Había una vez en un mundo de colores y emociones, un monstruo llamado Colores. Este ser mágico vivía rodeado de una paleta de emociones, pero un día se sintió abrumado por ellas. Decidió buscar ayuda en su amiga la niña, quien conocía los secretos de las emociones.

La niña le explicó que cada emoción tenía su propio color y significado. Comenzaron con el rojo, que simbolizaba la ira. Colores recordó un momento en que se enfadó mucho, y vio cómo el rojo brillaba en su pecho. Luego exploraron el azul de la tristeza y el amarillo de la alegría. Colores se sorprendió al descubrir que cada emoción tenía un lugar en su corazón y que expresarlas era liberador.

Con el tiempo y la ayuda de la niña, Colores aprendió a reconocer y gestionar sus emociones. Cuando se sentía triste, podía llorar con el azul, y cuando estaba feliz, su corazón se llenaba de un amarillo radiante. Descubrió que todas las emociones eran válidas y que expresarlas era parte de ser auténtico.

Al entenderse mejor a sí mismo, Colores se volvió un experto en emociones. Ayudó a otros monstruos y criaturas del bosque a comprender sus sentimientos y a vivir en armonía. El mundo de Colores se llenó de colores brillantes y felices, reflejando su nueva paz interior.

Así, el Monstruo de Colores aprendió una valiosa lección: que todas las emociones tienen su espacio y que entenderlas es el camino hacia la verdadera felicidad. Y en ese mundo lleno de colores y emociones, Colores encontró la paz y la alegría que había estado buscando.

Fin.