Sitúa su acción en la Alemania nazi previa a la Segunda Guerra Mundial. Se centra en los “chicos swing”, un movimiento juvenil de corte estético y cultural, amantes de esta música estadounidense surgida en la década de los treinta, con Benny Goodman, Count Bassie y Duke Ellington a la cabeza de estas influencias… o el europeo, belga para más señas, Django Reinhardt. Toda una provocación para los jerarcas del feroz sistema que regía el país, quienes la tachaban, a esta y al jazz, de decadente y trataban permanentemente de prohibir su divulgación.
En el cuarteto protagonista pueden encontrar al chaval de otro selecto club, el de los Poetas Muertos, Robert Sean Leonard (representación de la toma de conciencia) y a un incipiente y ya descollante Christian Bale (representación del lavado de cerebro), el cual, seguro que, si hubiera sabido de sus poderes “gothamanianos” futuros, seguramente no hubiera consentido tanto desmán.
Hurgando en su reparto, aparte de los dos jóvenes protagonistas anteriormente citados, pueden encontrarse con “veteranos” de fuste, como Barbara Hershey, en el papel de la madre del protagonista o Kenneth Branagh, en un rol curiosamente sin acreditar, oficial de las SS.
Yendo al meollo, es evidente que supone una forma un tanto novedosa y original de contemplar la temática pues, aunque caiga en tópicos casi inevitables, no deja de ser una llamada de atención, de manera individualizada, sobre la ciudadanía que no estaba de acuerdo con un régimen voraz, destructivo, represivo y dictatorial pese a haber surgido democráticamente.
Uno de sus aspectos fundamentales, cuidado con mimo y esmero, es lógicamente el apartado musical. El coreógrafo Otis Sallid obtuvo un American Choreography Award por los dinámicos y bulliciosos bailes compuestos expresamente para la película.
Esta elogiable, emotiva y excelente mezcla de melodrama y musical tal vez sea el mejor trabajo hasta la fecha de su director (aunque sus deportivas “Un equipo legendario” y “Coach Carter” me gustan mucho), Thomas Carter, concienzudo profesional de breve filmografía cinematográfica (5 títulos tan solo), pero todo un especialista en series televisivas como “Canción triste de Hill Street” y “Corrupción en Miami”, o más recientemente la nueva puesta al día de “Raíces”, “La línea roja”, “New Amsterdam” o la excelente “Bosch”.
Consiguió una película maravillosa, con un encanto especial, en la que vuelve a quedar patente su sentido de la composición y el movimiento y su irreprochable acabado estético. Logrando con ello potenciar aún más ese canto contra la opresión provenga de donde provenga, en este caso surgido de la esvástica, y reivindicando la bendita bandera de ser fiel a uno mismo respetando siempre a los demás… si se lo merecen.
Otra nueva demostración del gran cine que se hizo en la década de los noventa, desde “¿A quién ama Gilbert Grape?” a “Días extraños” o la estupenda “Posesión infernal” de Sam Raimi o “Moll Flanders, el coraje de una mujer”, por citar las dos primeras muestras que se me vienen a la cabeza, y que podría incluir miles de títulos más, y eso ciñéndome tan sólo al cine norteamericano. Y este en concreto, otro ejemplo, de la bifurcación de gustos entre público y crítica, posicionándome de nuevo -el gremialismo en según qué términos- con el primero.
Cautivadora.