La increíble historia de Frida Kahlo: desde sus raíces hasta su tragedia

La increíble historia de Frida Kahlo: desde sus raíces hasta su tragedia

En el imaginario colectivo hay una imagen de la artista Frida Kahlo con base en una serie de referencias, entre ellas el terrible accidente que fracturó sus huesos y cambió su vida o algunos detalles de sus relaciones sentimentales. Pero es difícil tener un conocimiento pleno de la genial creadora sin incluir una de las etapas vitales más desconocidas de la artista, la que recopila su infancia y su periodo educativo.

La increíble historia de Frida Kahlo: desde sus raíces hasta su tragedia ( Antonio Labella)

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Orígenes, familia e infancia

Su historia comenzaría un lluvioso 6 de julio de 1907 en el conocido pueblo de Coyoacán en la Ciudad de México. Su padre se llamaba Guillermo Kahlo y era un fotógrafo de origen húngaro-alemán. Su madre, Matilde Calderón, y a diferencia del padre, era de ascendencia indígena y española. Las diferentes corrientes culturales que formaban la familia hicieron que, desde muy joven, Frida mostrara un gran interés tanto por la cultura mexicana como por sus propias raíces indígenas.

El mismo día de su nacimiento, el padre pensó un nombre adecuado para su hija y propuso Frieda, que era una derivación de la palabra alemana Frieden, que significa Paz. Pero la idea no gustó especialmente al sacerdote por lo extraño del mismo. Después de una larga charla, llegaron al acuerdo de bautizarla con el nombre de Frieda, aunque en el acta de nacimiento se escribiera Frida, la versión castellanizada, con la condición de que utilizara otros dos nombres que si fueran del santoral. Por ello es que el nombre completo de la artista es Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón. A pesar de que se hizo la inscripción en castellano, ella escribía su nombre en la versión alemana, Frieda, hasta que en los años 30, con el auge del fascismo alemán, decidiera cambiarlo por la versión castellana.

Frida con sus hermanas Matilde, Adriana y Cristina. Foto Gullermo Kahlo (1914).

Frida con sus hermanas Matilde, Adriana y Cristina. Foto Gullermo Kahlo (1914).ALBUM

A los nueve años Frida tuvo un cuadro de poliomielitis obligándola a estar en cama nueve meses, tiempo que mató dibujando.

El primer episodio que le marcaría de por vida fue que al poco después de nacer su madre cayó enferma y para cuidar y amantar a la pequeña, recurrieron a una nodriza indígena. La misma Frida diría orgullosa años más tarde: “Me crio una nana cuyos senos se lavaban cada vez que iba a mamar”. Estas relaciones con lo indígena desde sus primeros años de vida dejaron una profunda huella en su carácter. En su producción pictórica posterior podremos ver a la nodriza, a su nana, como la personificación de su herencia mexicana y a ella misma como a una niña que bebe directamente de la esencialidad indígena.

Los primeros años de su vida coinciden con la Revolución mexicana y el fin de los días de relativa tranquilidad familiar. Justo al acabar la guerra, el padre perdió su trabajo en el gobierno de Porfirio Díaz y aceptó empleos diversos e irregulares. Este hecho le obligó a hipotecar su casa e incluso vender algunas pertenencias para así mantener a su familia. A pesar de las complicaciones, la pequeña Frida era una niña alegre e inteligente, que su padre admiraba por encima de sus dos hermanas, Cristina y Matilde. Era la pequeña Frida a la que el padre solía llevar en sus salidas por la ciudad para realizar trabajos de fotografía de monumentos y espacios de la ciudad. En otras ocasiones, su papá dejaba la cámara y tomaba el equipo de su otra gran pasión creadora, la pintura. Pero estas salidas también podían mostrar la cara más dura de la vida, ya que el padre padecía de ataques de epilepsia y, cuando esto sucedía, la pequeña Frida tenía que mantenerse firme a pesar de su temprana edad para ayudarle y brindarle los cuidados que necesitaba.

Para hacernos una idea aproximada de la esencia de este periodo infantil, podemos traer a colación, como la misma Frida recordaría, el episodio de cuando a los siete años ayudó a su hermana, Matilde, a escapar por la ventana con un novio que tenía. Llegaría a decir más adelante: abrir el balcón, en eso consiste el amor.

Pero a lo siete años, la vida de la joven dio un giro cuando le diagnosticaron lo que se denomina como un tumor blanco, derivado de una grave poliomielitis y que le obligó a estar en cama nueve meses. Los días pasarían para ella mientras su madre le lavaba la pierna con agua de nogal y paños calientes, y su padre le proporcionaba lápices de colores y le fabricó un caballete especial para que pudiera dibujar. Pero a pesar de que Frida recibía muchas atenciones familiares y podía desarrollarse como pintora, ella misma iba comprobando cómo su pierna iba perdiendo masa y se quedaba más delgada. Como es lógico, para una niña de su edad eso suponía lo que evidentemente pasó: se convirtió en objeto de burla de sus compañeros de clase con motes como ‘Frida Kahlo, pata de palo’. Esto hizo que Frida se volviera algo más triste y se apagara su carácter alegre. Como en el colegio los compañeros se reían de ella, comenzó a dejar de salir a la calle. Se cubría la pierna con faldas largas o con pantalones para ocultar su diferencia. En esos momentos de adversidad, apareció de nuevo la figura de su padre. Él la obligó a hacer mucho deporte, a moverse y a salir de casa para enfrentar a su miedo. La pequeña Frida comenzó a practicar boxeo, jugar al futbol y fue campeona de natación, deportes poco convencionales para las chicas mexicanas de aquella época. Sus músculos comenzaron a desarrollarse y adquirió una complexión más atlética, lo que comenzó a dar como resultado la recuperación del respeto e incluso la admiración de sus compañeros de colegio. Además, empezó a ir con su padre al campo a hacer fotografías. Poco a poco, su vida volvió a ser más o menos normal y volvieron los sueños y los proyectos abandonados. Este periodo culminó con la certificación del Colegio Alemán de México y la preparación de la prueba de ingreso para la Escuela Nacional Preparatoria. Examen que, como era de esperar, aprobó sin muchas dificultades. 

Los padres de Frida, el fotógrafo Guillermo Kahlo, de ascendencia alemana-húngara, y su esposa, Matilde Calderón, de origen oaxaqueño.

Los padres de Frida, el fotógrafo Guillermo Kahlo, de ascendencia alemana-húngara, y su esposa, Matilde Calderón, de origen oaxaqueño.Getty Images

La escuela nacional preparatoria y ‘Los Cachuchas’

En año 1922, tras aprobar el examen de ingreso, Frida Kahlo logró entrar en la mejor institución educativa de México: la Escuela Nacional Preparatoria. La escuela admitía a muy pocas chicas (sólo 35 entre un total de 2,000 alumnos), aunque Frida fue una de ellas. Para su familia, la niña frágil que sufrió gravemente los estragos de la enfermedad, se convirtió en la hija prometedora que iba a estudiar un oficio. Su padre apoyó con gusto, tanto moral como económicamente, la decisión de su hija; en cambio, su madre temía el hecho de que su pequeña entrara en un mundo dominado por hombres. La preparatoria estaba situada en el centro de la Ciudad de México, cerca del Zócalo y la catedral y a una hora de su casa en Coyoacán.

Dentro de los muros de la escuela, se podían oír los mismos gritos de libertad que había afuera, el pueblo reclamaba cambios sociales y las canciones de protesta recorrían todo el país. Fue un periodo de progreso cultural y apertura internacional. En la preparatoria imperaba un gran nacionalismo, ya que en sus aulas se exaltaba la ciencia, tecnología y el arte mexicano con figuras de muralistas de la talla de Orozco, Siqueiros y, el más famoso, Diego Rivera. Frida era entonces una joven esbelta, de rasgos muy finos con un hermoso pelo negro y rostro sensual. Atraía al resto de jóvenes tanto por su belleza, su sensibilidad y su enorme energía, y estaba ansiosa por descubrirlo todo. Solía vestirse, siguiendo la tradición del Colegio Alemán, con faldas tableadas color azul marino, camisas blancas con corbata y un sombrero de cintas. Pero a pesar de su estética, que rozaba lo infantil, su carácter era bravo, revolucionario e inquieto. Obtuvo buenas calificaciones, puesto que era muy inteligente y retenía la información con facilidad, sin embargo, mostraba un carácter complicado e incluso violento con algunos profesores.

Sus movimientos por las facciones culturales de la escuela le brindaron la posibilidad de conocer a estudiantes que más tarde se convirtieron en grandes intelectuales, como los poetas Carlos Pellicer o Xavier Villaurrutia. Dentro de los grupos literarios de la escuela, se encontraba el denominado como los Cachuchas, que respondían a ese nombre por una especie de gorra sin visera que llevaban. Era un grupo de amigos sumamente radicales que elaboraban discursos provocadores y anarquistas, además tenían ideologías que se identificaban con José Vasconcelos, quien en esa época era Secretario de Educación. Sus aventuras escandalosas la llevaron a que en una ocasión Frida fuera expulsada del colegio por el director Vicente Lombardo Toledano, y Frida acudió a José Vasconcelos, enemigo político del director, para que la reubicara. José Vasconcelos no desaprovechó la oportunidad para devolver a Frida a las aulas y aprovechar el incidente para decirle al director que, si no puede controlar a una niña como ésa, no está capacitado para ser director de esa institución.

El grupo de los Cachuchas estaba formado por el líder Alejandro Gómez Arias, José Gomes Robleda, Manuel González Ramírez, Carmen Jaime, Agustín Lira, Miguel N. Lira, Jesús Ríos y Alfonso Villa. Durante aquellos años, Frida mantenía una relación con del jefe del grupo estudiantil. Él era un joven muy culto, que derrochaba energía al hablar, sofisticado, de complexión atlética y muy atractivo.

Frida, al centro vestida de hombre, sus hermanas Adriana y Cristina. Con ellos Carmen Romero y Carlos Veraza. (Fotografía de G. Kahlo, 1926).

Frida, al centro vestida de hombre, sus hermanas Adriana y Cristina. Con ellos Carmen Romero y Carlos Veraza. (Fotografía de G. Kahlo, 1926).12 © BERNARD SILBERSTEIN/ COURTESY THROCKMORTON FINE ART, NEW YORK

Los Cachuchas fueron muy rebeldes, tanto que cuando los grandes muralistas llegaron a la Escuela Nacional para pintar sus murales, los propios Cachuchas se dedicaron a molestarlos en sus sesiones de trabajo, e incluso, si se presentaba la oportunidad, quemarles el andamio. El mismo Diego Rivera llegó a llevar una pistola para así disuadir al grupo que no hiciera de las suyas mientras él trabaja. 

De estos encontronazos, Frida quedó prendada de Diego y les decía a sus amigas que anhelaba tener un hijo con él, y así se lo diría. En aquella época, Diego Rivera, de 36 años, ya era un pintor famoso. Las fórmulas de seducción de la joven Frida eran algo extravagantes: quería llamarle la atención robándole la cesta de la comida o moviendo las escaleras de su andamio para ver cómo se caía. El propio Diego tenía fama de ser un mujeriego a pesar de estar casado con Lupe Marín y que mantenía relaciones con sus modelos, como lo fue Nahui Ollin. Estos cotilleos los conocía Frida y cuando la esposa de Diego iba a llevarle la comida mientras él trabaja, Frida escondida le gritaba “¡Eh Diego!¡Panzón!¡Ahí viene Nahui!”.

Frida era una joven de 18 años y tenía una imagen muy distinta a la que llevaba cuando comenzó el colegio. Lucía el cabello recogido en un moño, tenía puestas unas medias de seda con unos zapatos de tacón alto e irradiaba simpatía. Pronto se atrevió a pedirle al propio Diego el permiso para poder observarlo, trabajar en su mural; sin embargo, y aunque él aceptó de buena gana, su mujer, que estaba presente, no lo aceptó y comenzó a insultarla, a lo que Frida hizo caso omiso. La propia Lupe sintió admiración por esa pequeña niña “que no temía a una mujer alta y fuerte como yo, me cae realmente bien”, dijo una ocasión.

Diego recordaría siempre a esa insolente niña por la delgadez del cuerpo y la belleza inquieta del rostro, y aquella mirada sombría, brillante, tensa. Era una chica que se enfrentaba a él, el famoso pintor, una hija de la raza cósmica de Vasconcelos, mezcla extraña de la alegría despreocupada de los indios y del dolor mestizo. Mientras se acercaba al gran muralista, Frida consiguió algunos empleos por las tardes para poder ayudar a su familia y, además, seguía ayudando a su padre en el estudio fotográfico. Cuando dejó de trabajar en una empresa maderera, ingresó en la Biblioteca de la Secretaría de Educación Pública, un puesto que tuvo que dejar al poco tiempo, ya que ocurrió un incidente con una compañera a quien trató de seducir y en su familia no toleraron que su hija pasara por eso y la obligaron a dejar el puesto.

Frida Kahlo, “Retrato de Cristina, mi hermana” (1928).

Frida Kahlo, “Retrato de Cristina, mi hermana” (1928).ALBUM

Lamentablemente, para Frida, todas esas experiencias y formación se vieron truncadas de golpe. Todo cambió la tarde del 17 de septiembre de 1925, un día después de las fiestas patrias de México. Frida y su pareja, Alejandro, tomaron el autobús a Coyoacán y se sentaron juntos en las últimas filas. Acababa de llover y un tranvía procedente de Xochimilco avanzó lentamente, pero directo hacia ellos. No pudo frenar y embistió el autobús en el que viajaban. Su vida se fragmentó.

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