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El Demonio Historia De Terror 2024

El Demonio Historia De Terror 2024

El Demonio, Historia De Terror… Mi nombre es Marcos, hacía tanto que no pensaba en mis años de servicio, aquello era mi sueño desde que solo era un infante, mi padre era el militar más valeroso que jamás conocí, el fue quién me inculco aquél sueño, recuerdo con añoranza como cada año sin excepción solía disfrazarme de militar para Halloween.

Sin embargo, cuando yo solo tenía 16 años mi padre murió dejando un hueco en mi corazón al igual que el de mi madre. Mi objetivo era seguir sus pasos, dejar mi propia huella en la historia y honrar su legado. Así que, a nadie le sorprendió que el día de mi mayoría de edad, con determinación en los ojos y el peso de las expectativas sobre mis hombros, me presenté ante los cuarteles y me enlisté.

Mi adaptación al riguroso entrenamiento militar fue rápida y asombrosa. Mi destreza en las maniobras, mi puntería certera y mi astucia estratégica gracias a las enseñanzas que me dio mi padre antes de morir me ganaron el respeto de mis superiores y la admiración de mis compañeros. Pronto me encontré en ascenso constante a través de las filas, como si llevara la vocación de un guerrero en la sangre.

Una noche, mientras estaba de guardia en un puesto remoto, la tranquilidad del entorno me llevó a un sueño profundo. El deber monótono y la quietud del lugar habían embriagado mis sentidos, llevándome a un letargo inadvertido. Sin embargo, desperté abruptamente, envuelto en una opresión inexplicable que parecía emanar del mismo aire que respiraba. De pronto a la distancia pude ver la silueta de una creatura corriendo antes de desaparecer en la maleza, estaba a nada de ir a investigar cuando mi relevo llegó para que fuera a descansar, por lo que pensando que podría tratarse de un simple perro salvaje simplemente lo deje pasar.

Recuerdo llegar a mi tienda de campaña y al recostarme en mi catre me quede dormido casi al instante, sin embargo, no pasó mucho tiempo para que despertara. De pronto, mis músculos se tensaron, y mis sentidos se agudizaron mientras me ponía en alerta. La oscuridad de la noche me rodeaba, interrumpida solo por la débil luz de la luna que se filtraba a través de las rendijas de la tienda. La sensación de ser observado me invadió, y una humedad fría se apoderó de mi piel. Alcanzando mi navaja, me preparé para cualquier amenaza que pudiera aparecer.

Entonces, en la penumbra, una figura tomó forma. Una sombra encorvada y retorcida, apenas delineada por los rayos de luna, se materializó en la esquina de mi tienda. Mi corazón se aceleró, y un temor primitivo y desconocido se apoderó de mí. Mi linterna yacía fuera de mi alcance, dejándome solo con la oscuridad y el espanto.

La criatura, o lo que sea que fuera, permanecía en cuclillas, emitiendo una energía malévola que parecía vibrar en el aire. Su presencia exudaba un aura de muerte y desesperación, y su mera existencia parecía retorcer la realidad a su alrededor. Mi mente luchaba por comprender lo que veía.

El tiempo se volvió una distorsión borrosa mientras observaba a la criatura, el sudor frío goteaba por mi frente y mi pulso retumbaba en mis oídos. Finalmente, con un aullido que parecía sacado del abismo mismo, la criatura se desvaneció en la oscuridad, dejándome solo y tembloroso en mi tienda.

Las noches siguientes se convirtieron en una pesadilla interminable. La criatura, el demonio que había encontrado en la oscuridad, venía y se iba, dejándome con una sensación de impotencia y un miedo que penetraba hasta lo más profundo de mi ser. Mis compañeros apenas percibían mi angustia, atribuyéndola al estrés y la tensión inherentes a nuestra profesión.

Desesperado por encontrar respuestas, me equipé con mi linterna en una noche y me decidí a enfrentar el terror que me acosaba. La oscuridad cayó como un manto sobre el campamento y era mi turno de hacer guardia, por lo que al quedarme solo decidí dar un paseo por los alrededores, el viento siseaba en los rincones. Encendí la linterna con manos temblorosas, llenando el espacio con una luz tenue y parpadeante.

Cada paso era un desafío, pero mi determinación y valentía no flaqueaban. El campamento parecía un lugar distinto en la oscuridad, y los susurros del viento y los crujidos de los árboles alimentaban mi inquietud. De pronto  aquel sentimiento de terror volvió a invadirme, intentaba iluminar a dónde podía pero no lograba ver nada.

De pronto una silueta sombría se materializó frente a mí. El demonio estaba allí, más real y aterrador que nunca. Sus ojos rojos y brillantes me miraban fijamente, como si quisieran atrapar mi alma en su mirada penetrante.

Su forma distorsionada y grotesca llenó mis sentidos, sus ojos brillando con una malevolencia ardiente. La criatura rugió, un sonido que parecía conjurar las mismas llamas del infierno. Mi mente luchaba por asimilar la visión ante mí: su piel pálida, sus extremidades retorcidas, sus garras afiladas. Me gustaría poder decir que combatí a aquella creatura con valentía, sin embargo, lo único que pude hacer fue quedarme inmóvil mientras aquel demonio corría a cuatro patas de vuelta a la oscuridad del bosque.

El Demonio Historia De Terror

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A medida que pasaban los días, el miedo que había sentido aquella noche se apoderó de mí por completo. Cada sombra parecía ocultar la figura retorcida del demonio, y el susurro del viento me recordaba su siniestro rugido. El terror se convirtió en una presencia constante, una parte indisoluble de mi existencia.

Lo peor de todo era que no podía compartir mi experiencia con nadie. Sabía que si mencionaba lo que había visto, sería tachado de loco o imaginativo. Sin mencionar que en mi familia había antecedentes de problemas mentales y aquello podrían tomarlo como que esto comenzaba a afectarme a mi también y aquello fuera motivo de mi baja. No podía permitir que mi sueño de seguir los pasos de mi padre se desmoronara debido a mis propios miedos.

Así que opté por el silencio, por ocultar mi terror bajo una fachada de normalidad. Continué cumpliendo con mis deberes, ganándome la admiración y el respeto de mis compañeros mientras lidiaba con el peso de mi secreto. Cada noche en la que el demonio invadía mis pensamientos, me repetía a mí mismo que era solo una alucinación, una manifestación de mis miedos internos.

Sin embargo, una noche, todo cambió. Mientras realizábamos una inspección de perímetro rutinaria, me encontraba junto a Sebastián, el nuevo miembro del grupo. Desde su llegada, su energía contagiosa y su actitud despreocupada habían aliviado mi ansiedad. Su presencia parecía ahuyentar las sombras que me acosaban, y su amistad se había convertido en un ancla para mí.

Esa noche, mientras recorríamos el área, nuestras linternas iluminando los rincones oscuros, Sebastián rompió el silencio con una propuesta que me tomó por sorpresa. Aburrido de la monotonía de la patrulla, sugirió que entráramos a una casa en obra negra para fumar y relajarnos. Mis instintos de auto conservación se activaron de inmediato, advirtiéndome de los peligros de adentrarnos en un lugar desconocido en medio de la noche.

Sin embargo, su mirada chispeante y su sonrisa desafiante hicieron que mi determinación vacilara. Había algo en Sebastián que me impulsaba a seguirlo, a ceder ante su espíritu aventurero. Un nudo de conflicto se formó en mi interior mientras luchaba con la decisión. Finalmente, la necesidad de escapar de mi propio temor y la fascinación que sentía hacia él me llevaron a aceptar su propuesta.

Ingresamos a la casa en construcción, nuestras linternas arrojaban destellos de luz sobre las superficies polvorientas y las vigas expuestas. El olor a madera y a tierra recién removida llenaba el aire, mientras nos adentrábamos en el interior de la estructura. El silencio que reinaba en el lugar se sentía opresivo.

Sebastián encendió un cigarrillo y me ofreció uno, su sonrisa juguetona incitándome a dejarme llevar por el momento. Inhalé el humo con dudas. Nos movimos por los cuartos a medio construir, y subimos los pisos construidos, riendo y compartiendo historias mientras el tiempo parecía detenerse.

Sin embargo, en medio de la camaradería, un escalofrío recorrió mi espalda. Una sensación de malestar se apoderó de mí, como si el aire mismo hubiera cambiado. Una punzada de miedo me invadió, y mis sentidos se agudizaron en busca de cualquier indicio de peligro. La atmósfera en la habitación se volvió densa, como si estuviera cargada con electricidad.

No podía sacudir la certeza de que su presencia estaba cerca, que su sombra se cernía sobre nosotros incluso en este lugar. Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho, y un sudor frío se visualizo en mi frente. Mi mente luchó por procesar la realidad de lo que estaba sintiendo, mientras me obligaba a mantener la calma en presencia de Sebastián.

A medida que caminábamos por los cuartos a medio construir, la sensación de que el demonio estaba cerca se intensificó. Cada rincón parecía ocultar la amenaza invisible, cada sombra se convertía en una advertencia silenciosa. Apreté el cigarrillo en mis dedos, mi nerviosismo reflejado en el gesto inconsciente.

Sebastián no parecía notar mi agitación, inmerso en sus propias risas y comentarios. Su presencia, aunque reconfortante en otros momentos, ahora solo aumentaba mi inquietud. Una lucha interna se libraba dentro de mí, entre mi deseo de confiar en él y la necesidad de protegerlo de la oscuridad que sentía que se acercaba.

Finalmente, mientras explorábamos una habitación, me detuve en seco. Mi pulso latía en mis oídos mientras fijaba mi mirada en una sombra oscura en la esquina de la habitación. Una figura se retorcía en la oscuridad, sus contornos deformes parecían danzar en el borde de mi visión. El miedo se apoderó de mí, amenazando con paralizarme por completo.

Era él, sin duda alguna. Mi mente giraba en pánico mientras luchaba por mantener la compostura. Quería gritar, advertir a Sebastián, pero las palabras se atascaron en mi garganta. No podía poner en peligro su seguridad, no podía permitir que sufriera el mismo terror que yo.

Seguí avanzando junto a Sebastián, mi respiración era entrecortada y mis manos temblaban mientras luchaba por ocultar mi angustia. La figura retorcida parecía seguirnos, su presencia opresiva cerrándose a nuestro alrededor. Cada fibra de mi ser clamaba por huir, por escapar de la pesadilla que parecía estar consumiéndome. Seguíamos adelante, sin rumbo fijo, mientras la presencia del demonio nos acosaba sin piedad. Cada sombra tomaba forma en mi mente, cada sonido se amplificaba en mi imaginación atormentada.

Finalmente, mientras nos adentrábamos más profundamente en la casa, mi temor alcanzó un punto de ruptura. Una oleada de pánico me invadió, y supe que no podía soportarlo por más tiempo. Mi mente se rebeló contra la idea de enfrentar nuevamente al demonio, de revivir esa pesadilla una vez más. Mi determinación se desmoronó, y supe que tenía que sacar a Sebastián de allí antes de que fuera demasiado tarde.

Finalmente, logré convencer a Sebastián de que era hora de irnos. Le dije que sería mejor no arriesgarnos, que nuestros superiores seguramente nos buscarían si nos retrasábamos. A regañadientes, comenzamos a dirigirnos hacia la salida de la casa en construcción. Nuestros pasos eran apresurados, impulsados por una urgencia que ninguno de nosotros quería admitir abiertamente.

El terror seguía palpable en el aire mientras nos apresurábamos fuera de la casa. Cada sombra, cada esquina, parecía albergar al demonio acechante. El viento aullaba a nuestro alrededor, como si la naturaleza misma estuviera alertándonos del peligro que nos rodeaba. Mi mente se agitaba en una lucha interna entre la necesidad de proteger a Sebastián y el deseo de correr por mi propia vida. Cada paso se volvía más pesado y dificultoso, mientras la voz siniestra del demonio resonaba en mi cabeza, susurros que amenazaban con quebrar mi voluntad.

Mientras nos acercábamos a la salida, un estruendo ensordecedor nos sacudió. Materiales de construcción se derrumbaron en un caos de polvo y escombros, como si algo hubiera arremetido contra ellos. Sebastián soltó una risa nerviosa y bromeó sobre la posibilidad de un “obrero fantasma” que había decidido trabajar hasta tarde. Traté de seguirle el juego, riendo forzadamente mientras intentaba ocultar mi creciente inquietud. Mi mente estaba en alerta máxima, mi instinto me advertía que algo estaba muy mal.

Caminamos más rápido, sintiendo que la salida se alejaba con cada paso que dábamos. La tensión en el aire era palpable, y mis sentidos estaban en alerta máxima. De repente, un olor a azufre invadió el ambiente, inundando nuestras narices. Incluso Sebastián pareció notarlo esta vez, su mirada se volvió seria y su nerviosismo se tornó evidente. Ambos compartimos un vistazo breve, el temor reflejado en nuestros ojos, pero ninguno de nosotros se atrevió a decir una palabra.

Continuamos descendiendo por las escaleras hacia el último piso, con nuestros pasos resonando en la oscuridad. El rugido ensordecedor que siguió nos dejó atónitos, y supe de inmediato que no era un sonido desconocido para mí. Era el mismo rugido que había escuchado en esa fatídica noche en mi guardia. Sin embargo, esta vez, no me paralicé por el miedo. Agarré la mano de Sebastián con firmeza y lo arrastré en la dirección opuesta, lejos de aquel sonido aterrador.

A medida que descendíamos las escaleras, nuestras linternas se apagaron repentinamente, sumiéndonos en una oscuridad total. Intenté encender mi linterna desesperadamente, pero la luz se negaba a aparecer. La desesperación comenzó a apoderarse de mí, pero no podía permitirme caer en el pánico. Entonces, escuché un grito agudo de Sebastián, un grito lleno de terror y agonía.

Me aferré a su mano con todas mis fuerzas, resistiendo la fuerza invisible que parecía intentar arrastrarlo hacia la oscuridad. El esfuerzo fue agotador, cada músculo de mi cuerpo tensándose mientras luchaba por mantener a Sebastián a salvo. Finalmente, logramos salir de la casa, nuestros cuerpos tambaleándose hacia la luz de la luna y el aire fresco de la noche.

Tan pronto como pusimos un pie fuera de la casa, las linternas se encendieron de nuevo, iluminando el entorno de manera vívida. Mi alivio fue palpable, pero la sensación de triunfo fue efímera. Mi mirada se posó en la pierna de Sebastián, y un escalofrío recorrió mi columna vertebral. El pantalón de su uniforme estaba rasgado y en su pierna había tres arañazos profundos que emanaban sangre.

El corazón latía con fuerza en mi pecho mientras observaba la herida, una sensación de culpa abriéndose paso en mi interior. Sin embargo, lo único que importaba en ese momento era asegurarme de que Sebastián recibiera la ayuda que necesitaba. Con cuidado, lo ayudé a levantarse y lo apoyé mientras caminábamos hacia la seguridad del campamento. Cada paso era lento y meticuloso, cada gota de sangre que caía parecía resonar en el silencio de la noche. Habíamos sobrevivido al encuentro con el demonio, pero a un costo muy alto.

En cuanto llegamos al campamento, fuimos recibidos por miradas de preocupación y preguntas sobre lo que había sucedido. Pensé mucho antes de decidir cómo contar lo ocurrido. Finalmente, opté por decir que Sebastián había sido atacado por una jauría de perros mientras se había alejado a orinar. Traté de ayudarlo en lo que pude, pero su herida era grave y necesitaba atención médica urgente.

Por fortuna, cuando cuestionaron a Sebastián sobre lo sucedido, su versión coincidió en gran medida con la mía. Ambos mencionamos los perros salvajes como causa de su lesión, y eso bastó para que nadie nos reprendiera. La historia fue aceptada, y ninguno de nosotros enfrentó consecuencias por lo ocurrido aquella noche oscura y llena de terrores.

Pero una vez que Sebastián se recuperó lo suficiente como para volver a realizar guardias conmigo, su mirada penetrante me dejó en claro que él sabía que había más detrás de esa historia. No podía ocultarle nada después de haber compartido aquella experiencia aterradora. Decidí abrirme a él, contarle todo lo que había pasado en las noches, todas las visitas nocturnas de aquella criatura demoníaca y la lucha interna que había enfrentado al mantenerlo en secreto.

Con confianza y sin temor a que me juzgara, le revelé mis pensamientos de volverme loco y cómo mi pasado familiar me había hecho temer por mi cordura. Sebastián escuchó en silencio, con expresión compasiva y empática. No me interrumpió, permitiéndome expresar todo lo que había guardado en lo más profundo de mi ser. Cuando terminé, él tomó mi mano y me aseguró que no estaba solo, que él me creía y que estaría a mi lado pase lo que pase.

Pero las apariciones de la criatura no se detuvieron ahí. A pesar de todos los esfuerzos por alejarnos, la entidad demoníaca continuaba acechándome, perturbando mi mente y amenazando mi cordura. Algunas de sus visitas se volvieron más violentas, dejándome cicatrices tanto físicas como emocionales.

No importaba cuántas veces nos reubicáramos, la criatura siempre encontraba una manera de localizarme. Sus ojos ardientes y sus garras afiladas se clavaban en mi mente, recordándome que no podía escapar de mi propia pesadilla. El miedo se convirtió en mi constante compañero, afectando mi desempeño y mi bienestar mental.

Finalmente, me enfrenté a una decisión que cambiaría mi vida para siempre. Con el peso de la angustia en mi pecho, decidí desertar del ejército. La idea de abandonar mi sueño y seguir los pasos de mi padre me llenó de dolor, pero ya no podía soportar el tormento constante y la sensación de estar perdiendo la cordura. Me sentí atrapado en una batalla que no podía ganar, y mi única opción era alejarme de todo lo que conocía, incluido el ejército que tanto admiraba.

Después de desertar del ejército, me sumergí en una vida tranquila y solitaria en un pequeño pueblo alejado de todo. Intenté dejar atrás los recuerdos oscuros y las sombras que me perseguían, pero el demonio seguía atormentándome en mis pesadillas y pensamientos más profundos. La comunidad me aceptó con calidez, sin embargo, mi pasado oculto siempre me mantenía alerta, sin poder bajar la guardia completamente. Para mi fortuna mi amigo Sebastián desertó de igual manera unos años después para acompañarme, a sido duro pero al menos se que no estoy solo.

Autor: Aurora Escalante

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