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Siglo XXI y las transiciones en América Latina

Está pasando desapercibido un poderoso proceso de cambio que tendrá como inexorable destino la constitución por vez primera en la historia de repúblicas libres y soberanas

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El presidente de Panamá, José Raúl Mulino (EFE/ Bienvenido Velasco)
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino (EFE/ Bienvenido Velasco)

Para la mayoría de los observadores de la región está pasando desapercibido un poderoso proceso de cambio que tendrá como inexorable destino la constitución por vez primera en la historia de repúblicas libres y soberanas.

En efecto, en América Latina coexisten desde el siglo XVI variadas expresiones geográficas que anidan instituciones feudales cuya virtud ha sido prolongar por siglos el corporativismo político y el mercantilismo económico. Gracias a ello contamos con una región poblada por economías parapléjicas y sistemas políticos que impiden la participación o la regulan hasta el estrangulamiento.

Las fuerzas del cambio tecnológico y climático y de la globalización han cooperado de manera callada y persistente como las gotas que forman las estalactitas para crear una base ciudadana suficientemente informada y fuerte como para echar a andar las fuerzas del cambio institucional.

Se vio claramente en las elecciones de Panamá. El pueblo panameño, impregnado de la sabia transformadora de una base electoral mayoritaria de 24 a 40 años, rompió las barreras del modelo democrático sustentado en el predominio de tres partidos políticos -dos tradicionales y uno formado por una jefe militar- para elegir a un candidato repudiado por las elites políticas. Y para asegurarse que la cruzada anticorrupción y pro-libertad que inspiró esta ola transformadora no tuviera escollos en la Asamblea, el electorado ha creado las bases para el parlamentarismo y la protección de sus intereses.

El bloque parlamentario mayor dejó de ser el PRD. Ahora es el de diputados independientes elegidos por diversas organizaciones de la sociedad civil. Le sigue Realizando Metas (partido de Mulino) con 13 diputados, y entre ambos llegan a 34 diputados sobre un total de 72 integrantes de la Asamblea. Por lo tanto, cualquier medida tendrá que pasar por el tamiz de los representantes de la sociedad civil para alcanzar el consenso. Y aun cuando habrá episodios de pérdida de gobernanza, Panamá hoy se integra a las naciones que construyen un marco institucional distinto al prevaleciente en los últimos cuatro siglos.

México es quizás la nación donde mayores cambios institucionales se avecinan. En primer lugar porque sólo el hecho de que en el país más machista de la región sean dos mujeres quienes se disputan la presidencia ya en sí representa un cambio importante. Pero además, las elecciones generales van a elegir 20.000 funcionarios nacionales, estaduales y municipales.

Estas elecciones se celebran bajo el signo del terror ya que el crimen organizado hace de las suyas en muchos municipios, secuestrando y “desapareciendo” candidatos que no se doblegan a sus designios. Sin embargo, también en México, posiblemente, el electorado que tiene entre 18 y 30 años se constituya en una fuerza de cambio. En un reciente simulacro electoral protagonizado por las 400 principales universidades del país para combatir la apatía hacia el voto, la respuesta fue masiva y, curiosamente, también los resultados del simulacro electoral. Claudia Sheinbaum resultó ganadora y en segundo lugar quedó Jorge Álvarez Maynes, de 38 años y representando al Movimiento ciudadano. Si esta marea de votos juveniles se llegara a consolidar, habrá un nuevo bipartidismo mexicano representado por Morena y Movimiento Ciudadano: el primero sin López Obrador al timón y el segundo con su fresco y libertario hálito seguramente llevarán a la nave México a un puerto del siglo XXI.

Pero quizás sea Venezuela la que más campos libertarios va a trillar en la región. A lo largo de casi tres lustros ha sufrido una de las tiranías más funestas de la historia. Tan funesta que cambió el curso de su desarrollo para destruir la mejor infraestructura vial y comercial de la región y convertir al país en una suerte de Somalia sudamericana. La sociedad civil venezolana, sin embargo, no aceptó este destino. Desde muy temprano en la gestión del chavismo salió a las calles a expresar su disgusto; marchó y recogió firmas para recurrir a métodos constitucionales para salir del cerco dictatorial. Cuando el yugo se hizo insoportable sus hijos salieron a ofrendar sus vidas en el altar de la libertad. Hoy, luego de muchos sinsabores protagonizados por liderazgos opositores que no estuvieron a la altura del llamado de la historia, sigue a una lideresa nacida de sus entrañas. María Corina Machado ha estado sufriendo con ella los embates del régimen y con ella ha salido a promover de nuevo la salida electoral. Con astucia y tino ha elegido un compañero de fórmula ideal a cuyo cargo recaerá la transición. Y esta justa se ha llevado a cabo dentro del orden democrático y siguiendo la ruta electoral. Algo inédito en América Latina. Como inéditas serán las instituciones que la sociedad civil construya en Venezuela.