Nuevo abecedario de cine (Edición musicales): R - S (más un bonus track).- Ir al contenido principal

Nuevo abecedario de cine (Edición musicales): R - S (más un bonus track).-

Rhapsody in Blue (Rapsodia en azul) - Irving Rapper, 1945.-



Esta película se inscribe en la tradición comenzada por Yankee Doodle Dandy en 1942, la de relatar de manera muy libre la vida y obra de algún compositor o artista ligado al ámbito musical. Este tipo de película suele arrojar un resultado desparejo, no siempre exitoso en términos artísticos y nunca, en tiempos del cine clásico, fiel a la realidad.-

En este caso, se trata de la vida de George Gershwin (Robert Alda) desde su infancia hasta su muerte, su relación con su hermano Ira (Herbert Rudley), con sus padres (Rosemary DeCamp y Morris Carnovsky) y con sus amigos, mentores y difusores (muchos de ellos interpretándose a sí mismos en la película), además de su vinculación romántica con dos mujeres creadas para la ficción: la cantante Julie Adams (Joan Leslie) y la pintora Christine Gilbert (Alexis Smith).-

Inevitablemente aparece la comparación con otras películas de este estilo y debo decir que entre aquellas que he visto (Till the clouds roll by, Deep in my Heart, Words and Music, todas ellas producidas por la MGM) Rhapsody in blue las supera y mucho con base en dos virtudes de las que las otras carecen. Los otros títulos mencionados en general son grandes espectáculos repletos de “números especiales” interpretados por figuras importantes (en ellos, MGM aprovechaba para demostrar que tenía más estrellas que el firmamento) con resultados variables: algunos de esos números son joyas hasta el día de hoy, la mayoría merecen quedar en el olvido. Además, en general los actores que representan al compositor o letrista en cuestión no tienen tanto carisma como estos artistas invitados y quedan más bien en segundo plano en escenas que operan como separadores entre número y número. Yankee Doodle Dandy aparece por supuesto como una excepción a esta regla (es de diferente estudio también) e incluyo en esta categoría la poco conocida pero encantadora Three Little Words, en tanto ambas cuentan con protagonistas con peso propio. Rhapsody in Blue comparte con este segundo grupo el hecho de que aquí el hilo de la trama sigue fuertemente los aspectos “biográficos” sin restar importancia a la música, claro está, pero manteniendo el rumbo firme en la vida de Gershwin y en sus vivencias como compositor. Es decir que no se trata de una seguidilla de números musicales sin mayor desarrollo argumental sino que aquí vida y obra están integrados en una película que funciona muy bien.-

Robert Alda, por otro lado, es un protagonista muy carismático, tal vez sin demasiado rango expresivo pero que alcanza a hacer lo que tiene que hacer en el momento preciso y esto, que parece bien poco, alcanza sin caer en el extremo de comerse la pantalla, lo cual a veces puede llegar a ser abrumador. Alda le imprime además al personaje una vulnerabilidad que resulta conmovedora.-

La película, por otro lado, tiene una fotografía blanco y negro bellísim y la sobriedad típica de la Warner Bros. En lo que flaquea, a mi juicio, es en la insistencia de los guionistas Sonya Levien, Howard Koch y Elliot Paul en repetir una y otra vez la recomendación que todos alrededor de Gershwin le hacen en relación a que no se apure en la vida, a que se consumirá en su frenesí creador. Sabiendo que Gershwin murió muy joven, la reiteración parece tomar el camino fácil de introducir una falsa premonición (quiero decir, tal vez sus allegados le dijeran eso mismo en la vida real, pero en el contexto de la película, suena forzado). Otro punto muy menor, pero que me llamó la atención en su literalidad, tiene lugar cuando Gershwin está pintando su autorretrato y recibe la visita del productor Max Dreyfus (Charles Coburn). El protagonista le confiesa al otro hombre que está atravesando una crisis y que cada vez que se mira a sí mismo, ve “algo diferente”. ¿Y qué elige mostrarnos el director? Un plano de Gershwin pintándose a sí mismo frente a un set de espejos que multiplican su imagen a la manera de Citizen Kane. Este recurso tan obvio me sacó de la historia por un momento, por eso lo destaco. De todos modos, estos dos detalles no hacen más de que destacar el valor del resto de la película, que vale mucho la pena.-


State Fair (La feria de la vida) - Walter Lang, 1945.-




Me daba muchísima ilusión descubrir esta película. ¿Un musical protagonizado por Dana Andrews, y además en Technicolor? ¡Por supuesto que quiero verla! Además, leí varias veces la anécdota que explica que Andrews tenía una excelente voz de barítono, pero que la 20th Century Fox no lo sabía y contrató un cantante profesional para que doblara sus canciones. Andrews se enteró de esto y decidió no decir nada para que el cantante no perdiera el trabajo. Me encanta esa pequeña historia y gracias a ella siempre quise ver State Fair aunque me diera pena perderme la verdadera voz del actor.-

Ay… lamentablemente la experiencia no estuvo a la altura de mis expectativas, pero igualmente quise traer esta película a mi abecedario, aún cuando no me gusta hacer reseñas negativas, por la rareza de su protagonista masculino.-

La película cuenta la historia sencillísima de la familia Frake y sus peripecias en los días que pasan en la feria de productores del estado de Iowa. Papá Frake (Charles Winninger) espera que su puerco gane la competición ganadera, Mamá Frake (Fay Bainter) lleva un pote de pickles para el concurso anual de encurtidos, el joven Wayne (Dick Haymes) viaja decepcionado porque su novia de toda la vida no pudo cumplirle la cita y Margy (Jeanne Crain), la hija de la familia, busca una última oportunidad en el amor antes de sucumbir al matrimonio con el aburrido Harry (Phil Brown). El viaje a la feria y los días que allí pasa la familia traen el caos al estado habitual de cosas cuando Wayne y Margy conocen nuevas personas, muy diferentes de sus enamorados de siempre.-

Esta película tiene varios problemas. El primero en aparecer es que evidentemente, en su primera parte, está intentando con todas sus fuerzas parecerse a Meet Me in St Louis, estrenada un año antes. La joven que canta sus sueños de amor junto a una ventana, la presentación de cada miembro de la familia a través de una acción que los identifique (el padre ocupándose de su puerco, la madre preparando los pickles, la hija suspirando por los rincones y el hijo practicando tiro al blanco para lucirse en la feria) y hasta las discrepancias respecto a qué ingrediente secreto le hace falta a la preparación, todo ello recuerda a la otra película con una gran desventaja para esta.-




El otro problema es que ninguna de las canciones es particularmente pegadiza o interesante. Lo mejor de este abecedario de musicales que estoy haciendo es que me ha dejado la cabeza llena de melodías maravillosas que no puedo dejar de tararear (dicho así, suena como una pesadilla, pero lo digo en el buen sentido, jaja). Este no es el caso y es una pena porque la trama de por sí no es demasiado interesante (tercero de los problemas) y una buena banda musical hubiera podido compensar por ese defecto.-

Por otro lado, como dije, no pasa gran cosa en la película y los protagonistas no son demasiado interesantes. Tal vez el mejor personaje sea el de la madre, que anhela por una vez en la vida ganarle a su eterna rival (una señora con pinta de engreída a la que todos quisiéramos derrotar alguna vez). Sin que ella lo sepa, sus pickles llevan el doble de alcohol que sugiere la receta y esto le vale la buena opinión de uno de los jurados, un hombrecito que se pone pícaro cuando se embriaga y que es representado por el querido Donald Meek. Por lo demás, la subtrama amorosa entre el puerco del Sr. Drake y una cerda de otro granjero es simpática pero… meh… el propio Sr. Drake no termina de resultar encantador, Wayne es insufrible en sus intentos por conquistar a una dama elegante de la gran ciudad interpretada por Vivian Blaine siendo que tiene una novia en casa (en una falla moral enorme, Wayne está más que dispuesto a dejar a su chica simplemente porque ella no estaba en la feria para evitarlo, pero ella no asistió porque está cuidando a su madre enferma, ¿podría ser más insensible este muchacho?) y los entretelones de la banda de jazz que visita la feria no interesan demasiado y abultan la trama sin aportarle sustancia. He dejado aparte a la propia Margy por ser el personaje principal: la joven tampoco termina de caerme bien por su propia flaqueza moral. No se decide a romper con su novio y a la primera oportunidad se enamora de un extraño, el periodista Pat Gilbert (Dana Andrews), vive su cortejo entre juegos de parque de diversiones y lugares apartados en las colinas y cuando regresa a casa (spoiler) con el corazón roto porque Pat desapareció sin despedirse, nunca la vemos romper con su prometido (de hecho, no volvemos a saber de él desde su única escena) y sin embargo acepta una propuesta matrimonial por teléfono. Yo tengo mis serias dudas de que Margy y Pat puedan ser felices, en efecto prácticamente no se conocen y han pasado el fin de semana saltando de la montaña rusa a las sillas voladoras.-

Un aspecto que me preocupó por gran parte del visionado es que durante el grueso de la película da toda la impresión de que tanto Margy como Wayne tomarán su propio rumbo lejos de la granja familia. La película pierde la oportunidad de ganar en sensibilidad explorando este tema y finalmente lo elude al hacer que Wayne regrese con su novia en el ultimísimo minuto.-

¿Puntos buenos de State Fair? Es muy reconfortante ver a Andrews sonriendo, comiendo palomitas de maíz y disfrutando del aire libre, por una vez en la vida. Y siendo este su único musical, no deja de ser interesante descubrir esta rareza. No mucho más que eso. Por suerte tanto el director Lang como el dúo Rodgers y Hammerstein II nos han dejado películas mucho más redondas (y sí, aún sigo pensando en The King and I aunque ya pasaron tres meses desde que la ví por primera vez, ¡eso es un musical que causa impacto!).-


Bonus track: Shall We Dance (Ritmo loco) - Mark Sandrich, 1937.-




Ayer se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Fred Astaire y, llevada por el sinsabor de State Fair, recordé que el dúo Astaire - Rogers hizo dos películas que comienzan con la letra S: Swing Time (mi favorita de ellos) y Shall We Dance y quise revisitar particularmente esta última, porque su música es de George Gershiwn (y cuenta la leyenda que las últimas palabras del compositor antes de morir fueron “Fred Astaire”), por lo cual parecía la más apropiada cerrar esta entrada.-

Shall We Dance es la séptima película que protagonizaron Astaire y Rogers y uno definitivamente puede ver que la fórmula del dúo estaba bien definida y perfeccionada para esta altura. En este caso, Astaire es Pete P. Peters, una estrella del ballet que adoptó el nombre artístico de “Petrov” pero en realidad es estadounidense y se muere por incorporar el claqué a su estilo, pero el dueño de su compañía, Jeffrey Baird (maravilloso Edward Everett Horton) no se lo permite. Pete está enamorado a la distancia de Linda Keene (Rogers), una estrella de las revistas musicales que triunfa en Paris (donde comienza la historia) pero que, cansada de los coprotagonistas manolargas, decide volver a Estados Unidos para casarse y dejar los escenarios. Enterado de esto, Pete arregla todo para viajar en el mismo trasatlántico que Linda y conocerla mejor durante el viaje, pero un malentendido hará pensar a los demás pasajeros que los dos son algo más que amigos.-

Esta película es muy interesante dentro del conjunto porque es aquella en la cual Astaire asume el rol más cómico, función que habitualmente recae sobre Rogers. Su imitación de la afectación de un bailarín ruso es muy graciosa y la forma en la que incorpora movimientos y posturas del ballet clásico en sus rutinas de claqué (como si Pete no pudiera nunca librarse del todo de Petrov) es maravillosa, sí, pero también se utiliza para la comedia en algún momento. Inclusive los números en pareja son más cómicos que románticos. Habitualmente en la fórmula tenemos un baile de presentación (normalmente, una especie de “duelo” en el que ambos bailarines se miden), un baile romántico y un baile de despedida cuando parece que la pareja va a separarse. Aquí, de los tres bailes que Astaire y Rogers comparten, el primero se encuadra en lo que llamaríamos la verdadera presentación de los personajes (es el número en el cual Linda se da cuenta de que Pete no es lo que ella pensaba, They All Laughed); el segundo es una maravilla sobre ruedas, Astaire y Rogers bailan sobre patines en el parque al ritmo de Let’s Call the Whole Thing Off y es una delicia ver cuánto están divirtiéndose dentro de lo tremendamente difícil de la rutina (no es un número romántico); y sólo el tercero, Shall We Dance podría considerarse romántico, pero la verdad es que por un lado venimos de una primera parte tétrica a más no poder en donde las bailarinas del coro llevan máscaras con la cara de Rogers (puaj) y por el otro, el número es más jubiloso que sensual: para esta altura Pete ya sabe que logró el corazón de Linda y está más que nada contento de reencontrarse con ella, no en plan de cortejo.-

La otra maravilla de esta película, además de la comedia, es que el conflicto entre los protagonistas es manejado de una forma más adulta de los que estamos acostumbrados (habitualmente el malentendido entre Rogers y Astaire es de esos que hubieran podido evitarse si ambos se sentaban a conversar, aquí es un poco más complejo). La inmadurez es aportada en este caso por el manager de Linda, Arthur Miller (Jerome Cowan) y su ¿amigo, socio? Nunca se explica quién es este personaje, que da toda la impresión de ser su pareja, a decir verdad, y ni siquiera pude tomar nota del nombre del personaje ni encontrar el nombre del actor que lo interpreta. La cuestión es que ambos inventan una solución muy complicada para evitar que Linda se case con su prometido (William Brisbane), sin medir las consecuencias. Como cuarta en discordia, actuando de modo despreciable, está Lady Tarrington (Ketti Gallian), una ex bailarina obsesionada con Pete que no acepta un no por respuesta. Y en torno al conflicto principal, como suele existir en la fórmula Astaire - Rogers, un dúo cómico en este caso compuesto por Horton y Eric Blore (aquí interpreta al manager del piso de hotel en el cual se alojan los personajes en Nueva York). Cada vez que estos dos quedan a cargo de la escena, uno ya sabe que pasará un momento muy divertido y en esto Shall We Dance se coloca entre las mejores de las películas de Astaire y Rogers que a veces flaquean en este aspecto (incluyendo, por ejemplo, Swing Time que si bien es mi favorita, tiene a Victor Moore en un personaje que me resulta insufrible).-

Como curiosidad, resulta muy interesante comparar la interpretación de la canción They Can’t Take That Away from Me que hace aquí Fred Astaire con la que brinda en The Barkleys of Broadway. Ésta fue la última película que Astaire y Rogers rodaron, la única de ellos en Technicolor y se estrenó pasados diez años de la última vez que habían compartido la pantalla. En ese caso, interpretaban a un matrimonio en problemas y el número tiene lugar cuando ya están separados y deben bailar juntos por última vez por fines benéficos. El dolor que el número revela por el recuedo de todas las cosas que en algún punto unieron a la pareja y que ya no tienen lugar (que de eso en definitiva se trata la canción), recorre todo el número. Aquí, es demasiado pronto en la relación como para que la canción tenga su verdadero sentido (Pete enumera un montón de conductas de Linda que aún no tuvo oportunidad de experimentar) y toda la emoción corre por cuenta de ella, que acaba de darse cuenta de que está enamorada, justo ahora que sus chances acaban de arruinarse. Les dejo ambos números para que puedan hacer sus propias comparaciones y contarme qué les pareció.-




Comentarios

Entradas más populares de este blog

El hijo de la novia - Juan José Campanella, 2001.-

Confieso desde el comienzo que me encanta la obra cinematográfica de Campanella, de modo que no soy muy objetiva al decir que esta película está llena de “momentos”, casi todas las escenas son oro en polvo y con mucho esfuerzo seleccioné estas cinco. Aquí van... Momento N° 1: el sueño de Rafael.- Para el comienzo del segundo acto, Rafael (Ricardo Darín) está internado en un sanatorio luego de haber sufrido un infarto. A su lado, inclinada sobre un ejemplar de la revista “Cosas” (un guiño a la primera película del director, cuyos protagonistas trabajaban para una publicación del mismo nombre), duerme su novia Natalia (Natalia Verbeke). De pronto Rafael se despierta, llama a Natalia y comienza a contarle el sueño de su vida: lisa y llanamente, quiere irse a la mierda. Mientras Rafael se explaya sobre la idea hablando casi para sí mismo, Campanella se concentra en Natalia, quien rápidamente advierte que en el sueño de Rafael no hay ningún lugar para ella. En toda esta escena Verb

The Band Wagon (Melodías de Broadway) - Vincente Minnelli, 1953.-

Volví a reencontrarme con este magnífico musical luego de mucho tiempo y quedé fascinada por la potencia de sus números de baile, por supuesto, pero sobre todo por la enorme capacidad del trío principal (Fred Astaire, Cyd Charisse y el director Vincente Minnelli) de reírse de sí mismos y de reinventar el presente, dejando a la vez una mirada melancólica sobre el pasado.- Astaire inaugura su tercera década en la pantalla en el rol de Tony Hunter, una antigua gloria del cine que ya no logra interesar al público y que, buscando una nueva veta en su carrera, regresa a Nueva York para protagonizar una comedia musical escrita por sus amigos Lily y Lester Marton (Nanette Fabray y Oscar Levant). Los Marton cuentan con la estrella del teatro dramático Jeff Cordova (cómo me gusta Jack Buchanan) para dirigir su obra y Jeff convoca, en su proyecto de transformar el show en una pieza de sustancia y trascendencia, a la bailarina clásica Gabrielle Gerard (Cyd Charisse) y a su novio coreógrafo

Perfect Strangers (Separación peligrosa) - Alexander Korda, 1945.-

Con esta película me declaro formalmente enamorada de Robert Donat. Siempre lo adoré en 39 Steps , me conmueve su fragilidad en su último papel en The Inn of the Sixth Happiness , me gustó mucho en The Citadel pero aquí directamente me derritió el corazón.- Robert (Robert Donat) y Catherine (Deborah Kerr) son un joven matrimonio londinense atrapado en la rutina. Todas las mañanas ella sirve el desayuno, ayuda a su marido a prepararse para ir al trabajo y luego se queda en casa viéndolo partir desde su ventana. Y todos los años parten de vacaciones por dos semanas al mismo balneario en donde pasaron su luna de miel. Sus vidas de siempre quedan, sin embargo, interrumpidas por la Segunda Guerra Mundial. Robert es reclutado en la Marina sin siquiera contar con la seguridad de que al regresar (si es que regresa) conservará su trabajo de oficinista. Mientras tanto, Catherine se une al servicio de mujeres de la Marina Real (sus miembros son conocidas como “las Wrens” y así se las llama en la