Fermín Canella, el historiador de la Universidad de Oviedo que espera a su propio historiador - La Nueva España

Fermín Canella, el historiador de la Universidad de Oviedo que espera a su propio historiador

A los cien años de su muerte, la institución recuerda, pendiente de reconocer mejor sus méritos, al catedrático de Derecho Civil, periodista, escritor, rector, senador y miembro del Grupo de Oviedo

Ilustración en la que se destaca a Fermín Canella del legendario claustro de la Universidad, entre los que se encuentran destacados miembro del "Grupo de Oviedo" y egresados ilustres como Ramón Pérez de Ayala.

Ilustración en la que se destaca a Fermín Canella del legendario claustro de la Universidad, entre los que se encuentran destacados miembro del "Grupo de Oviedo" y egresados ilustres como Ramón Pérez de Ayala.

El Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Proyección Cultural de la Universidad de Oviedo ha programado una serie de actividades para recordar, a los 100 años de su muerte, a Fermín Canella, quizá el rector más relevante en su historia reciente. Este es un extracto de la conferencia que impartió elprofesor de Derecho Civil Julio Carbajo el 21 de marzo en el Aula Magna de la Universidad. 

La trayectoria vital de Fermín Canella se desarrolló siempre en extraordinaria cercanía con la Universidad de Oviedo. Nació, como nos dice Carmen Ruiz-Tilve, en el número 17 de la Calle de San Francisco, el día de San Fermín de 1849, y falleció en 1924 en la Calle de Fruela, en su nº 9, como recuerda una hermosa placa realizada por el escultor Víctor Hevia a iniciativa del Centro de Estudios Asturianos.

Sus padres fueron Benito Canella Meana y Carlota Secades. El primero, profesor y Secretario General de la Universidad durante varias décadas, escritor prolífico y amigo -y posiblemente protegido- de Posada Herrera, llegó a ser gobernador civil de Baleares, Guipúzcoa y Santander. Durante sus últimos años de vida perdió la vista, lo que le valió el sobrenombre de "el ciego de Sobrescobio", solar patrio de su linaje, de donde procedieron muchos antepasados de Fermín Caella vinculados antes que él -por espacio de casi dos siglos- también a la Universidad de Oviedo. No debe resultar extraño, entonces, que éste dijera en el Senado de sí mismo que se consideraba universitario "personalmente y por herencia".

La carrera como profesor del joven Canella fue fulgurante, al estilo de aquellos tiempos, hoy imposible de reproducir dadas las cargas y las dilaciones impuestas por la actual normativa universitaria.

Licenciado en Derecho (Civil y Canónico) en Oviedo, en 1870, se doctora en el año 1871 con una tesis sobre "Origen y juicio crítico de las Cortes de Castilla". Se licencia en la especialidad de Derecho administrativo por la Universidad Central en 1877. Como profesor pasa por diversos estados: profesor auxiliar, sustituto de diversas materias (Disciplina eclesiástica, Historia, Filosofía del Derecho, Derecho romano y Derecho civil), hasta obtener su nombramiento como catedrático de Ampliación de Derecho civil en 1876, materia que, en virtud del RD de 13 de agosto de 1880 de reforma del plan de estudios, pasa a ser denominada Historia y elementos de Derecho civil español, común y foral.

La precocidad en el logro de éxitos académicos vino acompañada de una constante dedicación a altas responsabilidades universitarias no solo en la Facultad de Derecho, de la que fue decano de 1904 a 1906, sino del propio Establecimiento, pues ocupó el cargo de vicerrector bajo el mandato de los rectores Pérez de Salmeán (1882-1884) y Aramburu (1894-1906), a quien sustituyó en un rectorado en el que se mantuvo hasta 1914.

Los últimos diez años de su prolífica vida los ocupó como senador por el distrito universitario ovetense, honor que disputó con Aniceto Sela en las legislaturas de 1911-1914 y de 1914-1915, a quien venció por amplia mayoría en las dos ocasiones en las que lidiaron por la designación, pero que no tuvo rival en las siguientes elecciones. Alcanzada la jubilación, fue nombrado Rector honorario de la Universidad de Oviedo por Real Orden de 6 de agosto de 1919.

La obra de Canella es la manifestación de una personalidad irrepetible de naturaleza poliédrica y colosal, de cuyos logros no se benefició únicamente la institución universitaria sino Oviedo y toda Asturias puesto que sus quehaceres no quedaron circunscritos a los propios de una pura actividad académica.

Periodista de pronta vocación -funda el periódico "El Apolo" antes de cumplir los veinte años-, colabora ampliamente con la prensa, fundamentalmente de corte regional ("El Faro Asturiano", "El Eco de Asturias", "El Carbayón", entre otros), destaca su dedicación al campo de los estudios asturianistas, que es verdaderamente encomiable y de riquísimos frutos, que comprende biografías y estudios variados sobre ilustres personajes (el pintor Carreño Miranda -1870-, José Caveda y Nava -1882-, Jovellanos -1886-, el promotor de la Escuela de Dibujo de Oviedo Juan Cónsul y Requejo -1886-, el abogado y pedagogo maliayo García Caveda -1886-), sobre la geografía asturiana (la anotación y traducción al libro "Viaje por Asturias" de Joseph Towsend en 1786, publicado en 1874, "El libro de Oviedo, Guía de la ciudad y Concejo", 1887, "Historia de Llanes y su Concejo", 1896, "De Covadonga, Contribución al XII Centenario", 1918) y sobre Asturias en general, su folclore y sus tradiciones, como sus Estudios Asturianos o Cartafueyos d’Asturies, de 1886, y la monumental obra "Asturias", dirigida junto con Octavio Bellmunt, editada entre 1894 y 1900, dirigida a narrar su historia y monumentos, bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones, el bable, asturianos ilustres, agricultura e industria y estadística.

Retrato de Fermín Canella, realizadopor Nicanor Piñole en 1941, que se expone en la Sala de Profesores.

Retrato de Fermín Canella, realizadopor Nicanor Piñole en 1941, que se expone en la Sala de Profesores. / .

En otro orden de ideas, sus actividades en el mundo de las artes y de la renovación pedagógica en el ámbito de los estudios de primaria y de secundaria resultan encomiables y han sido puestos de relieve por los especialistas de forma reiterada.

En el más estricto terreno del mundo académico adquiere protagonismo su imprescindible "Historia de la Universidad de Oviedo y Noticias de los Establecimientos de Enseñanza de su Distrito", obra resultante del encargo realizado por la Dirección General de Instrucción Pública en el año 1867 a los rectores de remitir los datos relativos al origen y fundación de las universidades españolas con la finalidad de elaborar una historia de la enseñanza pública en España, tal como nos indica Santiago Melón. El rector Salmeán encomendó dicha tarea a un joven Fermín Canella, que sacó una primera edición en el año 1873 y pudo elaborar una segunda, 1903-1904, gracias al patrocinio del filántropo, natural de Corao, Eduardo de Llanos Álvarez de las Asturias.

Solamente por la redacción de esta obra, esencial y única para conocer los orígenes de la instrucción pública en Asturias, la fundación de la Universidad y su devenir posterior, así como la vida académica y los usos universitarios de aquel tiempo, Canella merecería un lugar destacadísimo en los estudios de la región.

Como tuvimos ocasión de decir junto con Eduardo Serrano en la "Historia de la Facultad de Derecho, (1608-2008)", dirigida por el profesor Santos Coronas González, encargada por la Facultad de Derecho, siendo entonces Decano, Durán Rivacoba con motivo de la celebración del IV Centenario de la Facultad, "en una Universidad a la que los avatares del destino y la sinrazón han arrebatado brutalmente las huellas de su pasado, esta Historia constituye el testimonio más valioso de un tiempo pasado que alcanzó, en ciertos momentos, una gran gloria". La segunda edición de la Historia de Canella fue objeto de reimpresión facsimilar bajo el mandato de los rectores Marcos Vallaure, en 1985, y de Santiago Gascón, diez años más tarde.

Como catedrático de Derecho civil, Canella tuvo que lidiar en sus primeros años con la enseñanza de una disciplina que aún no había encontrado acomodo en un texto codificado, logro que no se alcanzaría hasta 1889. Las dificultades con que se encontraba la enseñanza del Derecho civil en aquel tiempo fueron puestas de relieve en su Discurso inaugural del curso académico 1877-78, titulado "Historia de la Enseñanza del Derecho civil español, su estado actual y necesidad de reforma", en el que realiza una visión panorámica de la enseñanza del derecho civil que abarca los siglos XV a XVIII, en los que las facultades todavía pensaban en el derecho romano cuando se referían al ius civile, con olvido del derecho patrio conformado a través del tiempo.

A su juicio, el verdadero estudio del derecho español comienza en la Universidad con la Real Cédula de 12 de abril de 1774, y se abre paso a lo largo del siglo XIX apoyado sobre los sucesivos planes de estudio (entre otros de Pidal, en 1845, el de Pastor Díaz, el de 1852, el plan Moyano de 1857 y el de Manuel de Orovio de 1866) hasta llegar al instaurado en 1868, vigente al momento de redactar su Discurso Canella.

En ese tiempo, en la Facultad de Derecho se impartían tres grados, bachiller, licenciatura y doctorado. La asignatura Historia y elementos del Derecho civil español, común y foral se impartía en el bachiller y la de Ampliación del Derecho civil y de Códigos españoles en la licenciatura, ambas a lo largo de un curso con lección diaria, algo que Canella consideraba de todo punto insuficiente para formar debidamente el alumno en la disciplina del Derecho civil.

Los programas de las asignaturas que se conservan de aquel tiempo, y los posteriores, ya vigente el Código civil, de 1912 y 1918 muestran el cuidado y la atención que se deparaba a la disciplina del derecho civil en la formación de los juristas y llena de melancolía a quienes nos dedicamos en la actualidad a la enseñanza de la materia, cada día más reducida y estrangulada en los modernos planes de estudio.

La ingente dedicación de Canella a empresas de variada índole no impidió que prestara atención a su propia disciplina, que hubiera sido sin duda más fecunda de no abarcar tantos géneros y tantas materias. Resultan reseñables sus trabajos sobre "La codificación civil en la América española", publicado en la "Revista General de Legislación y Jurisprudencia", en 1880, o sus "Nociones de derecho usual español", escrito en colaboración con Acevedo y Huelves, en 1894, con quien elaboró también "Rudimentos de derecho: catecismo español de derecho usual para la primera enseñanza pública", publicado en 1902 y reimpreso en 1903, de innegable vocación pedagógica y pensados para los alumnos de educación primaria.

Más allá de su faceta estrictamente académica o investigadora, la figura de Canella es extraordinaria por los logros alcanzados desde una pura consideración social o pública, como ciudadano ejemplar de innegable vocación universitaria, entendida aquí en el sentido primigenio de una universalidad de acción de amplísimas miras.

Sin desdeñar su actividad como abogado y magistrado suplente de la Audiencia Territorial, deseo destacar su decidida participación, como secretario y vicepresidente de la Comisión de monumentos históricos y artísticos de la provincia de Oviedo, cuyos esfuerzos germinaron en el actual Museo Arqueológico de Asturias, o su participación en la Academia Provincial de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, en la elaboración de cuyo reglamento participó, sin olvidar naturalmente su pertenencia al conocido como Grupo de Oviedo, (junto con otros destacados intelectuales como Estrada, Aramburu, Posada, Altamira, Buylla, Alas, Sela), que produjo el movimiento de mayor altura alcanzado por la Universidad de Oviedo en toda su historia, y que desde diferentes ópticas e ideologías alumbró logros y acometió acciones verdaderamente reseñables, como la Extensión Universitaria o las Colonias Escolares de Salinas que, de una forma u otro, aún perviven, aparte de otros innegables méritos en el campo de la renovación pedagógica tan necesaria en aquellos tiempos.

Durante su mandato como Rector se celebraron en 1908, con inusitada repercusión internacional, los fastos del III Centenario de la Universidad -ejemplo magnífico de lo que es una soberbia organización de una conmemoración importante para la Institución y para toda la sociedad asturiana-, de los que quedan, entre otras cosas, la hermosa medalla conmemorativa, la Crónica elaborada por Alvarado Albó, publicada unos años más tarde, la estatua del fundador Valdés Salas, ubicada en el patio del Edificio Histórico, realizada por Cipriano Folgueras, y el recuerdo de los viajes a América organizados para Altamira, en 1908, y posteriormente para Posada, en 1910, en el tiempo en que la Universidad de Oviedo consideraba de suma importancia el reforzamiento de los vínculos intelectuales con los países de Hispanoamérica y adquiría un destacado protagonismo en tales relaciones internacionales americanistas que, con el paso de los años, fue languideciendo.

No es extraño, para finalizar, que un hombre como Canella mereciera reconocimientos y distinciones de toda índole: miembro correspondiente de las Academias de la Historia y de Legislación y Jurisprudencia, de la Lengua, de las Buenas Letras de Buenos Aires y Sevilla, de las de Bellas Artes de Zaragoza y Valencia, entre otras, Vocal de la Comisión General de Codificación, comendador de la Orden de Alfonso XII, Isabel La Católica y de la Legión de Honor, Cronista de Oviedo (1900) y de Asturias (1903), Hijo Predilecto de Oviedo (1906) y Adoptivo de Sobrescobio, las corporaciones de Oviedo y de Gijón pusieron su nombre a sendas calles de ambas localidades.

Paradójicamente, como tantas veces ocurre, no ha sido la Universidad de Oviedo, su Universidad, generosa en reconocer sus méritos y su trayectoria. Decía Santiago Melón en 1985 que Canella rescató del olvido la historia de la Universidad, pero los historiadores no han rescatado la figura de Canella, y así sigue siendo 40 años más tarde en cierta medida, a pesar, creo del esfuerzo de destacados especialistas que no dejan de, como se dice ahora, poner en valor sus méritos y sus logros.

Aparte de que no se le haya dedicado una completa biografía, no hay aula o espacio en el Edificio Histórico ni en la Facultad de Derecho -me gustaría estar equivocado-, que lleve su nombre. Ni siquiera figura en el corto listado de alumnado ilustre que la página web de la Facultad de Derecho muestra y su presencia, más allá de por la pervivencia de sus frutos, queda reducida al retrato que se expone en la Sala de Profesores, realizado magníficamente por Nicanor Piñole en el año 1941.

Bien podría la Universidad, aprovechando la conmemoración del centenario de su fallecimiento, reparar esta lamentable e injustificable ausencia, dando su nombre a algún espacio universitario destacado, facilitando unos estudios completos sobre sus obras y su vida, y reivindicando rotundamente su figura tal como se merece.

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