Cannes 2024: crítica de «Black Dog» («Gou Zhen»), de Guan Hu ( Un Certain Regard)

Cannes 2024: crítica de «Black Dog» («Gou Zhen»), de Guan Hu ( Un Certain Regard)

por - cine, Críticas, Festivales
21 May, 2024 09:13 | Sin comentarios

En este drama chino, un hombre que sale de la cárcel se suma a la tarea local de capturar perros rabiosos, pero se topa con uno que parece inmanejable. En Un Certain Regard.

La idea de un hombre solitario que termina encontrando compañía en un perro salvaje e igualmente marginado puede parecer la más corny de las historias. Y en muchos casos quizás lo sea. Este no es, por varios motivos, uno de esos casos. Si bien el costado sensible de esa extraña relación sale a la luz, jamás lo hace de un modo grueso o excesivamente manipulador. De hecho, no recuerdo en toda la película un solo primer plano del rostro del perro en cuestión. Se ve que su director, Guan Hu, no ha visto suficientes videos exitosos de TikTok.

La acción transcurre en la China más profunda, en un pueblo polvoriento en medio del desierto de Gobi, en 2008, antes de los Juegos Olímpicos de Beijing que llevaron a que las autoridades de la nación intentara modernizar hábitos, costumbres y «cuidar» más los espacios públicos para recibir visitas del resto del mundo, algo que hasta entonces era muy poco usual. El protagonista de BLACK DOG es un tal Lang (Eddie Peng), una ex estrella deportiva –la motocicleta era lo suyo– que cayó en desgracia y recién ha salido de la cárcel. Algunos pocos lo reconocen, pero él prefiere pasar desapercibido. Y no habla. No se sabe si por decisión o por algún otro problema. Casi no le escuchamos la voz en toda la película.

En su pueblo se topa con que su padre está muy mal de salud, con que algunos matones locales lo buscan por viejos asuntos y, principalmente, con que han recibido órdenes en apariencia municipales de vaciar la ciudad de perros sueltos, callejeros y rabiosos. Es a eso que se dedican varios de los vecinos, pero hay uno de los perros –el negro que da título al film– que parece inmanejable. Rabioso, furioso y violento, es imposible para los locales lidiar con él. Un perro que, en más de un sentido, se parece al protagonista.

Más por casualidad que por decisión, Lang termina encargándose de «domarlo». No le será fácil ya que el perro lo lastima, pero con su modo parco y seco va logrando que sea el perro el que se acerque a él más que al revés. Y así, de a poco, se va formando un lazo entre ambas criaturas. Pero en el medio siguen los problemas laborales, mafiosos y otras amenazas (el realizador Jia Zhangke tiene un pequeño rol aquí) que van dejando a Lang y al perro como una última unidad de defensa mutua. O algo así.

Con un toque más melancólico que sentimental –el uso reiterado de una muy famosa canción de Pink Floyd refuerza ese tono–, con bastante humor y una tensión que rodea al protagonista a cada instante, BLACK DOG tiene igualmente momentos de humor y de ternura, que el realizador maneja con mucha delicadeza, dejando siempre en claro que esto no es un film para niños sobre un hombre solitario y un perrito flaco que se salvan entre sí. Quizás, en cierto sentido, sí es exactamente eso, solo que no lo hace siguiendo los recorridos habituales (o hollywoodenses) del caso.

La pintura de esa China profunda de mediados de la década del 2000, los personajes ásperos que entran y salen del relato, algunas amenazas con las que tiene que lidiar Lang (una tiene que ver con peligrosas víboras) y la situación dolorosa que vive con su padre van haciendo de BLACK DOG un relato más cercano al espíritu de cierto cine independiente de los ’70 que a cualquier producto de Netflix actual con animalitos. Un poco western, otro poco film noir y otro tanto road movie, esta película china puede transcurrir justo en medio de los Juegos Olímpicos pero su mirada, literalmente, está enfocada para el otro lado.