La música ha sido reconocida a lo largo de la historia como una poderosa herramienta para expresar emociones, conectar con el alma y, en el contexto espiritual, glorificar a Dios. En el Salmo 23 encontramos un gran ejemplo de cómo la música puede ser utilizada para alabar al Señor en diferentes estilos y géneros.
Este salmo, escrito e interpretado por un rey que fue pastor de ovejas, es una expresión de confianza en Dios en medio de la aflicción. A lo largo de los siglos, ha sido recitado y cantado en diversas formas y estilos, adaptándose a las épocas y culturas.
Al escuchar estas dos versiones del Salmo 23, es evidente que la música es un vehículo poderoso para transmitir la fe y fortalecer el espíritu. La variedad de estilos musicales refleja la diversidad de expresiones humanas y la creatividad con la que Dios ha dotado a las personas.
Recientemente, surgió un debate sobre si ciertos géneros musicales como el reggaetón, la salsa y el merengue no se pueden usar para alabar a Dios y que estos mismos impulsan netamente los deseos de la carne. Este debate ha sido fomentado principalmente por los ex reggaetoneros y ahora pastores evangélicos Larry Over y Héctor Delgado (Héctor «El Father»), quienes pertenecían anteriormente a esta industria musical y cantaban temas totalmente opuestos a los principios cristianos. Es posible que ellos lo vean ahora de esa forma porque cuando hacían esa música pensaban de esa manera.
No hay música buena ni mala en sí misma, simplemente son herramientas que los seres humanos utilizan para glorificar el nombre del Señor de manera creativa y artística. No hay tal clasificación de «música cristiana» o «música mundana», solo hay música hecha por cristianos y no creyentes. Cuando la música es hecha por creyentes y su único propósito es expresar algo a Dios con todo el corazón –ya sea para agradecerle o para mostrarle nuestros sentimientos– no importa la forma sino la esencia: una declaración de confianza en un Dios creador de todo, capaz de salvarnos y traernos paz, incluso en tiempos de angustia.
En última instancia, la música como expresión de adoración a Dios trasciende las barreras culturales y lingüísticas. Ya sea en metal sinfónico, trap o cualquier otro género, cada nota musical nos recuerda la grandeza de nuestro Dios y nos invita a alabar su nombre con alegría y gratitud.
El Salmo 150 resume esta verdad: «Alaben a Dios con pandero y danza; alábenlo con instrumentos de cuerda y flauta. Alaben a Dios con címbalos sonoros; alábenlo con címbalos resonantes. Todo lo que respira alabe al Señor».
Les dejo las dos canciones para que las escuchen y escojan su versión favorita, manteniendo esta verdad bíblica en sus corazones.
Diseñador, Comunicador y Servidor.