El italiano César Beccaría en su obra "Crimen y castigo" sugirió una escala fija de crimen y castigo, basada en la crueldad del crimen. Cuanto más grave fuese el delito, más severo sería el castigo.
Creía (siglo XVIII) que el papel de los jueces debía limitarse a establecer culpabilidad o inocencia y deberían emitir los castigos basados en pautas establecidas en las legislaturas.
También pensaba que prevenir el crímen era más importante que castigarlo.
A finales del siglo XIX el psiquiatra italiano Césare Lombroso estudió las causas del delito en función de las características biológicas y psicológicas del indivíduo. Sugirió que la mayoría de los delincuentes profesionales no eran tan evolucionados como otros miembros de la sociedad. Encontró ciertos atributos físicos compartidos entre criminales que lo hicieron creer que había un elemento biológico que contribuía al potencial de un indivíduo criminal.
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