Origen y significado del dicho popular: ‘el que se fue a Barranco perdió su banco’ - Infobae

Descifrando el origen y el significado del dicho ‘el que se fue a Barranco, perdió su banco’

Descubre las raíces históricas de una frase popular que ha trascendido generaciones y que hace referencia a las consecuencias de las decisiones que tomamos en la vida cotidiana

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La cultura de un país se expresa de múltiples maneras, siendo los refranes y dichos populares uno de los aspectos más característicos (Composición Infobae)
La cultura de un país se expresa de múltiples maneras, siendo los refranes y dichos populares uno de los aspectos más característicos (Composición Infobae)

Sin duda alguna, cuando se habla de los refranes populares del Perú, no hay figura más importante que Ricardo Palma, escritor limeño del siglo XIX conocido en el mundo entero por los refranes contenidos en su famosa obra Tradiciones peruanas, varios de los cuales todavía se repiten entre los peruanos.

La cultura de un país se expresa de múltiples maneras, siendo los refranes y dichos populares uno de los aspectos más característicos y queridos, que se transmiten de generación en generación. Estas frases, llenas de humor, sabiduría y entendimiento, son un reflejo de las peculiaridades y la historia de su gente.

Perú, con su vasta diversidad cultural y geográfica, es un claro ejemplo de esto. A través de los años, los peruanos han desarrollado y adoptado una vasta colección de refranes populares que superan el paso del tiempo y se integran de manera fundamental en su forma de comunicarse diariamente.

Un dicho popular que suele escucharse habitualmente es “el que se fue a Barranco, perdió su banco”, pero ¿cuál es el origen y el significado de este refrán? Descubre las raíces históricas de un refrán que ha trascendido generaciones y que hace referencia a las consecuencias de las decisiones que tomamos en la vida cotidiana

Significado del dicho

“El que se fue a Barranco perdió su banco” sugiere que alguien puede perder su lugar si no presta atención (Dale tiempo al juego)
“El que se fue a Barranco perdió su banco” sugiere que alguien puede perder su lugar si no presta atención (Dale tiempo al juego)

Sobre todo en el caso de los niños, aunque también es usada por los adultos, el refrán “el que se fue a Barranco, perdió su banco” es ideal cuando alguien se apropia del asiento de otra persona, justo cuando esta última acaba de dejarlo libre. Una respuesta acorde en dicha situación es otro refrán: “el que viene de Lima se sienta encima”.

Cabe mencionar que Barranco, ubicado en la parte sur de Lima, es uno de los distritos más turísticos de la capital peruana. Mientras que, cuando se menciona a Lima en este contexto, se hace referencia al distrito capitalino propiamente dicho, llamado Cercado de Lima.

Otra manera de entender el significado de “el que se fue a Barranco, perdió su banco” es que sugiere que alguien puede perder su lugar si no presta atención. No obstante, en diferentes situaciones, podría interpretarse como que una persona, al hacer una elección precipitada o impulsiva, podría desperdiciar una oportunidad o ventaja que previamente poseía.

Origen de este refrán

Este refrán popular español proviene de un evento real relacionado con el arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca (Wikipedia)
Este refrán popular español proviene de un evento real relacionado con el arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca (Wikipedia)

El origen de este dicho popular peruano deriva del refrán español “el que se fue a Sevilla, perdió su silla”. De manera directa, se utiliza cuando una persona se aleja brevemente de la habitación y, al volver, descubre que otro individuo ha tomado su lugar. Si dicha persona consigue recuperar su lugar debido a la corta ausencia del intruso, responderá con alguna de las siguientes expresiones: “y quien se fue a Aragón la encontró”, “y quien fue a Jerez, la perdió otra vez” o “y quien fue a Morón, perdió su sillón”.

Interpretado de forma más amplia, el dicho “el que se fue a Sevillam perdió su silla” sugiere que estar ausente podría traer consecuencias desfavorables, como la pérdida de un trabajo, indicando así la importancia de no desocupar una posición codiciada por otros.

Este refrán popular español proviene de un evento real: en el periodo de mando de Enrique IV de Castilla, entre 1454 y 1474, el arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, consiguió que su sobrino fuera nombrado arzobispo de Santiago de Compostela. Ante las tensiones en Santiago, el sobrino solicitó que su tío ocupase temporalmente su puesto en dicha ciudad, mientras él se mantendría en el de Sevilla.

Tal disposición se mantuvo hasta que Alonso de Fonseca decidió retornar a Sevilla, encontrando la resistencia de su sobrino para cederle el puesto. Esta situación escaló hasta necesitar la intervención de un decreto papal, el respaldo del monarca de Castilla, y la ejecución de algunos seguidores del sobrino.

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