Estudio-vida de Hebreos, Mensaje 22

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE VEINTIDÓS

EL REPOSO SABÁTICO
QUE QUEDA PARA EL PUEBLO DE DIOS

(5)

La Biblia es la revelación de Dios. Para entender cualquiera de los aspectos más importantes de esta revelación, debemos prestar atención a los principios que rigen dichos aspectos, los cuales se hallan establecidos y revelados en la Biblia. El principio que rige sobre toda la Biblia es que Dios, en la eternidad pasada, concibió un propósito, un plan, el cual consistía en expresarse a Sí mismo con Su autoridad. Este plan, el propósito eterno de Dios, se revela totalmente en los dos primeros capítulos de Génesis y en los dos últimos capítulos de Apocalipsis. En Génesis 1 y 2 vemos que el hombre es el centro del universo creado. Aunque Dios creó los cielos, la tierra y millones de cosas más, la figura central es el hombre. Dios hizo al hombre de una manera muy particular, pues lo formó del polvo de la tierra (Gn. 2:7) y a Su propia imagen (1:26). Por lo tanto, el hombre, un ente individual, porta dos cosas: la tierra y la imagen de Dios. En sustancia el hombre es terrenal, pero en expresión, es divino. En el hombre podemos ver un principio maravilloso: una criatura que porta la sustancia terrenal y la imagen divina. Cuando el hombre expresó la imagen de Dios y ejerció Su autoridad en Su dominio, Dios halló reposo. Como hemos visto en mensajes anteriores, éste es el significado del reposo sabático. Éste es el cuadro que encontramos desde el comienzo de la Biblia.

Cuando avanzamos al final de la Biblia, podemos ver la consumación: el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. En el cielo nuevo y la tierra nueva, la tierra será más útil que el cielo porque en ella estará la Nueva Jerusalén. Si leemos Apocalipsis cuidadosamente, veremos que la Nueva Jerusalén no se refiere a un edificio físico, sino a una entidad viviente compuesta de personas vivientes, tal como los doce apóstoles del Cordero y las doce tribus de Israel (Ap. 21:12, 14). Esta ciudad, la Nueva Jerusalén, tendrá la semejanza de Dios y le expresará de una manera plena. Además, el trono de Dios estará en esa ciudad, y la autoridad de Dios se ejercerá plenamente en ella. Éste es el reino eterno de Dios. Por lo tanto, en la Nueva Jerusalén Dios tendrá completo descanso y obtendrá Su Sábado eterno. Este asunto es el principio que rige en toda la Biblia.

XIX. LOS TRES PERIODOS DEL UNIVERSO

Para conocer la Biblia, es necesario obtener una vista panorámica de la misma. ¿Sabía usted que el universo está compuesto de tres grandes periodos? El primer periodo fue el tiempo antes de Adán, al que se le denomina la era preadamítica. Como vimos en el Estudio-vida de Génesis, antes de que Adán fuera creado, el universo ya existía. Nadie puede decir con certeza cuán largo fue ese primer periodo. El segundo periodo por el que atraviesa el universo se extiende desde Génesis 1:2 hasta el final del milenio venidero, desde el tiempo en que Adán fue creado hasta el final del milenio. Este lapso es muy breve, tal vez no dure más de siete mil años. Aunque a nosotros nos parezca mucho tiempo, a los ojos de Dios estos siete mil años son como siete días, ya que para Él mil años son como un día (2 P. 3:8). Después de este segundo periodo, vendrá el tercer periodo del universo, esto es, cuando venga el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Este periodo durará por toda la eternidad. A fin de conocer la Biblia cabalmente, debemos conocer estos tres periodos del universo.

El primer periodo del universo fue el periodo de la caída. Dios creó, Satanás dañó y Dios intervino para juzgar el universo. En Génesis 1:2 vemos el comienzo de la re-creación que Dios realiza. Hablando con propiedad, solamente el versículo 1 se refiere a la creación de Dios, ya que a partir del versículo 2 comienza la narración de la re-creación de Dios. En medio de esta re-creación se efectuó una creación adicional. El hombre, por ejemplo, no constituyó una re-creación, sino una creación. Desde el tiempo de la re-creación hasta la plena consumación del propósito de Dios habrá un periodo aproximadamente de siete mil años. Ya que es durante ese lapso que Dios realiza Su propósito eterno, podemos llamar a este periodo el periodo de realización.

El periodo de realización empezó con la creación del hombre. El hombre constituía una creación de Dios. La re-creación sólo recobró el universo caído a una condición propicia en la que el hombre pudiera ser creado y tener su existencia. La segunda venida del Señor Jesús no concluirá este período de realización, ya que el cielo viejo y la tierra vieja seguirán existiendo por otros mil años después de Su regreso. Durante este tiempo de mil años continuará el período de realización. La segunda venida del Señor será sólo un paso adicional en el cumplimiento del propósito de Dios. Así pues, el cumplimiento del propósito de Dios empezó con la creación del hombre, y se consumará, no cuando el Señor venga por segunda vez, sino al final del milenio.

Después del periodo de realización, vendrán el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Ése será el periodo del Sábado eterno, del pleno reposo sabático. Este periodo futuro será eterno, será un Sábado sin fin. Nuestro Padre, nuestro Salvador y todos los redimidos estarán allí. Éste es nuestro destino, nuestro futuro. Nuestro futuro es participar del Sábado eterno donde nuestro Padre, nuestro Salvador y todos nosotros, nos hallaremos en reposo por la eternidad.

XX. EL CUMPLIMIENTO DEL PROPÓSITO DE DIOS

Veamos ahora cómo Dios cumple Su propósito. Primeramente, Él creó al hombre. Por su constitución natural, el hombre no constituye el cumplimiento genuino del propósito de Dios, sino que es sólo una fotografía, una prefigura. Pero aun así, en esta fotografía podemos ver las características de lo que satisface a Dios. El Antiguo Testamento revela principalmente dos asuntos: la creación del hombre y el llamamiento que Dios le hizo. Dios hizo a Adán y llamó a Abraham. Abraham, incluyendo a Isaac, a Jacob y a todos sus hijos, fue el hombre corporativo que Dios llamó. Todos los hijos de Israel fueron llamados en Abraham. Así que, Abraham fue un hombre corporativo, una prefigura más de lo que satisface a Dios. En este hombre corporativo podemos ver muchos más detalles de los que vemos en Adán, porque Adán era apenas un individuo, un retrato de la satisfacción de Dios, mientras que Abraham, incluyendo a sus descendientes, era un cuadro completo y corporativo de aquello que satisface a Dios. El Antiguo Testamento revela estas dos prefiguras de lo que satisface a Dios, una individual y la otra corporativa. Sin embargo, en principio, ambas representan una misma cosa, pues revelan qué es lo que satisface a Dios. Si hemos de entender la Biblia, necesitamos tener tal vista panorámica.

Mientras que el Antiguo Testamento nos presenta una figura anticipada, el Nuevo Testamento nos revela cuál es la realidad. Dios mismo vino a ser un hombre, para ser la semilla que Él ha sembrado en la humanidad, que es el suelo o el terreno. Nunca debemos considerar la humanidad y la tierra como dos entidades separadas, ya que en sustancia son una. La Biblia dice claramente que el hombre procede de la tierra y que pertenece a ella. Dios vino a sembrarse a Sí mismo como semilla en la humanidad, que es la verdadera tierra. Este único grano de trigo cayó en la tierra de la humanidad, murió y, en resurrección, produjo muchos granos, los cuales han venido a formar un solo pan, que es la iglesia (Jn. 12:24; 1 Co. 10:17). En este pan, en la iglesia, tenemos la expresión y el señorío de Dios. Aquí en la iglesia está el reino de Dios, donde se ejerce la autoridad de Dios y donde se expresa Su imagen. Por consiguiente, la iglesia es el reposo sabático de Dios, es la etapa inicial en la que el propósito de Dios se cumple de una manera genuina y verdadera.

Sin embargo, se necesita que haya otra etapa. La primera etapa comenzó con la primera venida del Señor, y la segunda etapa empezará con Su segunda venida. Para cumplir Su propósito de una manera genuina, Él tenía que venir dos veces. En Su primera venida Él se sembró a Sí mismo en la humanidad, y en Su segunda venida Él cosechará lo que sembró en Su primera venida. Algo se logró en Su primera venida: la iglesia fue producida y hubo un Sábado; con todo, esto no cumplió plenamente Su propósito. Así que, en Su segunda venida Él realizará algo más, lo cual propiciará un Sábado más pleno. Su primera venida trajo el primer Sábado verdadero, pero éste no fue un Sábado pleno, ya que la realización del propósito de Dios no se cumplió totalmente. Así que, se necesita que Él venga de nuevo para consumar el propósito eterno de Dios. Esto significa que el propósito eterno de Dios no puede consumarse antes de la segunda venida del Señor. Dicho de otro modo, el propósito eterno de Dios no puede cumplirse plenamente sin el milenio.

El milenio será la última etapa y la más crucial en el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Siento la necesidad de recalcar este asunto, porque a través de los siglos la mayoría de los maestros cristianos han sostenido el concepto de que cuando el Señor Jesús venga, todo habrá sido consumado. Según este concepto, el regreso del Señor parece implicar la culminación del universo antiguo y el principio del cielo nuevo y la tierra nueva. Es cierto que cuando el Señor Jesús regrese empezará una época maravillosa, el milenio. Pero a pesar de cuán maravilloso sea el milenio, durante ese periodo todavía existirá el cielo viejo y la tierra vieja. Cuando mucho, el milenio será una época de restauración (Hch. 3:21). El cielo y la tierra serán restaurados durante el milenio, pero todavía no serán mudados de lo viejo a lo nuevo. El proceso mediante el cual el cielo viejo y la tierra vieja llegarán a ser el cielo nuevo y la tierra nueva, requerirá de otros mil años. Los casi seis mil años desde la creación de Adán hasta la segunda venida de Cristo traerán la restauración del universo, pero no su renovación. Para esto se requieren otros mil años. Después de que los últimos mil años hayan pasado, todo el universo habrá cambiado de viejo a nuevo. Entonces habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, junto con la Nueva Jerusalén.

¿Sigue usted aferrándose al concepto de que todo quedará resuelto con la segunda venida de Cristo? No todo habrá sido resuelto cuando llegue ese tiempo. Aunque Satanás estará atado, no será eliminado definitivamente durante el milenio. Al final del milenio él será liberado de su prisión, saldrá a engañar a las naciones y las conducirá a una batalla contra el Señor (Ap. 20:7-9). Después del milenio, Satanás aún hará algo contra Dios. Además, la maldad presente en la naturaleza humana no habrá sido totalmente eliminada durante el milenio. Aunque todas las naciones habrán sido subyugadas, al final de ese tiempo, Gog y Magog se rebelarán una vez más, lo cual demuestra que el elemento de la rebelión todavía estará presente en el hombre. En tercer lugar, la muerte, el último enemigo (1 Co. 15:26), no será echado en el lago de fuego durante la segunda venida de Cristo, sino al final del milenio (Ap. 20:14). Por consiguiente, tres cosas malignas —Satanás, la naturaleza rebelde del hombre y la muerte— permanecerán aun hasta el final del milenio. Ya que es así, ¿cómo podemos decir que con la segunda venida de Cristo todo quedará resuelto? El Señor aún necesitará más tiempo para operar a fin de erradicar estas tres cosas malignas del universo eterno de Dios.

Además de Satanás, la naturaleza humana rebelde y la muerte, hay otros dos elementos negativos que no serán eliminados sino hasta el final del milenio. En primer lugar, el mar, un símbolo de las cosas negativas, no será plenamente quitado sino hasta el final del milenio. En el cielo nuevo y la tierra nueva no existirá más el mar (Ap. 21:1). En segundo lugar, todos los que murieron sin ser salvos sólo serán juzgados al final del milenio (20:11-15). Al final del milenio, los que murieron sin recibir la salvación serán resucitados y juzgados ante el trono blanco donde se decidirá su destino eterno, y todo aquel cuyo nombre no se halle inscrito en el libro de la vida será echado en el lago de fuego. Éste será el último evento que pondrá fin al cielo viejo y a la tierra vieja. Después de esto, todo el viejo universo habrá pasado, y se dará inicio al nuevo universo junto con la Nueva Jerusalén. En el cielo nuevo y la tierra nueva no existirá más Satanás, la naturaleza humana rebelde, la muerte ni el mar. No crea que todo habrá quedado resuelto con la segunda venida del Señor. Sólo cuando estemos en el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén podremos exclamar: “¡Aleluya, ahora todo está en orden!”.

Hoy estamos disfrutando del reposo sabático en la vida de iglesia. Aunque esto es bueno, esperamos el regreso del Señor, porque Su venida traerá un mejor reposo. A este reposo se le llama “la restauración” (Hch. 3:21). Pero aun este reposo no será el mejor, no será el reposo máximo, pues todavía hará falta eliminar definitivamente a Satanás, la naturaleza humana rebelde, la muerte, el mar y todos los que murieron sin ser salvos. El primer reposo propicia el segundo reposo, y el segundo nos conduce al tercero; es decir, la iglesia traerá el reino, y el reino traerá el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén.

XXI. EL CASTIGO EN LA ERA VENIDERA

Ahora es necesario que veamos cuál es el castigo que el Señor administrará. En 1 Corintios 11:32 dice: “Mas cuando el Señor nos juzga, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo”. Aquí podemos ver que el castigo es diferente a la condenación y la perdición. Aunque es cierto que usted jamás perderá su salvación, no piense que no tendrá problemas, ya que el Señor puede disciplinarlo.

Los cristianos que más se adhieren a las Escrituras concuerdan en que si no nos conducimos debidamente después de ser salvos, el Señor nos castigará. Sin embargo, muchos de ellos sostienen el concepto equivocado de que el Señor sólo disciplina a Sus hijos en esta era, y que cuando Él regrese no habrá más castigos. Esto no es lógico. Supongamos que cierto hermano joven es seducido a apartarse de la vida de iglesia, regresa al mundo y vive en pecado por el resto de su vida. ¿Cree usted que cuando se encuentre con el Señor todo estará bien? No puedo encontrar ningún indicio en la Biblia de que será así. No hay ningún versículo que diga que un cristiano que haya vivido en pecado sin llegar a arrepentirse no tendrá problemas cuando el Señor regrese. En cambio, sí hay muchos versículos que dicen que tanto los santos que estén vivos, como los que serán resucitados de la muerte, ese día serán juzgados ante el tribunal de Cristo para recibir su recompensa, sea buena o mala. Si la recompensa es buena, será un galardón, y si es mala, será sin duda un castigo o disciplina.

En 2 Corintios 5:10 dice: “Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo”. Esto no se refiere al juicio ante el trono blanco, el cual será para salvación o perdición, sino el juicio en la segunda venida de Cristo antes del milenio, el cual será para recibir un premio o un castigo. El hecho de que el apóstol Pablo usara el pronombre “nosotros” en este versículo, indica que aun él mismo también se incluía. La frase “las cosas hechas por medio del cuerpo” se refiere a todo lo que hacemos en la actualidad. En 1 Corintios 4:5 se nos dice: “Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a luz lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”. ¿Recibirá usted alguna alabanza de parte de Dios cuando el Señor venga? Esto depende de lo que usted haga después de haber sido salvo. Cuando el Señor regrese, Él establecerá Su tribunal, y todos los santos que sean arrebatados y los que sean resucitados, estarán allí para rendirle cuentas.

Este mismo pensamiento lo encontramos en Romanos 14:10-12, que dice: “Todos compareceremos ante el tribunal de Dios. Porque está escrito: ‘Vivo Yo, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará públicamente a Dios’. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Todos compareceremos allí y daremos cuenta de todo lo que hayamos hecho después de haber sido salvos. El Señor nos pedirá cuentas de lo que hayamos hecho para que podamos recibir la recompensa que merecemos, sea buena o sea mala. Esto es muy serio y siento lástima por los muchos cristianos que nunca han escuchado acerca de esto. Si no vemos claramente este asunto, no podremos entender en qué consiste el reposo sabático ni las cinco advertencias del libro de Hebreos en cuanto a la manera en que el Señor disciplinará a sus creyentes en la era venidera.

XXII. LA RECOMPENSA EN EL EVANGELIO DE MATEO

El evangelio de Mateo también habla sobre la recompensa. No acepte el concepto dispensacional que dice que Mateo no es para nosotros hoy. Si el evangelio de Mateo no fuera para nosotros, entonces el Jesús que nació como el Salvador en Mateo 1, y que se nos presenta como nuestro descanso en Mateo 11, tampoco sería para nosotros. ¡Cuán absurdo es decir esto! Además, en Mateo 16:18-19 vemos que cuando la iglesia sea edificada, entonces vendrá el reino. Mateo 18:15-17 se refiere a la vida de iglesia en la localidad, pues nos dice que si un hermano no escucha a la iglesia, deberá ser tenido por gentil y recaudador de impuestos, lo que quiere decir que quedará excluido de la vida de iglesia. Quedar excluido de la vida de iglesia significa perder el derecho a lo prometido en Mateo 11:28-29. En Mateo 11:28 el Señor dice: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Aquel que nos hace descansar en Mateo 11 va a la iglesia en Mateo 16 y permanece en ella en Mateo 18. Si hemos de disfrutarle como nuestro reposo, debemos seguirle a la iglesia y permanecer allí con Él. Pero si no escuchamos a la iglesia quedaremos excluidos de la vida de iglesia y del reposo. Mateo 12:8 dice que el Hijo del Hombre es Señor del sábado. Por consiguiente, a fin de tener descanso debemos estar con Él. Si estamos fuera de la iglesia, nos quedaremos sin el reposo sabático.

Mientras Mateo 16:18-19 habla de la iglesia y del reino, Mateo 16:27 habla de la recompensa, pues dice: “El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos”. Este versículo no se refiere a los incrédulos, porque los incrédulos son meramente pecadores y, por tanto, no son dignos de una buena recompensa. Este versículo ciertamente se refiere a los creyentes, quienes recibirán dos clases de recompensa: una buena, que será un premio, o una mala, que será un castigo. Mateo 1 nos dice que Jesús es el Salvador y Emanuel; Mateo 6 nos exhorta a orar: “Venga Tu reino”; Mateo 11 nos dice que podemos venir al Señor para obtener descanso; Mateo 12 revela que Jesús es el Señor del Sábado; Mateo 16 nos da a conocer que la iglesia es edificada sobre Cristo, y que la iglesia edificada es la que trae el reino; Mateo 18 nos dice que debemos estar en la vida de iglesia apropiada; y, finalmente, Mateo 16:27 nos advierte que el Señor regresará para recompensarnos.

Mateo 25 nos advierte seriamente que cuando el Señor Jesús regrese, castigará a algunos de Sus siervos (vs. 24-30). Algunos dicen que los siervos que el Señor castigará son cristianos falsos, pero esto no es lógico. ¿Cómo podría un cristiano falso ser un siervo del Señor? ¿Cómo podría el Señor asignar alguna tarea a un siervo falso? No es correcto interpretar este asunto así. Aquellos que argumentan que éstos son siervos falsos, se ven forzados a decir esto porque no creen que el Señor vaya a castigar a ninguno de Sus siervos cuando Él regrese. Ellos argumentarían: “¿Cómo puede una persona salva ser castigada por el Señor a Su regreso? Esto implicaría que la redención que el Señor efectuó no es perfecta”. No obstante, estas mismas personas enseñan que si los cristianos no se conducen debidamente en esta vida, serán castigados por el Señor. Usando sus propios argumentos, nosotros podríamos preguntarles: “¿No indicaría también este castigo que la redención del Señor no es perfecta?”. En realidad, la diferencia estriba en el tiempo en que esto ocurre. ¿Dónde hay un versículo que diga que el Señor castigará a Su pueblo solamente en esta era y no en la venidera? No existe tal versículo. Pero sí hay muchos versículos que nos dicen que cuando el Señor regrese castigará a algunos de Sus siervos (Lc. 12:35-48, especialmente 46-47; 19:11-26). Cuando el Señor venga, Él castigará a Sus siervos perezosos.

A aquellos que aseguran que no habrá tal castigo, yo les haría esta pregunta: si no habrá ningún problema después que el Señor vuelva, ¿por qué entonces Él necesita juzgarnos? ¿Por qué todos tendremos que comparecer ante Su tribunal? ¿Cree usted que todos los que comparezcan ante el tribunal de Cristo recibirán un premio, una buena recompensa? ¿Qué clase de recompensa recibirá un siervo que haya sido perezoso, recibirá una corona? Aun si el Señor le diera una corona, él sentiría vergüenza de aceptarla. Si usted viviera en pecado después de haber sido salvo, y el Señor le ofreciera una corona en Su tribunal, ¿usted la recibiría? Cuán absurdo es pensar que el Señor le daría una corona a un cristiano que malgastara su vida en los juegos de azar, en las drogas y en los clubes nocturnos. Tal vez el Señor le diga a tal creyente: “Tú has sido un siervo perezoso. Lo que necesitas es un castigo”. No piense que por el simple hecho de ser resucitado, todo quedará resuelto. La mayor prueba de que no todo se resuelve con la resurrección, es que después de que todos los incrédulos que murieron sean resucitados, deberán comparecer ante el trono blanco para ser juzgados con respecto a su destino eterno.

De acuerdo con la revelación del Nuevo Testamento, todos los cristianos verdaderos que no vivieron conforme a la voluntad del Señor, serán disciplinados, reprendidos o castigados. Si esto nos va a suceder a nosotros en esta era o en la venidera, no lo sabemos. Nuestro Padre sabio es el único que lo sabe. Muchos padres saben que no es prudente disciplinar a sus hijos inmediatamente después de que cometen la falta. Únicamente un padre sabio puede decidir cuál es el mejor momento para disciplinar a sus hijos. De todos modos, el principio es el siguiente: si un hijo hace algo indebido, debe ser disciplinado. Hebreos 12 revela que no sólo somos participantes del Espíritu Santo (6:4), sino también de la disciplina divina (12:8). Ya que somos hijos del Padre celestial, Él ciertamente nos disciplinará. Él es quien decide cuándo hacerlo. Pero si nosotros, Sus hijos, andamos mal, Él ciertamente nos disciplinará. No seamos tan cortos de vista, diciendo: “Alabado sea el Señor que durante los últimos dos años no he sufrido ninguna disciplina”. Es posible que seamos disciplinados en el tribunal de Cristo, cuando Él vuelva.

A. El arrebatamiento secreto
de los que han madurado

Otro principio básico relacionado con la manera en que Dios nos disciplina, es que nosotros somos la labranza de Dios (1 Co. 3:9). Como la labranza de Dios es necesario que lleguemos a la madurez (Ap. 14:15). Si el trigo que crece en los campos no madura, no podrá ser recogido en el granero, sino que será dejado en el campo. Si hacemos lo incorrecto tenemos que ser castigados; si estamos inmaduros debemos ser dejados en el campo para madurar. Nadie puede argumentar contra estos dos principios.

Teniendo presente estos dos principios, leamos Mateo 24 y 25. Mateo 24 revela que, en cierto sentido, el Señor vendrá de una manera secreta, porque se nos dice que Él vendrá como ladrón (vs. 42-43). Ningún ladrón viene de una manera notoria. Mateo 24:44 dice que debemos estar preparados, “porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”. Cuando pensamos que el ladrón puede venir, él no aparece, pero cuando estamos confiados pensando que el ladrón no vendrá, él viene. El Señor dio la misma advertencia a Sardis en Apocalipsis 3:3, diciendo: “Pues si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”.

Mateo 24:40-41 dice: “El uno será tomado, y el otro será dejado”. Esto indudablemente se refiere al arrebatamiento secreto, al arrebatamiento de aquellos que estén listos, los maduros. Un ladrón sólo viene a llevarse el tesoro, las cosas preciosas; él nunca robaría basura. Debemos ser un tesoro a los ojos del Señor. Debemos convertirnos en algo precioso por medio de madurar, a fin de que Él venga y nos lleve secretamente. Esto sucederá un día. Ese día, tal vez una joven diga: “No sé que pasó con mi amiga que amaba tanto al Señor. Ella desapareció. ¿Adónde se habrá ido?”. Tal hermana habrá sido arrebatada. No crea en la enseñanza de que habrá un solo arrebatamiento y que todos los santos serán arrebatados al mismo tiempo antes de la tribulación. Este concepto no es acertado. Es cierto que la mayoría de los creyentes serán arrebatados como dice 1 Tesalonicenses 4:17, pero aquellos que hayan madurado serán arrebatados secretamente según lo establece Mateo 24:40-44. La venida del Señor tiene dos aspectos: la venida secreta, la cual sucederá primero, y Su manifestación pública, que acontecerá después. En 1 Tesalonicenses 4:15-17 se habla de aquellos que viven y habrán “quedado hasta la venida del Señor”. Aquí vemos que, entre los santos que estén vivos, habrá dos categorías: aquellos que serán arrebatados secretamente y aquellos que quedarán. De la misma manera, en Mateo 24 dice que, entre los que aún viven, uno será tomado, y el otro será dejado.

B. La parábola de las diez vírgenes

En Mateo 25:1-13 tenemos la parábola de las diez vírgenes. Los dos santos mencionados en Mateo 24 son creyentes que aún viven, porque uno se encuentra trabajando en el campo y otro en el molino. Sin embargo, las diez vírgenes que se mencionan en Mateo 25, estaban durmiendo. Dormir aquí no se refiere a ninguna clase de adormecimiento espiritual, sino a la muerte física. Debido a que el Señor retrasó Su venida, muchos santos murieron. El número diez es la mayor parte de doce, que es el número que representa a la iglesia. En Mateo 25 se mencionan diez y en Mateo 24 se mencionan dos. Cuando sumamos estos dos números, tenemos todo el conjunto de los que componen la iglesia. Cuando el Señor regrese, la mayoría de los creyentes que componen la iglesia habrá muerto, y sólo una minoría de ellos estará vivo. Por lo tanto, las diez vírgenes representan a los santos que ya han muerto, y los dos que están vivos, a los santos que aún estarán vivos cuando el Señor regrese.

Las diez vírgenes que se mencionan en esta parábola eran salvas. No piense que las cinco vírgenes insensatas no eran salvas. Ser insensato es muy distinto de ser falso. Por ejemplo, un hijo insensato no es un hijo falso. Por tanto, todas las vírgenes de Mateo 25, tanto las prudentes como las insensatas, eran salvas. Las lámparas de las prudentes, así como de las insensatas, estaban encendidas; el problema era que las vírgenes insensatas no tenían suficiente aceite. Cuando llegó el novio y las vírgenes se levantaron, lo que significa que fueron resucitadas, las insensatas descubrieron que no tenían una porción adicional de aceite. La lámpara de Jehová es nuestro espíritu (Pr. 20:27), y la porción adicional de aceite es el Espíritu transformador en nuestra alma, en nuestro ser. Nuestra humanidad, nuestra alma, es un vaso de Dios (Ro. 9:21, 23). Tener aceite en nuestra lámpara significa tener al Espíritu en nuestro espíritu. Sin embargo, las vírgenes insensatas nunca fueron transformadas porque no permitieron que el Espíritu saturara su alma. Ellas no tenían al Espíritu en su alma, en su vaso. Por consiguiente, ellas tuvieron que pagar un precio para comprar una porción adicional del Espíritu en su alma y así ser transformadas. Por esta razón, las vírgenes sabias dijeron a las insensatas: “Id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas” (Mt. 25:9). Si ustedes no pagan el precio para obtener al Espíritu transformador en su alma hoy, tendrán que pagarlo cuando el Señor regrese.

Todos tenemos que pagar el precio para que el Señor, el Espíritu, transforme nuestra alma. En 2 Corintios 3:18 dice: “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Este Espíritu transformador es la porción adicional de aceite que necesitamos. El Espíritu que ha entrado en nuestro espíritu y ha encendido la lámpara de nuestro espíritu, es algo gratuito; toda persona que ha sido regenerada lo posee. Pero después de haber sido regenerados, necesitamos ser transformados en nuestra alma. Esto exige que paguemos un precio. Muchos de los que han creído en el Señor Jesús y han sido regenerados en su espíritu, no están dispuestos a pagar el precio para que el Espíritu transforme su alma. Aunque nuestro espíritu, que es la lámpara de Jehová, ya fue iluminada por el Espíritu, nuestra alma, que es nuestro vaso, necesita ser transformada por el Espíritu. Por tanto, tenemos que pagar el precio para que el Espíritu transforme nuestra alma. Si no pagamos el precio en esta era, lo tendremos que pagar en la próxima.

XXIII. EL SEÑOR TODAVÍA NECESITARÁ LA ERA VENIDERA PARA DISCIPLINAR A SUS CREYENTES

Muchos cristianos todavía tienen el concepto de que todo lo relacionado con el propósito de Dios se cumplirá plenamente cuando el Señor regrese, y que el milenio no será un tiempo que el Señor usará para disciplinar a Sus creyentes. Según su concepto, el Señor sólo disciplina a Sus creyentes en esta era, sin dejar ningún castigo pendiente para la era venidera. Si fuera así, el milenio correspondería a la época del cielo nuevo y la tierra nueva, y el Señor no tendría nada más que hacer en cuanto al propósito eterno de Dios. Pero, como hemos visto, el milenio será la parte final del período en el que Dios cumple Su propósito eterno. Las Escrituras revelan claramente que esta era, así como la era venidera, es el tiempo en el que el Señor obra en Sus creyentes y los disciplina, a fin de que ellos maduren y sean completamente perfeccionados para el propósito eterno de Dios. Si Él no logra concluir esta obra en nosotros en esta era, tendrá que hacerlo en la era venidera. Todo depende de la manera en que respondamos a Su obra de gracia. Si cooperamos con Él, Él ciertamente nos perfeccionará y madurará en esta era; de lo contrario, Él se verá obligado, a causa de nuestra necedad, a disciplinarnos en la próxima era. Dios en Su sabiduría ha determinado que la próxima era con el reino milenario, sea una era de recompensa como un incentivo para que le busquemos y respondamos a Su obra de gracia en esta era. Si estamos dispuestos a responder a este incentivo, le disfrutaremos en la vida de iglesia, que es el reposo sabático de hoy, y seremos recompensados por Él con el reino milenario, que es el reposo sabático en la era venidera. Pero si no hacemos caso a este incentivo, no le disfrutaremos en la vida de iglesia, el reposo sabático actual, seremos disciplinados, reprendidos y castigados en la era venidera; todo esto sin mencionar la pérdida del disfrute que tendremos de Él en el reino milenario como nuestro mejor reposo sabático. Por supuesto, la era presente, la era de la iglesia, es muy crucial para que el Señor opere en Sus creyentes, los perfeccione y los lleve a la madurez. Sin embargo, el Señor también necesitará la era venidera, la era del reino, para disciplinar a aquellos creyentes que no estén dispuestos a cooperar con Su obra de gracia en esta era. Es por eso que el libro de Hebreos nos anima a que nos esforcemos por entrar en el reposo sabático que queda para nosotros.