Viaje en el "tren del infierno": cómo es ser pasajero del San Martín y no saber si se llega a destino a salvo
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      Viaje en el “tren del infierno”: cómo es ser pasajero del San Martín y no saber si se llega a destino a salvo

      • Clarín hizo el recorrido en la línea San Martín, que este viernes chocó y dejó 100 heridos a la altura de Alcorta y Dorrego.
      • Los pasajeros que viajan a diario cuentan los problemas que tiene el servicio y la incertidumbre que sufren.
      • Todos coinciden en las deficiencias y aseguran que lo de ayer no tuvo un peor final fue de casualidad.

      Viaje en el "tren del infierno": cómo es ser pasajero del San Martín y no saber si se llega a destino a salvoAceptación y resignación en la estación Sáenz Peña. Es lo que piensa la mayoría de los pasajeros que utilizaron el servicio del San Martín horas después del choque en Palermo. Foto: Constanza Niscovolos

      En el ingreso a los molinetes de la estación Villa del Parque del Tren San Martín, pasadas las seis de la tarde, un hombre habla por teléfono y gesticula de manera ampulosa. Levanta la voz, con lo cual este cronista, a un metro, escucha con claridad, porque tampoco hay mucha gente alrededor. "Quedate tranquila, mi amor, no va a volver a pasar. No, no voy a tomarme un Cabify, tampoco dos colectivos. Hablé con el guarda en el andén y está todo bien, esperame que tomamos unos mates".

      Quien hablaba enérgico es Víctor Achucarro (46), mecánico dental, quien finalmente le ganó la pulseada telefónica a su esposa y cruzó el molinete. "Estaba nerviosa por lo que pasó a la mañana, pobre... y no quería que me tomara el tren de regreso a casa. Proponía pagarme un taxi, o que me volviera en colectivo. La entiendo, pero ya está, hace años que subimos al San Martín y somos como ganado -pluraliza-, viajamos hacinados, nos bancamos los inconvenientes de este ramal todos los días. No tengo muchas opciones para ir hasta José C. Paz... Que pase lo que tenga que pasar", desliza con apatía.

      Hay un cóctel de resignación y desinterés en Achucarro y, también, en la gente que aguarda en el andén. No se percibe temor, sí esa aceptación por viajar con incertidumbre. "Me llamaron familiares y amigos esta mañana, pensando que podía estar en el tren del milagro, porque fue un milagro que no muriera nadie, pero zafé, entré antes a trabajar. Pero fijate, acá la gente viaja porque no le queda otra, está entregada y de alguna manera llegar a casa sano y salvo es otro milagro. Pero yo no le puedo decir esto a mi señora, la mato. Lo de esta mañana podía haber sido peor que lo ocurrido en Once".

      Este viernes, a las 10.30 de la mañana, un estruendo a la altura de Figueroa Alcorta y Dorrego, producto del choque de dos formaciones de la línea San Martín, retrotrajo al fatídico 22 de febrero de 2012, cuando un siniestro ferroviario en la estación de Once dejó 51 muertos y casi 800 heridos. Esta vez el impacto hizo pensar, por un instante, en otra tragedia, pero el accidente en el que un tren chocó contra una locomotora con un furgón, que estaban detenidos, dejó 100 heridos, sin víctimas fatales, pero un sinfín de interrogantes... y temores.

      Menos gente se vio en la tarde del viernes en la estación Villa del Parque del tren San Martín. Foto: Constanza NiscovolosMenos gente se vio en la tarde del viernes en la estación Villa del Parque del tren San Martín. Foto: Constanza Niscovolos

      La estación Villa del Parque se convierte por algunas horas en la cabecera con destino a Pilar, porque las anteriores, La Paternal, Villa Crespo y Palermo, se encuentran fuera de servicio por lo acontecido. Un altoparlante anuncia demoras de veinticinco minutos de espera y el usuario, que de a poco va poblando el andén, resopla disgustado.

      "Siempre hay problemas en el San Martín y siempre tiene algo con qué sorprenderte, porque lo de hoy, ese insólito choque, no estaba en los planes, por lo menos para mí, que padezco otros inconvenientes a diario: insoportables demoras, inexplicables interrupciones del servicio o que, de repente y sin explicaciones, se frene entre estación y estación veinte minutos. Si querés llegar a horario a algún lugar, por favor olvidate de este tren".

      "Parece que las autoridades no aprendieron nada de lo que pasó en Once. Se viaja cada vez peor", afirma Candela Canavide (21), usuaria del San Martín. Foto: Constanza Niscovolos"Parece que las autoridades no aprendieron nada de lo que pasó en Once. Se viaja cada vez peor", afirma Candela Canavide (21), usuaria del San Martín. Foto: Constanza Niscovolos

      Angustiada y catártica pero sonriente, Candela Canavide (21), que trabaja en un polirrubro de La Paternal, regresa a su casa, en Bella Vista, después de una jornada intensa. "Yo entro a las diez a trabajar y hoy llegué después de las once. Tuve que explicarle a mi jefe lo que había sucedido, y te juro que lo tomó como algo de todos los días. Pero los que sí estaban muy preocupados eran mis viejos, que no querían que me volviera en el tren. Y te confieso que yo tengo miedo, pero pensar en otra alternativa para pegar la vuelta a casa es más dolor de cabeza", dice la estudiante de obstetricia.

      Llega la formación a las 18.30 y subimos al penúltimo coche con destino a Pilar. Canavide cuenta a Clarín que hace un año que realiza el mismo trayecto, desde Bella Vista hasta La Paternal. "Qué querés que te diga, el servicio está degradado, el deterioro está a la vista. Yo prefiero el tren Urquiza toda la vida, pero no me deja cerca del trabajo, entonces no tengo opción. Y el no tener opción te hace agachar la cabeza y aceptar viajar así... Por eso entiendo a mi mamá, que no está tranquila y me pide que le avise cada vez que llego a mi laburo. Los trenes son un reflejo del país, no se avanza en nada, todo se repite y, por lo visto, no aprendimos nada de la tragedia de Once".

      Elizabeth Olivari, junto a su hijo Iván. "¿Sorprenderme? Por favor, esto estaba anunciado, y no fue una tragedia de milagro". Foto: Constanza NiscovolosElizabeth Olivari, junto a su hijo Iván. "¿Sorprenderme? Por favor, esto estaba anunciado, y no fue una tragedia de milagro". Foto: Constanza Niscovolos

      Elizabeth Olivari está junto a su hijo Iván y se dirige con premura a su trabajo, una empresa de alarmas en Mataderos. "¿Sorprenderme? Por favor, esto es la crónica de una tragedia anunciada, que no fue porque Dios es grande. Pero el servicio del San Martín es malo, las demoras interminables forman parte del pasaje, es una constante, no es que cada tanto, o una vez por semana sucede, no, todos los días pasa algo. Que las puertas no funcionan, o se traban y la formación se detiene, que se tira gente a las vías, es permanente".

      Con enojo y apuro porque está llegando tarde al trabajo, Olivari remarca que "hoy hubo demoras de casi media hora, pero podría ser entendible por lo que ocurrió, pero es un día tras otro. ¿Sabés qué me indigna? La incompetencia de la gente, la incapacidad de las autoridades de poder gestionar con eficacia. En mi trabajo si yo no soy efectiva me mandan patitas a la calle, acá los trenes dan lástima hace décadas. Por supuesto que votaría por la privatización", enfatiza la vecina de Derqui.

      Estudiante y trabajadora en el área de producción de indumentaria. Victoria Tarnofsky (24) tomó el tren anterior al accidente de Palermo. Foto: Constanza NiscovolosEstudiante y trabajadora en el área de producción de indumentaria. Victoria Tarnofsky (24) tomó el tren anterior al accidente de Palermo. Foto: Constanza Niscovolos

      En el andén de la estación Sáenz Peña, provincia de Buenos Aires, esperamos el tren de regreso a Villa de Parque. Un altoparlante anuncia otra demora, esta de veintitrés minutos y, acto seguido, que la formación llegará a La Paternal, estación que acaba de ser habilitada después de horas sin funcionar. Una mueca de alegría evidencia Victoria Tarnofsky (24), que bajará más cerca de su casa. "Esta mañana tomé el tren de las nueve de la mañana, desde Palermo, pero me empezó a llamar todo el mundo con cierta preocupación y yo no estaba al tanto de lo que había pasado. Fue tremendo pero por suerte no murió nadie".

      Confiesa que no tiene miedo de viajar el mismo día de la colisión y que "siempre hay algo que mejorar, pero vengo hace tiempo usando el San Martín y no tengo grandes quejas. Creo que lo que sucedió es atípico, la verdad es que me dejó sorprendida. Yo viajo sola y días atrás se sentó al lado mío un hombre con una actitud extraña y al toque se acercó un policía preguntándome si estaba bien, si había pasado por algún mal momento. Debo reconocer que también me desacomodó esa iniciativa policial".

      Natalia y Milagros venden garrapiñadas y golosinas en el San Martín hace diez años. "Hoy nos volvemos a casa con las manos vacías, sin poder llevar comida", dicen.

Foto: Constanza NiscovolosNatalia y Milagros venden garrapiñadas y golosinas en el San Martín hace diez años. "Hoy nos volvemos a casa con las manos vacías, sin poder llevar comida", dicen. Foto: Constanza Niscovolos

      Al mal tiempo, buena cara. Y no sólo por el frío que zamarrea en la estación Sáenz Peña, sino por lo que deja una jornada aciaga para Natalia (25) y Milagros (24), que llevan casi una década vendiendo en los vagones del tren San Martín,. "Solemos ir desde Retiro a Villa Crespo, pero por el choque de hoy, fue imposible. Cambiamos de estaciones y no vendimos nada, no podemos llevar comida a casa", cuentan las amigas.

      Las vendedoras ríen nerviosas. "No, ¡cómo nos va a sorprender! El servicio venía mal y si no pasó nada a mayores fue por obra de la casualidad", dice Milagros. "Es que el miércoles, hace dos días, descarriló una formación en Retiro pero como no hubo consecuencias, los medios no se enteraron", complemente Natalia, Ambas hacen foco "en la falta de mantenimiento, sobre todo en las vías, que no sólo se inundan cada vez que llueve sino que después de la última tormenta quedaron dañadas, por eso es frecuente que el servicio se suspenda".

      Miradas perdidas. Se percibía la preocupación de los pasajeros del tren San Martín. "Hay problemas todos los días".

Foto: Constanza NiscovolosMiradas perdidas. Se percibía la preocupación de los pasajeros del tren San Martín. "Hay problemas todos los días". Foto: Constanza Niscovolos

      Natalia y Milagros enumeran todas las vicisitudes por las que deben atravesar ellas y los pasajeros del San Martín a diario. "Sin dudas, es el ramal más castigado. El otro día, ¿la semana pasa fue? -se consultan- hubo tres accidentes en un mismo día. Una persona de cayó al abrirse las puertas con el tren en movimiento, después otra se tiró a las vías y hubo una pelea en un vagón y tuvo que intervenir la policía. Siempre pasan cosas, nosotras somos testigos de lo complicado que no sólo es viajar sino laburar... Intentamos cambiar de ramal pero es imposible".

      En el vagón, sentado, Jonatan Cartazo (34), fotógrafo free-lance, prefiere no hacer leña del árbol caído, pero cae en la tentación. "No aprendemos más, después de los accidentes de Once y de San Miguel, da la sensación de que todo sigue igual. El susto es efímero, la prensa está con el tema un par de días, y después vuelve toda a la desidia, a la normalidad. Los pasajeros somos rehenes, ¿qué opciones tenemos? Acá se abren las puertas del coche, entrás y Dios dispone de tu futuro. Pero es una incógnita, por eso no sorprende lo que pasó", sentencia el vecino de Pilar.

      "El susto es efímero, un par de días después vuelve todo a la desidia de siempre", dice Jonatan Cartazo (34), usuario habitual del ramal San Martín. Foto: Constanza Niscovolos"El susto es efímero, un par de días después vuelve todo a la desidia de siempre", dice Jonatan Cartazo (34), usuario habitual del ramal San Martín. Foto: Constanza Niscovolos

      Como habitué del ramal, Cartazo se acostumbró a convivir con el mal viajar. "El hacinamiento es algo de todos los días, porque la frecuencia es pésima, los retrasos generan que el andén esté hasta las manos y entramos como ganado. Hoy es una excepción por lo que pasó, pero a esta hora es imposible. Los argentinos aceptamos vivir así, no nos rebelamos y me incluyo, eh, pero no se puede viajar como viajamos. La falta de mantenimiento, la gente que hace sus necesidades en el vagón y los olores que a veces son insoportables, se van asimilando. La verdad es que uno viaja con un miedo que ya está incorporado, no te lo puedo negar".

      Volviendo a casa después de un largo día de trabajo, Viviana Gómez es un canto a la desazón. "Cada día espero que me pase algo, por ahora me voy salvando, pero las balas pican cerca... Hace 28 años que viajo en el San Martín y debo reconocer que siempre se puede estar un poquito peor. El otro estaba sentada y en el piso, al lado de mis piernas, tenía un muchacho durmiendo, aunque parecía muerto. El paisaje en el San Martín es de terror".

      Empleada doméstica, Gómez no tiene ganas de nada. No quiere fotos, pero acepta hablar a regañadientes. "Es que la vida bastante jodida está para que el volver a casa o el ir a laburar sea la ley de la selva. Si no es lo que pasa en un andén, que te pueden afanar, es en un vagón que huele nauseabundo o , como pasó hoy, un tren se estrella contra una locomotora. Yo me siento asustada cada vez que viajo y vaya a saber por qué acepto estas condiciones. Bah, yo y todas las personas de buena fe que están aquí volviendo del trabajo".

      PS


      Sobre la firma

      Javier Firpo

      Redactor de la sección Sociedad jfirpo@clarin.com

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