La historia de Antonio Barrull, un artículo de Juan Carlos Padilla Estrada

Opinión

La historia de Antonio Barrull

El boxeador, Antonio Barrul atendiendo a los medios.

El boxeador, Antonio Barrul atendiendo a los medios. / J.CASARES/EFE

 ─¿Conoces la historia de Antonio Barrull, Pa?

─Pues no, francamente. Estoy algo desconectado de la Tierra últimamente, porque tengo mucho trabajo en la galaxia de Andrómeda. Pero cuéntame.

─Pues se trata de un hombre que estaba con su mujer y su hijo, viendo la película de Garfield, y llegó un sujeto violento al cine, que empezó a discutir con su mujer y a los pocos minutos a sacudirla. Además, le propinó un sopapo a una niña sentada al lado, a lo que Antonio replicó llamando a seguridad y exigiéndole al sujeto que se calmara. El sujeto, lejos de calmarse, comenzó a insultarlo y mantuvo su actitud violenta, por lo que Antonio, tras marcharse dos veces, volvió y le sacudió. Se da la circunstancia de que Antonio Barrull es boxeador profesional, y como era de esperar, no tuvo rival en el maltratador, aunque las imágenes demuestran que se contuvo para no hacerle daño excesivo.

─Una historia de defensa de los débiles y, por lo que me cuentas, razonable.

─Pues ahora, el sujeto maltratador lo ha denunciado, como era de esperar, seguramente azuzado por alguien con pocos escrúpulos, con la esperanza de obtener un retorno económico.

─¿Y a ti qué te parece todo esto, JC? ¿Qué hubieras hecho tú si hubieras estado en su lugar? Porque te recuerdo que tus enseñanzas, cuando estuviste ahí bajo, iban en contra de la violencia y a favor del amor, el entendimiento y el perdón.

─Eso es cierto, Pa. Cuando yo bajé a la Tierra intenté desposeer a nuestra creencia de la venganza, el ojo por ojo, la cólera de Dios e introducir el amor entre los humanos y el perdón. Es cierto que a mí me han presentado como alguien bueno, piadoso, afable, pacífico y solidario con los más vulnerables y en el disco duro de la Humanidad quedan lecciones morales aprendidas a través de las biografías transmitidas por los evangelistas. Y yo resaltaría las condenas a los soberbios, a los aprovechados y a los que miran por encima del hombro a los demás.

─Quizá tu legado más importante fuera el sermón de la montaña, que forma parte de lo que ha devenido en trilogía europea de valores: urnas, leyes y derechos humanos, aunque eso cada vez se tambalea más.

─Para mí eso es más importante que la imagen del Cristo triunfante en el domingo de Ramos o el sufriente en la cruz. Me gustaría que la Humanidad recordase al Jesús comprometido con los parias de la tierra, el activista contra el fariseísmo, la arbitrariedad, la opresión y los mercaderes que convirtieron el templo en un pozo de delincuencia. Quizá esos valores vayan pasando de moda en el convulso siglo XXI, pero ese es el mensaje que aún me gustaría mantener entre los humanos, como germen de una ética que con seguridad les será útil en su vida diaria y hará mejor a una sociedad que lucha contra la discriminación y en favor de una igualdad, que aún está muy lejana.

─Eso es muy loable, JC. Pero aún no has contestado a mi pregunta. ¿Qué hubieras hecho tú en lugar del boxeador con respecto al maltratador violento?

─Pues le hubiera inflado a mamporros, Pa. Porque la prioridad en ese momento era la mujer a la que estaba atacando y los niños en peligro, y no hay que escatimar medios para proteger a los más débiles. Y si un sujeto los ataca pierde la razón y sus derechos. Lo único que me gustaría es que los tribunales de justicia humanos respondan adecuadamente a ese reto. Porque si no es así, lo único que conseguirán es que a partir de ahora todos vuelvan la cara cuando contemplen abusos de ese tenor y dejen desamparados a los que verdaderamente hay que proteger.