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Cannes recupera el Napole�n de Abel Gance, cine nuevo que vuelve para humillar a Ridley Scott

La primera parte de la versi�n "reconstruida" de la pel�cula de 1927 apabulla por su modernidad, riesgo y fiebre

Albert Dieudonn�  como Napole�n Bonaparte en la obra de Abel Gance.
Albert Dieudonn� como Napole�n Bonaparte en la obra de Abel Gance.
Actualizado

Pocas veces un festival de cine puede presumir de ofrecer por primera vez una pel�cula de hace 100 a�os. Algo de ello hubo cuando la Berlinale proyect� en 2010 la versi�n restaurada casi �ntegra de 'Metr�polis', de Fritz Lang. Eran solo 80, eso s�. Pero, como explica el director general de la Cin�math�que Fran�aise, Fr�d�ric Bonnaud, la proyecci�n que se vivi� el martes en el Festival de Cannes de 'Napole�n', la pel�cula de Abel Gance originalmente fechada en 1927, es otra cosa. Otra cosa completamente nueva por rigurosa y perfectamente antigua a la vez.

Uno acud�a a la sala Debussy donde normalmente discurre la secci�n Un Certain Regard, la que se ocupa de lo m�s nuevo y moderno, con el �nimo de la cinefilia m�s o menos militante. Y, sin embargo, lo que se vio en la pantalla se contempl�, ya se ha dicho, por primera vez. Y lo de primera vez enti�ndase no tanto como estreno m�s o menos novedoso sino como nacimiento en su sentido m�s puro. Si el ideal de cualquier obra de arte es surgir ante la mirada del espectador por primera vez y para siempre (as� dec�a Dreyer), estamos ante ello. No es un cl�sico, que por definici�n vive fuera del tiempo, sino una obra de nuestro tiempo, siempre renovada, siempre presente. Cine viejo es el Napole�n de Ridley Scott. Ahora queda claro.

El propio Bonnad no habla de restauraci�n sino de "reconstrucci�n". El proceso ha durado 15 a�os. Originalmente, Gance concibi� dos versiones de su pel�cula. La conocida como Apollo, por el teatro parisino en la que se estren�, que duraba nueve horas y media, y la �pera, que se iba hasta casi medio d�a entero sin pausas (11 horas y 44 minutos). De la primera se hicieron recortes hasta una entrega que se podr�a llamar definitiva de siete horas. �sta es la que se ha reconstruido y cuya primera parte se proyect� en Cannes. "Nadie ha visto esta versi�n desde 1927", dijo Bonnard con una punta de orgullo y por aquello de lanzar titulares evidentes. Lo hizo desde el estrado poco antes de iniciada la proyecci�n secundado por el director Costa Gavras en calidad de s� mismo y de presidente de la Cin�math�que Fran�aise.

Cuenta Bonnard que para entender todo lo sufrido hasta el momento de hoy mismo, hay que darse cuenta de que Napole�n es una pel�cula sin negativo; una cinta que, adem�s, sufri� la desdicha de ser enviada a Estados Unidos para su proyecci�n, de donde nunca volvi�. Lo primero fue entonces completar un inventario de todos los lugares y archivos del mundo donde pudiera residir una copia. Pero eso, con ser mucho, no era suficiente. Lo que se complet� en un primer momento fue una larga serie de secuencias independientes y con el trabajo de ensamblaje casi imposible. Gance quiso hacer e hizo una pieza experimental sin m�s narraci�n que el esp�ritu indomable e inabarcable de su protagonista. "No es un biopic, es un poema �pico y l�rico sobre Napole�n", coment� Gavras no una sino dos veces muy consciente de que ah� reside la clave de su secreto.

Lo que hac�a falta, pues, era lo que Bonnard llama la piedra Rosetta "para descifrar el alfabeto". Y la llave, como la carta robada de Poe, estaba la vista: Marie Epstein, colaboradora de Abel Gance y de Henri Langlois en los a�os 60, hab�a hecho un esquema escrito extremadamente detallado de esta "gran versi�n". "Ten�amos el patr�n, como dicen en costura, y a partir de ah�, todo encaj�", concluye el reconstructor, que no restaurador.

Lo que surge en la pantalla, no por de sobra conocido, es menos sorprendente. El 'Napole�n' de Gance deja claro porque ha consumido las noches y los d�as de tantos cineastas (Francis Ford Coppola, que en los 80 promovi� una gira con su padre Carmine al frente de la orquesta y la partitura, el primero de todos ellos). 'Napole�n' vibra en la pantalla al mismo ritmo que lo hace un cine empe�ado en investigar cada una de sus posibilidades expresivas y explorarse a s� mismo. M�s all� de la historia narrada, que en puridad no la hay, la pel�cula pugna por capturar cada una de las posibilidades de la emoci�n, de la aventura, de la reflexi�n pautada sobre el l�mite de la ambici�n, el poder y la misma vida.

Conmociona el montaje paralelo en el que el naufragio de Napole�n frente a las costas de C�rcega avanza al mismo ritmo convulso de la Convenci�n Republicana que se viene abajo; impresiona la cadencia r�tmica con la que la imagen se convierte en m�scara de s� misma con un cat�logo inacabable de sobreexposiciones, cambios de color y v�rtigos; gusta el 'ritornello' tan ingenuo como tremendamente efectivo del �guila; enamora la pasi�n de cada plano; entusiasma el infinito pantone emocional de una pel�cula que se niega a las formas rutinarias, los planos de recurso (cada encuadre es un abismo), los mapas y las f�rmulas.

'Napole�n' es una pel�cula desproporcionada, pero tambi�n lo es perfectamente �ntima. Es un pel�cula nueva, por reconstruida, por inagotable y, en efecto, por su compromiso con el tiempo. Las siete horas completas se proyectar�n �ntegramente con 250 m�sicos en Par�s los d�as 4 y 5 de julio, as� como en el festival Radio France de Montpellier, y luego en la Cinemath�que Fran�aise y en festivales de verano. Se estrenar� en los cines m�s adelante y finalmente acabar� en Netflix.

Napole�n no vive fuera del tiempo, lo construye. Puro presente. Por primera vez en un siglo de cine.