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Opinión | Cristina, entre Disney y la resistencia activa a Milei

La expresidenta oscila entre un intento inverosímil de mimetizarse con la clase media y un remedo de la combatividad setentista. Autocrítica cero.

13 mayo 2024 - 12:39
Opinión | Cristina, entre Disney y la resistencia activa a Milei
Cristina inauguró su Salón de las Mujeres en el Patria. Comparó a Milei con la dictadura.

Cristina Kirchner busca su espacio en el nuevo escenario político. Aún parece estar tanteando la narrativa más apropiada para referenciarse como polo de poder alternativo a Javier Milei. Y, desde ese espacio, recuperar su oxidado liderazgo del peronismo.

En un acto con curas villeros, comparó al gobierno de Milei con la dictadura. Lo hizo al preguntarse “¿Cómo puede ser que la gente apoye estas cosas?”, en alusión a los efectos sociales del ajuste. Recordó la “tremenda violencia (de la represión ilegal) que amplios sectores de la sociedad ignoraban, o decían cosas peores como algo habrán hecho, por algo se los llevaron”.

A tono con aquel clima de época, llamó a una resistencia activa al gobierno libertario “en todos los frentes, en las universidades, en los barrios y en las iglesias”. Cristina es una experta en la manipulación del pasado para acomodarlo a sus necesidades políticas del presente.

Equiparar con una dictadura sangrienta a un presidente elegido por una holgada mayoría ciudadana en comicios limpios es, cuando menos, un exceso. Aun cuando Milei acuda con demasiada frecuencia a la descalificación de la crítica y al insulto. Un recurso dialéctico para afirmar identidad y acumular poder a partir de la construcción de un enemigo.

Ese tic autoritario parece además calcado de la praxis política del kirchnerismo. No es un capricho de la singularidad política argentina. La coincidencia responde a una concepción del poder y de la acción política, reñida con la república, que comparten los teóricos populistas de izquierda y de derecha que los inspiran. Distintas escuelas de cocina con la misma receta.

En otro espasmo discursivo, la expresidenta pareció insinuar un giro hacia el centro. Se despegó ideológicamente del feminismo. Y ensayó una mimetización con la clase media, que mayoritariamente votó por Milei.Con Néstor no nos íbamos a La Habana, ni a Beijing, ni a Moscú –explicó–éramos más de ir a Nueva York, Miami, Disneyworld. Argentinos normales, de clase media, gente común”.

Una descripción bastante distorsionada de la “normalidad” argentina. El acceso al turismo internacional no es la norma entre nuestra clase media. Como no los son las marcas Chanel, Louis Vuitton, Hermes o Rólex, que son una debilidad de Cristina.

Los argentinos promedio de la clase media no han tenido el talento para amasar una fortuna comparable a la que exhiben los Kirchner, cuya magnitud real y transparencia se discute en los tribunales. Los ciudadanos comunes jamás podrían manotear una sortija como la doble pensión de Cristina. Los más de 14 millones de pesos que embolsó en marzo equivalen a 108 jubilaciones mínimas, de esas que cobra la clase media empobrecida.

La expresidenta impugnó el costo social del ajuste. Y, fuera de libreto, cuestionó la consistencia del superávit fiscal: “es trucho”, denunció. Esas observaciones, con matices, son compartidas por buena parte de la opinión económica. Pero la nula autocrítica de Cristina invalida su autoridad moral para escandalizarse.

La estanflación que empobrece a los argentinos arrancó en 2011. Con picos y valles, el producto per cápita, la creación de riqueza por habitante, retrocedió desde entonces un 17%. La implosión de la economía populista durante el último gobierno arrojó de la clase media a la pobreza a más de 3,5 millones de argentinos. Y dejó como legado un potencial destructivo mucho mayor, escondido en una enorme inflación reprimida, que ya era insostenible.

Los firuletes retóricos de la expresidenta para diferenciarse de esa gestión se estrellan contra la realidad. Ella se postuló a vicepresidenta por decisión propia, eligió al candidato a presidente vicario y le cedió en el último tramo la administración del gobierno y, muy a su pesar, la candidatura a Sergio Massa.

Contra ese Frankenstein votó una amplia mayoría. Y por su responsabilidad en el experimento hoy tiene una imagen negativa superior al 70% en todos los sondeos.

Carlos Sagristani

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