La Caleta Peñuelas, con su rica historia y arraigada tradición pesquera, es un lugar donde las olas susurran historias de esfuerzo y esperanzas. La vida de los pescadores y buzos, que llaman hogar a esta caleta en Coquimbo, han enfrentado grandes desafíos durante cuatro generaciones.

Estas comunidades, conocidas como “changos”, se establecieron en terrenos donados por el expresidente González Videla. Se construyeron casas de totora para los pescadores. Fueron la base para construir también balsas y embarcaciones.

Cada día, enfrentan el desafío de bajar sus embarcaciones a la orilla del mar, luego, a su regreso, subirlas a la arena. Es un trabajo arduo y constante, pero también es su pasión.

Al amanecer, salen al mar con la esperanza de una buena captura. Son solidarios y tenaces. Su espíritu de comunidad y gratitud es un testimonio de la fuerza de la Caleta Peñuelas.

Hoy en día, la caleta es un lugar de encuentro para sus 163 miembros de la asociación de pescadores y buzos y sus familias.

El terremoto de 2015 dejó cicatrices profundas en la comunidad. El tsunami arrasó con embarcaciones, hogares y sueños. Sin embargo, la resiliencia de la gente de mar se hizo evidente cuando se levantaron nuevamente, apoyándose mutuamente y reconstruyendo sus vidas.

Recientemente, se ha dado un paso significativo, mediante la firma de un convenio de treinta años, lo que permitirá proyectarse como un polo turístico y gastronómico, diversificar los productos del mar y ofrecer servicios turísticos, entre otras alternativas.

El presidente de la Asociación Gremial de Pescadores Caleta Peñuelas, Edison Alfaro Dubo, valoró la firma de este convenio que dará un fuerte impulso al gremio. Ahora, la caleta no solo es un lugar de trabajo, sino también un espacio donde se forjan sueños y esperanzas para las futuras generaciones de pescadores y sus familias.

En este marco los pescadores y buzos adhieren animadamente a la Tercera Marcha Mundial por la Paz y la Noviolencia, organizado por Mundo sin Guerras, que recorrerá el mundo, partiendo el 2 octubre del 2024 en Costa Rica. Frente al aparente retroceso de la humanidad, es urgente hacer oír y reforzar la voz de quienes, en cada continente, queremos un mundo sin guerras y sin violencia.

Que las olas sigan llevando sus anhelos mar adentro y que el muelle se convierta en una realidad que los abrace con cariño y gratitud.

Gladys Mendoza y Ricardo de la Fuente