Una reflexión no narcisista - La Opinión de Murcia

Opinión | Pasado de rosca

Una reflexión no narcisista

Amuchos de nosotros nos ha sucedido: en una visita a un familiar o conocido dependiente hemos descubierto que la persona que lo cuida —casi siempre procedente de un país de América Latina o del Este de Europa— tiene una titulación superior, ingeniería, pongamos por caso, que no ha podido convalidar y tiene que trabajar en algo para lo que está sobrecualificado. Nada menos que el 45% de los nacidos en otro país de la UE que han venido a trabajar en España está sobrecualificado para el trabajo que realiza. El porcentaje asciende al 50% —uno de cada dos— para los nacidos fuera de la UE. Imaginemos por un momento la cantidad de talento que estamos desperdiciando. O lo que es lo mismo, la cantidad de riqueza que dejamos de crear por no ser capaces de aprovechar toda esa formación.

Pero es que entre los trabajadores de entre 20 y 64 años nacidos en España, el 35% de ellos están ocupados en alguna labor inferior a su cualificación. Eso sitúa a España como el país europeo en el que hay mayor sobrecualificación entre los trabajadores. Y aquí el despilfarro es por partida doble. No es solo el llamado ‘lucro cesante’ porque más de uno de cada tres trabajadores no estén dando el rendimiento que podrían según su formación. Es que su misma formación ha costado en la mayoría de los casos un dinero público que ya no se va a recuperar.

Si a esto añadimos los titulados españoles que van a ejercer su profesión en otros países, tenemos el panorama completo del despilfarro de lo más valioso para una sociedad, la capacitación y el talento. Vamos a poner un ejemplo. Solo en este último año, 1.473 enfermeras españolas se han trasladado a ejercer su profesión a otro país, según el Consejo General de Enfermería. Y esto sucede donde la ratio de enfermeras es de 6,3 profesionales por cada 100.000 habitantes, cuando la media europea es de 8,7. En Murcia esa ratio es de 4,7, casi la mitad de la europea. Ahora mismo se calcula que hay unas 7.000 enfermeras trabajando en el extranjero, pero durante la pandemia se alcanzó la cifra de 10.000.

Es muy difícil señalar todas las causas de este despilfarro de formación y de talento. Ya que hemos mencionado a las enfermeras, podemos señalar, como un factor importante que justificaría la búsqueda de mejores condiciones laborales en el extranjero, que la tasa de temporalidad en esta profesión en España es nada menos que del 30%, muy por encima del 8% señalado como deseable.

Las trabas burocráticas para convalidar estudios y titulaciones extranjeras también son un escollo importante que abocan a muchos inmigrantes a trabajos para los que están sobrecualificados. Pero habría que hacer un estudio a fondo para tratar de adecuar las condiciones de nuestro mercado de trabajo a la oferta de formación que se da en nuestros establecimientos escolares y universidades. No obedece a una lógica económica sana estar sacando al mercado de trabajo miles de titulados que el mercado no va a absorber. Es mucho dinero público malgastado.

Sin embargo, también se puede —y se debe— incidir en ese mercado porque el problema de la sobrecualificación tampoco debe resolverse exclusivamente estableciendo rígidos ‘numerus clausus’ que limitan las evidentes ganas de aprender y cualificarse que tiene nuestra juventud. De alguna manera el Gobierno —los gobiernos— deberían tener un modelo de país y tratar de actuar sobre la realidad —posibilidad que es limitada, pero no nula— para hacer de España un lugar donde la innovación y las nuevas tecnologías tuvieran un incentivo que dinamizara nuestro aparato productivo. En todo caso es mucho más beneficioso tener capacidad para atraer talento y utilizarlo, que tenerlo infrautilizado y aún exportarlo a países que saben aprovecharlo mejor. Esto sí que sería un motivo para una reflexión que, si nuestro presidente y su cohorte pusieran en marcha, sería mucho más beneficiosa que ese paréntesis personal tan infantiloide y narcisista al que acabamos de asistir para nuestro sonrojo y el ajeno.

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