¿Quitarle una plaza a Rabal por comunista? En Italia, la derecha quiere reapropiarse hasta de Gramsci
¿Quitarle una plaza a Rabal por comunista? En Italia, la derecha quiere reapropiarse hasta de Gramsci
Reforzar la identidad nacional italiana

¿Quitarle una plaza a Rabal por comunista? En Italia, la derecha quiere reapropiarse hasta de Gramsci

El fin último de los de Meloni sería reforzar la identidad nacional italiana, y a la vez demostrar capacidad de su derecha de hablar también a sectores con tradiciones políticas opuestas

Foto: Mural de Antonio Gramsci.
Mural de Antonio Gramsci.

En las páginas de los diarios italianos, siempre tan repletas de noticias pintorescas, hace unos días apareció un vídeo algo más insólito. Un político del partido ultraderechista Hermanos de Italia (FdI, por sus siglas en italiano), de la primera ministra Giorgia Meloni, enaltecía a Enrico Berlinguer, histórico secretario del hoy extinto Partido Comunista Italiano (PCI). En el vídeo del mitin incluso se oye un gran aplauso del público cuando el político, Ignazio La Russa, menciona el nombre del líder comunista.

Acto seguido, La Russa, que en el pasado fue miembro del Movimiento Social Italiano, un partido que reunía a los herederos del fascismo de Benito Mussolini, le dice a la periodista e hija del difunto comunista, Bianca: “Contigo, le rendimos tributo a la figura de tu padre”. “Es un apellido que no se cancela”, añade el también hoy actual presidente del Senado.

Para el italiano de a pie de calle el asunto presenta aún dificultades de interpretación, pero no sorpresa. En los últimos meses, este tipo de aparentes incongruencias ideológicas han empezado a repetirse: como cuando Gennaro Sangiuliano, ministro de Cultura del Gobierno de Meloni, comunicó que está preparando una exposición sobre Antonio Gramsci, fundador del PCI y venerado por la izquierda italiana. Gramsci fue perseguido y aprisionado por el régimen fascista hasta su muerte, en 1937.

En enero, el mismo Sangiuliano informó de su intención de inaugurar una placa en honor del líder comunista. “Es el reconocimiento que se debe a las vivencias humanas y culturales de un gran intelectual. Gramsci es una parte activa de la dialéctica del siglo XX y un actor fundamental de la ideología italiana”, explicó entonces el ministro. En esa reapropiación derechista de su figura, añadía que “Gramsci corrige el marxismo clásico y lo abre al [concepto] pueblo-nación y, sobre todo, al valor de la Historia desde la perspectiva de la conciencia contemporánea”, añadió.

Foto: La profesora italiana Ilaria Salis, acusada de participar en una agresión antifascista contra activistas de extrema derecha, comparece ante un tribunal en Budapest. (Reuters/Bernadett Szabo)

Por supuesto, no toda la derecha está de acuerdo en abrazar esas figuras históricas: algunos han ácidamente criticado el extraño furor del partido de Meloni por figuras destacadas del PCI, un partido que influyó profundamente en la sociedad italiana y fue la agrupación comunista más importante en la Europa occidental durante décadas.

Por ejemplo, Maurizio Gasparri, senador de Forza Italia, el partido fundado por Silvio Berlusconi. “Son elogios sin fundamento alguno”, ha dicho Gasparri, refiriéndose a las palabras de La Russa sobre Berlinguer. “No. Gramsci no es parte de la tradición ideológica derechista […] Gramsci era un jacobino marxista que aspiraba a llevar la ilustración a las masas”, añadía Marcello Veneziani, uno de los escritores y pensadores de derecha más reputados.

Meloni, la pariente

Curiosamente, Giorgia Meloni no ha estado entre ellos, o al menos, no en público. A menudo criticada por no defender el antifascismo italiano —el que redactó la actual Constitución italiana—, la primera ministra del país incluso participó en un programa de televisión en el que se bromeó sobre un estudio de genealogía que reveló que Gramsci y Meloni serían parientes lejanos, aunque no por consanguinidad. La abuela de Gramsci se casó con el hermano de la bisabuela de Meloni. Lo descubrió el experto Andrea Vernetti.

El asunto ha agitado a la clase intelectual italiana, en particular a la de izquierda, pues ha visto en estos actos un intento de apropiación de la figura de Gramsci, según ellos, por parte de sectores ajenos a su pensamiento, algo que tampoco es nuevo. Remite, dicen, al filósofo Benedetto Croce (1866-1952), figura del liberalismo italiano, en cuyo pensamiento confluían tanto el marxismo como el idealismo hegeliano. El fin último de los de Meloni sería reforzar la identidad nacional italiana, y a la vez demostrar capacidad de su derecha de hablar también a sectores con tradiciones políticas opuestas.

El problema es, siempre desde este punto de vista, que Gramsci era profundamente marxista, aunque en la etapa final de su vida eliminó los elementos mecanicistas del determinismo económico (la fuerza bruta es solo una parte de la respuesta, el consentimiento se gana a través de la persuasión política). “No es la primera vez, por otro lado, que desde las filas de la derecha, se intenta esta indebida apropiación de este gigante del pensamiento, que se sitúa firmemente en el surco del marxismo, aunque críticamente revisado y renovado por él”, ha escrito, entre otros, la politóloga Francesca Chiarotto, en las páginas de L’Unità, antaño el diario oficial del PCI.

Weil y Pasolini

Si lo de Hermanos de Italia es lo último, no son los primeros dentro de la derecha en irritar a la izquierda al intentar robarles sus referentes, algo que debe ser algo clásico italiano. Matteo Salvini, líder de la Liga y socio de Meloni, ya lo hizo hace unos cinco años, cuando citaba a la filósofa pacifista Simone Weil y también a Pier Paolo Pasolini, el escritor y director de cine asesinado en 1975 en una playa de Ostia.

En febrero de 2018, Salvini, que en la prensa a menudo también aparece por sus provocaciones y que también se considera un antifascista, citó a Pasolini en el cierre de una de sus campañas electorales. Todo ello pese a que el propio escritor italiano, en la última etapa de su vida, observaba en el fascismo una transformación del eslogan “Dios, Patria, Familia”, en una retórica ya vaciada y “atrapada en la órbita de la angustia del bienestar, corrompida y destruida” por lo que se llamaba de nuevo capitalismo.

Puntuales como suizos, tampoco han faltado los que han observado que, pese a la defunción del PCI ya hace más de tres décadas (se disolvió en 1991), la obra de Gramsci y su estatus vive aún en constante revaluación y reinterpretación en Italia. Tanto es así que desde tiempo trabajos sobre él o de él han superado los 20.000. Una visita en cualquier librería italiana es suficiente para comprobarlo. Una realidad tal vez demasiado tentadora como para ser ignorada también por aquellos que aún hoy se sitúan en un bando opuesto.

Foto: Plaza España en Roma. (EFE)

“De joven, milité en la derecha, ahora explico que Gramsci sigue vivo, hoy más que nunca”, decía esta semana Alessandro Giuli, el actual director del Museo de Arte Moderna de Roma (reemplazó a la progresista Giovanna Melandri, con el último cambio de Gobierno) y autor del último ensayo sobre el comunista.

En las páginas de los diarios italianos, siempre tan repletas de noticias pintorescas, hace unos días apareció un vídeo algo más insólito. Un político del partido ultraderechista Hermanos de Italia (FdI, por sus siglas en italiano), de la primera ministra Giorgia Meloni, enaltecía a Enrico Berlinguer, histórico secretario del hoy extinto Partido Comunista Italiano (PCI). En el vídeo del mitin incluso se oye un gran aplauso del público cuando el político, Ignazio La Russa, menciona el nombre del líder comunista.

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