Simón de la montaña / Simon of the Mountain (Argentina-Chile-Uruguay/2024). Dirección: Federico Luis. Elenco: Lorenzo Ferro, Kiara Supini, Pehuén Pedre, Laura Nevole, Agustín Toscano y Camila Hirane. Guion: Federico Luis, Tomás Murphy y Agustín Toscano. Fotografía: Marcos Hastrup. Edición: Tomás Murphy y Andrés Medina. Música: Hernán González Villamil. Sonido: Martín García Blaya. Dirección de arte: Nicolás Tavella. Producción: Patricio Álvarez Casado (20/20) Coproducción: Fernando Bascuñan (Planta), Ignacio G. Cucucovich (Mother Superior) y Carlos Rincones (1230 Media). Duración: 98 minutos. En la Semana de la Crítica (Competencia).

Simón (Lorenzo Ferro) tiene 21 años, se define como “ayudante de mudanza”, dice que es mal cocinero y que no sabe hacerse la cama. En los minutos iniciales de la ópera prima de Federico Luis, luego de sobrevivir de forma milagrosa junto a otros jóvenes a una arrasadora tormenta de viento Zonda durante una excursión a una montaña, el protagonista termina con Pehuén (Pehuén Pedre) en un hogar para chicos y chicas con diferentes niveles de discapacidades. Aunque él parece no tenerlas (al menos no de manera evidente), empieza a mimetizarse con el entorno, comienza a acentuar ciertos extraños movimientos corporales y tics en su rostro y, cuando una de sus flamantes amigas le regala unos de esos audífonos que se utilizan para paliar carencias auditivas, ya no dejará de usarlos.

En determinado momento, Alan, el director del establecimiento, lo llama para que explique su situación, le pide que le muestre el “certificado de discapacidad” que él obviamente no posee y casi de inmediato descubriremos que sí tiene una madre (Laura Nevole) y un padrastro (Agustín Toscano, también coguionista del film). Más tarde, asesorado por Pehuén sobre cómo tiene que responder a las preguntas, el protagonista intentará convencer a una empleada de la Agencia Nacional de Discapacidad para que le emita ese certificado. ¿Es Simón un impostor, un manipulador? ¿Qué grado de carencias y dificultades acarrea realmente? ¿Por qué se ha fascinado con estos jóvenes con capacidades diferentes? Misterios que la película irá desvelando poco a poco durante su algo más de hora y media de duración.



La ópera prima de Federico Luis es una propuesta provocadora, desafiante en muchos sentidos. Y es valiosa tanto por lo que propone como por lo que evita. No es sensiblera ni demagógica, no es políticamente correcta (tampoco lo opuesto), condescendiente ni paternalista. Es un film de iniciación(es), un coming of age ambientado en entornos distintos, por momentos difíciles, que se pone en el lugar de sus personajes, que adopta sus puntos de vista, sus perspectivas, sus visiones del mundo, que empatiza con ellos y los entiende, aunque en muchos casos manejen lógicas diferentes a la nuestra. Nos obliga a vencer miedos, prejuicios y rechazos (la escena del manejo de la camioneta, por ejemplo), a entender sus brotes de violencia y agresiones, a sumarnos a sus juegos inocentes, sus escarceos sexuales, sus travesuras incluso cuando estén de forma permanente en zona de riesgo y lo que tienda a surgir en primera instancia sea una actitud censora hacia ellos.

La película está filmada con desprejuicio (ellos se aprovechan de la culpa de los demás para sacar algún privilegio como entrar al cine sin pagar), sensibilidad y nobleza, logrando una infrecuente fluidez, frescura y naturalidad. La puesta de Federico Luis es notable, pero más lograda aún es la conexión que consigue con el elenco, que se muestra ante cámara como si la misma no existiera. Y es también extraordinaria la interacción entre esos chicos con capacidades especiales y Lorenzo Ferro, el único actor profesional de ese grupo juvenil (de hecho, las escenas de Simón con los adultos son bastante más convencionales).

Hay otra audacia en el film que podría haber salido muy mal, sentirse forzada, y es la inclusión de una home movie en la que Lorenzo Ferro aparece de muy pequeño junto a su padre (el reconocido actor Rafael Ferro), quien lo insta a decir unas líneas de Hamlet, a disfrazarse de Drácula (o del Homero de Los locos Addams) pese a que el niño no tiene demasiadas ganas. Es un momento de gran ternura e intimidad que Federico Luis pudo incorporar a su propia película cargada de ternura e intimidad. Y es, también, una temprana demostración de que Lorenzo “Toto” Ferro, a pesar de una carrera que comenzó tarde y solo incluye media docena de trabajos (su Carlos Robledo Puch en El Ángel es el más conocido), estaba predestinado a ser el dúctil actor que ahora, a sus 25 años, evidentemente ya es.


Imágenes de la presentación del film en Cannes.


ENTREVISTA AL DIRECTOR FEDERICO LUIS

-¿Cómo surgió la idea de Simón de la montaña y cómo fue el proceso creativo y de ensayos con Lorenzo Ferro para integrarlo a la dinámica del resto del elenco?

-La película fue apareciéndose con una lentitud extraordinaria. Tiene varias capas, en realidad son varias películas, una encima de la otra. Lo más parecido a “tener una idea” me pasó en una conversación con Pehuén, uno de los actores/personajes de la película, que tiene certificado de discapacidad. Estábamos conversando sobre nuestras zonas de imperfección compartidas y él me preguntó por qué yo no tenía mi certificado. A partir de esa pregunta se me reveló el mundo de la película.

La elección de los actores es un proceso de mutua afectación: yo elijo a los actores y los actores me eligen a mí. Es parecido a como elijo a las personas en la vida real: por la emoción que me da que esa persona esté en mi vida. No me fijé en ningún actor solamente pensando en sus cualidades técnicas para la actuación. En el caso de Lorenzo, creo que él se fue transformando en Simón casi sin que nos diéramos cuenta. Originalmente había pensado en él para un personaje que después no existió más. Mientras tanto, compartimos tanto que en un momento empecé a sentir que él era la única persona que reunía toda la información para ser Simón. Había vivido conmigo muchas experiencias, era el único que entendía las distintas dimensiones de Simón tanto o más que yo. Yo me iba a encargar de crear la película desde atrás de la cámara, me parecía lógico que él pudiera encargarse de crearla desde el otro lado.

Fuimos descubriendo técnicas y métodos para sacarle brillo específico a cada personaje. Me apoyé en varios colaboradores para completar el área de la dirección, por ejemplo con mi compañera Sofía Brihet, con quien diseñamos el método para transferir cualidades de Pehuén hacia Lorenzo. Para descubrir el Pehuén que había dentro de Lorenzo. Un hallazgo sorprendente fue cuando descubrimos lo importante que era pensar, con todos los intérpretes juntos, el concepto de representación. También me apoyé en Cristina Tostzian, profesora del elenco Eclipsarte, quien fue profesora de teatro dentro de la película y también lo es de ese mismo grupo en el mundo real. La decisión más importante que tomé fue conocer muy bien a cada uno de los intérpretes. Alcanzar un estado de mucha confianza de mí hacia ellos y de ellos hacia mí.




-La discapacidad es algo que suele abordarse con culpa, con pruritos, con el manual de la corrección política o con espíritu didáctico. Sin embargo, Simón de la montaña escapa de esos lugares comunes y se acerca con sensibilidad pero también con desenfado, curiosidad, espíritu lúdico y retratando rituales propios del coming of age (historias de iniciación) ¿Cuáles fueron en ese sentido las búsquedas principales y qué riesgos y desafíos afrontabas con una historia así?

En cada paso que dio hacia su existencia, esta película tuvo que luchar ferozmente contra otro tipo de miradas que la cuestionaron una y otra vez. Desconfiaban de ese punto de vista que yo tenía o que pudiera plasmarse en una película. También se cuestionaban si correspondía que intérpretes de condiciones físicas o mentales particulares fueran expuestos a las exigencias de un rodaje.

Me gusta saber que a casi todos sus actores esta película les ofreció la primera propuesta laboral de sus vidas. En su mayoría son estudiantes de teatro, que elegí entre otros, con quienes ensayamos, con quienes filmamos y que luego cobraron honorarios. Son, gracias a la película, trabajadores profesionales. Me parece que el gesto cuestionable es más bien el contrario, el de no convocarlos para representarse a sí mismos. Como sucedía en el blackface en los años '30, cuando actores blancos pintados de negro interpretaban a los personajes afroamericanos. Me siento animado a discutir ese prejuicio e intentar torcerlo.

Tengo una visión apasionada sobre la capacidad humana. Simón de la montaña intenta crear un punto de vista alternativo a las ideas más comunes y corrientes sobre la capacidad humana. Veo que existe la posibilidad de despedir a un mundo que se está enterrando y ver uno nuevo que está asomando.



Siempre sentí una gran curiosidad y atracción por la distorsión del cuerpo humano. Pasé una gran parte de mi infancia en salas de espera de hospitales. Pero diría que recién pude conceptualizar estas sensaciones en mis conversaciones con el escritor Matías Fernández Burzaco. Aprendí muchas cosas a través de mi amistad con él. De mis amigos, él es quien tiene una contextura física más extraña. Cuando apenas nos estábamos conociendo, me invitó a una plaza a hacer su plan favorito: asustar niños. Yo tendría que llevar su silla de ruedas y colocarla frente a los niños que según él, son el reflejo más puro de cómo la sociedad juzga a lo extraño. Matías decía “Hola” y los niños salían corriendo. Algo de ese pequeño gesto se quedó en mi y se fue transformando en personajes y escenas de esta y de otras películas.

También siento necesario manifestar una disconformidad con el estado actual del lenguaje. Creo que para referirse a estos temas no sólo es impreciso sino también es violento. Por ejemplo, me pregunto si habría que seguir usando la palabra “discapacidad”. “Discapacidad” es una idea que se construye alrededor de una ausencia y de una falta, y creo que no hay tal ausencia ni tal falta, sino que hay un poder o un don que va en otra dirección. También consideraría descartar expresiones como “chicos con capacidades diferentes”. “Diferente” implica una diferencia respecto a una otra cosa “normal”. Considero que esa idea binaria, capacitista, nos impide ver los matices y las especificidades de cada persona. La palabra que estamos buscando es una que permite poner al reverso el sentido entero que inventa la palabra “discapacidad.” En conversaciones con Matías pensábamos provisoriamente en la palabra “Hiperpercepción”.

Cuando Simón de la montaña fue seleccionada en la Semana de la Crítica recibí un texto de cómo el comité de selección veía a la película. Fue como un truco de magia, en el que por primera vez sentí que la película se había independizado de mí. Lo leí varias veces. Las palabras y la síntesis con que está redactado lograron expresar esa mirada, probablemente mejor de lo que yo podría expresarla en un texto escrito. Aprendí a hablar de la película con ese texto. Me hace mucha ilusión que Simón de la montaña pueda dejar una pregunta en cada espectador que le toque tener. Quizás hasta pueda invitarlo amablemente a cuestionar algo de sí mismo. Me entusiasma escuchar las impresiones de cada uno de sus espectadores y conversar con ellos. Me pregunto si el cine puede alterar nuestra forma de ver el mundo.



-Si bien ya estuviste en Cannes con cortos, este año será muy especial. Por un lado, con la alegría de estrenar un largo, pero también en un contexto local muy complejo como el cierre actual del INCAA y la producción totalmente parada. ¿Cómo lo vivís, con qué sensaciones y qué planes tenés para hacer visible la situación del cine argentino?

-Me siento un privilegiado por estar estrenando mi primera película en Cannes. Me entristece que sea en este contexto. Me sorprendí cuando la contradicción se me apareció incluso dentro del probador de ropa que me prestan para el estreno. No entendía si me debía vestir para una celebración o para un funeral.

Mi familia no viene de una clase social que me permita a mí saltearme al Estado. Tampoco soy hijo de cineastas o actores. Tengo el honor de haberme formado gracias a la universidad pública. Estudié Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires. Mis padres son la primera generación universitaria de la familia y también se formaron en la UBA. Mi madre trabaja y trabajó toda su vida en el hospital público.

Trabajé unos 10 años hasta lograr esta primera película. Hoy estoy estrenando en Cannes porque la película recibió el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Fue una de las últimas películas en recibir este apoyo, a 6 meses del cierre del Instituto. Me cuesta pensar cómo hubiera sido para mí, si luego de trabajar 10 años, el Instituto hubiera cerrado 6 meses antes y no hubiese llegado a poder hacerla. No puedo dejar de pensar en los jóvenes cineastas que hoy por hoy están solo un paso más atrás que yo. Todos los estudiantes que están terminando este año la universidad. Seguramente haya grandes talentos, otros Federico Luis que también trabajaron mucho y que este año se encuentran con un Instituto con las puertas cerradas, con una medida que trunca su trabajo, sus esfuerzos, sus esperanzas y sus sueños. También pienso que lo más lógico para cualquiera en mi situación es irse a vivir a otro país y que habrá que ver si alcanza con redoblar esfuerzos, si la intención fuera quedarse.

Hablaba con mi madre sobre posibles paralelismos entre cultura y salud pública. Hay un montón de gente que entrega su trabajo y sacrificio todos los días para que las personas más humildes puedan acceder a la salud pública. Pienso que, salvando las distancias, el INCAA puede ser pensado de la misma manera. En su mejor versión, podría ser el Instituto que asegure la diversidad de voces, además de una justa y federal repartición de recursos.

Creo que la influencia pública sobre la cultura, la educación y la salud es un gran valor. Considero que necesitan de una institución que los proteja. Sin ir más lejos, una de las personas más vulnerables que trabajaron en la película, coprotagonista y vulnerable desde el punto de vista de la salud mental y desde el punto de vista social, hoy solo encuentra contención en el sector público. Me preocupa mucho que se pierda eso y no creo que haya ninguna razón válida para que desaparezca.


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