf�a hist�rica, sistema de informaci�n geogr�fica hist�rico, Web 2.0


The Madoz Project. The reconstruction of Madoz' dictionary in the Web 2.0 (Abstract)

This paper presents a project aimed to reconstruct Madoz' dictionary. The �Proyecto Madoz� uses Web 2.0 philosophy to develop a community project to render the Dictionary in a format more suitable for scientific research. The final product will be georeferenced so quantitative methods could be applied to this valuable source of information for mid-XIX century Spain. 

Key words: Madoz dictionary, historical geography, historical GIS, Web 2.0


El Diccionario geogr�fico-estad�stico-hist�rico de Espa�a y sus posesiones de Ultramar es una obra publicada por Pascual Madoz Ib��ez (1806?-1870)[1] entre 1846 y 1850. Ministro de Fomento en 1855, su nombre es bien conocido, puesto que aparece hasta en los libros de historia escolar como autor del decreto que llev� a la mayor desamortizaci�n de la historia de Espa�a, y que complet� a la de Mendiz�bal.

El Diccionario incluye informaci�n cuantitativa sobre demograf�a, localizaci�n, instrucci�n p�blica, beneficencia, criminalidad, procesos judiciales civiles, industria, comercio, navegaci�n, poblaci�n, caminos, riqueza territorial, e impuestos, entre otros. Compuesta por diecis�is vol�menes, proporciona datos de primera mano sobre las poblaciones de Espa�a a mediados del XIX. A Madoz le interesaba recopilar informaci�n sobre temas tan concretos como el n�mero de alumnos en cada nivel de ense�anza, segmentado por sexo; si los maestros y maestras contaban o no con t�tulo, cu�nto cobraban, y si el pago era monetario o en especie; o si los centros de ense�anza contaban con laboratorios de f�sica y qu�mica; o el n�mero de museos y sociedades de la Espa�a de la �poca. La obra tambi�n incluye apreciaciones, consideraciones y descripciones de varios temas, como las gentes, el territorio, o el clima, para los lugares rese�ados. Los datos b�sicos m�s comunes son los de poblaci�n, situaci�n y edificaciones. 

La extensi�n de las entradas del diccionario, que se organiza en orden alfab�tico, se relaciona con la importancia del lugar: a las capitales se les dedica varias p�ginas y se demora en detalles como la composici�n de los museos m�s importantes de la ciudad, o la descripci�n de las fachadas de las iglesias, mientras que las aldeas se resuelven en pocas l�neas que dan poco m�s que fe de su existencia. La informaci�n para Madrid y Barcelona es especialmente extensa. Las entradas del diccionario incluyen no s�lo entidades individuales como ciudades, pueblos y aldeas, sino tambi�n de agrupaciones tales como di�cesis, partidos judiciales, o audiencias territoriales. Se presta atenci�n a los hom�nimos, procurando ser un�voco y preciso en la localizaci�n e identificaci�n de los sitios. Las fuentes bibliogr�ficas de las que se auxili� Madoz vienen recogidas en el primer volumen de la obra. No obstante, la fuente principal de las entradas fueron los informes de los corresponsales, por lo que se trata de un obra basada en trabajo de campo. Este es uno de sus valores m�s importantes.   

En la confecci�n del Diccionario, Madoz se dot� de un buen n�mero de corresponsales en Espa�a y el Ultramar, y de un peque�o grupo de colaboradores que le ayudaba a organizar las respuestas. Los corresponsales eran en su mayor�a amigos y correligionarios pol�ticos (Vil� Valent� 1977). Los colaboradores eran tambi�n amigos, en su mayor�a personas ca�das en desgracia pol�tica en las muchas vueltas que dio la pol�tica espa�ola en aquellas d�cadas. El volumen de datos que recibi� excede con mucho lo que se al final se public� en el Diccionario[2]. Los vol�menes se fueron publicando en etapas, desde 1846 al 1850, envi�ndose cuando estaban terminados a los aproximadamente 8000 suscriptores que hicieron posible la viabilidad econ�mica de la empresa, y entre los que se encontraban, por decreto del ministro de Gobernaci�n Ferm�n Caballero -que tambi�n era ge�grafo-, las diputaciones, ayuntamientos y centros de ense�anza; una ayuda esta de la administraci�n impagable para el �xito de la obra.  

Los vol�menes correspondientes a Ultramar no llegaron a publicarse. Las razones pudieron ser tanto por la falta de datos remitidos por los corresponsales de Puerto Rico, Cuba y Filipinas[3], como por el por el propio procedimiento de financiaci�n de la publicaci�n del Diccionario, basado en suscripciones, y que por falta de previsi�n sobre el vol�men de la obra le hubiera obligado a servir los vol�menes de Ultramar de manera gratuita una vez superados los diecis�is del contrato (Quir�s et al. 1994).

La literatura cient�fica y El Madoz

Los datos contenidos en el Diccionario han sido utilizados para diversas investigaciones en los �ltimos a�os. Adem�s de en libros, tesis, folletos, art�culos y sueltos, los datos extra�dos del Madoz menudean en p�ginas Web dedicadas a temas de historia o turismo local, no siendo infrecuente encontrarlos junto con las entradas de otros diccionarios hist�ricos en las p�ginas de presentaci�n de los ayuntamientos. En cuanto a la literatura cient�fica, el Diccionario ha proporcionado informaci�n a trabajos de diversa naturaleza que van desde la historia de la evoluci�n econ�mica de los diferentes territorios espa�oles hasta an�lisis sobre la evoluci�n del paisaje.

Ejemplos en los an�lisis de actividades econ�micas tenemos m�ltiples, como el caso de la evoluci�n de la alfarer�a en Alcorc�n (Fern�ndez Montes, 1997), de la industria fabril harinera en Arag�n (Germ�n, 2002) y en Palencia (Moreno 2002), de la explotaci�n aur�fera en el occidente asturiano (Feo, 2002), del avance ganadero en Cantabria (Lanza, 2001) del desarrollo del sector pesquero en el Pa�s Vasco (L�pez, 2002), o de la modernizaci�n industrial de la producci�n de alcohol en diferentes puntos de la Pen�nsula Ib�rica (Puig, 1993). En estos trabajos todos los autores han manejado el diccionario como fuente b�sica, auxiliar o puntual para el desarrollo de sus investigaciones, bien porque se considere que posee una detallada informaci�n econ�mica por territorios para el siglo XIX, bien porque sea una de las pocas fuentes estad�sticas fiables existentes, como sucede para el caso de la agricultura del XIX espa�ol[4]. Hay m�s ejemplos: Ramos (2009) toma el dato del Diccionario sobre la cuantificaci�n de las tierras de labor en el pueblo de Holguera en las estimaciones que realiza para los siglos trece al dicieseis; mientras que Vicedo-Rius (2008) extrae apuntes para su an�lisis de los precios del cereal entre L�rida y Barcelona y del origen del mercado de cereal de la primera ciudad. Collantes (2003) usa datos num�ricos sobre la ganader�a para completar las series temporales de su estudio de la ganader�a de monta�a en Espa�a desde 1865 hasta el a�o 2000. En el cap�tulo de detalles, Lana (2000) recoge una nota liminar sobre el uso de fertilizantes en la �poca.

El Diccionario ha servido tambi�n como fuente de informaci�n en investigaciones sobre los usos de los recursos naturales y sobre el medio ambiente. As�, aparece en an�lisis sobre usos del suelo (Serrano, 2005; Ruiz, 2006), sobre los recursos h�dricos (Oliva, 2003), sobre la riqueza vegetal (Ruiz 2006), o sobre la masa forestal para el uso industrial como fuente de energ�a (Ainz, 2008). En este �ltimo trabajo, por ejemplo, que mantiene la incompatibilidad del desarrollo sostenible con el monocultivo del Pinus radiata en el Pa�s Vasco a partir de un estudio bibliogr�fico, se emplea una entrada del Madoz para dar constancia documental del primer ciclo de explotaci�n de un pinar. A Fern�ndez (2001), la informaci�n cualitativa referente a la masa forestal le sirve como punto de partida para elaborar una cartograf�a hist�rica de los hayedos de las cuencas de los r�os Leza, Jubera y Cidacos, comparando dicha informaci�n con la situaci�n en la actualidad y desarrollando una secuencia de evoluci�n del paisaje. 

En el �rea de cambio clim�tico tambi�n se ha utilizado al Madoz: Garc�a Latorre et al. (2001) lo citan tambi�n como fuente para situar el inicio del proceso de desertificaci�n del suroeste espa�ol en el siglo XIX, como consecuencia de la destrucci�n de los bosques en ese periodo, recogiendo la cita sobre la alta densidad de campos de cultivo que anota Madoz. Estos autores se�alan que el diccionario contiene al menos 40 citas sobre la deforestaci�n en la provincia de Almer�a. No obstante, la informaci�n ambiental del Madoz, tributaria de la ciencia de 1850, ha sido rebatida en algunas ocasiones, como el caso de la decisiva repercusi�n de la cubierta forestal en el volumen de precipitaciones que se�ala Madoz, y que Gil Olcina (2007) considera imaginaria. 

Un uso destacado ha sido el de manejar la informaci�n de esta fuente como herramienta explicativa del desarrollo y de las consecuencias del proceso de modernizaci�n econ�mica en la Espa�a liberal. Autores, como S�nchez (2006), nos introducen en las consecuencias econ�micas que suponen pasar de un sistema de propiedad de la tierra de tipo feudal a un sistema de propiedad privada, con todos los elementos de tipo productivo que eso conlleva. Otros autores lo que realizan es una valoraci�n cr�tica sobre la efectividad pr�ctica del proyecto de modernizaci�n econ�mica llevado a cabo por los liberales en Espa�a (G�mez, 2002, Velasco, 2007) .

Una funci�n corriente del Diccionario en la literatura geogr�fica e hist�rica es para la descripci�n de c�mo eran los lugares en el pasado, o para elucidar top�nimos: Sanmart�n (2009) toma nota de la descripci�n que hace el Madoz de El Palmar (Valencia) como una especie de isla de la Albufera, y no una isla; y T�llez (2001), al tratar los honores que hizo Carlos III a su ministro Wall en c.1763, aprovecha la nota erudita del Diccionario para clarificar el origen del nombre del Real Sitio del Soto de Roma en Granada. Cisneros et al. (1999), por otro lado, toman descripciones del libro para iluminar el marco hist�rico de su trabajo sobre tres molinos c�ntabros, mientras que Fern�ndez Montes (1997) utiliza p�rrafos enteros del Diccionario para mostrar la decadencia de Alcorc�n y su alfarer�a, los problemas de salud asociados con el vidriado, y la actividad comercial en los mercados de Madrid, todo ello en el contexto del estudio de g�nero que lleva a cabo esta autora sobre la localidad madrile�a. 

Adem�s de estos trabajos, encontramos an�lisis de tipo sociol�gico o paisaj�stico que utilizan al Madoz como fuente de informaci�n. As� pues autores como Iglesias (2005), utilizan la informaci�n cualitativa y cuantitativa para realizar un an�lisis sobre la actividad delictiva en la Galicia de los siglos XVIII y XIX, estableciendo comparaciones entre ambas �pocas. Por otro lado, C�mara (2009) utiliza datos del Madoz como informaci�n complementaria para su estudio de antropometr�a hist�rica en dos comunidades rurales de Andaluc�a; mientras que a Saras�a (1998) le sirve para certificar la existencia en la �poca de una escuela primaria en Vega de Pas.

El uso en estudios arquitect�nicos y de habitaci�n incluyen los trabajos de Dacosta (2008), que aprovecha la informaci�n dada en el Diccionario sobre una cantera para apuntar el posible origen de material para la construcci�n en un pueblo Zamorano; y de Jose Mar�a Fuentes (2010), que bas�ndose en su experiencia en el centro de Espa�a propone una metodolog�a de an�lisis de datos sobre la arquitectura vern�cula rural que incluye al Madoz -al que denomina 'Catastro de Madoz de 1845-1850'- como fuente de datos.

Este repaso, en modo alguno exhaustivo, de la literatura cient�fica relacionada da cuenta de la variedad de aplicaciones posibles del Madoz, y del potencial de la obra para ampliar el �mbito de las investigaciones rese�adas, o para la realizaci�n de estudios comparados. La capacidad de abordar estas tareas, sin embargo, se ve limitada por el formato en que se encuentra la obra. Los vol�menes originales del XIX se encuentran tanto en papel[5] como digitalizados en dos formatos: un r�ster que proviene del escaneado directo del papel, y una versi�n realizada con un programa de Reconocimiento �ptico de Caracteres (ROC)[6]. Este �ltimo formato, aunque potencialmente �til para realizar b�squedas y organizar la informaci�n, cuenta con varias carencias. En primer lugar, la calidad del recocimiento es limitada, por lo que una traslaci�n directa adolece de erratas y de huecos resultado de la multitud de palabras y de p�rrafos enteros que el software no es capaz de identificar. En segundo lugar, las tablas que contiene el diccionario no son interpretadas con claridad. Tambi�n, la versi�n ROC forma un continuo en el que es necesario introducir orden e indexar si se quiere poder extraer informaci�n �til para la investigaci�n. A este problema se a�ade que la calidad del reconocimiento autom�tico es variable entre los vol�menes, lo que podr�a sesgar las b�squedas. Iba siendo pues necesario dar un paso m�s y transformar al Madoz a un nuevo formato que fuera a la vez que respetuoso con el original, apropiado para la aplicaci�n de m�todos de an�lisis cuantitativo, y accesible a todo el mundo de manera gratuita.

El Proyecto Madoz

El Proyecto Madoz pretende reconstruir el diccionario en una versi�n totalmente digital para, por una parte, cubrir una omisi�n hist�rica, y por otra, ayudar a valorizar una de las obras m�s importantes que ha proporcionado la ciencia geogr�fica espa�ola en la edad contempor�nea, y que culmina varios intentos anteriores de diccionarios geogr�ficos[7]. La omisi�n se refiere a la falta de una edici�n actual que respete la integridad de la obra tal y como fue concebida por su autor. El desmembramiento del diccionario en ediciones provinciales en el siglo pasado, si bien pudo contribuir a dar a conocer la obra a varias generaciones, ha impedido apreciar en toda su grandeza la obra. Iba ya siendo necesario ofrecer una edici�n �ntegra que fuera un espejo de la original, pero sobre un medio acorde con las posibilidades t�cnicas actuales que permita la organizaci�n flexible de los datos. 'El m�s grandioso inventario de informaci�n municipal y cartogr�fica nunca producido hasta ahora en Espa�a' seg�n Javier Garc�a-Bellido (2006) requiere desde luego un tratamiento especial, como paso previo al estudio que seg�n Horacio Capel (1981) merece.

La segunda raz�n para querer reconstruir el Madoz es el inter�s intr�nseco de la informaci�n geogr�fico-hist�rica que contiene. Los formatos disponibles, ya sean los tomos de papel, o los ficheros rasterizados no ayudan a que los investigadores puedan extraer y analizar la informaci�n, y hace casi imposible aplicar algoritmos al texto. Cuando este proyecto est� finalizado, tanto la lectura como la consulta ser�n m�s sencillas, adem�s de permitir las b�squedas directas y sem�nticas autom�ticas, el tratamiento de la informaci�n con programas ad hoc, y la inserci�n de los datos en un sistema de informaci�n geogr�fica, permitiendo as� a su vez explorar los resultados a trav�s de m�todos geogr�ficos cuantitativos de an�lisis espacial.

El inter�s cient�fico de este �ltimo aspecto es notable, ya que entonces ser� posible llevar a cabo estudios exhaustivos que ahora no son sencillos de acometer por el engorro que supone analizar un volumen tan importante de informaci�n en papel, o que son simplemente imposibles de abordar. El que podr� ser el primer Sistema de Informaci�n Geogr�fica Hist�rico de Espa�a contendr� la situaci�n de los pueblos y ciudades en 1850, con toda la informaci�n del Diccionario convenientemente organizada. Este SIG hist�rico, que contendr� tambi�n los censos de poblaci�n de la �poca, y fuentes complementarias de datos, como el censo ganadero de 1865, permitir� comprender mejor procesos tales como la difusi�n de la revoluci�n industrial, el lugar de Espa�a en el conjunto europeo, las etapas de la urbanizaci�n, la acci�n humana sobre el medio ambiente, o el proceso de desarrollo regional. El resultado, adem�s, ofrecer� una nueva base emp�rica para los estudios pan-europeos de geograf�a hist�rica (Gregory et al. 2009). 

As� pues, la reconstrucci�n del Madoz pretende proporcionar al p�blico y a los investigadores una nueva base de datos que explotar, retomando as� la idea original de don Pascual de que la cuantificaci�n de la geograf�a f�sica y humana de Espa�a contribuir�a a un mejor conocimiento y valoraci�n del pa�s, y con ello al progreso del mismo[8]. Aunque el foco del Proyecto sea fundamentalmente geogr�fico e hist�rico, es dif�cil no estar de acuerdo con que un mejor conocimiento del estado de Espa�a en el siglo XIX es relevante para estudiar con mayor precisi�n la evoluci�n del pa�s, y para poder compararla con el resto de Europa. Si bien el Madoz ha sido utilizado en un buen n�mero de estudios concretos como los rese�ados arriba, la explotaci�n sistem�tica de su contenido precisa de una herramienta como la proporcionada por el Proyecto. 

Los colaboradores cient�ficos y la Web 2.0

Para abordar la tarea de restauraci�n, consistente en teclear con cuidado 10.456 p�ginas escaneadas, llenas de abreviaturas y no siempre c�modas de leer, es imprescindible contar con una red social de voluntarios. No deja de resultar curioso el paralelismo entre este proceder y el de Madoz en su tiempo, cuando dec�a en la introducci�n de su obra (vol I, p VIII) que hab�a tres maneras de realizar el ambicioso trabajo que ten�a en mente: recorrer toda Espa�a aldea por aldea; encargar a personas ilustradas que le proporcionaran la informaci�n por un precio; o contar con una legi�n de voluntarios que le fueran mandando notas e informes. Dec�a �l que la primera opci�n no era factible para una persona; que la segunda tampoco, proviniendo �l de familia humilde, y que s�lo le quedaba la tercera. Afirmaba tambi�n Madoz que parec�a haber gastos m�s prioritarios para el Estado[9]. Ciento sesenta a�os despu�s, la situaci�n es exactamente la misma.

Siempre han habido voluntarios que han querido aportar su granito de arena al progreso de las ciencias. Personas que en su tiempo libre se dedicaban a aportar una informaci�n que a los investigadores les era muy dif�cil conseguir por sus propios medios, ya fuera por el volumen o por la dispersi�n de los datos. Desde hace d�cadas, los aficionados a la geograf�a, la econom�a, o la historia han venido tomando datos y expurgando documentos que acumulaban polvo en los archivos. Despu�s, intercambiaban esta informaci�n con la esperanza de que la informaci�n le fuera �til a alguien.

Los medios para colaborar han cambiado mucho en poco tiempo. El primer salto cualitativo fue Internet. A principios de los noventa, los aficionados a las ciencias realiz�bamos boletines en papel con nuestras notas y los intercambi�bamos por correo postal con amigos que nunca hab�amos visto en persona. Hoy, los aficionados de todo el mundo pueden estar conectados en tiempo real, los documentos se encuentran en la red, y se celebran actividades cada vez m�s ligadas al �mbito acad�mico, en donde los cambios tambi�n han sido enormes. En aquella �poca no tan lejana, si uno quer�a un art�culo que no estuviera en la biblioteca ten�a que enviar una carta a su autor, que al cabo de unas pocas semanas contestaba amablemente enviando una copia de su trabajo. Hoy uno puede acceder instant�neamente a miles de revistas desde el despacho, y mantener videoconferencias y debates con profesores que est�n en otro continente.

Pero los cambios contin�an. Originalmente la Web era est�tica y funcionaba en un �nico sentido, con un emisor y muchos receptores, como un medio de comunicaci�n o una imprenta tradicional. Las ventajas (gigantescas) ten�an que ver con la inmediatez, la universalidad de acceso, la reducci�n de costes y la facilidad para la b�squeda de informaci�n. Pero desde el comienzo Internet fue tambi�n el espacio para los grupos de discusi�n y los foros, donde personas con intereses comunes pod�an intercambiar informaci�n opiniones y consejos y, muchas veces, resolver problemas juntos.

El t�rmino Web 2.0 (O�Reilly 2005) fue acu�ado para referirse a las empresas, p�ginas y usos de la red que se basan en la informaci�n aportada por los propios usarios, ya sea de manera activa y voluntaria, o inadvertida. Esta �ltima fue una de las grandes bases del �xito mete�rico de la librer�a online Amazon.com: adem�s de publicar comentarios de los lectores (colaboraci�n voluntaria), explot� con gran habilidad sus propias bases de datos con los patrones de b�squeda, navegaci�n y compra (colaboraci�n involuntaria) de sus usuarios. De forma que cuando un cliente compraba un libro (o simplemente visitaba su p�gina) Amazon.com le ofrec�a recomendaciones basadas en los otros libros comprados por las personas que hab�an adquirido el libro visitado. Igualmente hay que recordar que Google, la empresa de Internet por antonomasia, bas� su algoritmo de b�squeda y jerarquizaci�n de resultados, que se revel� extraordinariamente superior al de sus competidores, y le dio un liderazgo inmediato, en los enlaces contenidos en las p�ginas. Cada enlace de una p�gina a otra se consideraba una especie de voto, relacionado con las palabras usadas en el enlace, de forma que las p�ginas que aparec�an m�s arriba en las b�squedas eran las que recib�an m�s enlaces que usasen las palabras buscadas. La idea de que las puntuaciones y comentarios de los usuarios a�aden valor y utilidad a una p�gina Web es hoy ya casi un lugar com�n, de manera que casi todos los peri�dicos permiten a los usuarios comentar al menos algunas de las noticias; las agencias de viajes online piden a los clientes que eval�en los hoteles visitados, y sus opiniones ayudan a los siguientes compradores; m�ltiples p�ginas sobre ocio y consumo publican opiniones de los lectores sobre espect�culos, restaurantes, tiendas, productos, etc.

Pero el t�rmino Web 2.0 se suele utilizar sobre todo para las p�ginas web cuyo contenido principal es aportado por los usuarios. Pueden ser p�ginas individuales (como las bit�coras),  o p�ginas colectivas para compartir recursos como fotos (Flickr, Panoramio), videos (YouTube), textos y presentaciones (Scribd, Slideshare), enlaces a contenidos �tiles (Delicious) o las muy populares redes sociales (Facebook, Tuenti) en la que los usuarios conversan sobre sus propias vidas pero tambi�n comparten contenidos, a menudo a trav�s de las p�ginas anteriormente citadas. Todos ellos, adem�s de almacenar informaci�n aportada por usuarios, utilizan sus propios comportamientos (p�ginas m�s vistas), clasificaciones (etiquetas) y opiniones (comentarios), para jerarquizar, ordenar y facilitar la b�squeda de la informaci�n pertinente, y en definitiva enriquecer la informaci�n utilizada. Se trata de utilizar la �sabidur�a de las masas� (Surowiecki 2004) o la �alquimia de las multitudes� (Pisani Piotet 2008) para poner orden en la masa de informaci�n que Internet ha puesto en nuestras manos.  

Un concepto relacionado, muy vinculado a la Web 2.0 es el de la delegaci�n en las masas (crowdsourcing, por analog�a con outsourcing, subcontrataci�n), que es la utilizaci�n de multitudes de voluntarios para colaborar, de manera dirigida, en un proyecto com�n, que no ser�a factible realizar, por su coste o requerimientos t�cnicos, de otra forma. Entre los ejemplos m�s notables est�n el proyecto climateprediction.net, que utiliza la potencia de millones ordenadores dom�sticos para intentar reducir las incertidumbres en los modelos clim�ticos; el movimiento del software libre, que se basa en la participaci�n de miles de voluntarios para desarrollar, modificar, mejorar, y traducir a diferentes idiomas programas de ordenador; y las p�ginas Web de tipo wiki, la m�s famosa de las cuales es la Wikipedia, una de las p�ginas Web m�s visitadas del mundo, con millones de art�culos creados y editados por cientos de miles de voluntarios, que rivaliza en calidad con las enciclopedias tradicionales, escritas por expertos, como la Enciclopedia Brit�nica (Lih 2009).

El potencial que encierra la Web 2.0 para la ciencia se aprecia con m�s claridad en las ciencias sociales, que es donde la participaci�n es m�s sencilla. Aunque es posible, no es tan f�cil colaborar activamente en un proyecto de cambio clim�tico, o de f�sica de altas energ�as como en un proyecto de geograf�a o de econom�a hist�rica. En estas �ltimas ciencias, hay un campo enorme para que la suma de peque�as y sencillas contribuciones de voluntarios tengan una utilidad inmediata en el desarrollo del conocimiento. En la geograf�a en particular, el proceso de wikificaci�n de la informaci�n geogr�fica es un hecho (Sui 2008).

La Web 2.0 permite multiplicar la potencia de la colaboraci�n voluntaria y llevar a cabo proyectos de una escala cada vez mayor, cuyos resultados y recursos sean p�blicos, y de libre acceso para todo el mundo (Capel 2010). Pero adem�s, y esto es importante, proporcionar herramientas que canalicen hacia un fin de inter�s cient�fico la curiosidad, el tiempo libre y dedicaci�n de mucha gente es algo intr�nsicamente valioso, y que trasciende al inter�s de la propia investigaci�n. La capacidad de los proyectos cient�ficos 2.0 para divulgar conocimientos; transmitir el m�todo cient�fico; proporcionar una oferta cultural de calidad; facilitar el contacto entre personas con inquietudes intelectuales; formar en tecnolog�as de la informaci�n; y llenar el ocio con algo que enriquezca a la persona, son ya beneficiosos en s� mismos.

El proceso de reconstrucci�n

Evitar el voluntarismo en el salto que hay entre una idea y su realizaci�n pr�ctica requiere definir exactamente lo que se pretende, y realizar un estudio detallado de los medios t�cnicos disponibles para lograrlo. Desde que se inici� la idea de este proyecto las herramientas utilizables en Internet han cambiado, y ello ha obligado a redibujar el procedimiento de colaboraci�n en varias ocasiones. As� por ejemplo, en un primer momento se estudi� la posibilidad de dise�ar plantillas que los colaboradores se descargasen junto con el original, devolvi�ndolas rellenas. Una alternativa fue habilitar formularios Web con diferentes campos y casillas para ser completados en l�nea. Ambas opciones fueron descartadas cuando se observ� que la tecnolog�a se hab�a generalizado desde un flujo bidireccional, a una interfase transparente en la que todos participan y todos son part�cipes de las contribuciones del resto.

El proyecto se estructura a trav�s de dos sitios Web interconectados. El sitio Web principal sirve de presentaci�n para cualquier persona, que sin necesidad de registrarse, puede acceder a toda la informaci�n sobre el proyecto, sus objetivos, y las personas e instituciones que lo est�n promoviendo (Figura 1). Cumple adem�s las funciones de punto de contacto entre colaboradores, foro de noticias, intercambio de experiencias y soporte de la estructura de la organizaci�n. 

 

Figura 1. Página principal del Proyecto Madoz (http://www.funcas.es/madoz)

 

Desde el sitio principal se puede acceder al n�cleo del proceso de colaboraci�n, el WikiMadoz. Aqu� se encuentran las herramientas para acceder a los facs�miles de todos los vol�menes del Madoz (en formato pdf) y para volcar la informaci�n, adem�s de las instrucciones correspondientes (Figura 2).

La colaboraci�n de los voluntarios se enmarca dentro de una licencia Creative Commons de tipo Reconocimiento. Esto quiere decir que la informaci�n se puede copiar, distribuir y comunicar p�blicamente, as� como ser usada para realizar trabajos derivados siempre que se mencione que se han obtenido del Proyecto Madoz.

 

Figura 2. Página de información básica del WikiMadoz (http://www.funcas.es/wikimadoz)

 

Etapas del proyecto

El proyecto se llevar� a cabo en tres etapas. En la primera, se proceder� a volcar la informaci�n textual del Madoz, sin las tablas, a las que se deja para una segunda etapa. Aqu� se recoger� tanto el tenor literal del diccionario, como una versi�n organizada en campos tales como localizaci�n, situaci�n, o clima, siguiendo la propia categorizaci�n de cada lugar (figura 3), expandiendo las abreviaturas y actualizando la ortograf�a castellana. A pesar de lo simple del esquema, ello permitir� la posterior explotaci�n con algoritmos de an�lisis de cadenas sin necesidad de establecer una estructura com�n para todas las entradas, lo cual no es viable por una heterogeneidad que obligar�a a dejar hu�rfanas muchas secciones. Es importante hacer notar que el car�cter colaborativo y en l�nea del proyecto hace posible la correci�n de erratas sobre la marcha, ya que cualquiera puede acceder a las entradas del diccionario y corregirlas.

 

Figura 3. Ejemplo de entrada reconstruida (arriba), y entrada original tal y como aparece en uno de los facsímiles (abajo)

 

En la segunda etapa, se incluir�n las tablas, para las cuales tambien habr� dos formatos: el literal, y una versi�n estandarizada de datos que contenga el mayor n�mero posible de campos comunes entre las diferentes tablas. Esta tabla maestra es �til para una primera lectura de la informaci�n georeferenciada, pudiendo servir como base emp�rica de un avance de primeros resultados.

La tercera fase consistir� en la georeferenciaci�n de las entradas con la ayuda de alguna de las muchas bases de datos de geolocalizaci�n que existen. En los pocos casos en que se hayan producido cambios de denominaci�n, o si se aprecian discrepancias notables, se proceder� a volver a solicitar la ayuda de voluntarios para una tarea que se puede completar en cuesti�n de pocos d�as. Es de esperar que aparezcan algunos casos singulares, como el recogido en la figura 3, una aldea que no se encuentra con facilidad en la cartograf�a actual, y que requiere conocer bien el entorno para ser localizada con precisi�n. En estos casos, la informaci�n proporcionada por personas pr�ximas al lugar ser� fundamental.

En una cuarta fase paralela a las anteriores se proceder� a actualizar los mapas que produjo Francisco Coello y que iban destinados a completar el Diccionario, siguiendo la estela que dej� se�alada Madoz en la primera advertencia de la obra[10]. Si la distancia entre el Diccionario de 1850 y la versi�n de 2010 es de formato, en el caso de los mapas de Coello la distancia entre la versi�n original y la nueva versi�n ser� mayor, dado el desarrollo actual de la cartograf�a automatizada y de la teledetecci�n. El objetivo es tanto corregir los mapas originales como situarlos frente a cartograf�a contempor�nea para realizar una lectura comparada.

A partir de ese momento, el proyecto habr� cumplido su objetivo principal y se podr� empezar a utilizar la informaci�n del Madoz con fines cient�ficos, culturales, y educativos. Quedan para desarrollos posteriores la posibilidad de incorporar la informaci�n de Ultramar contenida en los diccionarios de Pezuela y de Buzeta y Bravo. 

El arranque del proyecto

La idea del proyecto Madoz surgi� a principios del a�o 2006. Gracias a la financiaci�n recibida de la Fundaci�n de las Cajas de Ahorros (FUNCAS), a mediados del a�o 2010 se ha hecho posible concretar una aplicaci�n que, aprovechando el empuje de la Web 2.0, tiene garant�as de poder completar la empresa en un tiempo razonable. La aplicaci�n colaborativa y de las herramientas de gesti�n de una red social de voluntarios est� disponible desde el 10 de octubre del 2010, fecha que marca el inicio oficial del proyecto.

Entre los colaboradores potenciales se encuentras varias comunidades y actores. Tanto los profesores de primaria como los de secundaria, y en especial los de las �reas rurales, son desde luego nodos muy importantes para divulgar el proyecto y para dirigir la recopilaci�n de informaci�n en muchos municipios. Por otro lado, los participantes y promotores de redes acad�micas, grupos de trabajo, y asociaciones, podr�n divulgar esta herramienta a un p�blico que ya cuente con inquietudes hist�ricas y de conocimiento de su tierra. Las diputaciones son otro de los agentes que podr�an tener un papel de coordinaci�n de recogida de la informaci�n. Y como no, est� la universidad y en concreto los departamentos de geograf�a y de historia, que sin duda habilitar�n sus propios recursos para no dejar de contribuir al proyecto. Tambi�n, se puede contar con el inter�s de los muchos que han ido entresacando del Madoz los datos referidos a su lugar de residencia para colgarlos en Webs que hablan de la cultura o de la historia del lugar. El proyecto se podr�a completar en muy poco tiempo s�lo con que el responsable de cultura de cada ayuntamiento coordinara el volcado de datos de los pueblos del municipio.

Sea cual sea el camino por el que viaje la noticia de la existencia del proyecto, los protagonistas principales ser�n las personas que desde su casa quieran dedicar unos minutos a proporcionar la informaci�n de un lugar que signifique algo para ellos. Este es otro de los paralelismos entre este proyecto y el de hace 160 a�os. Dec�a Madoz que �No soy yo el autor del Diccionario Geogr�fico, Estad�stico e Hist�rico: esta gloria corresponde a tantos y tan distinguidos colaboradores que he tenido en todas las provincias y a los buenos amigos que han trabajado en las oficinas de mi redacci�n�. En el caso del Proyecto Madoz, de igual manera. Cada colaborador podr� identificarse, si as� lo desea y su trabajo ser� reconocido, compartiendo con los dem�s el cr�dito del que ser� el Madoz versi�n 2.0.

Para realizar el Madoz original se dedicaron 15 a�os, 11 meses y 7 d�as de un trabajo meticuloso de recepci�n de informes, y organizaci�n de datos. Para recoger la informaci�n de campo -la tarea m�s complicada-, se cont� con 1484 colaboradores y 20 corresponsales. Con la misma paciencia que Madoz, esperamos poder completar la reconstrucci�n de su obra en un plazo m�s breve que el que le llev� a �l encajar las piezas del original. Esto permitir� poner a disposici�n de todos, en un formato acorde a nuestra �poca y listo para la explotaci�n sistem�tica, una de las empresas intelectuales m�s singulares de la Espa�a del XIX[11]. A pesar del tiempo transcurrido desde la publicaci�n original, la obra es a�n relevante para historiadores, ge�grafos, antrop�logos y otros investigadores, ya que contiene una instant�nea de la Espa�a de mediados del diecinueve de la que es dif�cil prescindir para explicar muchos de los procesos de la Espa�a contempor�nea.

 

Notas

[1] Javier García-Bellido (2006) afirma que Madoz nació en 1805, en vez de en 1806 como aparece en su mausoleo y en la mayoría de las referencias biográficas. Francisco Quirós (1991) es de la misma opinión. La biografía de Madoz se trata exhaustivamente en la monografía de Paredes (1991). 

[2] Nadie parece conocer el paradero de las cajas con los datos originales que recopiló Madoz, y que dijo que llegado el caso cedería a la Administración. De haberse conservado y encontrarse,  este archivo podría ofrecer nueva información sobre la España del XIX.

[3] Estos dos últimos territorios no se quedaron sin embargo sin sus diccionarios: en Cuba, el corresponsal de Madoz en la isla, Miguel Rodríguez Ferrer recopiló suficientes datos para que Jacobo de la Pezuela publicara cuatro tomos de un Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba (Madrid, 1863-1867). En las Filipinas, Buzeta y Bravo publicaron también dos volúmenes en 1850, cuyo autor pudo ser otro de los comisionados de Madoz, Juan Castells y Melcior, y que se llamó Diccionario geográfico-estadístico-histórico de las islas Filipinas

[4] Como afirma Vallejo Pousadas (2000, pág. 79) en su artículo sobre los amillaramientos como fuente de información estadística.

[5] También en papel, existe otra edición parcial realizada por la editorial Ámbito en los años 80 del siglo pasado. Esta versión, poco respetuosa con el original, desmembró las entradas del diccionario para ensamblarlas en 27 volúmenes provinciales y uno regional (Castilla-La Mancha), añadiendo grabados de época y un estudio introductorio a cada volumen. Aunque muchos de los volúmenes se encuentran agotados en la editorial, son habituales en librerías de viejo y ferias del libro.

[6] Existen copias digitales accesibles por Internet en, al menos, las Bibliotecas Digitales de Andalucía y de Castilla-León; y en la de la Universidad de Granada.  

[7] Para un estudio extenso sobre los diccionarios geográficos anteriores, nos remitimos al trabajo de Horacio Capel (1981).

[8] No se desprende ni del prólogo ni del resultado final del Diccionario el que el proyecto pueda considerarse un ejemplo de enfoque corográfico adobado de datos estadísticos para darse un barniz moderno y entrar así en el respetable mundo de las ciencias (García-Bellido 2006). En su prólogo, Madoz deja claro el por qué considera que es necesario recolectar información, y el uso que pretende darle: gestión territorial, ajuste de la presión fiscal, o diseño informado de políticas públicas. En este sentido, Madoz incluso proporciona ejemplos concretos sobre qué sería necesario cuantificar (e.g. la balanza comercial) y lo que puede hacerse una vez que se cuente con esos datos. Madoz estaba bien al corriente de la necesidad de conocer con precisión la riqueza del país: era diputado cuando los motines de la crisis de subsistencia de 1847, y participó en los debates parlamentarios en los que uno de los temas centrales era la verdadera magnitud del excedente de trigo, que no se conocía con precisión, y cuya estimación oficial estaba muy alejada de la realidad (Díaz 2003). 

[9] Madoz solicitó financiación pública para el proyecto. Se le denegó el mismo día que presentó la instancia, un indicio de que la iniciativa se consideró o una locura, o tan ambiciosa como para no merecer ni trámite. El prólogo del Madoz está trufado de notas más o menos sutiles que dan cuenta del trato que recibió en España su idea, en contraste con el que le concedieron en otros países, como Francia (e.g. nota 1 de la p. XIV de la introducción: http://www.funcas.es/wikimadoz/index.php?title=Prólogo). No obstante, y una vez iniciada la publicación, el gobierno apoyó la empresa mediante suscripción pública (entre otras, las órdenes de 28/03/1846, 17/04/1847, y la de 13/05/1848) en la que sin duda tuvieron que ver -además del innegable interés de la obra para el Estado- la muy favorable acogida del Diccionario en la prensa de la época, que no escatimó elogios cuando vio los primeros tomos; y el propio Madoz, cuya campaña inicial para captar suscriptores incluyó la publicación de un largo prospecto en la Gaceta de Madrid (14/10/1843), y que no cesó en propagar las bondades de su obra, tanto entre el público como entre los políticos de la época. Sin la ayuda pública, es más que probable que la edición del Diccionario no se hubiera podido completar. Gracias a este apoyo, el éxito fue notable y hubo incluso que hacer varias ediciones. 

[10] Disponible en http://www.funcas.es/wikimadoz/index.php?title=Advertencia. Existe una edición moderna de las 46 hojas que llegó a editar Coello realizada por Francisco Quirós (1991), obra en la que además de los mapas reducidos y de las vistas coetáneas de ciudades españolas de Alfred Guesdon se puede encontrar una introducción al Madoz y al contexto urbano de la época en que se publicó. 

[11] El carácter singular del Diccionario ha sido puesto de relieve por varios investigadores relevantes desde hace tiempo. Además de los ya citados, Américo Castro lo consideraba una anomalía en su visión de la cultura española:  �Ahora bien, saliendo del campo de la filosofía, de la ciencia y de la literatura, nos encontramos con algo desconcertante entre 1845 y 1850, con el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y de sus posesiones de Ultramar, por Pascual Madoz, en 16 tomos, impresos a dos columnas y en letra compacta. Parecerá, al pronto, una ingenuidad fijarme yo en eso, aunque más de un siglo después, esta obra no ha sido superada. ¿Cómo fue posible en tan pocos años, en un país de malos caminos y con comunicaciones más deficientes, llevar a cabo esta obra, para España, colosal?. Don Pascual Madoz disciplinó a los curas y secretarios de ayuntamiento en toda España y en sus colonias de entonces; todos enviaron informaciones que, en la mayoría de los casos aún son valiosas. Aunque se suponga el incentivo de que las ciudades y aldeas saliesen en letras de molde, no es menos admirable el prodigio de haber movilizado don Pascual la conciencia y el saber de sí misma en toda la nación. � (Castro, 1987).

 

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© Copyright Francisco J. Tapiador, Josu Mezo y Andrés Navarro, 2011
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[Edición electrónica del texto realizada por Miriam-Hermi Zaar]

 

Ficha bibliográfica:

TAPIADOR, Francisco J.; MEZO, Josu; NAVARRO, Andrés. El 'Proyecto Madoz' La reconstrucción del diccionario de Madoz en la Web 2.0. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, Vol. XV, nº 916, 25 de marzo de 2011. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-916.htm>. [ISSN 1138-9796].