Crítica de Nina, thriller de venganza con Patricia López Arnaiz
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'Nina', el thriller español con Patricia López Arnaiz que mezcla western y venganza

Nina, que se estrenó en cines el 10 de mayo, es un peculiar thriller de venganza.

Nina, que se estrenó en cines el 10 de mayo, es un peculiar thriller de venganza.
Patricia López Arnaiz en Nina. | Archivo

Hay dos cosas incuestionables en Nina, segunda película de la directora Andrea Jaurrieta tras Ana de Día. Lo primero, que Patricia López Arnáiz es una fuerza de la naturaleza a la espera de ser verdaderamente liberada en el cine español. Su interpretación de una mujer enigmática embutida en una chaqueta roja a la búsqueda de venganza tiene, pese a ciertas derivas más afectadas de la cuenta por parte de la película, madera de icono. Lo segundo, el tratamiento musical y visual de la obra, que gracias a los acordes obsesivos de Zelta Montes y un adecuado aprovechamiento del escenario (y el montaje a dos tiempos) añade un pulso de thriller a un típico melodrama de abusos.

Con brotes de melodrama clásico, este thriller en clave de western crepuscular (una mujer llega a un pueblo con un rifle…) también respira y vive a ritmo de Hitchcock, al menos en cuanto a algún código narrativo y rasgo de (colorido) estilo. Referencias todas muy grandes, lo sabemos, pero Nina consigue reivindicarse gracias a secuencias muy elaboradas que se sobreponen a otras más tópicas, y también gracias a un retrato bastante siniestro de las comunidades rurales en el que la directora sabe apoyarse en el western: la figura de autoridad (intelectual) del pueblo de Nina ha provocado el mismo silencio que cualquier terrateniente villano en una película del Oeste, solo que quizá por distintas razones más presentes en el debate contemporáneo.

El lado negativo, que ese melodramatismo no siempre funciona y la ausencia de personajes secundarios verdaderamente carismáticos que apoyen el relato. Que el tema de los abusos sea motivo de ejercicio de estilo puede ser comentado, no para mal, pero en este caso es incuestionable que salimos ganando: Nina está bastante lograda en ese aspecto y el suspense está para entretener. Lo mejor es, como decimos, la pulsión enfermiza de la música y esos montajes paralelos por las calles del pueblo costero vizcaíno, elementos que consiguen meter al espectador en el vórtice de una adecuada película de venganza.

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