WASHINGTON.— Peter Kornbluh esperaba una noticia grande antes de finalizar el 2014, pero el alcance del anuncio de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama el 17 de diciembre lo sorprendió tanto como al resto del mundo.
“El secreto más grande era un cambio casi total en el futuro de la política de los Estados Unidos hacia Cuba”, aseguró en respuesta a una pregunta de Granma el analista del Archivo de Seguridad Nacional norteamericano y autor del libro Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana (Canales secretos hacia Cuba. La historia oculta de las negociaciones entre Washington y La Habana).
Pocos libros como el suyo, escrito junto al profesor William M. Leogrande y publicado a comienzos del pasado año, tienen la suerte de lograr tal sincronización con los acontecimientos que narran. Quizá no sea del todo una casualidad, pues Kornbluh dice que hay que “contar la historia, para crear la historia”.
El texto recoge detalladamente los intercambios que, por corrientes subterráneas, han surcado el Estrecho de la Florida desde la administración de Dwight D. Eisenhower hasta la de Barack Obama. Pero el último capítulo, que no aparece en sus páginas, se escribió en Canadá durante cerca de 18 meses.
Desde entonces, Cuba y Estados Unidos pasaron de los canales secretos a la diplomacia directa.
“El cambio empezó con un paso fuerte, pero aún faltan muchos otros”, afirmó Kornbluh en una conversación informal con varios periodistas cubanos a pocas horas de comenzar la segunda ronda de conversaciones entre los dos países para el restablecimiento de relaciones.
Con Leogrande, el otro autor del libro, este diario intercambió mucho antes, apenas unos días después del histórico acuerdo.
Para el profesor de Gobernanza en la Universidad Americana de Washington y reconocido articulista de diarios como The New York Times, Washington Post y Le Monde Diplomatique, el hecho de que ambos mandatarios desde un inicio hayan acordado restablecer relaciones es un cambio radical. “Es el símbolo de la decisión de Estados Unidos de tratar a Cuba como un igual, un país soberano e independiente con el que podamos tener una relación civilizada a pesar de nuestros desacuerdos”.
“No hay duda de que el presidente Obama ha cambiado la política que introdujo por primera vez el presidente George H. W. Bush, que condicionó la mejoría de las relaciones a un cambio en el sistema político y social cubano”, valoró Leogrande en aquel momento.
Kornbluh coincide en la dimensión del cambio y lo interpreta como una aceptación de la legitimidad de la Revolución Cubana y su liderazgo, aunque ello no signifique que se van a acabar todos los problemas.
“Obama hizo algo que ningún otro presidente había hecho: decir que va a cambiar la política porque no cumple con los intereses de Estados Unidos”.
Pero ir de las palabras a los hechos ha demostrado no ser tan sencillo.
Kornbluh asegura que el presidente tiene apoyo interno y las fuerzas contrarias son pequeñas, incluso en Miami. Sin embargo, algunas fuerzas contrarias a la mejoría aún son poderosas e influyentes en el Congreso, sobre todo del partido republicano, dijo.
Aun así, cree que el Legislativo podría remover la restricción que pesa sobre los ciudadanos estadounidenses que quieran viajar libremente a Cuba.
Levantar el bloqueo es más difícil con los republicanos al frente de la Cámara y el Senado, pero no imposible, agregó. Hay un fuerte lobby del sector de la agricultura y miles de personas y empresas que quieren visitar la isla y hacer negocios.
Kornbluh está seguro de que una coexistencia, un modus vivendi, puede ser posible entre nuestros países. Recordó la frase del General de Ejército Raúl Castro respecto a que los nexos entre Cuba y Estados Unidos eran como un puente destruido durante una guerra. “Ahora lo importante es reconstruirlo sin que nadie salga perdiendo”, dijo.
Aclaró que Estados Unidos no va a dejar “de ser el país que es” y siempre va a “empujar” hacia sus intereses. Pero “empujar” en un contexto de relaciones civilizadas es muy distinto a hacerlo en un contexto de agresión o de guerra de baja intensidad como ha sido durante el último medio siglo.
Roberta Jacobson, la jefa de la delegación norteamericana a la primera ronda de diálogos en La Habana a finales de enero, dijo claramente que su país estaba cambiando los métodos pero no los objetivos.
De cualquier manera, la normalización será un proceso largo y complejo. El encuentro de este viernes entre las personas que tienen que materializar los acuerdos de los presidentes, girará sobre temas más específicos y tiene un objetivo mucho más claro: abrir el camino que permitirá izar las banderas de las misiones diplomáticas en La Habana y Washington.
Uno de los puntos claves es la injusta inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo internacional que elabora el Departamento de Estado.
Kornbluh cree que a ese error no le queda mucho tiempo y apuesta porque Estados Unidos se moverá para revertirlo antes de la Cumbre de las Américas a comienzos de abril.
Primero —apuntó— no tiene ningún sentido avanzar en un diálogo sobre relaciones diplomáticas con un país que afirma que uno apoya el terrorismo.
Pero lo más importante, añadió, es que es una mentira y un insulto a Cuba. “Obama y su equipo saben eso”.
La situación bancaria de la misión cubana en Washington es otro tema espinoso y está en las manos del Ejecutivo norteamericano encontrar una solución para garantizarle ese servicio vital.
Cómo funcionarán esas futuras sedes diplomáticas, dado el historial de injerencias de la Oficina de Intereses de Washington en La Habana, es otro tema que causa preocupación.
Granma le preguntó a Wayne Smith cómo se imaginaba la nueva embajada junto al Malecón. El joven que estuvo junto a Philip W. Bonsal, el último embajador norteamericano en La Habana y que luego fue jefe de esa sección entre 1979 y 1982, respondió que sería muy distinta a la de antes.
Aquella embajada, dijo en referencia a la de inicios de la Revolución, no quería dialogar ni lograr entendimientos sobre nada y eso ahora es distinto, sostuvo.
Pero la gran preocupación de muchos es hasta qué punto son irreversibles los pasos que se han dado hasta ahora.
Para Leogrande, mientras mayor sea el éxito de la política, menos probable es que el próximo presidente o cualquier otra persona intente revertirla.
Para Kornbulh, la clave está en abrir una puerta lo suficientemente grande para que entren todos los asuntos que conciernen a Cuba y Estados Unidos de tal manera que nadie la pueda cerrar.
Para Wayne Smith, lo importante es mantener la disposición de hablar, consultar e intercambiar.
El experimentado diplomático dijo que aspira a estar en La Habana cuando se abra la nueva embajada. Siendo un muchacho, le tocó el trabajo de cerrarla por lo que creyó serían algunos meses, pero que se ha prolongado por más de medio siglo.
“Esperé 53 años por este momento. Soy optimista”, concluyó.
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1
27 de febrero de 2015
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sergio linietsky rudnikas dijo:
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Barbarita Esperanza Hernandez Gimenez dijo:
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