🦄 Ole Worm, el hombre que desmontó los unicornios | OpenMind
Elaborado por Materia para OpenMind Recomendado por Materia
3
Inicio Ole Worm, el hombre que desmontó los unicornios
13 mayo 2024

Ole Worm, el hombre que desmontó los unicornios

Tiempo estimado de lectura Tiempo 3 de lectura

Aunque hoy la lucha contra las pseudociencias sigue tan vigente como siempre, hubo un tiempo en que la distinción entre la ciencia y el mito o la superstición era tan difusa que grandes científicos caían en esto último: Isaac Newton fue un avezado alquimista creyente en los dragones. En el siglo XVII pioneros como el italiano Francesco Redi comenzaban a desmontar algunos mitos pseudocientíficos arraigados, como la generación espontánea. Por la misma época vivió también Ole Worm, médico y estudioso danés al que debemos una de las mayores desilusiones de las leyendas populares: los unicornios no existen.

Sus principales aportaciones académicas fueron en embriología y, sobre todo, en el estudio del alfabeto rúnico y los textos y estelas escritos en él. Crédito: Magite Historic/ Alamy Stock Photo.

También conocido por su nombre latinizado, Olaus Wormius (13 de mayo de 1588 – 31 de agosto de 1654), podría decirse que Worm tuvo la vida regalada de quienes entonces podían dedicarse a los estudios y el conocimiento sin tener que procurarse un sustento. Su abuelo era un magistrado luterano que huyó a Dinamarca desde los Países Bajos dominados por el catolicismo. El hijo de este fue alcalde de la ciudad danesa de Aarhus y poseedor de una fortuna que permitió a su hijo Ole recorrer Europa estudiando en Marburgo, Basilea, Padua, París y otros lugares. 

En 1613 se estableció en Copenhague, en cuya universidad impartió griego, física, medicina y filosofía natural, además de desempeñar el puesto de decano. Crédito: Access rights from The History Collection / Alamy Stock Photo.

En 1611 se doctoró en medicina en Basilea con una tesis sobre cien controversias médicas, ejerció en Londres y finalmente en 1613 se estableció en Copenhague, en cuya universidad impartió griego, física, medicina y filosofía natural, además de desempeñar el puesto de decano y servir como médico personal del rey Christian IV. Su matrimonio también le vino dado, ya que fue elegido por su amigo el matemático Thomas Fincke como esposo para una de sus hijas, Dorothea. Sus principales aportaciones académicas fueron en embriología —los pequeños huesos irregulares que algunas personas tienen entre las suturas del cráneo llevan su nombre— y, sobre todo, en el estudio del alfabeto rúnico y los textos y estelas escritos en él, incluyendo literatura escandinava temprana. 

Gabinete de curiosidades

Pero la gran obra que creó a lo largo de su vida fue algo que se estilaba mucho entre los estudiosos acaudalados de la época: su gabinete de curiosidades, el Museum Wormianum; una amplia colección de todo tipo de especímenes de la naturaleza y artefactos etnográficos. Su gran catálogo de 400 páginas en cuatro volúmenes, publicado al año siguiente de su muerte, incluía rarezas como la única ilustración al natural conocida de un ejemplar vivo de alca gigante, el pingüino original del Ártico, hoy extinguido; el animal que sirvió de modelo era la mascota del propio Worm.

La gran obra de Worm fue el Museum Wormianum; una amplia colección de todo tipo de especímenes de la naturaleza y artefactos etnográficos. Crédito: Gem Archive / Alamy Stock Photo.

Como científico en la época de transición entre el conocimiento clásico y la ciencia empírica, se ocupó de desbancar algunas creencias de su época que hoy resultan ridículas: con una ilustración precisa de un ave del paraíso, demostró que estos pájaros tenían patas. La importación a Europa de ejemplares muertos, preparados por indígenas de Papúa Nueva Guinea que les arrancaban las patas, había hecho creer que se trataba de animales procedentes del paraíso bíblico que jamás tocaban el suelo, y se limitaban a volar hasta morir; esto quedó reflejado en el nombre científico de la especie, Paradisaea apoda. Worm concluyó también que los lemmings eran roedores y que no nacían del aire por generación espontánea.

Otro de los mitos que Worm ayudó a refutar fue el de una criatura fantástica favorita de todos los tiempos, incluyendo los actuales. Aunque el origen de la leyenda del unicornio es incierto, tal fue su arraigo que sobrevivió durante milenios, con abundantes descripciones, ilustraciones e incluso instrucciones para cazarlo por medio de una doncella virgen que aplacara su furia, como detallaba Leonardo da Vinci. La farmacopea de entonces incluía el alicornio, polvo de cuerno de unicornio, un producto costoso al que se atribuían propiedades curativas y como antídoto contra venenos.

BBVA-OpenMind-Yanes-Ole Worm el hombre que desmonto los unicornios_4 Su gran catálogo incluía rarezas como la única ilustración al natural conocida de un ejemplar vivo de alca gigante, el pingüino original del Ártico, hoy extinguido; el animal que sirvió de modelo era la mascota del propio Worm. Crédito: Dominio Público.
Su gran catálogo incluía rarezas como la única ilustración al natural conocida de un ejemplar vivo de alca gigante, el pingüino original del Ártico, hoy extinguido; el animal que sirvió de modelo era la mascota del propio Worm. Crédito: Dominio Público.

El gabinete de Worm incluía un presunto cuerno de unicornio, pero también un colmillo de narval aún adosado a su cráneo. Los dos apéndices eran exactamente iguales, por lo que en 1638 el erudito sostuvo que el polvo de cuerno de unicornio era en realidad de colmillo de narval; los unicornios, concluyó, no existían. Se dice que quizá Worm tenía ciertos intereses en ello, ya que su familia política —la saga de médicos Bartholin— pretendía vender cuerno de narval como remedio superior. Fue quizá por este motivo que Worm, de hecho, probó el polvo de cuerno de narval como antídoto contra venenos en animales, observando que funcionaba. Pese al mérito de estos ensayos preclínicos tempranos, es obvio que los resultados fueron erróneos, ya que tampoco el cuerno de narval tiene propiedades curativas.

Worm murió en 1654 a causa de su abnegación: durante una epidemia de peste bubónica en Copenhague, continuó atendiendo a los enfermos. La plaga acabó con él. Pero el interés en su figura y en su obra persistió a través de los siglos: el gran autor de terror H. P. Lovecraft, creador del universo de los Mitos de Cthulhu, atribuyó a un tal Olaus Wormius la traducción del griego al latín del Necronomicón, su ficticio libro de los muertos, si bien lo situó en el siglo XIII. Irónicamente, el nombre del desmontador de mitos ha quedado así asociado a uno de los mitos más populares de la literatura.

Javier Yanes

Comentarios sobre esta publicación

El nombre no debe estar vacío
Escribe un comentario aquí…* (Máximo de 500 palabras)
El comentario no puede estar vacío
*Tu comentario será revisado antes de ser publicado
La comprobación captcha debe estar aprobada