Es 1998, dos años antes de que programas de televisión como Survivor y Gran Hermano introdujeran la expresión reality tv en el léxico popular, al productor japonés Toshio Tsuchiya se le ocurrió un segmento francamente diabólico para su exitosa serie Denpa Shonen: desnudar a un concursante y encerrarlo en una habitación con poco más que postales y una almohada para sentarse, y obligarle a participar en concursos de revistas por correo para sobrevivir. El objetivo era ganar un millón de yenes (aproximadamente USD $7.500) en premios… y esperar que alguno de esos premios incluyera comida, porque al concursante no se le daba casi nada de comer para sobrevivir. El único participante en el programa, apodado Una vida de premios, era Nasubi, un joven de la zona rural de Fukushima que aspiraba a ser cómico.

Esta es la premisa del perturbador documental The Contestant, de Hulu, en donde se nos plantea una pregunta importante: ¿Qué tan lejos estamos dispuestos a llegar en nombre del entretenimiento? En el documental, Nasubi dice que siempre fue socialmente torpe, e intentó compensarlo siendo gracioso; conocemos a su madre, Kazuko, que recuerda haberle dicho cuando se marchó a Tokio para ser artista: “No te desnudes”. Así que, atraído por la reputación de Denpa Shonen de regalar a los participantes de sus diversas “pruebas de resistencia” el estrellato de la noche a la mañana, Nasubi participó en un sorteo de Una vida de premios, y pronto se encontró desnudo en un pequeño apartamento, rellenando postales y adelgazando de forma alarmante. “Más que ingenuo, era crédulo”, explica Nasubi.

El productor Tsuchiya, que asombrosamente participa en este documental, dice que obviamente no querían que su estrella de reality en ciernes muriera, así que le dieron las galletas suficientes para mantenerle con vida hasta que gana una bolsa de arroz y se da cuenta de que tiene una cocina, pero no una olla donde cocinar. Intenta comérselo crudo y le dan arcadas. Entonces innova y encuentra la manera de calentarlo en un paquete de jugo y hacer una especie de arroz con leche. Cuando se le acaba, tiene la suerte de ganar una caja de comida para perros, que tritura y traga, insistiendo a la cámara de forma no muy convincente que está deliciosa. Aquí es donde la historia se vuelve especialmente perturbadora: Tsuchiya mintió descaradamente a Nasubi diciéndole que partes de la grabación se editarían en segmentos y se emitirían después de alcanzar su objetivo. En lugar de eso, dejó la cámara rodando, emitiendo 24 horas al día, 7 días a la semana por Internet, lo que contribuyó a que los índices de audiencia de la noche del domingo de Denpa Shonen alcanzaran los 17 millones de espectadores, que se rieron y rieron y rieron de las fortunas e infortunios de Nasubi.

¿No es todo esto una muestra de televisión estupenda e hilarante? Una vez que Nasubi es dejado en libertad, lo hacen en un programa en vivo, por supuesto, y comenzamos a ver la destrucción de este joven tras tanto tiempo sometido a tortura. Nasubi, obviamente confundido por la situación, no entendía que millones de personas estuvieran viendo su historia durante el último año y medio, ya que ni siquiera sabía que el programa se había emitido. Cuando llegamos al último tercio del documental, ver el trauma mental y emocional que sufrió, mientras los espectadores observaban divertidos, es espeluznante y asombroso de asimilar. Ser despojado de la ropa, la capacidad de comer alimentos, la comunicación con el mundo exterior y la degradación más allá de lo imaginable es difícil de presenciar. Lo que es más revelador es la incapacidad del productor para decir públicamente que se arrepiente de la creación del programa o de cualquier cosa que le hiciera a Nasubi, al tiempo que resta importancia a la tensión mental que estas experiencias tuvieron en las vidas de los concursantes (que sufrieron abusos sexuales en un caso, y estuvieron a punto de morir a consecuencia de sufrir deshidratación en otro). En lugar de ello, intenta explicar sus acciones glorificando su trabajo, señalando que cada experiencia fue un “milagro” captado en una película.

Tras la conclusión del programa, Tomoaki Hamatsu (Nasubi) era un nombre muy conocido en Japón, ya que había sido lanzado a la fama de forma irreflexiva y no consentida. Tras una larga y ardua lucha contra problemas de salud mental y física, así como problemas de reinserción social, de mantener una conversación y de sobrecalentarse con la ropa, la recuperación de Tomoaki de la terrible experiencia parece estar progresando lenta pero fructíferamente. En 2016, logró su objetivo de escalar la montaña más grande del mundo, el Everest, tras cuatro intentos previos fallidos. Durante una charla en 2017, Tomoaki atribuyó su logro de escalar el gigante del Himalaya a la fortaleza mental que adquirió en el programa, una afirmación que es al mismo tiempo una acusación condenatoria de las condiciones inhumanas a las que fue sometido, pero que de forma indirecta convierte lo negativo en positivo. Ahora, su historia se cuenta a más gente gracias al documental The Contestant. En última instancia, la historia de Nasubi nos muestra lo mejor y lo peor de la humanidad.

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