La primera vez que fui a un concierto de Conchita fue en la pequeña sala de Madrid Búho Real. Nos conquistó. No sólo por sus canciones, que ya nos las sabíamos, sino también por la mordacidad con la que presentaba sus composiciones.
En realidad, no estaba explicando su música: estaba asomando su astuta mirada al mundo, desde la timidez que te frena ser un bocazas. De sobran son conocidos los himnos a los sentimientos universales como el amor o la maternidad que han llevado a la popularidad a Conchita. Pero, aún así, costaba imaginarla en Tu cara me suena como concursante. Cuando el buen programa de televisión se crece al descubrirte personas que nunca pensabas que podían estar ahí.
El éxito de Tu cara me suena representa la buena televisión que no se queda atascada constantemente en el tópico manido. De hecho, siempre hay que ejercer el equilibrio entre lo que el espectador espera y lo que al espectador le descubre. Conchita en el talent show de imitadores de Antena 3 ha sido lo segundo: demostrando que no es el estereotipo que nos vendieron de cantautora.
Conchita es una artista de la espontaneidad. Capta la esencia de los personajes y los termina hasta haciendo suyos. Esta noche, ha sido con Ana Torroja de Mecano. Ha calcado una actuación en 1986 del grupo pop en el programa Ahí te quiero ver de Rosa María Sardá que ese día, además de estar con Ana, Jose y Nacho, entrevistaba a Lina Morgan. Y Lina Morgan tiraba besetes a Mecano. Aunque, en verdad, jamás compartieron ese espacio, pues grabaron en momentos diferentes la conversación y las canciones. La magia de la tele.
Conchita casa bien con esa fantasía, pues entre todo el maquillaje, caracterización y luces de colores de Tu cara me suena, terrenaliza el brilli brilli con una espontaneidad traviesa, sensible, relativizadora y cómplice que te desmonta los prejuicios. Nunca fue una niña ñoña, es una música con una mirada que emociona desde la naturalidad más pura. La naturalidad que no necesita parapetarse en histrionismos.
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