Jerry Seinfeld nunca ha sido gracioso, por Ricardo Dudda
THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Jerry Seinfeld nunca ha sido gracioso

«’Unfrosted’, su debut como director, es otro ejemplo de la nueva moda de Hollywood: anuncios de 90 minutos con altos presupuestos y grandes estrellas»

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Jerry Seinfeld nunca ha sido gracioso

Jerry Seinfeld posa para las cámaras durante la promoción de 'Unfrosted', su reciente estreno. | Alejandra Svriz

Seinfeld es una de las mejores sitcoms de la historia a pesar de Jerry Seinfeld. ¿A quién le hacen gracia los monólogos que aparecían en los primeros minutos de las primeras temporadas de la serie? «La idea original del café era un descanso de diez minutos en medio de ocho horas de trabajo. Ahora bebemos ocho horas de café haciendo diez minutos de trabajo» (?) «¿Alguna vez has ido a una gran fiesta, has ido al baño, has tirado de la cadena y el agua ha empezado a salir? Es el momento más aterrador en la vida de un ser humano». (??) «Cuando vas a ver al médico, no te dejan ver al médico sin más. Primero tienes que esperar en la sala de espera. No hay posibilidad de no esperar. Así se llama la sala» (???).

Con los años, con el estreno de Curb your enthusiasm, los fans de Seinfeld descubrieron que el verdaderamente gracioso era Larry David, y el responsable de los mejores capítulos. La falta de gracia de Seinfeld en 2024 no es porque se haya quedado anticuado o sea un rancio, que también. Es que lleva haciendo toda la vida lo mismo. Por eso es extraño (o no), que Netflix le encomendara dirigir y escribir la película Unfrosted, recién estrenada. Es su debut como director. El filme narra la competencia entre las dos principales compañías de cereales de EE UU en los años sesenta, Kellogg’s y Post, y la victoria de la primera tras inventar las Pop Tarts, un dulce que parece una placa de yeso con mermelada dentro.

«En los últimos años se han hecho películas sobre las zapatillas Air Jordan, el videojuego Tetris, el móvil Blackberry, McDonald’s»

La película es otro ejemplo más de la nueva gran moda de Hollywood: hacer cine corporativo, anuncios de 90 minutos con altísimos presupuestos y grandes estrellas. Si ya era un problema que Marvel estuviera captando a grandes actores con salarios exorbitados para hacer blockbusters sin alma, ahora tenemos el problema de las grandes corporaciones estadounidenses financiando superproducciones publicitarias. En los últimos años se han hecho películas sobre las zapatillas Air Jordan, un tipo de Cheetos (el snack, sí), el videojuego Tetris, el móvil Blackberry, McDonald’s. La más importante, sin embargo, es Barbie, un largo anuncio de Mattel con carcasa emancipadora de un feminismo Hillary Clinton-Taylor Swift-girlboss insoportable (es la primera de una serie de películas de productos de Mattel: tras Barbie vendrán filmes sobre Polly Pocket, que dirigirá Lena Dunham, o Hot Wheels).

Es difícil explicar lo mala que es Unfrosted. Hay películas malas-buenas, cuya maldad es risible y divertida, y películas malas-malas, que no provocan emoción alguna en el espectador. Unfrosted es del segundo tipo. Hay películas de ese tipo de cine corporativo que son aceptables. Barbie es divertida y al menos intenta dirigirse a un público culto; The Founder, sobre el fundador de McDonald’s, es un drama correcto. Unfrosted es una mezcla de película de bajo presupuesto de Disney Channel y un sketch de Saturday Night Live. En ella aparecen actores divertidísimos totalmente desaprovechados como Tony Hale y Nelson Franklin de la estupenda Veep, Jack McBrayer de 30 Rock, el estupendo Fred Armisen de Saturday Night Live o Portlandia. Aparece Hugh Grant haciendo de la mascota de Kellogg’s (¿está mal de pasta? También hace un papel infame en Wonka, y en las entrevistas se nota que lo odió). La enemiga de Kellogg’s es Amy Schumer, otra actriz cuyo humor no es que haya envejecido, es que nació muerto. Y, sobre todo, y es lo que más define la vacuidad del filme, aparece Jon Hamm haciendo de Don Draper de Mad Men… pero su traje le queda fatal. Y eso sí que es algo inaceptable.

Unfrosted es un sketch larguísimo y sin alma, un ejemplo más del provincianismo estadounidense y un anuncio que ni siquiera cumple su función: no tengo ni la más mínima intención de probar un Pop Tart.

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