A Pascua Ortega (Barcelona, 1945) le hicieron el encargo de decorar la ciudad de Madrid para la boda de Felipe y Letizia. De hacer realidad el regalo que la capital del país le iba a hacer a los entonces príncipes de Asturias. Y él ya se puso a imaginar al segundo de recibirlo. Pensó casi en un cuento y siempre con los cambiantes colores del cielo de la ciudad en mente. Lo vio todo rosa, plateado y gris. Calles llenas de flores, farolas vestidas, balcones llenos y los monumentos más importantes iluminados.

No fue una tarea fácil. Hace veinte años iluminar una ciudad no era algo tan común pero él pensó a lo grande y acertó, o así se lo hicieron ver los miles de personas que salieron a la calle el día anterior al enlace y todos lo que lo hicieron mientras Felipe y Letizia recorrían Madrid tras contraer matrimonio. "Madrid vuelve a sonreír", decía el titular de un periódico aquel día con fotos de la gente llenando la ciudad.

Pero no todo fue como él lo había concebido en un primer momento. El encargo le llegó ocho meses antes del enlace y ya lo tenía todo atado cuando el atentado del 11-M provocó que tuviera que cambiar sus planes. Madrid no podía vestirse tan alegremente como antes. En un momento de luto nacional, había que darle una vuelta al recorrido, a los colores y a la ostentación.

Pascua Ortega en su estudio de Madrid con documentación de la boda de los entonces príncipe de Asturias. ISRAEL CÁNOVAS

Hablamos con él justo 20 años después de la boda real. Nos recibe en su estudio en la calle Lope de Vega de Madrid, en un antiguo palacete que él mismo rehabilitó hace décadas. Trabaja en la planta baja y vive un poco más arriba. Allí nos enseña los renders que tenía preparados y nos habla de todos los cambios que tuvo que hacer y de cómo el clima le jugó la última mala pasada.

"Yo tenía ya el recorrido que iban a seguir. Primero iban a montarse en un coche abierto, a lo americano, tras su boda en La Almudena, y después en un coche de caballos. Este les iba a dejar en la Puerta del Sol y allí yo quería que se bajaran para coger el metro", explica. Felipe y Letizia bajarían a la estación del suburbano y allí se encontrarían con un coro de niños de distintos colegios. "Había pensado en un tren blanco, decorado como el resto de la ciudad, que les dejase en el Palacio Real. Un homenaje a Alfonso XIII, su bisabuelo, que había inaugurado la línea", añade.

La Puerta de Alcalá, el Museo del Prado, el Palace y la Cibeles iluminados por Pascua Ortega.

También que no iban a pasar por la iglesia de Atocha sino por los Jerónimos. "Esa iglesia y esa zona son feísimas y yo estaba pensando todo el rato en la televisión, como si fuera un rodaje, pero pasó lo que pasó y había que rendir un homenaje a todos los que murieron allí, así que cambiamos los planes", recuerda. Los príncipes tenían que parar allí y a él se le ocurrió crear un bosque con 193 árboles, uno por cada persona que había perdido la vida. "Lo llamé 'El bosque de los ausentes', formado por cipreses y olivos, y lo pusimos en la rotonda de Atocha, en esa fuente que no te dice mucho pero quedó precioso. Además le colgamos una luna", asegura sobre el lugar donde se realizó la ofrenda floral por la mañana.

También que luego Ana Botella, "que casi la mato, aunque es mi amiga", trasladó los árboles al Parque del Retiro pero le cambió el nombre al conjunto. "'El bosque del recuerdo', lo llamó, que suena a romería cutre, con lo poético que era el mío", añade Ortega.

"De repente, alguien dijo: '¿Qué es eso que avanza?' Era una nube negra y parecía que la hubiesen encargado. Venía con una velocidad..."

PASCUA ORTEGA

Otro de los imprevistos con los que se encontró fue la lluvia. "Redacté el espíritu de cada zona. El Madrid moderno de Gran Vía a Callao, que eso era con pétalos de flores, un poco tipo Nueva York, y ellos iban con coche descubierto. Luego Cibeles, que lo hicimos tipo primavera, todo con almendros. Precioso. Y de allí a Neptuno, con todas las fuentes decoradas: esa era la parte más romántica. Había puestos de música, allí los violines, en Callao había uno de rock... En total cinco. Y todo eso se me vino abajo con la lluvia", recuerda.

Tenía su cuartel general en Gran Vía, donde había alquilado una planta entera con una terraza para verlo todo. "Movía mil y pico personas, era una burrada, y tenía un Smart con el que me llevaban y desde donde yo iba pegando gritos. Pues bueno, ese día estábamos todos allí y salimos a la terraza cuando nos dijeron que ya iba a empezar todo. Y, de repente, alguien dijo: '¿Qué es eso que avanza?' Era una nube negra y parecía que la hubiesen encargado. Venía con una velocidad... Y se colocó encima de Letizia y se puso a diluviar", asegura.

Decoración de varias zonas de Madrid por Pascua Ortega.

La encargada de las flores y de toda la jardinería no lo soportó y estalló a llorar. "Era mi sobrina Inés Urquijo, que ahora es la reina de las flores y hace encargos por toda Europa, pero que entonces era muy joven y este era su gran encargo. Pobrecilla. Yo me llevé un disgusto terrible pero contra los elementos poco se puede hacer", añade.

Al final, los entonces príncipes de Asturias pasaron más rápido de los esperado con un coche techado. "Tenía 80.000 abanicos repartidos por la calle, se hicieron pensando en el calor y como tenían los colores del evento, que los había sacado de cuadros de Goya, del cielo de Madrid, pues iba a quedar genial con rosa, plata y gris. Y en todas las fachadas que estaban recubiertas de anuncios o en obras se pusieron lonas de los cielos de Goya, eso quedó precioso. Pero claro, se puso a llover y no salió ni un abanico. Mi madre me dijo: '¿No pensaste en paraguas?'", recuerda.

Para Ortega aquel fue su encargo de mayores dimensiones, aunque no el más extravagante. "He hecho cosas muy disparatadas", dice. Y también uno de los que más repercusión ha tenido. En su despacho conserva las revistas, los montajes, los renders, todo lo que se publicó de aquellas fechas. Si lo tuviera que hacer ahora, dice, quizás pondría "drones con florecillas".